jueves, 28 de febrero de 2019

EL RELOJ PÚBLICO DE REALEJO ALTO (1869-2019) ( y II ))


Fotografías.
1. Vista de Realejo Alto desde el Calvario. Alfred Diston. COLECCIÓN PARTICULAR.
2. Torre de Santiago de Realejo Alto. COLECCIÓN PARTICULAR…”

El amigo de la Villa de Los Realejos; JERÓNIMO DAVID ÁLVAREZ GARCÍA, remitió entonces (28/02/2019) estas notas y fotos que tituló; “EL RELOJ PÚBLICO DE REALEJO ALTO (1869-2019) ( y II ))”. 
Publicadas en La Prensa- EL DÍA, 23 de febrero de 2019: “…La primera parte del estudio ha aproximado al lector a la realidad socio política de Realejo Alto durante el siglo XIX.[1] También presentó la documentación existente para la ejecución de la obra del Calvario[2] del pueblo y posterior adquisición del reloj público. Las siguientes líneas proporcionan nuevas fuentes, aportando nuestra valoración al controvertido litigio.
Retomamos la correspondencia entre las partes que prosigue durante el mes de agosto. El alcalde, ahora conocedor de nuevas informaciones que pudieran clarificar el contencioso, recuerda al gobernador eclesiástico que varios vecinos, “motu proprio”, le han manifestado que la cantidad requerida y recaudada por el sacerdote ascendía "a ciento y un pico de duros". Esta suma estaría reflejada en un listado elaborado por el presbítero Mora, actualmente en su poder y que no habría sido mostrado a las partes, por lo que sus convecinos discreparían con el cargo entregado por el sacerdote. Finalmente, se deduce por los documentos, que en septiembre el reverendo Mora habría satisfecho la cantidad solicitada.[3]
Una vez resuelto el primer término de este pleito, la secretaría del obispado expide el siguiente decreto: "vistos el oficio e informe que preceden, el primero del Sr. Alcalde Constitucional del Realejo Alto y el segundo del Venerable Cura Párroco del mismo; y teniendo en consideración cuanto en ellos se nos expone, autorizamos a dicho Ve. párroco para que pueda invertir los doscientos ochenta y cinco escudos, setecientas cincuenta milésimas, destinadas a la fábrica del Calvario en aquel pueblo y que existen en su poder, en la adquisición de un reloj al objeto de colocarlo en la torre de la iglesia de su cargo, pero con las condiciones de que el expresado reloj sea propiedad de la Parroquia y del Ayuntamiento y que queda a cargo de éste los gastos que se irrogaren, en cualquier tiempo y cuando fuese necesario, en las composiciones que necesita dicho reloj; cuidando al mismo tiempo el párroco mencionado que se verifiquen las reformas necesarias en el consabido Calvario a expensas de los vecinos comprometidos, según lo promete el mismo Alcalde en su citado oficio”. Este documento habría sido elaborado por el licenciado Domingo Cortes y José María Arguibay, presbítero secretario, quienes transcriben y participan a alcalde y párroco realejeros, cumpliendo la orden de su superior en el anterior decreto. 
Obtenido el permiso de la autoridad eclesiástica y con el montante disponible, se procede a comprar el reloj, encargando un ejemplar a la fábrica John Smith & Sons de Londres.[4]  De la factura original fechada a primero de noviembre del año en cuestión, se deduce la siguiente información: el reloj es adquirido a la citada John Smith & Sons, empresa fabricante de relojes y cajas de reloj. El recibo lo describe, literalmente, como un reloj de torreta con poder de mantenimiento y repetidor de sistema para completar. Éste posee una esfera de cobre de cuatro pies y manos de cobre, esfera, mecanismo y poleas de peso completo, ascendiendo el precio de lo expuesto a 35 libras inglesas. La campana del mejor metal,[5] según reza la factura, tiene chapaleta de hierro forjado e importó 45 libras  inglesas,  además  de dos biseles forrados con estaño y  tres biseles más por 5 libras. Por lo que el total de la factura ascendió, según documenta el extracto, a 85 libras.[6]
Los recibos que a continuación se aportan, ordenados cronológicamente, conforman la segunda parte del expediente en estudio. De estos se desprende los siguientes datos: nota número 7 de fecha 15 de enero de 1870, firmada por Smith donde se lee: “recibí en Londres por letra de cambio sobre Don Jorge Bruce”[7] la cantidad de 98,13 libras. El costo del reloj ascendió a 35 libras, por el empaque 4 libras, por el flete, seguros y desembarco 3,10 libras, que suman un total de 42,10 libras. El precio de la campana importó las 45 libras, por el empaque 1 libra, por el flete, seguros y desembarque son 3 libras que en total suman 49 libras. El montante de la operación ascendió a 91,10 libras restando 7,03 libras, lo que a razón de 95 reales de vellón por libra, resultan 680 reales de vellón.[8] En el recibí número 5 de fecha 23 de marzo de 1870 se documenta como “recibí del Señor Alcalde Don Eliseo González Espínola la cantidad de cuatro pesos seiscientos y un céntimos, importe de cuatro tablas de pinsapo con 87 pies que llevo para la caja del reloj”, Este documento está firmado en el Puerto de la Orotava por Domingo de la Cruz García. En la nota número 4 fechada el 24 de marzo de 1870 en la misma localidad, se deduce como Don Eliseo González Espínola ha comprado al Señor Goodall tablas de varias medidas de pinsapo,[9] sumando un total de 11,1 pesetas. Afirmando el vendedor que las ha recibido del Señor Alcalde del Realejo Alto. En este punto existe un ínterin en el expediente, pues no existen nuevas referencias hasta el 27 de febrero de 1873, en un resguardo sin número, donde se puede observar que ”recibí del Sr. Alcalde de este pueblo D. Eliseo González Espínola la cantidad de tres mil doscientos reales vellón, importe de mi acción en la colocación del reloj público. Y para que la haga constar le doy el presente que firmo en el Realejo Alto a veinte y siete de Febrero de mil ochocientos setenta y tres. Francisco Kreitz”.[10] 
Prosiguen los extractos: en el recibo número 3 se lee:”recibí de D. Eliseo González Espínola, alcalde de este pueblo, la cantidad de setenta y seis pesetas, veinticinco céntimos importe de mi trabajo de mampostero, jornales del peón y materiales invertidos en la colocación del reloj público, según se demuestra a continuación: Jornales 32,50 pesetas. Ídem del peón 8,75 pesetas. Un barril de cimiento romano 31,25 pesetas. Quince almudes de cal amasada 3,75 pesetas. Total 76,25 pesetas. Y para que conste doy el presente que firmo en el pueblo de Realejo Alto a veintisiete de febrero de mil ochocientos setenta y tres. Miguel Hernández Albelo”.  Y por último, en el vale sin número de fecha 27 de febrero de 1873 se aclara que se recibió del Sr. Alcalde del pueblo don Eliseo González Espínola “la cantidad de nueve pesetas y cincuenta céntimos, como importe de la conducción del reloj del público y demás efectos necesarios para ello de lo que fui encargado, conforme se ve del siguiente pormenor”: La gratificación a los conductores costó 6 pesetas, las seis argollas de tornillo importaron 1,50 pesetas y dos tiraderas por 2,00 pesetas, que hacen un total de 9,50 pesetas. “Y para que conste doy el presente en el Realejo Alto a veinte y siete de febrero de mil ochocientos setenta y tres”. Esta nota está firmada por José Esteves Esteves (sic).
