domingo, 6 de agosto de 2017

HOTELES DE LA VILLA DE LA OROTAVA



La Villa de la Orotava formaba parte del menceyato de Bencomo, que tenía su habitación en unas cuevas del Barranco del Pinito. La fundación de la Villa se remota a los primeros tiempos de la colonización de Tenerife, y por la bondad de sus tierras y la abundancia de agua, fue desde entonces un importante centro agrícola que motivó el desarrollo de la ciudad. Debido a su emplazamiento, sus calles tienen una pronunciada pendiente. Esta circunstancia le da al conjunto urbano un aspecto sumamente pintoresco, Mientras por un lado se ven fachadas superpuestas, por otro se divisa una larga teoría de tejados. Desde la parte más alta llamada Villa de Arriba, se puede contemplar, de Norte a Sur, este pintoresco desarrollo del caserío que acaba por apoyarse suavemente en el desaparecido platanal. Encierra edificios de gran belleza arquitectónica, con largas balconadas del mas puro estilo canario. Las viejas calles llevan como río de silencio. Por algunas, en ocultas acequias, corre bulliciosa el agua. De las altas tapias asoman enredaderas, árboles y rosales de los jardines que se derraman. Las viejas casones tiene patios columnados, amplias escaleras de madera labrada, jardines. Todo ello pregona un feliz pasado y un seguro presente. Jardines son también las plazas de la pulcra Villa. La Hijuela del Botánico, entre verjas, a espaldas del Ayuntamiento, conserva raras especies botánicas. Para disfrutar de todo este espléndido espectáculo la Orotava tenía dos grandes hoteles. El Hotel “El Suizo”, que estaba situada en la esquina de la calle El Calvario y García Beltrán, su entrada principal se encontraba en El Calvario, calle de referencias históricas, su calificativo, según Méndez Pérez, le viene del añejo Calvario que los franciscanos construyeron en 1.669,  en ámbito de la Dehesa Comunal, cedidos por Data del Cabildo a la orden tercera Franciscana.  Antiguamente, era la esencial vía de entrada a la Villa, puesto que en el Calvario terminaba el camino Real, que comunicaba La Orotava con la Laguna y Santa Cruz. La vía comenzó a denominarse así, siendo Alcalde Mayor el Licenciado Don Francisco Espinosa León.
Evidentemente personalizamos un mensaje galante sobre el desaparecido Hotel “El Suizo”, de grato recuerdo de muchísimas personas que frecuentaban sus reveladoras y atractivas salas. Gracias a la colaboración de María Milagrosa Calzadilla Hernández, que había recopilado los principales acontecimientos del Hotel, a través de su tía Nieves Hernández García. Anales preparatorios para un trabajo correspondiente del seminario de historia del Instituto de enseñanzas media “Villalba y Hervás”.  Trátese de un Hotel admirable, que se implantó en la Villa de La Orotava, al principio del siglo actual, en el que se hospedaban; corredores de comercios, profesionales, algún turista, y sobre todo militares - oficiales destinados en el cuartel de San Agustín. Lo más insigne del Hotel "El Suizo", sin lugar a duda, fue la constitución de la tertulia "La Sacristía",  formada por un grupo de amigos, clientes del Hotel, que se reunían periódicamente en una de sus habitaciones, para pasar el rato, tertulia que analizaba fragmentos de libros y periódicos,  que, por herencia unos y por compra otros, tenían en su poder, y así pasaban los tiempos libres y de ocio, contando las aventuras del castellano “Don Quijote”, así como novelas ejemplares, o cuentos y chistes recopilados de un material ilustre que era el más corrientes de aquellos tiempos.
La "Sacristía" tenía de antesala el café Suizo, situado en la fachada de la calle El Calvario, en su planta baja a la izquierda del poniente. En el hall se encontraban orotavenses ilustres integrantes de “La Sacristía”, como el propietario de la fábrica de gaseosa y hielo "El Drago" Don Camilo Padrón Bethencourt, los renombrados comerciantes de esta plaza; Don Casiano García Feo, y Don Antonio Hernández Díaz, diversos taxistas como; Don Miguel Toste Carrillo, Don Justo Hernández, Don Agrícola Domínguez y otros tantos. Una tertulia evocadora, que hacía su presencia diariamente en el Hotel para discurrir sobre algún argumento o para conversar amigablemente. Sin embargo la Sacristía del Suizo, era una tertulia casi literaria, habitada por individuos