lunes, 12 de junio de 2023

LA BODEGA DE MARCELINO Y SUS FAMOSAS TORTILLAS


En el muro del FACEBOOK del amigo de la Villa de La Orotava JESÚS ROCÍO RAMOS, aparece un magnífico y extraordinario trabajo suyo que comparto con su permiso, adaptado por ÁNGELA PÉREZ ROCÍO, que se tituló “LA BODEGA DE MARCELINO Y SUS FAMOSAS TORTILLAS”: “…Recuerdo de adolescente la finca de los trazos. Estaba situada donde está hoy el colegio Ramón y Cajal.

Ignoro quienes eran sus dueños, pero sí sé quién estaban de medianeros en aquel tiempo, eran: Siña María y sus hijos Lola, Carmen, y Nicolas, y su nieto Jorge. No conocí a su marido, más tarde, estuvieron D. Juan Baez y su esposa D. Concha conocido como Juan el de los trazos. Al dejarla pusieron la célebre bodega el pozo a la entrada del monturrio; dicha finca tenía una gañanía que daba para la calle del Castaño (hoy Domingo Glez). En frente a la entrada a la calle Rosa de Ara formando esquina.

En aquel tiempo a la izquierda con la albardería de Quintín, y a la derecha con la panadería de Miguel Nieto. Más tarde compró esa gañania D. Marcelino Correa y su señora Doña Gregoria, que vivían en la calle Calvo Sotelo (hoy Pescote) en medio de la casa de los conocidos como D. Luis el del paso y D. Felipe el de Duquesa, donde tenían un despacho de papas cuya casa se conserva hoy en día igual.

Al comprar esa gañanía la utilizó encerrando en grandes barricas el vino de su cosecha y otros que compraba el que vendía al mayor a otras bodegas. Más tarde la fabricaron y montaron con gran éxito su negocio. Marcelino era un buen hombre agricultor no muy alto siempre con su sombrero y su voz chillona, y de un buen trato; se hizo muy famoso por sus vinos y

sus buenos armaderos entre ellos, las tortillas de tres pisos, buenísimas que yo más tarde llegué a comerlas con mis amigos; eran riquísimas, íbamos con frecuencia porque era un sitio agradable, el vino y la comida era buena y no se pasaban en el precio.

Como nota curiosa tenía plantada en el patio una parra y la fue subiendo a la azotea, haciendo un gran parral, me invitó a que subiera a verlo y les puedo asegurar que jamás había visto un parral tan precioso.

En verdad que me quede asombrado, se podían contar por cientos los hermosos racimos de más de dos kilos de uva blanca tipo forastera de Arafo. Se notaba el cuidado de Marcelino, él estaba tan orgulloso con el parral y sus uvas que no dejaba que nadie lo tocara.

Ignoro qué hacía con ellas, solo sé que al notar mi admiración y sabiendo que en mi casa tenía patio cuando ya estaban maduras apareció a mi casa con un racimo grande y con una vara de dicho parral ya pegado. Recuerdo en una botella que él mismo plantó en mi patio y lo trato el primer año y dio más de cien hermosos racimos.

Aún conservo el parral, pero para sombra lo han atendido otros pero no han acertado. Me gustaría si la familia tiene alguna foto y la pudiera mostrar, para demostrar que no exagero. Fui amigo de su hijo Tomás D.E.P. y lo sigo siendo de Marcelino al que hace tiempo que no nos vemos, al que le envió un saludo, y como siempre, sólo cuento mis vivencias, está vez de unos buenos vecinos y grandes amigos.

La foto de la casa donde vivían y tenían el negocio y como se puede apreciar sigue estando el parral y la otra foto es del parral que él sembró en el patio de mi casa…”

 

BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU

PROFESOR MERCANTIL

 

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