viernes, 24 de abril de 2020

REHABILITAR UNA PLAZA


El amigo del Puerto de la Cruz; SALVADOR GARCÍA LLANOS remitió entonces (24/04/2020) estas notas que tituló; “REHABILITAR UNA PLAZA”: “…Andaban muy contentos en el gobierno municipal del Puerto de la Cruz con el impulso dado en otras administraciones al II Plan de Modernización, Mejora e Incremento de la Competitividad del municipio, continuidad de las actuaciones promovidas e iniciadas desde el mandato anterior por el Consorcio Urbanístico para la Rehabilitación. Es un programa de trabajo orientado a la renovación de zonas públicas de expansión y del paisaje urbano, es decir, consolidar la idea de que los visitantes encuentren un lugar atractivo en el que pasear y recrearse, independientemente del propósito de mejorar la oferta alojativa. Otra cosa – y de ahí viene el freno realista a ese contento – es la viabilidad financiera de los contenidos programáticos del Plan, teniendo en cuenta el estado de las haciendas locales cuando la pandemia sea superada.
Así que es cuestión de andarse y avanzar con cautela, sin pérdida de tiempo en la tramitación, por supuesto, con algunas actuaciones que pueden constituir un impacto – esperemos que positivo – dado el valor histórico y sentimental que entrañan su espacio físico. Una de ellas es la plaza del Doctor Víctor Pérez, popular San Francisco, un rincón llamativo y siempre sugerente del centro de la ciudad (El doctor Pérez, natural de Santa Cruz, doctorado en La Sorbona (París), ejerció su profesión en el Puerto, donde casó en 1854 con Victoria Ventoso y Cúllen. Se dedicó también a la climatología y a la botánica. Fue vicepresidente de la primera junta directiva de la Academia Médico-Quirúrgica de Canarias. Publicó en español y francés. Fue miembro de las academias de Medicina de Cádiz y Barcelona y de la Sociedad Anatómica de París. Una eminencia. Acompañó a personalidades que visitaron la isla, como el arquitecto francés Adolphe Coquet y la escritora inglesa Olivia Stone. Fue promotor de la construcción del Grand Hotel Taoro, concebido inicialmente como centro sanatorio internacional de salud para atraer a los pacientes ingleses afectados de enfermedades pulmonares).
Se quiere rehabilitar la plaza, según un proyecto de la firma Goma Arquitectos, que ya está terminado. En principio, se trata de intervenir en su pavimento, rescatando las baldosas actuales y adaptándolas para asegurar las exigencias actuales de accesibilidad. El espíritu de toda la actuación es respetar la normativa vigente, pero también los elementos distintivos del recinto, como la recuperación de la antigua verja y la restauración de farolas o luminarias que, consecuentemente, condicionarán su nueva instalación a lo dispuesto en la normativa de la protección del cielo. Por supuesto, se va a respetar la pileta central que contiene una hermosa ñamera, siempre verde y bien regada. La jardinería perimetral dispondrá de un sistema de riego, en tanto que se mantiene el conjunto de la vegetación. Otro criterio se orienta a la recuperación de los macetones localizados encima de la valla que protege la plaza.
El arquitecto Gonzalo Corona explica que han tenido muy en cuenta un riguroso informe histórico de Miguel Machado Gonde. La construcción data del siglo XVII. La rehabilitación no parece muy difícil con la descripción planteada. Pero es sobre el papel. Su consecución debe ser plenamente satisfactoria. Recordemos que la protección del patrimonio ha sido siempre una asignatura complicada, por insensibilidad, por desidia, por lo que sea. Otras actuaciones, como la remodelación del paseo San Telmo, generaron en el pasado una notable controversia, sobre todo al mermar valores histórico-culturales y hasta señas identitarias del espacio. Entonces, si se afronta esta iniciativa, tan visible y tan céntrica, que cuente con respaldo ciudadano, previa puesta en marcha de todos los mecanismos participativos que dinamicen y no frenen la materialización. Que no tengamos que lamentar una modernidad mal entendida ni hacer tabla rasa de los que son rasgos o recintos diferenciadores...”

BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL

TERTULIA VILLERA


Fotografía recatada del baúl de los recuerdos en estos tiempos de confinación por el virus atómico. Referente al comienzo de lo que se bautizó como TERTULIA VILLERA al final de los noventa del siglo XX.
Entonces se ubico en la calle de San Isidro de la Villa de La Orotava, una emisora local de Televisión, se le denominó ATV, y regentó el amigo desde la infancia; Ángel Sálamo, el cual me propuso hacer un programa local.
Me lo pensé, y quise desarrollar, uno tipo tertulia, con carácter altruista y como hobby se encontraran implicados en el mismo los contertulios, mientras que solo me propuse como coordinador.
Empezamos por el Baloncesto en la Villa de La Orotava, desde su ubicación en el Campo de Tenis de la Torrita, hasta la segunda en la pista de cemento de Franchi Alfaro, pasando por la primera pista de tierra y la Terraza del recordado Cine Atlante.
Utilizamos como plató el patio de la Sociedad del Liceo de Taoro, actuando como invitados; Juan Acosta Rivero que nos habló del inolvidable CB. UD. Orotava, en el Campo de Tenis de la Torrita. Antonio Hilario y Alfonso Dorta hablaron del baloncesto en la pista de tierra de Franchi Alfaro, donde se creó en el primer semestre del año 1955, un campeonato de segunda categoría zona norte, con cincos conjuntos de la Villa de La Orotava: CB. Independiente, CB. Huracán, CB Calvario, CB. Acción Católica y CB. Liceo Taoro. Dos del Puerto de la Cruz; CB. Academia Mercantil y CB. Santa María. Y uno de Icod de Los Vinos; CB. San Fernando. Conquistando el campeonato el CB. Independiente con diferencias, solo perdió un encuentro contra el San Fernando en la Cancha de la calle Hércules de Icod de Los Vinos. Tomás Luis Expósito (El Cojo), Antonio Santos Cruz y Javier Arbelo, comentaron sobre el baloncesto que se desarrolló en la Terraza del Cine Atlante, Patio del Colegio de San Isidro, y cancha de pista de cemento en la plaza de Franchi Alfaro que se inauguró el domingo 12 de noviembre de 1961, con un encuentro de primera categoría regional; Águila del Valle de la Vila de La Orotava -19- Real Club Náutico de Santa Cruz de Tenerife -66-.
La panorámica que fue tomada en la terraza del Liceo al acabar la Tertulia, no se encuentra Juan Acosta Rivero que se tuvo que ir urgentemente, pero aparece el amigo y compañero Fernando Lugo Salazar que se topaba en la sociedad mencionada.
De izquierda a derecha de arriba abajo: Antonio Hilario, Antonio Santos Cruz, Javier Arbelo, Tomás Luís Expósito (El Cojo), un servidor, Alfonso Dorta y Fernando Lugo Salazar.
Decir que la Tertulia Villera, a lo largo de su emisión, tuvo un éxito rotundo de temas y contertulios, siendo muy querida por todo el norte de Tenerife, lo que aumento la audiencia de la misma.

BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL

jueves, 23 de abril de 2020

LIDO DE SAN TELMO


El amigo y convecino de la Calle El Calvario de la Villa de la Orotava: PLACIDO RODRÍGUEZ MESA, remitió entonces (23/04/2020) para su amigo Luis Hernández, esta inolvidable fotografía tomada en el LIDO DE SAN TELMO del Puerto de la Cruz del señor “Gilbert”: “… referente a la orquesta  de Leopoldo Ortí. La fotografía corresponde al  año 1964. De izquierda a derecha de arriba abajo: Julio, Pepe Ten, Rafael (cubano que casó con Maruchi hija de don Florencio qué trabajó en la Farmacia Estrada, en la calle Esquivel), Plácido (propietario de la fotografía), Vicente, Guillermo (tocaba en el Valle Mar con Falo Peña, Pepe y Leopoldo), todos maravillosas personas…”

BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL

VACUNAS CONTRA LAS VIRUELAS


Fotografía referente a un grabado hecho por un inglés en 1820. San Telmo, y como fondo la fuente de Martiánez.

El amigo del Puerto de la Cruz; SALVADOR GARCÍA LLANOS remitió entonces (23/04/2020) estas notas que tituló; “VACUNAS CONTRA LAS VIRUELAS”: “…Hablamos de epidemias en el Puerto de la Cruz durante el siglo XIX. También la hubo de viruelas. Veamos cómo las combatieron, siempre con la ayuda de los testimonios aportados por Nicolás Pestana Sánchez.
El 26 de abril de 1804, a resultas de un escrito cursado por el Marqués de Casa Cajigal, Comandante General de las Islas y presidente de su Real Audiencia, relativo a la introducción en el municipio del denominado “fluido vacuno”, el alcalde, Bernardo Cólogan, convocó a los facultativos en medicina y cirugía residentes en la localidad con el fin de combinar los medios más convenientes para propagar dicho “fluido” contra el contagio de las viruelas.
Un día después, acudieron a la cita el Síndico Personero, Tomás Cullen; los facultativos de medicina, Juan Emeric y Diego Armistrong; y los practicantes de cirugía, Santiago Murga y Juan Miranda. Quedaron enterados del contenido del oficio del Marqués de Casa Cagigal, sobre este importante asunto de la vacuna como “…preventivo nuevamente descubierto contra las viruelas naturales”, que deseaba se introdujese y estableciese en el Puerto, para bien de sus vecinos.
El caso es que había que poner en práctica un método adecuado de vacunación a fin de que la recibiesen todos los nacidos después de que se acabó la vacuna o “fluido” que había sido adquirida por el pueblo portuense mediante suscripción pública el pasado año 1803. Los facultativos dictaminaron que el mejor medio de conservar el específico era administrarle por una inoculación progresiva, impidiendo que se hiciese cómo y cuándo quisiesen los padres o personas interesadas y proporcionando el número de los que se vacunasen cada vez al de los que hubiese que vacunar según resultasen de los padrones, o listas, que se formarían.
El doctor Diego Armistrong se hizo cargo de recorrer las inmediaciones del lugar con el fin de comprobar si las vacas del país tenían o no el grano, o fístula, de que procede el pus vacuno o de inocularlas del modo que insinuaba el Marqués de Casa Cagigal.
Así, los niños fueron vacunados progresivamente, de tres en tres, o de cuatro en cuatro, prohibiéndose que a ninguno se le administrase el remedio sin permiso del alcalde, bajo la pena de 10 ducados de multa a los facultativos en medicina y de 4 a los practicantes de cirugía. El importe de estas multas sería aplicado a los beneficios de la misma vacuna.
De resultas de la memorable expedición de vacunas, insinuó el Alcalde Mayor de la Villa de la Orotava, Francisco Javier Otal Palacín que tenía, igualmente, orden de hacer partícipes de aquel beneficio a todos los pueblos dependientes de su jurisdicción.
Como el pueblo portuense no esperaba que la ayuda de S.M. el Rey para la vacunación se hiciese extensiva a esta provincia ultramarina, se hizo una suscripción pública y con su producto, como ya se ha señalado, se trajo fluido vacuno en el año 1803, consiguiendo que se vacunasen no solo los hijos de los ricos sino también que lograsen igual beneficio los hijos de los pobres, que fueron atendidos a expensas de los mismos suscriptores.
En este supuesto solo había de vacunarse a los nacidos desde principios de agosto de ese año y parecía prudente aguardar unos dos o tres meses más, a fin de que no acudiesen todos de pronto y se acabase el específico.
Así estaban las cosas hasta que tuvo que ausentarse de la isla y desplazarse a La Palma el doctor Armistrong, facultativo con quien se contaba para este fin. Habiéndose prolongado su estancia con motivo de haber visitado la isla de La Gomera para introducir allí la vacuna, no fue posible dar principio a la obra hasta pocos días antes de haberse recibido el oficio del Comandante General de la Islas de 11 de abril.
El alcalde costeó, en su mayor parte, de su peculio particular, los gastos de esta nueva vacunación de niños pobres, pese a que podía contar muy bien con la generosidad de sus vecinos, que, por lo general, habían sido proclives a estos actos de caridad y beneficencia y que distinguieron principalmente en las ocasiones en que se manifestaron las viruelas.
Relata Pestana que era público y notorio que en año 1782 un solo vecino abrió a su propia costa una especie de hospital que atendió a más de 600 pobres. Este vecino fue Bernardo Cólogan Valois. También se sabía que, en el año 1798, fueron inoculadas y mantenidas, por medio de otra suscripción voluntaria, todas las personas que carecían de recursos económicos para librarse del contagio de la viruela. Igualmente, se habían practicado los medios sugeridos por el Ministro de Gracia y Justicia sobre administrar el fluido a las vacas del país para ver de perpetuarse por este medio. Diego Armistrong se trasladó, con este fin, a Icod el Alto, reconoció las vacas que había por allí y comprobó que no estaban en el caso de poder hacérseles la inoculación que se deseaba.
En el año 1803 fueron vacunados 146 niños de gente acomodada y 249 de familias pobres. Estos últimos gracias a la suscripción pública…”

BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL

EN LAS FIESTAS MAYORES


Fotografía encontrada en el baúl de los recuerdos, referentes a la participación de mi familia al final de los cuarenta del siglo XX, en las fiestas mayores de la Villa de La Orotava.
Tomada por fotógrafo ambulante y festivo, delante de la desaparecida e inolvidable hilera de arboles “Plátanos de Líbanos” y del primer inmueble del recordado Bar Parada, que se construyó al principio de la calle Calvario, de estilo colonial. El histórico Bar Parada de la Villa de La Orotava, desde el año de su inauguración 1927, tuvo tres denominaciones: Café Buenos Aires, Café Parada y por último el actual y el más conocido  Bar Parada. Lo mismo sucedió con los concesionarios, arrendatarios y sub arrendatarios, que a lo largo del tiempo se fueron coexistiendo. La idea del promotor, no se trató nunca construir un Bar simplemente. Si no, de construir un local tipo marquesina destinado a sala de espera para viajeros y café.  Como las paradas existentes en esa zona, tanto de guaguas como de vehículos, con el tiempo produjeron una metamorfosis, que fueron pernotando por otros puntos de la Villa. Estos cambios, dejó solo el café en el lugar de la primitiva parada, lo que lo convirtió en el famoso Bar Parada de La Villa de La Orotava.
De izquierda a derecha: Lola Álvarez Abréu (mi hermana), Consuelo Abréu González (Tata, mi segunda madre), Elvira Hernández Méndez, y Fina Álvarez Abréu (mi hermana).

BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL

miércoles, 22 de abril de 2020

EL CASTAÑO DE LA SEGUNDA CASA DE FRANCHI


Fotografía tarjeta postal del histórico Castaño de la segunda casa de Franchi, conocida en la Villa de La Orotava, por la casa de los escalones, actualmente le pertenece a los herederos de don Melchor de Zarate y Méndez de Lugo.
El Castaño supuestamente se conserva desde la época de la conquista, en los jardines de la mencionada Mansión. Ya que su actual huésped, el amigo José Antonio Zarate y Méndez, lo ha trabajado con su espátula, de su estilo propio surrealista.
El naturalista francés; Sabino Berthelot,  le realizó un profundo estudio en el siglo XIX. Puesto que entonces residió en la Villa de la Orotava, dirigiendo un colegio denominado “El Liceo” “…Sabino Berthelot nació en Marsella (Francia) en 1794, pero vivió gran parte de su vida en Santa Cruz de Tenerife, donde falleció en 1880. Este ilustre naturalista y antropólogo llegó a la isla por primera vez en 1820. Entre sus obras se encuentran el análisis más profundo que se había hecho hasta la fecha sobre la naturaleza de Canarias, “Historia Natural de las Islas Canarias”, escrito junto al británico Philip Barker Webb; y el catálogo antropológico sobre el archipiélago “Etnografía”. Además, sirvió en las guerras napoleónicas, dirigió el Jardín Botánico que se encuentra en el Puerto de la Cruz y ejerció como cónsul para el gobierno francés. Está considerado el padre de la antropología física...”

BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL

UNA EPIDEMIA EN EL PUERTO, 1811


Fotografía referente a un grabado hecho por un inglés en 1820. San Telmo, y como fondo la fuente de Martiánez.