de talentos desemejante, adicionaban reuniones en la casa de la finca de Don Tomas Reyes en el Sauzal. Una tertulia ataviada de personalidades de antaño de la Villa de La Orotava, totalizada por; Don Casiano Díaz García(Pagaré), Don Casiano García Feo, Don Bernardo Hernández León, Don Antonio Monteverde, Don Juan González Martín "el del Sindicato"(Secretario de la F.A.S.T), Don Antonio Sosa Hernández el organista oficial de Nuestra Señora de La Concepción, Don Nazario García Pérez el patrón del Hotel, Don Ángel Díaz García, Don Emilio Luque, Don Pepe Lugo Massieu, Don Octavio Álvarez, Don Agustín Hernández “El Abogado”, Don Tomás Reyes, Don Juan Padrón, Don José García Medero, Don Antonio Hernández Díaz "de las Tapias", Don Miguel Yánez, Don Miguel García(Maipol),  Don Ángel Díaz, Don Manuel Cruz, y Don Manuel Yánez. Por la simple enumeración de los tertulianos se puede comprender que predominaba entre ellos la corriente del clasicismo y romanticismo de lo más puramente orotavense y tinerfeño, excepto en la cuestión de las costumbres de Canaria. El hotel "El Suizo", fue arrendado y administrado por Don Nazario García Pérez, de 1.919 a 1.945. Estaba compuesto por dos plantas; la primera tenía su entrada por la calle Calvario, en ella se encontraban diez habitaciones, el café, un baño, un servicio, comedor, cocina, la famosa "Sacristía", despensa y oficinas. La segunda planta, con dos entrada por la calle García Beltrán una de servicio, contenía siete habitaciones, carbonera, cuadra y patio. El hotel estaba compuesto del siguiente y recordado personal; Don Isaac Cabrera Domínguez-Bethencourt, empleado fijo en la administración, hombre erudito, escritor y poeta, firmaba con el seudónimo del "Profesor Muyabil". Imelda Hernández de los Remedios, también fija, encargada de la indumentaria y del servicio del comedor,  disponía de ayudante, su sueldo en los últimos años, sin seguro, era de sesenta pesetas al mes. Nazario García Pérez, auxiliar de cocina y administrador-patrón. Juan Padrón, camarero no fijo. Manuel Barreto, frega-piso, empleado fijo. Gaudelia, mujer de limpieza, disponía de dos ayudantes. El hotel disponía además de una lavandera una panadera, que eran fijos, esta última ganaba tres pesetas diarias. Entre los trabajadores más eventuales destacaron la costurera y planchadora ayudantes de Dolores García (hija del patrón).
Otro lugar pintoresco desaparecido entre las tinieblas de nuestra Villa, el Gran Hotel Victoria, que ocupaba el lugar actualmente residente de la tercera edad orotavense, antigua sede de la Sociedad Cultural del Liceo Taoro. Al principio del siglo XX  el embellecimiento del país en general, las distracciones y campos de deportes para todos los gustos, las buenas carreteras, los transportes rápidos y cómodos, todo esto, sin hoteles confortables y adecuados, fueron para el desarrollo turístico una esencia nula. Y así la preocupación de los pueblos a los cuales interesaba el turismo, giraron alrededor de la cuestión hotelera por considerarla como su base primordial. La Orotava, como hemos dicho, que por su importancia y la belleza de siempre ha sido visitada por todos los turistas que arriban a Tenerife. Por tal motivo La Villa contaba al principio del siglo actual, con otro gran hotel excelente para estos fines: el HOTEL VICTORIA, establecimiento que sufrió en la década de los años treinta, grandes y útiles reformas, se fundó en el año 1.912 por Don Eulogio Méndez Machado, posteriormente fue dirigido por su heredero Don Tomás Méndez, quien procuró hacer de esta industria una de las mejores de la isla. Estaba emplazado en el lugar más estratégico de la población, poseía los más bellos jardines de Tenerife, jardines que pertenecieron  a los marqueses de la Quinta Roja, y que Don Tomás cuidaba con esmero, pues eran unos de los principales atractivos del “Hotel Victoria”, donde los huéspedes pasaban en grata quietud la mayor parte del tiempo que permanecían en La Orotava. El trato exquisito, que prodigaban los viajeros del Hotel, y de los inmejorable de todos sus servicios nos hemos de decir sino que estaba a  tono con su importancia y que ello fue la causa principal de su prestigio.

BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL

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