Complementa lo expuesto hasta el momento, el acta de 28 de febrero de 1873 del Ayuntamiento de Realejo Alto, donde se transcribe la contabilidad documentada sobre la adquisición del reloj. Este detallado balance es aportado por el alcalde González Espínola, el texto en cuestión queda redactado en estos términos: ”pueblo de Realejo Alto en el año de 1873. Cuenta justificada que Don Eliseo González Espínola, alcalde de este pueblo del Realejo Alto, doy al I. Ayuntamiento de la inversión de las cantidades ingresadas y gastadas en la compra y colocación del reloj público. Cargo en pesetas y céntimos. Primeramente son cargo quinientas pesetas entregadas de orden del Señor Gobernador Eclesiástico por Don Domingo Mora y León (500). Ítem setecientas catorce pesetas y treinta y siete céntimos que asimismo entregó el V. Cura Párroco que fue de este pueblo Don Domingo Chávez y Pérez (714,37). Y por ultimo setecientas veinte y siete pesetas recaudadas por suscripción voluntaria de este vecindario[11] (727,00). Total cargo 1.941,37”. El haber de esta cuenta expresado en pesetas y céntimos, especifica primeramente las ochocientas pesetas satisfechas a Don Francisco Kreitz por la colocación del reloj según recibo número 1. Además del pago a Don Tomás Brito, maestro carpintero, de 131,81 pesetas según se detalla en su recibo número 2. A Don Miguel Hernández y Albelo se han abonado 76,25 pesetas según reza el comprobante número 3. El valor de la madera de pinsapo utilizada se justifica en los comprobantes 4 y 5, ascendiendo a 59,69 pesetas. Se han abonado 9,50 pesetas por los gastos de conducción según se deduce del recibo número 6. Y  por último cuarenta y dos libras y diez chelines, que a noventa y cinco de cambio importaban mil nueve pesetas y cincuenta céntimos, costo del reloj, según carta cuenta señalada con número 7 (1009,50). Resumen. Cargo 1.941,37, Data 2.086,75, Déficit 145,38 pesetas. De forma que importando el cargo mil novecientas cuarenta y una pesetas y treinta y siete céntimos y la data la de dos mil ochenta y seis pesetas y setenta y cinco céntimos, resulta un déficit a mi favor de ciento cuarenta y cinco pesetas y treinta y ocho céntimos de que hago gracia en obsequio del público. Realejo Alto a veinte y ocho de febrero de mil ochocientos setenta y tres. Eliseo González Espínola.
En la siguiente sesión del día 23 de marzo de 1873 del Ayuntamiento de Realejo Alto, se certifican las cuentas de la compra y se agradece al alcalde el pago del descubierto de su peculio, pues ha supuesto un detalle para con los vecinos, como se verá a continuación: el señor alcalde puso de manifiesto las cuentas en orden por él, relativas a la compra y colocación del reloj público y acto seguido dejó la presidencia, ocupándola el señor primer teniente de alcalde Don Antonio González Chávez. Leídas que fueron por orden del Sr Secretario y visto que arroja un crédito de ciento cuarenta cinco y treinta y ocho céntimos a favor del alcalde que tan generosamente hace gracia en obsequio de los intereses contraídos la corporación los aprueba por unanimidad de votos acordando dar en nombre del vecindario, las gracias al señor alcalde por su desprendimiento en bien del público. El secretario Benito Vasconcelos rubrica este documento con el visto bueno del mencionado alcalde.[12]
Llegados a este punto, expuesta la fuente y en vista de la ausencia de otros documentos que faciliten una resolución más determinante del asunto, deseamos formular al lector las siguientes consideraciones: primero, es necesario preguntarnos por qué desde la marcha de don Domingo Mora de Realejo Alto en 1860 hasta el año de apertura del expediente, es decir 1869, no se había producido la reclamación del metálico; ni por parte de los vecinos abanderados por los pertinentes alcaldes, ni por los sucesores del sacerdote en la Parroquia de Santiago. Es cierto que en 1866 hubo una iniciativa por reedificar el calvario, como se adjunta en una nota anterior, pero poco más. Se puede alegar como mínimo, un punto de desidia por los vecinos y autoridades políticas y religiosas del Realejo de Arriba. Segundo, las gestiones para recabar la recaudación comienzan en el mes de febrero y finalizan en el verano de 1869. Se podría argumentar en favor del sacerdote requerido, que éste se veía responsable de la custodia del dinero que recolectó, y es lógico que sólo aceptara entregarlo a las personas pertinentes bajo supervisión del obispado, como sucedió. Si bien la celeridad del sacerdote en la devolución no fue mayúscula, es cierto que el tiempo es nimio si lo equiparamos con la demora de los otros protagonistas, arriba citados. Otro atenuante en favor del clérigo notificado, fue un primer requerimiento para entregar otras cantidades en concepto de apertura de sepulturas en el cementerio de Realejo Alto, como se especifica en otra nota redactada en este estudio, y que como se señala cumplió escrupulosamente. También es pertinente tener en cuenta que el plazo de las entregas, no es excesivo si se atiende a la situación de las comunicaciones en el sur de la isla. Es sabido por el lector, como en esa época, podía resultar más cómodo el uso de un barco que transitar determinadas vías terrestres. Es más, en esa fecha, como se ha aclarado, en la documentación consultada en el Boletín Oficial del Obispado de Tenerife, el protagonista ejercía como párroco de San Antonio de Padua en Granadilla (1864-1880), administrando temporalmente la parroquia de La Luz de Guía de Isora, (1868-1869). También es pertinente recordar, que en el año en cuestión la edad el sacerdote podía oscilar entre los 70 y 80 años. Por último se nos sugiere una tercera pregunta; desconocemos el motivo por el cual el reloj facturado en Londres en noviembre del año en cuestión y desembarcado en Tenerife en enero de 1870, no es colocado en la torre hasta 1873, como demuestran las facturas aportadas. Quizás, el motivo del retraso se pudiera achacar a la insolvencia para edificar el cubículo de la torre, donde definitivamente se ubica (no consta esa documentación). Bien pudo estar retenido el reloj en el muelle del Puerto de la Orotava, actual Puerto de la Cruz, por razones de aduana, impago de arbitrios, etc, (pues la factura de los arrieros está fechada en febrero de 1873). Tampoco podemos precisar si el relojero Franz (Francisco) Kreitz, residía en esos momentos en Tenerife o se había trasladado temporalmente a Alemania, su país natal, esta ausencia hubiese demorado la colocación.
No obstante lo enunciado hasta aquí, no podemos dejar de considerar a los representantes políticos, sociales y religiosos del municipio responsables del retraso en la iniciativa por recuperar el montante requerido al sacerdote. Las formulaciones anteriores planteadas por el autor, para las que no se vislumbra respuesta clara por el momento, cuestionan ciertas afirmaciones vertidas sobre el tema.
Desde estas líneas nos hacemos partícipes de la efemérides que acontece este año en el municipio. El reloj público de Realejo Alto, que como aclara el expediente, es de propiedad parroquial y municipal, reportó sin lugar a dudas, una mejora en el nivel de vida de sus vecinos…”

BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL


[1]     ÁLVAREZ GARCÍA, Jerónimo David, “Alcaldes y anecdotario diverso de Realejo Alto desde 1926”. La Prensa- El Día, 25 de octubre de 2015. ARBELO GARCÍA, Adolfo: La burguesía agraria del Valle de La Orotava (1750-1823), Idea, 2005. AA.VV, Los Realejos: una Síntesis Histórica. Los Realejos Ayuntamiento, 1996 (Lit A. Romero)
·         [2]          La lámina que ilustra esta publicación, datada en la primera mitad del siglo XIX, es obra del británico Alfred Diston (1793-1861) y plasma la panorámica de Realejo Alto desde el Calvario de San Benito. A la derecha se aprecia la esquina de la ermita de San Benito y a la izquierda la vivienda y venta que fue de doña Juana Fuentes  (1894-1994).
[3]   Los sacerdotes adscritos a la parroquia habían entregado al consistorio realejero, desde 1842, las cantidades por quebrantamiento de sepulturas, demostrándose “de una manera indubitativa que el referido cementerio es puramente civil”. En 1872 se deseó recaudar la totalidad de tasas acordándose bajo la presidencia de Eliseo G. Espínola remitir oficios a los alcaldes de los pueblos donde residían los que habían sido colectores de la parroquia, a fin de que informasen de lo ingresado por esas tasas e ingresaran el metálico en su poder, en las depositarias municipales como era preceptivo, por ser el cementerio civil. El párroco de Santiago, Jerónimo Mora, responde “que tan pronto se le presenten los documentos por los cuales remite el derecho que se reclama, no tiene inconveniente en reconocerlo.” Desde Arico se contesta que al haber sido entregado el dinero al Dr. Domingo González de Chaves, se debía actuar contra los herederos de ese párroco difunto. Aceptan la petición, nuestro protagonista Domingo Mora y José Albelo. ÁLVAREZ GARCÍA, Jerónimo David, “Apuntes  a la Historia de los tres cementerios del Realejo Alto” La Prensa-El Día, 17 de diciembre de 2011. Vemos pues, como los litigios entre alcaldía y parroquia de Santiago vienen de antiguo y comprobamos en defensa del sacerdote requerido, que entregó las cantidades por apertura de las sepulturas.
[4]   Si el lector deseara profundizar en la historia de esta firma inglesa, remitimos al siguiente enlace:  https://www.theclerkenwellpost.com/design/726-the-big-time  Consulta 01.02.2019.
[5]   Actualmente, el reloj está conectado a una campana que tiene inscrito: “J.W.1803”, lo cual hace sospechar que no es el ejemplar citado. Las campanas de la torre, a excepción de ésta, fueron refundidas en 1981 bajo la regencia del párroco Nicasio Moreno. Sugerimos que la campana comprada con el reloj en 1869, se encontrara en mal estado como el resto, siendo fundidas ese año. Salvaguardándose únicamente la citada de 1803 que se reutilizó para el reloj, pues en nuestra búsqueda por varias ermitas y capillas de la antigua jurisdicción de la parroquia. no  constatamos su existencia. El 31 de diciembre de 2018 se efectuaron desde la torre, las Campanadas de Fin de Año, retransmitidas por Televisión Española en Canarias, dentro de la celebración organizada por el ayuntamiento realejero.
[6]   Esta transcripción y traducción de la factura original fue realizada por Eirlys Chesterton por encargo de Abilio Martín, para incorporarla a la conferencia El Paso del tiempo en Los Realejos, que éste último impartió, junto al experto relojero Daniel Mato Jara, el 29 de junio de 2018 en el Círculo Viera y Clavijo de Los Realejos. El documento está redactado en tipografía Cooperplate, habitual en los escritos de los relojeros ingleses de la época. 
[7]   Nació hacia 1813 en Puerto de la Cruz, pero a mediados de siglo residía en Inglaterra. En 1867, donó un pescante para colocarlo en el extremo del muelle nuevo, de esa ciudad. En diciembre del siguiente año se hizo efectivo el donativo. ÁLVAREZ RIXO, José Agustín, Anales del Puerto de la Cruz de La Orotava: 1701-1872; Edit. Tenerife: Cabildo Insular; Puerto de la Cruz: Ayuntamiento, 1994. pp. 477 y  483.
[8]   En ocasiones, las sumas de las facturas extraídas de la fuente son erróneas, como ejemplo advertimos que 7,03 libras por 95 reales de vellón la libra, como valora la fuente son 667,85, en lugar de 680, como dice el original. Más adelante vemos otro error, pues 42,10 libras al cambio de 95 pesetas son 3999,5 y no 1.009,5 como se especifica.
[9]   La disparidad de monedas citadas en el texto, se entenderá aclarando que la peseta se crea en 1868. Se advertirá que cómo sucedió en el cambio de pesetas a euros, el público utilizara ambos conceptos y metálicos durante la transición.
[10]  Natural de Hamburgo, geólogo y explotador de acuíferos, poseía conocimientos de mecánica y relojería. En 1885 restauró el anda procesional de Nuestra Señora de los Remedios. Soltero, vecino del Caserío de Méndez, en Realejo Alto, según su acta de defunción, convivía con sus dos hijos naturales. Otorgó testamento ante Juan Bautista Padrón y falleció en Realejo Alto, el 11 de agosto de 1893, a los 76 años. Fue sepultado en el Cementerio Protestante de Puerto de la Cruz a petición de su familia. ÁLVAREZ GARCÍA, Jerónimo David y LIMA ESTÉVEZ, Javier en Las Fiestas Patronales de Realejo Alto en honor a Nuestra Señora de los Remedios (1907-1959), Nefatlí Libros, 2017.
[11]  En 1860 el Realejo de Arriba contaba con 2.693 vecinos, AA.VV, Los Realejos: una Síntesis Histórica. Los Realejos Ayuntamiento, 1996 (Litografía A. Romero, S.A.), p. 89.
[12]  Secretario del Juzgado Municipal y vecino de la Calle del Medio. Si no se especifica los contrario, los datos biográficos han sido extraídos de los padrones municipales contemporáneos, depositados en el Archivo Municipal de Los Realejos y los registros del Juzgado Municipal de Los Realejos. 