El amigo del Puerto de la Cruz; SALVADOR GARCÍA LLANOS remitió entonces (22/04/2020) estas notas que tituló; “UNA EPIDEMIA EN EL PUERTO, 1811”: “…El Puerto de la Cruz sufrió una fuerte epidemia en 1811. Entonces, como había ocurrido en casos similares, se estableció lo que hoy se conoce como cordón sanitario por los pueblos de La Orotava y Los Realejos. El memorialista Gaspar de Franchi Mesa y Ponte había regresado a Tenerife en 1809 después de una larga estancia en Francia. Tenía noticias de las calamidades que padecían por no haber personas que se dedicasen a buscar medios para remediarlas. Entonces, se dirigió a la Junta de Sanidad de la Villa de la Orotava, considerando que era el cuerpo que con más eficacia podía buscar los remedios necesarios, manifestándole que el Puerto, en su encierro, carecía de agua pues ésta pasaba por Las Dehesas, jurisdicción de Los Realejos, donde se consumía y era robada porque los vigilantes del Puerto no podían pasar el cordón para vigilarla. Era justo y era obligación de las autoridades y las Juntas de Sanidad buscar medios que coadyuvasen a mitigar el hambre y demás penalidades que sufrían los portuenses en su encierro. Franchi había sido el autor en 1777 de un Proyecto para la utilidad particular y pública de las Islas Canarias, acerca de la decadencia en el Arhcipiélago por la falta de exportación de frutos, debida a las leyes de comercio y la explotación colonial inglesa.
Artículos de primera necesidad, tales como la leña y el carbón, faltaban en la cuantía que se necesitaban. Todo aquel que tenía medios para acercarse al cordón se proveía de estos artículos pero el que no, o carecía de ellos, los pagaba a precios tan exorbitantes que los menos pudientes no podían obtenerlos. En cuanto al pan que se bajaba de la Villa era de muy mala calidad y estaba falto de peso, a pesar de que el remedio no era difícil. Los conductores del cordón del Puerto estaban sin arreglo y faltos de fidelidad muchas veces; la urgencia y confusión los estableció y así permanecieron a pesar de las experiencias de Santa Cruz y del mismo Puerto en una epidemia anterior.
La Junta de Sanidad prácticamente no existía en el territorio portuense porque algunos de sus miembros habían fallecido y otros abandonaron el pueblo huyendo, abandonando sus funciones. Según el cronista oficial del municipio, Nicolás Pestana Sánchez, de quien tomamos estos datos, la Junta “debió de mirar el modo de evitar la introducción de la peste y no lo hizo, así como tampoco proporcionar alivio a los enfermos”. Es cierto que este cuidado debía ser del alcalde, diputado y síndico personero. Pero algunos de éstos faltaban del pueblo también. Y aún en el caso de que hubiesen estado en él, nada hubiesen hecho por sí solos, sin la ayuda de los vecinos
Relata Pestana que “la fatiga y el decaimiento oprimían al Puerto hasta el extremo de que cada habitante sólo trataba de cuidarse a sí mismo, sometiéndose a las desgracias que su encierro no les permitía remediar. Era una obligación de cristianos que los de fuera, más libres, les ofreciesen los medios de alivio dándoles las facilidades necesarias en las operaciones anteriores y les comunicasen los cuerpos interiores que, para este fin, se nombrasen. Estos comunicarían a los de la Villa y Los Realejos sus necesidades y éstos, conociéndolas, procurarían remediarlas. El Ayuntamiento y Junta de Sanidad de la Villa no deberían olvidar en exponer todos sus deseos y operaciones a los de los Realejos para que contribuyeran al mismo fin”.
Pero no fue así. Solo se cuidó de poner el cordón para que la epidemia que se sufría en el Puerto no pasase a aquellos pueblos, sin acordarse de aplicar remedio a sus necesidades para que la epidemia desapareciese. Así las cosas, el cordón no era una necesidad sino una tiranía y como tal nada de particular tenía que fuese roto tantas veces como se pudiese.
El 10 de enero de 1811, el Comandante General de estas Islas y Presidente de la Junta Superior de Sanidad convocó a las personas que componían la citada Junta para dar conocimiento del oficio que el Alcalde Real del Puerto, Rafael Pereyra, le había dirigido con fecha 14 de diciembre del año anterior, acompañando certificación de las actas de las reuniones celebradas por el Ayuntamiento y su Junta de Sanidad en 3 y 14 del mismo mes.
La investigación del cronista se centra en que vistas las razones expuestas por el alcalde y por el síndico personero, Bernardo Cólogan, denunciando la estrechez a que fueron sometidos los habitantes del Puerto por el cordón puesto por los pueblos colindantes, con motivo de la enfermedad que se había manifestado en la casa de Don Vicente de Fuentes, Almojarife de la Aduana. Visto, igualmente, el dictamen de los facultativos en medicina Juan Emeric, Julián Delgado y Diego Arminstrong, se acordó que, siendo muy justa y fundada la exposición hecha por el síndico personero, así como el dictamen de los expresados facultativos en que, no separándose de todo el derecho que tanto las leyes como la humanidad permiten y exigen a favor de la caridad en casos semejantes, la consideración que se merece y debe tenerse con los pueblos contagiados, pueden, sin faltar en nada, ser acordonados los unos y precaverse y guardarse los otros dejando todo el ensanche que la prudencia dicta cuando la localidad lo permite y bajo estos mismos sentimientos “franquea todo género de auxilio que proporcione el mayor alivio a la fatiga de los pacientes, consuelo de los afligidos, satisfacción y seguridad a los que tienen la feliz suerte de acordonar”.
De modo que, según los documentos, procede señalar “los límites en que debería ponerse el cordón en la forma siguiente: Comenzaría desde la orilla del mar, por la parte del este, donde llaman “Sancho”, siguiendo hacia arriba hasta “El Durazno”, donde se dividen los caminos por la Villa de la Orotava y este Puerto, siguiendo desde este punto al camino que llaman “de la Vizcaína”, continuando a la Montaña de Los Realejos hacia arriba y bajar y terminar en el lugar que llaman “El Burgado” hasta la orilla del mar”.
Además, el Comandante General hizo saber a los ayuntamientos de los pueblos colindantes que el mejor modo de precaverse los pueblos sanos de los que están infestados era cerrar las entradas de él, dejando una sola abierta para que, con facilidad y seguridad, se supiese las personas que salían o entraban en el mismo pueblo.
El 30 de diciembre de 1811 la Junta de Sanidad del Puerto mandó a hacer un recuento de sus habitantes para averiguar el número de víctimas y demás circunstancias, dividiendo al pueblo en distritos (Obsérvese la similitud con los recuentos diarios de la pandemia actual de la COVID-19)
Uno de dichos distritos correspondió a Andrés Zamora y comprendía las calles de San Francisco, Tiendas, callejón de Blanco, calle de Pedro Briganti, calle de las Aramagas, calle del Estanco, callejón de las Monjas, calle de Dionisio O’Daly, calle de Santo Domingo, El Monturrio, callejón de Punto Fijo, Plaza de la Iglesia, calle de las Rosadas, calle de Francisco Trujillo, calle de Zamora, calle de La Hoya, calle de Cuaco, Montañete, La Montaña, calle que iba a Las Cabezas, cuevas de Martiánez, Robado y San Antonio. Los resultados de este distrito fueron:
·                     Número de habitantes: 1.368
·                     Número de muertos: 262
·                     Sufrieron la epidemia: 844
·                     No la sufrieron: 239
·                     Salieron del pueblo: 21
·                     Entraron después del cordón: 2
·                     Total: 1.368
·                     Casas vacías por ausencias: 23
Otro distrito fue encargado al diputado Francisco Solano Real que comprendía las calles de San Francisco, parte de la calle de Las Cabezas, otra parte del pago de San Antonio, calle de Las Carretas, calle del Chorro, calle Nueva, calle del Sol, calle del Norte, callejón Angosto, calle del Peñón, calle de Mequinez, calle del Lomo, calle del Castillo, calle del Tejar. Los resultados de este distrito fueron:
·                     Número de habitantes: 2.476
·                     Número de muertos: 262
·                     Sufrieron la epidemia :296
·                     Salieron del pueblo: 21
·                     Entraron después del cordón: 3
·                     TOTAL: 2.476
·                     Casas vacías por ausencias: 39
Los gastos ocasionados por esta epidemia ascendieron a la cantidad de mil ciento setenta pesos corrientes…”

BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL