sábado, 16 de abril de 2022

JUAN ACOSTA PADRÓN



Nacido en la Villa de La Orotava, concretamente en la calle El Lomo de la Villa de Arriba, el día 14 de abril de 1957, es hijo del que fuera Alcalde de la misma, Cándido Acosta Hernández, y de Concepción Padrón González.

          Está casado y es padre de dos hijos. De su hija mayor tiene dos nietos.

          Habiendo cursado estudios de Primaria y Bachillerato en centros orotavenses, se  licenció en Derecho por la Universidad de La Laguna (Promoción 1977-1982); de la que también es Master en Derecho Urbanístico.

          Ha ejercido la Abogacía en despachos de esta Villa y de Puerto de la Cruz; así como prestados servicios como Técnico de Administración General (técnico jurídico) en el Ayuntamiento de dicha ciudad turística durante más de veinticuatro años.

          Vinculado en todos los actos principales, propios y familiares, a la Parroquia de San Juan Bautista, en el Farrobo, pertenece desde la niñez a la Hermandad de la Virgen del Carmen y, desde su mayoría de edad, a la Venerable Esclavitud del Santísimo Cristo a la Columna, de la que actualmente es su Esclavo Mayor. También pertenece, con igual antigüedad, a la Real y Venerable Hermandad de Misericordia del Santísimo Cristo del Calvario y a la Real, Venerable y Dominicana Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno.

 

BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU

PROFESOR MERCANTIL

 

QUÉ TIEMPO TAN FELIZ



 

En el muro del facebook del amigo de la Villa de La Orotava JESÚS ROCÍO RAMOS aparece un magnífico y extraordinario trabajo que comparto con su permiso, adaptado por ÁNGELA PÉREZ ROCÍO, que se titula “QUÉ TIEMPO TAN FELIZ”: “…Hoy mi comentario es recordando cuando yo tenía quince años. Yo era un zagalote, tenía el mismo cuerpo que el actual y por aquel tiempo todos los chicos usábamos los pantalones cortos; solo los hombres los usaban los largos y por aquella edad tenía las piernas belludas y al pasar por los mayores me decían en plan de cachondeo: “eh ... amigo cuando te bajan las velas”, “ya no tienes la cocina ahumada”, “yo ya a ti no te dejo ni con mi abuela”, y viendo lo colorado que me ponía, me lo hacían adrede.

Mi amigo Domingo García (Rivero) fue el primero que se puso los pantalones bajos (se bajó las velas) como decían y yo ese día salí con él, pero con los pantalones cortos. La costurera, mi tía Ángeles Sosa me lo había hecho, pero por vergüenza no me los puse ese día. Mi madre que estaba detrás de la puerta me decía: “muchacho, sale”, lo intentaba y me volvía hacia atrás, y salí con Domingo, pero con los pantalones cortos. A las pocas semanas junto con otros amigos me los puse y por fin salí y juro que me iba escondiendo de la vergüenza que tenía (que distinto a hoy). Me salieron unos espinitos en la cara y me decían vacilando que era de comer mucho chocolate coño, que risa.

En aquel tiempo creo que el último que me había comido fue una jiquera que me dieron cuando hice la primera comunión. En la Juventud Católica nos daban a todos juntos unos rosquetes Doña María Flores. Era la bonita edad de las pretendientas (quién no la tuvo) si las chicas se enteraban de que le gustabas parecía que se escondían y no las veías por ningún lado. Yo le mandaba con alguna amiga algún papelito (eran los móviles de antes) y esperaba ansioso la contesta y por el día de su onomástica o cumpleaños le enviaba una tarjeta postal con un verso inventado diciéndole cosas bonitas y dibujando un corazón, porque sabía que a ella le iba a gustar. Lo mismo me pasaba a mí, que lo esperaba, entre las amigas también se mandaban postales, pero no tan románticas. Yo creía que eso de enviar postales era de mi tiempo, pero no, porque en mi baúl encontré algunas de los años: 1913, 1914, 1915, 1916, 1917, 1918, 1921, 1926,1927, 1935, 1949 y 1952, que adjunto en mi comentario, ya pondré en otra ocasión más.

Recuerdo que a mi primera pretendienta le regalé una cinta para el pelo de colores de plexiglás, que se usaban por ese tiempo. La compré en casa de Doña Carolina Rivero, me costó dos pesetas, me hubiese gustado haberle regalado un monedero también de plexiglás, pero no tenía más dinero. Me ayudó a elegir la cinta Margarita, que en aquel tiempo estaba de empleada allí. Yo no veía la hora de verla para ver si la llevaba puesta.

Qué tiempo tan feliz, sin embargo no me eligió a mí; a ella le gustaba otro, pero seguimos siendo buenos amigos. En aquel tiempo en el antiguo Liceo los domingos se celebraba un matiné baile en el patio. Lo organizaba con los altavoces Carmelo Reyes que se estaba iniciando, y al piano Francisco Reimundo; los hermanos gemelos de los Casanova, Otazo y otros y todas las chicas se daban cita allí en el baile, pero a nosotros como no éramos socios no nos dejaban entrar y nos quedábamos por fuera.

Estando yo en la puerta apareció D. Miguel Felipe Hernández Casanova y me pregunto que porque no entraba y le dije que no me dejaban y me dijo ven conmigo; me llevo a la secretaria que estaba en el descanso de la escalera. Allí estaba el conserje, que en aquel tiempo era maestro Ignacio (padre) y me dijo firma aquí, y yo firme pensando que era un permiso para poder entrar y me quede en el baile, no solo ese Domingo, sino unos cuantos más y notaba que ya no me ponían pegas para entrar y yo pensé “un amigo, es un amigo” y cuál sería mi sorpresa: primero al enterarme que era el tesorero de la sociedad y la segunda que me había hecho socio sin yo saberlo, porque en aquel tiempo era muy difícil entrar de socio por las dichosa bolas blancas y negras.

Cuando me vino el primer recibo que mal lo pase, gracias a mi madre y fui muchos años socio y colaborador y por tiempo de las derramas yo ya estaba al día y volvió otra derrama; les pregunte por los que no habían pagado y comprobé que eran muchos, les dije que cuando todos estuvieran al día seguía pagando yo y estando de presidente Pepito Linares, por ese motivo me dio de baja. Ahí no terminó todo, lo más gracioso que pasado mucho tiempo se presentaron dos directivos del Liceo al cuarto de ensayo de los Chiringuitos a proponerle que si quería formar parte de la directiva; yo les dije que desde cuando una persona ajena a la sociedad sin ser socio podía ser de la directiva, quedándose asombrados al comentarles lo que hacía años que me había pasado, les invite a un vaso de vino y lamentándolo mucho se marcharon no sin antes decirme que no fui el único.

Bellos momentos vividos que hoy recuerdo con nostalgia. Mi escrito lo enriquecen las canciones que se escuchaban en mi juventud “siempre en mi corazón” y “qué tiempo tan feliz”. En la foto adjunta aparecemos Domingo García Rivero y yo, Jesús Rocío Ramos…”

 

BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU

PROFESOR MERCANTIL

martes, 12 de abril de 2022

UNA LINDA FOTO

En el muro del facebook del amigo de la Villa de La Orotava JESÚS ROCÍO RAMOS aparece un magnífico y extraordinario trabajo que comparto con su permiso, adaptado por ÁNGELA PÉREZ ROCÍO, que se titula “UNA LINDA FOTO”: “…En mi comentario de mi paso por las Fiestas de la Piedad comenté que mi primera colaboración en dichas fiestas fue siendo el presidente Don Juan Hernández Torres y dentro del elenco que organizó Don Daniel Sálamo, fueron dos festivales: el primero, siendo la reina la Sta. Magdalena Delgado y el segundo entre las siete, estaban ataviadas con los trajes típicos de las siete Islas Canarias. Salió elegida la Sta. Lilia Estévez con el traje de Tenerife.

En aquel momento no tenía esta bella foto y que hoy es la que les muestro gracias a la gentileza de Panchi, hijo de Genoveva Hernández, una de las candidatas que son según en la foto de izquierda a derecha: Marinita Quijada, Lilia Estévez, Magdalena Delgado, Lala Sánchez; sentadas: Genoveva Hernández, Visita Luis, Yayita Delgado y Margarita González.

La foto fue tomada en el patio de la casa de Doña Juana Sánchez, en la antigua calle del castaño (hoy Dtor Domingo Glez), conocida como D. Domingo Pérez y últimamente la de D. Meli, algunas ya no están con nosotros…”

 

BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU

PROFESOR MERCANTIL

 

EMPAQUETADOS


El amigo del Puerto de la Cruz; SALVADOR GARCÍA LLANOS remitió entonces (12/04/2022) estas notas que tituló; “EMPAQUETADOS”:  “…Fueron unos centros de trabajo muy dinámicos, uno de los primeros lugares donde hombres y mujeres compartían tareas: limpiando las piñas, despiezando y desmanillando, lavando las manillas después de separadas del tronco del racimo, posterior calibrado y clasificación hasta el envasado en cajas.

Eran empaquetados de plátanos diseminados en todo el término municipal, primer empleo para muchos jóvenes que no escogieron o no pudieron seguir la vía de los estudios ordinarios, aunque muchos pasaron luego a turismo y hostelería, donde se aproximaron al conocimiento de idiomas.

En aquellos empaquetados había conocidos a quienes se decía adiós cuando se pasaba por el exterior y con quienes se entablaba conversación a partir de preguntar por el estado de algún pariente. Los jóvenes estudiantes, a partir de septiembre u octubre, hacíamos acto de presencia donde hubiera personas conocidas para poner cara inocente antes de pedir el favor de suministrar un papel plástico, casi siempre de color rojo o chicle, que servía para forrar la fruta… y, en este caso, los libros con los que se aforntaba el curso escolar. La práctica se extendió incluso después de haber finalizado el bachillerato e iniciar los estudios superiores.

En algunos empaquetados nos parece recordar la figura de un lector, colocado ante un mostrador y alumbrado por alguna bombilla solitaria, que entretenía las labores domésticas del personal. A alguien le escuchamos que la figura había sido adaptada desde Cuba, desde sus fábricas de tabaco, tan monótonas y taciturnas.

Repartidos, decíamos, por todo el municipio, desde los suburbios al mismo casco, los empaquetados fueron el primer eslabón de lo que llamaríamos cadena logística. Allí se materializaba un trabajo específico que habría de ser duradero y seguro, apto para transportar adecuadamente los frutos de las hectáreas de plataneras. La eficiencia era una de las características fundamentales que debían garantizar el empaque y el embalaje. Téngase en cuenta que el empaquetado era la presentación comercial de la mercancía. Pero también era fundamental para evitar que la misma fuese dañada o manipulada.

Luego venían los camiones, cuyos conductores a menudo maniobraban con dificultad para entrar marcha atrás si restaba espacio o aparcaban en los exteriores de estos peculiares centros de trabajo. Cargaban las piñas, adecuadamente embaladas. Y de ahí, a los barcos.

Con la ayuda de Tomás Perera Hernández, haciendo un ejercicio de memoria, llegamos a rescatar casi veinte empaquetados emplazados en el Puerto de la Cruz. A saber:

-Juan Galán Herrero, en la vieja carretera de Punta Brava, frente a El Charcón.

-Sindicato Agrícola Orotava, en la calle José de Arroyo, antes callejón del Juego.

-Manuel Yanes Barreto, antes de la firma Mayaba, en la misma vía.

-Empaquetado de Verdugo, muy cerca de la plaza del Charco, desaparecido tras un voraz incendio.

-T.M. Reid, en la calle San Felipe esquina a Perdomo.

-Empaquetado Casamitjana, en la intersección de Mequinez con Pérez Zámora.

-José Herreros Peña, calle Santo Domingo.

-Yeoward Brothers, la única firma extranjera, en El Penitente.

-Hijos de Diego Bethencourt (popularmente Betancores), calle Zamora, esquina Valois.

-Víctor Hernández Alayón, calle Nieves Ravelo.

-Santiago Rodríguez García, calle Doctor Ingram.

-Andrés Martín García, en Las Cabezas.

-Julio Cruz González, en El Tejar, actual Mercado Municipal.

-Manuel García Yanes, calle Las Cabezas.

-Empaquetado Perera, luego Francisco González del Carmen y Cejas, en Las Cabezas, carretera de Las Arenas.

-Cooperativa Agrícola Bananera, en carretera El Botánico, colindando con el Jardín de Aclimatación.

-Casiano García Feo, en El Durazno.

-Miguel Delgado, en La Vera.

-Viuda de Machado, sector Risco de oro.

Los empaquetados palidecieron y desaparecieron con el bum del turismo, en los años sesenta del pasado siglo. Los trabajadores resistieron lo que pudieron. La mayoría cambió de actividad. Y la ciudad perdió lo que no dejaba de ser, en aquellos años, un encanto…”

 

BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU

PROFESOR MERCANTIL

 

domingo, 10 de abril de 2022

CIEN AÑOS DE QUERENCIAS Y NUEVOS HORIZONTES

El amigo del Puerto de la Cruz; SALVADOR GARCÍA LLANOS remitió entonces (09/04/2022) estas notas que tituló; “CIEN AÑOS DE QUERENCIAS Y NUEVOS HORIZONTES”: “…“El sábado, víspera de Carnaval, celebróse la inauguración de una sociedad en el importante barrio de Las Dehesas. La referida sociedad lleva el nombre de Valle Taoro.

A las dos del citado día, se lanzaron al aire varios cohetes mientras se izaba una preciosa bandera española, y luego se obsequió espléndidamente a los que acudieron al acto.

Por la noche, tuvo lugar en la expresada sociedad un animadísimo baile de máscaras, que duró hasta las ocho de la mañana. Al final del baile, se dieron vivas al presidente, a la directiva y a la sociedad en general.

Es de esperar que esta sociedad, cuyo reglamento fue aprobado por el gobernador civil, tenga mucha prosperidad pues es muy grande el entusiasmo entre sus miembros.

La directiva del presente año la forman los siguientes señores:

Presidente, don Marcelino Sosa Acevedo; primer vicepresidente, don Ángel Hernández; segundo vicepresidente, don Cristóbal García; tesorero, don José Afonso; secretario, don Florencio Sosa Acevedo; vicesecretario, don Antonio Pérez Correa; y bibliotecario, don Manuel Fernández.

Deseámosle a la nueva sociedad toda suerte de prosperidades”.

 

Lo que hemos leído aparece publicado, bajo el título ‘De la vida canaria. Puerto de la Cruz. Nueva sociedad’, en la primera página de Gaceta de Tenerife, Diario Católico-Órgano de las derechas, publicado, según consta en el encabezado, en “Santa Cruz Tenerife, capital de la provincia de Canarias”, siendo director Adolfo Febles Mora. La información figura al lado de un texto titulado “De pluma ajena. ¡El arreglo de la casa!”; y en el opuesto, una crónica de riñas de gallos, firmada por Espuela y Botana. En la parte superior, crónica de “La actualidad parlamentaria” titulada “Discursos para la galería”, unos poemas suscritos por Francisco de Vega y enviados desde Vilaflor y una esquela mortuoria alusiva al tercer aniversario del fallecimiento del médico Benjamín J. Miranda nombre con el que se rotula una conocida calle del casco del municipio.

 

Este testimonio documental, cuya aportación -no será la única- agradecemos al profesor y doctor en Ciencias de la Información, ex alcalde de Los Realejos, un dehesero perpetuo como es Jesús Manuel Hernández García, sirve para varias cosas: para acercarnos al origen de esta entidad, que cumple cien años; para entender el alcance de lo que hoy se conceptúa como prensa o periodismo de proximidad; para comprender el papel del Casino en el devenir y la evolución de este sector del municipio; y para dimensionar adecuadamente los primeros pasos de la participación y dinamización ciudadana no solo en una época en la que estas ideas, tal como las entendemos hoy, no se conocían, sino que cristalizaban en un núcleo entonces esencial para la productividad y avance social del Puerto de la Cruz: el turismo estaba aún lejos de ser el sostén principal de ese modelo de crecimiento y desarrollo.

 

Las Dehesas, o en singular, La Dehesa, que es como coloquial y habitualmente la mencionamos, era la campiña portuense, algo más que una mancha verde en la geografía del norte tinerfeño y del valle de La Orotava en particular. La campiña donde muchos tuvieron su primer empleo, donde pequeños propietarios dispusieron de tierras para producir, donde las labores agrícolas fueron desempeñadas siempre con tesón admirable y con esfuerzos sin límite con tal de ganarse el sustento.

 

La Dehesa, el Puerto rural, cien años después de la fundación de la sociedad que hoy empezamos a conmemorar, poco o nada tiene que ver con el paisaje y la realidad de entonces que imaginamos. La platanera, a qué negarlo, ha ido menguando. A duras penas ha contenido el turismo. Sus características territoriales son otras, contempladas desde cualquiera de los puntos cardinales. Aunque conserva -es necesario ponderarlo- todos los encantos de una zona agrícola que ha ido salvando las calificaciones reservadas en los planes de ordenación urbanística.

 

Aquí, en medio de fincas y frutales, de gañanías y atarjeas, de veredas y estanques, caminos rudimentarios y muros empedrados, en medio del campo, para entendernos, donde la vida se hizo durante décadas sin otros ruidos notables que el trino de las aves, donde las veredas y las cuestas parecían tan largos pero con propiedades intangibles que alimentaron la buena vecindad y no mermaron la relación social, a pesar de los pesares. Lo comprobamos personalmente cuando, siendo niños, veníamos de la mano de los tíos, subiendo por Carril o Las Quinteras, daba igual, a ver cómo se verificaban las dulas, a ayudar en algunas tareas, a recoger aguacates y nísperos, a impregnarse los calcetines de ortiga, de la familia de las urticáceas, o sea, que picaba y pica, que decíamos ortiguilla, a transportar la leche, los sacos o algunos frutos y a esperar alguna propinilla que ahorrábamos para comprar algún periódico. Recuerdo imborrable de maestro Felipe, que nos enseñó métodos y ‘técnicas’ agrícolas con la nobleza de los medianeros y nos orientaba o acudía al rescate cuando los afanes de curiosidad nos desviaba del mollero, así llamado aquel rincón de la finca aunque su significado real poco o nada tuviera que ver con aquel nombre.

 

Aquí, en este ambiente –decíamos-, al borde de la carretera, surgió la Sociedad Valle Taoro, el casino de La Dehesa, el que dirigieron, entre otros, los hermanos Sosa Acevedo, uno de ellos, Florencio, alcalde del Puerto de la Cruz y diputado a Cortes, el que presidió durante treinta años Manuel Delgado. La Sociedad de Instrucción y Recreo Valle de Taoro, que así era su denominación original, poseía –en palabras de Javier González Antón, profesor de la antigua Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad de La Laguna y ex director del Museo de la Naturaleza y el Hombre- unos rasgos similares a las sociedades laguneras o grancanarias, “todas ellas ejes vertebradores de la sociedad de su entorno, sensibles a la cultura y al avance de los ciudadanos”.

 

El profesor González Antón, en su prólogo del libro de Jesús Hernández García que condensa los “75 años en la historia de un barrio”, publicado en el año 2000 gracias a la cooperación de varias firmas comerciales, destaca los loables propósitos consignados en el primer reglamento de la sociedad, como son “la presencia de un bibliotecario –el primero, Manuel Hernández González-, la suscripción a periódicos y revistas, primero conservadoras, como La Gacerta de Tenerife o Mundo Gráfico, en 1922, pero luego también comprometidas y de izquierda, como Espartaco, en 1932”.

 

Y sigue González Antón: “La adquisición del aparato de radio, el gramófono, o la presencia del cuadro artístico, luego grupo folklórico… Todo ello es buena muestra del prioritario papel social y cultural que la sociedad, fiel también a la denominación, de aquella originaria instructiva, ha jugado desde su fundación”. Pero lo que sí resulta insólito para el profesor lagunero, es la implantación en un barrio de pequeña población. No compara pero sí alude al hecho de que, en aquellos años, Las Palmas de Gran Canaria o San Cristóbal de La Laguna, eran las ciudades más importantes de las islas. Añade que el casino de La Dehesa, “nace y perdura en un ámbito mucho menor y ello es posible gracias a la estrecha vinculación con su entorno. Entorno –escribe- del que “la Sociedad ha sido, es y seguirá siendo blasón, bandera, escudo y estandarte del barrio que la sustenta”.

 

En la introducción del libro de Jesús Hernández García que ya hemos citado, se alude a la importancia del fenómeno de la comunicación en la secuencia histórica de la sociedad. “Habremos de incidir en la prensa. En aquella que sirvió de base para la consulta de algunos hechos. Y a la que se hace reiterada alusión en las cuentas sociales, al ser uno de los gastos obligatorios en los ejercicios anuales, ocupando lugar preferente La Prensa, de don Leoncio Rodríguez”, escribe el autor que, más adelante, dedica unas páginas a la radio, “otra constante en la vida de la sociedad”. Dice Hernández que “marcó hitos importantes y fue medio de unión entre un barrio y lo que acontecía allende los mares. Dispuso de comisión que regulaba su funcionamiento. Y a la que se aplicaba el correspondiente impuesto sobre la audición”.

 

Si algunos deheseros se aglutinaron en torno a la radio, veamos cuál era el contexto.

 

Con la llegada de la II República, el número de personas que disponía de un aparato receptor aumentó y la audiencia de este medio se engrosaba día tras día. Además, durante esta época fueron surgiendo un gran número de estaciones locales, que engancharon, como se dice ahora, a muchas personas a lo largo de todo el territorio español.

 

Sin embargo, con el estallido de la guerra incivil, julio de 1936, las cosas empezaron a cambiar. La radio se destapó como un gran medio de propaganda política que fue utilizado por los bandos combatientes para emitir los informativos y sus particulares arengas. La implantación de una nueva dictadura supuso una larga temporada de dominio político sobre el sistema radiofónico. El 19 de enero de 1937, antes de que acabara el conflicto, se crea Radio Nacional de España, a la que se le otorgará el monopolio de la información en nuestro país, gracias a la promulgación, un año antes, de la Ley de Prensa, que estaría en vigor hasta 1966. Además, la entonces Unión Radio se transforma en la actual Ser (Sociedad Española de Radiodifusión).

 

Esta situación desembocó nuevamente en la instauración de la censura (la Ley de Prensa así lo establecía), o lo que es lo mismo, las radios no podían programar nada que el poder político no quisiera. Los censores se ocupaban de revisar los guiones para que nada indebido se les escapara, al tiempo que las radios comerciales, las privadas, estaban obligadas a conectar siempre con Radio Nacional de España (Rne) para emitir los servicios informativos que elaboraba esta red gubernamental y que se conocían con el nombre de El parte, debido a que durante los años de la contienda civil, el espacio informativo por antonomasia era, precisamente, el parte de guerra. Las estaciones distintas a Rne sólo podían elaborar las noticias comarcales y locales, pero siempre bajo supervisión de la autoridad competente.

 

Mientras esto sucedía en España, en Europa se desencadena la II Guerra Mundial. Esta circunstancia obliga a transformar la radio -al igual que ya había sucedido en nuestro país poco antes-, en un arma de propaganda política que utilizaban los dos bandos para informar de los avances de la guerra o de las grandes batallas.

 

Sin lugar a dudas, en ese momento la información radiofónica es un baluarte importante que hay que cuidar y vigilar, pero la radio también es un medio de entretenimiento al que recurren las familias españolas para pasar sus pobres y aburridos ratos de ocio.

Llegados a los años 40, en concreto a 1942, el Gobierno crea la primera red de ámbito estatal, la Red Nacional de Radiodifusión (Redera). Hasta ese momento, el sistema estaba conformado por tres tipos de emisoras, por decirlo de alguna manera: las estaciones locales, que tenían poca potencia, las comarcales (de las cuales la mayoría pertenecían a lo que es hoy la Ser) y, finalmente, las que estaban dentro de la Sociedad Nacional de Radiodifusión, es decir, las de Rne, y las de la FET y de las JONS (Falange Española Tradicionalista y de las Juntas de Ofensiva Nacional-Sindicalista). Esta década de los 40 supuso también avances técnicos para los profesionales de la radio. En 1948, aparece la cinta magnetofónica, lo que favorecerá en gran medida la mejora en la producción de programas.

 

Durante estos años, el número de aparatos receptores no dejó de crecer, siendo España uno de los países europeos que más radios tenía por habitante. En concreto, y según datos de la Unesco, en 1955 había un receptor por cada noventa ciudadanos, o, lo que es lo mismo, 2.717.000 aparatos distribuidos por todo el territorio. Pero si los receptores aumentaban, también lo hacía el número de emisoras, especialmente las vinculadas política o ideológicamente al Gobierno.

 

En la obra del doctor Hernández García, se alude a la querencia del Casino por la radio. En mayo de 1935, la directiva trata sobre la compra de un aparato. En el acta de la reunión, consta que “dando cumplimiento a un acuerdo de la General sobre la adquisición de una radio, se vio una carta del comerciante de esta localidad, don Lorenzo Hernández, en la cual hace un ofrecimiento de un aparato RCA, de seis tubos, cuyo precio es de setecientas pesetas, análogo a otro General Electric, propiedad de don Alejandro Baeza y que en calidad de prueba viene funcionando en este Casino y cuyo valor es de setecientas cincuenta pesetas”.

 

“Esta directiva –transcribimos- acuerda, por unanimidad, ofrecer al señor Baeza la compra de su aparato pero que éste sea pagado sin anticipo de ninguna clase pues el señor Hernández ofrece el suyo para pagar en veinte meses”.

 

Las dificultades económicas del Casino en aquella época motivaron que en 1937 el aparato de radio fuera vendido en doscientas veinticinco pesetas, según consta en los libros de contabilidad de la entidad.

 

Pero en enero de 1941, la Junta General aprueba la adquisición de un nuevo receptor. En el relato histórico de Jesús Manuel Hernández se consigna que “el ofrecimiento lo hace don Pablo Delgado Luis, que había sido elegido presidente de la sociedad y que lo será hasta 1950, en representación de varios socios, quienes habían adquirido uno y lo ceden a la sociedad”. Para el profesor Hernández, “la comunicación era fundamental. El espíritu liberal y abierto de las gentes de Las Dehesas, de los socios de Valle Taoro, demandaba un canal informativo. La enajenación del anterior aparato debía ser prontamente reparada”.

 

Del progresivo auge de la radio en las islas y en nuestro país, tenemos pruebas estadísticas oficiales. Por ejemplo, del listado de Contribuyentes del Impuesto de Radiodifusión, desde 1956 a 1960, se desprende que en 1956, había, en la provincia de Santa Cruz de Tenerife, diez mil seiscientos setenta y un aparatos. En el 57, once mil novecientos cuarenta y nueve; en 1958, trece mil doscientos setenta y cinco; en 1959, doce mil doscientos cincuenta y cuatro y un año después, 1960, se incrementaron hasta diecisiete mil cuatrocientos treinta y ocho.

Naturalmente, ahora son muy diferentes las alternativas de ocio y los vehículos para convertirse en lo que modernamente conocemos como consumidores de la información. Eso sí, la radio conserva como medio un grado de confiabilidad muy estimable, por lo que cabe recomendar su disponibilidad en el bar o en la dependencia del Casino que oportunamente se valore.

 

Porque, eso sí, la revitalización de la entidad –idea con la que queremos finalizar esta intervención- pasa por sumarse a las distintas opciones y variantes de la comunicación. Es más, tienen que ser un reclamo para los jóvenes y adolescentes, de modo que aquí, en un lugar seguro y bien dotado, puedan desarrollar tareas docentes, incluso lúdicas, interactuar, ver qué se puede hacer con los nómadas digitales, comunicarse y complementar el uso de herramientas que sirvan también de aprendizaje y disfrute.

 

Estamos, se acepta, en la era o sociedad de la comunicación y tras las crisis que amenazan el nuevo orden o, por decirlo en positivo, alumbran nuevas directrices de funcionamiento, es necesario afrontar el proceso de digitalización que se impondrá como se impusieron otros órdenes y otros hábitos en el pasado.

 

Las nuevas generaciones de La Dehesa no pueden quedarse atrás. El Casino tiene que ser una entidad viva y dinámica desde lo que sus integrantes, de todas las edades, promuevan, deseen y ejecuten. Han de contribuir, seamos claros, a la conservación de las señas de identidad, a su costumbrismo y a su gradual transformación. Somos conscientes de que hay gente con valía y con inquietudes. ¿Por qué resignarse, entonces? Iniciativas hay múltiples para mantener encendida la llama y hacer buenos los versos de las décimas de Jesús Manuel Hernández García, con los que finalizamos:

“Tiene La Dehesa un tesoro,

legado de buena gente,

que sigue siempre presente,

perdurando como el oro,

Sociedad Valle Taoro.

Es un regalo imponente,

que sigue firme y al frente,

irradiando más saber;

así lo han querido hacer

desde aquellos años veinte”.

 

A esta noble empresa, a la renovación de valores, a la modernización y al engrandecimiento, están todos invitados.

 

¡Mucha suerte, feliz centenario y mejor porvenir!...”

 

BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU

PROFESOR MERCANTIL

 

miércoles, 6 de abril de 2022

LOURDES


Fotografía compartida en el facebook con su hija Malu Hernández Oliva.

 

Una  dama orotavense, amiga de todos,  solidaria, ejemplar y de mucha vitalidad. Lourdes Oliva, Nació en la Villa de La Orotava en la Calle La Hoya (Hermano Apolinar), vivió su juventud en la calle de San Francisco muy cerca de la famosa casa de Los Balcones y de la Plaza del Ayuntamiento. Y falleció en la misma Villa el día 4 de abril del 2022.

Se caso en el año 1959 con su amor platónico no fue el primero, pero si el eterno, Nazario Hernández García (Chile). De su matrimonio tuvo dos preciosas hijas; Malule y Maite Hernández Oliva y dos preciosos nietos que le quieren con locura y del alma.

Muchos años viviendo en nuestra calle El Calvario, no disfrutó de los principios pero se integró con mucha facilidad a través de sus primas (Juana, Pino y Luisa) y sobre todo de su marido Chile.

Ha disfrutado de todo, de las alfombras villera, ese arte sublimen, efímero  y melancólico, de la Romería y del Liceo Taoro, miembro de su coral Polifónica desde su fundación.

Una vida con su querido Chile y el fútbol, la imprenta y Chile. Su voz es limpia, sonora, fémina, con la coral liceísta, actuado en muchísimos lugares de la isla tinerfeña, de Canarias, de la península Ibérica y sobre todo en la Basílica de San Pedro en la Roma sempiterna, en el Vaticano. Además de reforzar a los históricos Fregolinos chicharreros y  santacruceros.

Se quedó viuda aun joven, perdió lo que ella quería, Nazario le dijo adiós, cuando ella más lo necesitaba, pero la vida sigue y ella ha sabido perseguir, con Chile arriba, aunque siempre está con ella.

Lourdes, te quiero, te queremos, no solo lo que hemos estado contigo de cerca si no también lo de lejos. 

Descansa en el paraíso eterno colmado de esperanza, fe y tranquilidad, dile a tu Chilito lo mal que lo hemos pasado con la pandemia mundial mortífera y la guerra en centro Europa.

Un abrazo, hasta siempre.

 

BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU

PROFESOR MERCANTIL

 

sábado, 2 de abril de 2022

EL DOCTOR CHICHO, DEL PUENTE A LA ALAMEDA

Fotografía referente a mi colección particular tomada de mi cámara.

 

El amigo del Puerto de la Cruz; SALVADOR GARCÍA LLANOS remitió entonces (02/04/2022) estas notas que tituló; “EL DOCTOR CHICHO, DEL PUENTE A LA ALAMEDA”: “…El doctor Pedro Eustaquio Pérez García, Chicho, tuvo ayer el reconocimiento que se merecía. Por la respuesta institucional y popular; por los contenidos de las celebraciones; por los reencuentros; por los abrazos pletóricos de sentimentalidad; por la evocación hecha emotividad, hasta el punto de casi no dejar hablar a su amigo del alma, Cayetano Mejía; por los testimonios videográficos llegados desde Galicia y desde tierras americanas. Todo envuelto en un aire de bolero, el género al que el doctor Chicho, como le citaron varias veces, dedicó buena parte de sus ratos de ocio y diversión, compartidos, como prefería, con sus amigos y allegados.

Ya tiene su nombre en el callejero orotavense, del puente a la alameda, un pasaje que transitó en innumerables ocasiones. Con su viuda, Marisela, hijos, numerosos familiares y amigos (muchos venidos desde Galicia), siendo testigos de aquella voluntad de perpetuar en la memoria el quehacer de un hombre apreciado, como tuvimos oportunidad de contrastar los presentes. Lo decía David, su hijo menor, que leyó un sentido texto alusivo. De alguna forma, todos estábamos descubriendo que esta respuesta es la mejor prueba del respeto y del afecto que se granjea en la vida. Lo valoró en su intervención el alcalde, Francisco Linares, destacando la unanimidad del acuerdo.

Después, al Liceo Taoro. Música y palabras, introducidas por Cándido López, tan sobrio como siempre. De nuevo Cayetano Mejía y luego Isidoro Sánchez que se adentraron en el proceso de los preparativos, Chicho in memoriam, que cristalizaba precisamente allí, donde arrancaba, por cierto, el compromiso de una cita anual, cada 1 de abril en torno a Chicho.

Quinegua entre amigos, Los soles del Paraguay, Chago Melián (que improvisó algunas estrofas con el nombre del homenajeado), Trío Ucanca, el arpista José Luis León (que entusiasmó al público con un recorrido de interpretaciones inspiradas en varias películas), y hasta Arístides Galán, cantaron e hicieron más inolvidable al médico fallecido. Y el aire del bolero envolviéndolo casi todo.

Su trayectoria, por cierto, en el ejercicio de su profesión, en el deporte, en la música y en el alfombrismo, quedó sellada en un tomo que lleva por título Chicho y punto (Le Canarien), distribuido al final del emotivo acto. A él pertenece el siguiente texto, Chicho, ese otorrino, músico y deportista:

 

“Conocimos y tratamos lo justo a Pedro Eustaquio Chicho Pérez García, como para contrastar su pericia profesional (era médico otorrinolaringólogo), sus inclinaciones musicales, sus aficiones deportivas… y su talante, el de un hombre atento, bromista, desprendido y correcto al que conocía todo el mundo y al que todo el mundo correspondía a sus cualidades.

 

Una tarde desapacible dijo adiós, después de larga enfermedad a la que parecía poder vencer dado su grado de resistencia, el popular galeno villero que era hijo predilecto, si no recordamos mal, de la localidad de Padrón, municipio de La Coruña. De su provechosa estancia en Galicia se trajo ese título y la licenciatura en Medicina, cursada en Santiago de Compostela.

 

Hace unos meses, en efecto, compartiendo almuerzo con algunos de sus amigos en el Puerto de la Cruz,en las cercanías del muelle cuyos aires siempre apreciaba, las informaciones que llegaban eran desalentadoras. Hubo tiempo para las remembranzas que los presentes coleccionamos para deleite común, esas vivencias que siempre saben diferente cuando el final se intuye inminente. Pero Chicho se reafirmó y seguro que pudo seguir apreciando el sabor de la amistad y cultivando los valores que le distinguían.

 

Nos parece verle en algún partido con el Veteranos Orotava, junto a su primo Isidoro. Esa vena deportista de los Sánchez, la dinastía, es inagotable. Era asiduo del Municipal Los Cuartos, incluso antes de que sembraran el césped y a su lado contemplamos más de un partido del Trofeo Teide. Fue responsable más de veinte años de los servicios médicos de la U.D. Orotava. Pero intervenía cada vez vez que era necesario en encuentros de cualquier categoría, incluso para atender a los lesionados visitantes. Y le recordamos, desde luego, animando como uno más de sus aficionados al San Isidro de baloncesto, su denominación de toda la vida, el club que presidió durante seis años.

 

Asistimos al nacimiento de Quinegua, un grupo musicovocal que se encargó de promover para dar rienda suelta al género del bolero. Nos regaló una de sus grabaciones como también cantara una noche memorable en la venta-guachinche de Genaro, en Santa Úrsula, donde villeros y ranilleros congeniaban y brindaban sin la más mínima reserva con tal de disfrutar. Era un excelente animador de este tipo de festejos.

 

Un día, hace más de una década, acudimos a su consulta, en La Orotava –también prestó servicios en la Seguridad Social del Puerto-, después de un episodio de epistaxis, ya casi a la desesperada después de que las hemorragias nasales nos persiguieran desde niño. Observó e hizo lo que tenía que hacer. Fue una intervención tan precisa que –lo confesamos- no he vuelto a sangrar desde entonces. “Doctor, te debo una”, nos despedimos. “Pero no me pagues en sangre”, replicó con ironía.

 

Así era Pedro Eustaquio, serio en su desempeño y sandunguero con su voz y su guitarra, cuando había que vivir la parranda y la esencia romera, “la fiesta más bonita que hay en Canarias”. Su amigo del alma, Juan Felipe Hernández González, le despedía ayer mismo con unas estrofas tituladas “El requinto y la guitarra”. Las dos primeras dicen:

 

 

La guitarra queda sola

ya no tiene compañero,

de su caja brotan lágrimas

que mojan el clavijero.

Las gotas de mi dolor

humedecen tu madero,

hoy se me ha ido el amigo

con quien tocaba ‘Bolero’.

 

Hasta siempre, doctor y amigo”…”

 

BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU

PROFESOR MERCANTIL