lunes, 25 de febrero de 2019

PARADA NOSTÁLGICA EN LA BARRACA DE ISIDRO


El amigo del Puerto de la Cruz; CELESTINO GONZÁLEZ HERREROS, remitió entonces (20/01/2014) estas notas que tituló, “PARADA NOSTÁLGICA EN LA BARRACA DE ISIDRO”: “Hoy es un día distinto para mí, tuve que trasladarme a La Orotava para cumplimentar unas diligencias rutinarias y al resolverlas fui atraído por nostálgicos recuerdos de viejos tiempos que no volverán, recordar, aunque sólo fuera fugazmente, tantas vivencias y ocasiones entrañables que no se deben olvidar. Aquellos años de paz e ilusión, cuando en nuestra Sociedad había menos tensión. Al menos a mí me lo parecía, entonces las gentes sonreían, éramos menos desconfiados y lo veíamos todo muy distinto, sin los miedos de hoy ni las tensiones y desesperanzas inspiradas por nuestro incierto futuro…
Vine hasta aquí, a visitar el Bar Restaurante La Barraca, a saludar a mi viejo amigo don Isidro (foto) y su familia. No estaba abajo, en el negocio, pero si tuve ocasión de saludar a su hija Isabelita. Doña Concha estaba ocupada en la cocina, preparando un bacalao… No quise interrumpirle, no sé si lo haré antes de irme. Sólo estoy de paso. Pero sin que ella se diera cuenta, le tomé una foto en plena faena, a pesar del flash de la cámara, escapé sin que me viera.
Esta estupenda familia los transito desde hace muchos años, desde cuando trabajé en La Orotava, en la Casa de Socorro y Urgencias de la Seguridad Social. Entonces siempre iba a comer, primero abajo, en la finca, la primera “Barraca” de donde guardo tan buenos recuerdos, luego en la actual dependencia, sita en la Calle Dr. Sixto Perera, núm. 2, esquina con la antigua Calle Tomás Zerolo, en El Mayorazgo. Un lugar ideal para degustar los ricos platos elaborados por doña Concha y el trato familiar de todos ellos, que hacen del ratito que estemos disfrutando, las delicias insospechadas del momento.
Les trato desde hace muchos años, más de treinta, más, siento como si me quedara corto al calcular. Es que el tiempo para tan rápido… Aquellos ratos ya no es posible repetirlos, primero que ya somos mayorcitos, luego con los persistentes y desmedidos controles de alcoholemia, uno ya no puede “extenderse” como era antes, cuando éramos más libres y dueños de nosotros mismos, responsables de nuestros actos.
Al cabo del tiempo, muchos amigos que conocimos en “La barraca” se han quedado en mitad del triste camino tantas veces andado, con los que amigablemente departíamos, en aquellos encuentros inolvidables, la experiencia sana de la solidaridad, animosamente. A ellos, los que se fueron para siempre, recordándoles, aún me parece estarles acompañando.
Ya me voy, sólo vine atraído por la nostalgia, me voy según llegué, de puntillas, sin saludar a los demás, en silencio, no sin antes contemplar las paredes del lugar, sus múltiples títulos ganados, trofeos bien merecidos por su exquisita cocina. La mesa que solía ocupar seguramente seguirá reservada para mis sueños nostálgicos. Me voy sin decir adiós, ojala sea hasta siempre…”

BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL

sábado, 23 de febrero de 2019

EDAD DE ORO DEL UD. OROTAVA XV


El amigo de la Villa de la Orotava; ROBERTO CARLOS GARCÍA YANES. Remitió entonces (23/02/2019) esta fotografía referente a la edad de oro del UD. Orotava, del mediado de los setenta del siglo XX.

Tomada en el estadio Municipal “LOS CUARTOS” de la Villa de La Orotava con lleno absoluto, de los denominados de galas.

De izquierda a derecha de arriba abajo: Socorro, Juanito “El Carajito”, Manolo Fariña, Nolito, Manolo “El Loco”, Pepito Siverio, Alfonso Rivero, Felipe González “El Chino”, Javier Acevedo, Toño, Esteban, Chanito “El de la Charca” y Carmelín.

 

BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU

PROFESOR MERCANTIL

LA ANTOLOGÍA DE GRACIA


Fotografía referente a la exposición antológica de Carlos Gracia.

El amigo del Puerto de la Cruz ex alcalde de la ciudad; SALVADOR GARCÍA LLANOS remitió entonces (23/02/2019) estas notas y fotos que tituló; “LA ANTOLOGÍA DE GRACIA”: “…Han transcurrido casi cuarenta años de aquella primera vez. José Carlos Gracia se estrenaba en Tenerife. Y quien les habla, saltando desde la información deportiva, leía su primera presentación de una obra pictórica. Fue en La Orotava, en sede del Banco de Bilbao, entonces sin la uve de Vizcaya, siendo Sosa su director y Francisco Sánchez, también presente, el alcalde. El texto, mecanografiado, existe. Hubiera sido formidable rescatarlo para esta ocasión pero no ha sido posible. Aparecerá, seguro, entre las carpetas de documentos apilados e igual le damos alguna utilidad.
El caso es que en el curso de estos cuarenta años han sido varias las ocasiones en que hemos repetido aquel cometido y hemos presentado otras colecciones de este pintor madrileño que se inició en el género del cómic y terminó convertido el retratista mayor de la realeza, según puede comprobarse con diecinueve de los sesenta y cinco cuadros que integran esta Antológica (1960-2018), la antología de Gracia, reflejo de la fecunda producción de diferentes etapas.
Así, hemos visto y contemplado, hemos admirado y glosado, en algunos casos, series que reafirmaron la personalidad artística de un pintor que conoció la calle, como ha recordado en su blog el historiador del arte, natural de Tenerife y afincado en Barcelona, Zoilo López Bonilla; se movió en los entresijos de los medios de comunicación; recorrió pasillos palaciegos; recreó ambientes romeros para actualizar el costumbrismo vernáculo y nos obsequió su particular visión de goyescas no sin antes plasmar los paisajes rurales y urbanos de la isla; registrar para una excepcional obra editorial ejemplares de numerosas razas de perros (acaso todas); exaltar la plasticidad aquietada o galopante de los caballos; y acercarnos a parterres y zonas de vegetación frondosa o ajardinadas, sin olvidar su querencia por el mar y las marinas.
Aunque su gran obra son los retratos. José Carlos Gracia captó miradas y gestos de personajes históricos, de reyes y reinas, de figuras de la vida pública y política, de las ciencias, del arte, de la cultura, del mundo empresarial y profesionales de toda condición. Pero también de uno más de cualquier romería, del bodeguero, del campesino, del mago, de los niños en su inocencia y de jóvenes en la eclosión de su proceso vitalista.
Dicen los cánones que el retrato es la representación de una persona en su esencia, en donde se expresan características que le identifican y que van desde el género a los rasgos fisonómicos o a su identidad social. Es entonces cuando el artista lleva al lienzo su esencia, su capacidad para componer, la fuerza de la pincelada, los trazos, los tonos, configurando, en definitiva, su propio estilo.
El retrato, según la leyenda contada por Gayo Plinio segundo, conocido como Plinio el Viejo (escritor, científico naturalista y militar romano), nace el día en que una joven fija con carboncillo la sombra del perfil del rostro de su amado que la luz proyectaba sobre la pared, antes de que este partiera a tierras lejanas. Ese deseo de capturar la presencia anclando lo efímero fue lo que la ayudó a vencer la ausencia de su amado, el origen legendario del retrato unido así al mito del amor.
En los retratos seleccionados para esta Antológica, se descubre una máxima de José Carlos Gracia: quiere representar la esencia interior del sujeto, no solo la apariencia externa. De ahí la fuerza de sus miradas, de ahí los valores que transmiten, como si de una invitación se tratara para ser adivinados. El retratista, en ese sentido, traduce los pensamientos de Aristóteles: “El objetivo del arte -escribió- no es presentar la apariencia externa de las cosas, sino su significado interno; pues esto, y no la apariencia y el detalle externos, constituye la auténtica realidad”.
Si en el retrato podemos encontrar el reflejo de una época, sus rasgos, los arquetipos, la estilística, la situación de un momento determinado, Gracia lo acredita en una memorable aportación, su colección de alcaldes que, desde los años ochenta, cuelga en el salón noble del Ayuntamiento del Puerto de la Cruz, la primera de las vistas en Canarias, emulada a posteriori en otras instituciones.
En esta Antológica, acaso la culminación del recorrido artístico de un creador nacido para triunfar, se contrasta la capacidad para encuadrar de pies a cabeza la figura del personaje (lo que se llama el Plano entero o figura); el Plano medio, que recorta el cuerpo a la altura de la cintura; el denominado Tres cuartos o Plano americano, que se suele emplear para plasmar a varias personas interactuando; el Busto o Plano medio corto, que retrata el cuerpo desde la cabeza hasta la mitad del pecho, lo que permite concentrar la atención al aislar una sola figura dentro de un recuadro, llegando a descontextualizarla de su entorno; el Primer plano, que recoge el rostro y los hombros, empleado para mostrar confidencia e intimidad respecto al personaje y el Plano detalle que recoge una pequeña parte de un cuerpo u objeto, donde se concentra la máxima capacidad expresiva y utilizado para enfatizar algún elemento de esa realidad.
Pero el retratista mayor de la realeza, título ganado a pulso, ha inmortalizado también en sus lienzos a John Fitzgerald Keneddy, al venezolano Carlos Andrés Pérez, a Charles de Gaulle, al mejicano Miguel de la Madrid y al costarricense Figueres Ferrer, Juan Pablo II o Benedicto XVI, estadistas y líderes políticos y religiosos que los óleos de José Carlos Gracia resaltan con las características que hemos ido desgranando.
Un consumado acuarelista, además. Un artista galardonado, con el premio nacional del Ministerio de Cultura de 1988; el primer premio de la Asociación de Acuarelistas de Madrid; el de la Fundación Solana; la distinción especial Berlitz, a la mejor ilustración; el premio Notre Damede París y el de grabado instituido por las imprentas Mougins, de los hermanos Piero y Aldo Grommelynck.
Un autor constante, en fin, que huyó del encasillamiento e incursionó en campos muy diferentes porque su inagotable capacidad para la búsqueda de los motivos le acercó, con un lenguaje pictórico muy personal, a las realidades que descubrió con fruición y la meticulosidad de los grandes. Aquí está la antología de Gracia para corroborarlo, en un marco que se corresponde, desde luego, con el valor de la exposición.
Innatas dotes pictóricas para cuadros extraordinarios de todos los tamaños que llenan los ojos. Fue historietista -si se nos permite el término- y sigue siendo un formidable dibujante, como se acredita en buena parte de la colección aquí expuesta. El Gracia antológico condensa su arte y su afán por la excelencia: “Sus pinceles y espátulas -como escribimos cuando dio a conocer la colección Color y Forma-siempre descubrieron motivos y plasmaron sobre los lienzos el talento de quien se empleó con sutileza y gallardía pictóricas”. Nunca faltó inspiración al artista, luego es natural su incesante producción. De aquel tributo al dúo de elementos primordiales en la pintura, y dado que ha rescatado para la ocasión algunas de las obras de entonces, originales de óleos y acuarelas que sobresalen por su viveza, reproducimos estas apreciaciones:
“Permiten meternos en la anatomía de una romería, por ejemplo. O descubrir miradas profundas de ancianos entre envolventes flores de mundo que desnudan la gama cromática. O contrastar las transparencias rocosas -vistas con ojos de gaviota, como atinadamente las definió alguien- en plena faena de varado. Aquí hay algunos retratos en acuarela y sus retoques de acrílicos con los que logra efectos modernistas”.
La antología de Gracia reafirma su propósito de haber querido ir más allá del artificio compositivo. Su última aportación al género del retrato, los 'chefs' que hacen gala de sus habilidades en espacios televisivos y ferias o salones gastronómicos, pone de relieve su percepción del color como un hecho estético muy llamativo. Pero en sus marinas, en su melonar, en sus niños y en sus ancianos, en las inigualables miradas de canes o caballos, en los gestos, en la gracilidad, en los envolventes ambientes bucólicos, en la severidad monumental, en la realidad palpable de sus personajes, el lenguaje expresivo del dibujo y del color de José Carlos Gracia, siempre tan pulcro, se hace arte con mayúsculas.
Permitan entonces que esta Antológica merezca los honores de un reconocimiento señero a una trayectoria que engloba la producción desde 1960 a 2018. Déjennos agradecer a José Carlos Gracia su amistad, claro, sus reiteradas invitaciones para que nos interesáramos por cualquier actividad y por cualquier género pictórico; pero, sobre todo, agradezcamos su arte, su esmero, su creatividad, su identificación con los motivos que la inspiraron, su prestancia con quienes aceptaron posar y su amor al arte, aquí, en este Museo, tan espléndidamente manifestado.
Es toda una vida haciendo lo que la vocación le dictaba. Con sus etapas diferenciadas, su aspecto de bon vivant o de maduro intelectual, sus apariciones televisivas en plena faena, sus retratos en los periódicos tinerfeños, con su voluntad de perfeccionamiento, con sus caballetes, sus lienzos, sus pinceles, sus mezclas, sus probaturas...
Lo suyo fue una apuesta por la excelencia. Y a fe que la ganó con creces.
Salud y suerte…”

BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL

viernes, 22 de febrero de 2019

DOMINGO LIMA MARTÍN. TRAZOS BIOGRÁFICOS DE UNA VIDA ENTRE CUBA Y LA OROTAVA (Y II)


El amigo  de la Villa de La Orotava; JAVIER LIMA ESTÉVEZ Graduado en Historia por la Universidad de La Laguna, remitió entonces (22/02/2019) estas notas y fotos que tituló; “DOMINGO LIMA MARTÍN. TRAZOS BIOGRÁFICOS DE UNA VIDA ENTRE CUBA Y LA OROTAVA (Y II)”.
Publicado el día 19 de Noviembre de 2017 en el DIARIO DE AVISOS: “…Tal y como llegaríamos a establecer en la primera parte del artículo que hoy concluimos, de la nueva etapa formativa iniciada por Domingo en el colegio orotavense de San Isidro, recordaría con nostalgia a un amigo llamado Miguel Ángel, de quien destacaría su magnífica caligrafía. Del mismo llegaría a plantear que, debido a su carácter “parecía que sentía a Dios” por lo que, desde su punto de vista, pudo llegar a ser cura o algo relacionado con el ámbito religioso. En tal periodo de su vida se sentía feliz y disfrutaba con el estudio, aunque su felicidad desapareció pronto a partir de la circunstancia de que “los Hermanos se fueron y ya no era igual. Me faltaba ese brío que sentía con ellos”.
Desde los 15 a los 20 años se encargaría en muchas ocasiones de realizar actividades comerciales, siendo importante su participación ante las cartillas de racionamiento, pues era el responsable de cortar “cupones que después de pegados en sus impresos correspondientes, eran entregados a la Junta de Abastos donde verificaban si era correcto”. Durante esa etapa trabajaría mucho, tanto en la panadería de su tía, como en la distribución de la harina, la realización del pan, las labores relacionadas con la atención al público, etc. Su afán por el estudio continuaba por las tardes, pues, aprovechando esos momentos, dedicaba su tiempo a instruirse en contabilidad bajo el magisterio de Inocencio Sosa. 
Como si de un ritual se tratara, expondría el recuerdo del paso de los pantalones cortos a los pantalones largos cuando ya contaba con 14 años de edad. Por otra parte, un hecho imborrable en su vida se llegaría a producir con 20 años, momento en el que sería llamado a filas y destinado al Regimiento de Infantería número 49. Su periodo de estancia en el cuartel estaría presente a lo largo de su vida. Allí se llegaría a encontrar desde el primer día ante un campo de tiro y seis balas en la mano para cargar el mosquetón asignado. Tras colocar unas dianas a 40 o 50 metros, procedió a lanzar disparos con cierta precisión, sin ocultar su nerviosismo por esa situación. En los destinos sería designado a la Zona de Reclutas (Reyes Católicos, Las Palmas de Gran Canaria), representando un lugar en el que se sentía muy bien.  
Durante muchos años trabajó en la isla de Tenerife en el sector de la distribución de la harina, siendo recordado su incansable trabajo hasta el momento de su jubilación a mediados de la década de los noventa. Sería, además, miembro de diversas instituciones culturales y religiosas. 
Contraería matrimonio con María del Carmen Bello Hernández, hija de Manuel Bello (recordado propietario de una venta-bodega en la céntrica Avenida Sor Soledad Cobián) y de Carmen Hernández. El matrimonio tendría como descendencia a Domingo, Guadalupe y Mary Carmen Lima Bello, trabajadores en los respectivos campos del sector de la distribución, la sanidad y la educación.
De las inquietudes culturales de nuestro biografiado obtenemos un ejemplo de notable interés en su biblioteca. Un espacio que cuidaría hasta el final de sus días y en el que suceden obras con temática históricas, biografías, novelas, poemarios, anecdotarios, tratados sobre psicología o medicina, así como otros documentos en relación a la historia de La Orotava desde diversas perspectivas. Su interés por numerosos campos del conocimiento sería una evidencia innegable en tal rincón de su domicilio en el núcleo orotavense de Los Cuartos, donde además disfrutaba de un espacio ideal de concentración para el ejercicio de la lectura y la redacción de cartas u otros escritos marcados siempre por una bella y cuidada caligrafía. 
El presente artículo representa el recuerdo que el nieto mayor de Domingo extrae de los pequeños datos que el biografiado anotó sobre su vida en un sencillo manuscrito, junto a los recuerdos que muchos continuamos guardando con sumo respeto sobre su persona. Una trayectoria definida por años de trabajo cuyo reconocimiento y admiración permanece presente entre aquellos que le conocieron y trataron. La isla de Cuba siempre formó parte de su persona, y mantendría durante el resto de su vida el contacto con muchos familiares que quedaron allí. El legado de Domingo Lima Martín permanece como recuerdo imborrable de un itinerario vital que hemos intentando recuperar con esta sencilla aportación…”

BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MECANTIL

DOMINGO LIMA MARTÍN. TRAZOS BIOGRÁFICOS DE UNA VIDA ENTRE CUBA Y LA OROTAVA (I)


El amigo  de la Villa de La Orotava; JAVIER LIMA ESTÉVEZ Graduado en Historia por la Universidad de La Laguna, remitió entonces (22/02/2019) estas notas y fotos que tituló; “DOMINGO LIMA MARTÍN. TRAZOS BIOGRÁFICOS DE UNA VIDA ENTRE CUBA Y LA OROTAVA (I)”.
Publicado el día 12 de Noviembre de 2017 en el DIARIO DE AVISOS: “…Hay trayectorias cuyo recuerdo permanece vigente a pesar del transcurso de los años. Testimonios vitales que nos sitúan y aproximan ante recorridos vitales que influyen en nosotros y que, por diversas circunstancias, merecen ser objeto de consideración. En ese sentido, el presente artículo representa un pequeño homenaje a Domingo Lima Martín (1927-2001). Hijo primogénito del matrimonio formado por Domingo Lima y Carmen Martín, quienes también tendrían como descendencia a Lourdes Lima Martín, esposa del recordado Santiago Sánchez Rodríguez.
Nació nuestro biografiado el 25 de septiembre de 1927 en la isla de Cuba, concretamente en el municipio de Cabaiguán. En ese contexto espacial y temporal desarrollaría sus primeros años de vida en el campo, junto a la familia de su tío Juan. Serían años en los que recordaría dar “vueltas en el campo con más chicos”, correspondiendo esas amistades, tal vez, a los hijos de su tío Juan. Como imagen de su juventud también le sorprendería su encuentro con “una culebra o una serpiente”, sin recordar si se asustó, o como pudo acabar aquella historia. También a ese periodo se asociarían los recuerdos de viajar a bordo de un tren, barco o lancha. Probablemente, como el mismo llegaría a manifestar, esos recuerdos correspondían a su llegada a Canarias. Un viaje complejo a bordo de un barco, ante un trayecto en el que mencionaría jugar en cubierta con un amigo de su padre, llamado Julio, no dudando en manifestar su sorpresa por no recordar prácticamente nada de su tío Juan y de su mujer Pastora, lamentando como en Cuba “quedó lo que nunca he podido olvidar, mi madre”. De todos esos detalles dejaría constancia en una pequeña obra manuscrita inédita, bajo el título Pedacitos de una Vida.
Vestido de marinero y de la mano de su padre pisaría por primera vez la isla de Tenerife. El primer lugar al que se dirigieron sería la casa de su tía Angelita, ubicada en la calle Nicandro González Borges. Al poco tiempo, y sin encontrar explicación para ello, se trasladaría hasta la casa de su tía Matilde Lima. Sin embargo, ese hecho le agradaría más y no dudaría en manifestar su alegría por vivir en ese nuevo espacio.
Realizó sus primeros estudios en la escuela de Doña Lucía. De tal etapa tendría como grandes amistades a Nicómedes, Ramón, Pedro Miguel, Antonio, Pepe y muchos otros jóvenes que formaron parte de la nómina de sus primeros amigos. También recordaría a Lala, Purita Pérez, las hijas de Castellón (Guardia Civil) o las del Lechado, entre otras.
Él, junto a su grupo de amigos y tras finalizar la jornada lectiva, encontraría como lugar de juego la calle Calvario, escenario de interminables horas de boliche, o partidas de juego de la pelota que se prolongarían en la carretera El Piche. También extendían su atención juvenil a la plaza del Ayuntamiento o a la recoleta Plaza Casañas. Cuando llegaban a tal espacio solicitaban al monaguillo o sacristán la posibilidad de tocar las campanas de la parroquia de Nuestra Señora de la Concepción, permaneciendo ese hecho en su memoria como un recuerdo prácticamente imborrable. De las vivencias de infancia también tendría presente la primera película que visualizó en el recordado Teatro Power. Domingo sería un hombre cinéfilo, compartiendo esa pasión con su esposa, pero también se podría definir su persona como un ser enamorado de la música, especialmente del género de la zarzuela, conservando en su domicilio discos de vinilo y cintas de cassette en las que se suceden artistas de reconocido prestigio en tal ámbito. 
Tras el Teatro Power, por la calle Magistrado Barreda, se llegaba hasta la Recoba, espacio donde se podía adquirir el pescado que llegaba al municipio desde el Puerto de la Cruz, así como otros comercios que distribuían productos para la vida diaria, anotando en su manuscrito su visión del puesto de verduras de Isabel y Jerónima.
A partir de los 10 años llegaría a sufrir numerosas enfermedades con cierta frecuencia. Además, sería la época en la que dejaría la escuela de Doña Lucía para iniciar una nueva etapa formativa en el colegio de los Hermanos de las Escuelas Cristianas (Colegio de San Isidro). De esos momentos conservaría un diploma enmarcado en el que se observa el aprovechamiento de tales años académicos con la obtención de un sobresaliente general, correspondiendo a una circunstancia que, como veremos en la segunda parte del artículo, influyó notablemente en su formación como persona…”

BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL