El
amigo de la Villa de La Orotava; JAVIER LIMA ESTÉVEZ Graduado
en Historia por la Universidad de La Laguna, remitió entonces (08/03/2019)
estas notas que tituló; “EL CARNAVAL PORTUENSE DURANTE EL SIGLO XIX EN LA OBRA DE
JOSÉ AGUSTÍN ÁLVAREZ RIXO”.
Publicado el día 9
de Marzo de 2019 en La Opinión de Tenerife: “…José
Agustín Álvarez Rixo (1796-1883) es el autor de una amplia producción
bibliográfica que nos sitúa a lo largo de diversas circunstancias durante los
siglos XVIII-XIX. Nació en El Puerto de la Cruz, vivió unos años en Lanzarote y
Madeira para asentarse en su ciudad natal de forma definitiva desde 1816. Anales del Puerto de la Cruz de La Orotava.
1701-1872, nos permite obtener un análisis ante múltiples detalles
relacionados con el pasado portuense desde diferentes perspectivas. A partir de
tal obra conocemos que durante uno de los días del Carnaval de 1810, sucedieron
toda una serie de sucesos que condena sin paliativos. Se trataba de altercados
por parte de la población del Puerto de la Cruz durante la noche contra algunos
franceses residentes en la localidad. El primero de los asesinatos sería contra
José Bressan, escribiente de la casa Cólogan. Por su parte, el segundo
asesinato sería contra Luis Beltrán Broual, maestro de primeras letras, latín y
música que vivió en una casa ubicada en la Plaza Parroquial, siendo asesinado a
pesar de que éste, “puesto de rodillas imploraba misericordia”. Con los
cadáveres, “cometieron mil vilezas, algunas tan indecentes que hay reparo en
escribirlas, arrastrándolos, mutilándolos, colgando al uno de ellos boca abajo
con parte de la ropa ya fuera, de los andamios de la popa de un barco, que
estaba construyendo en la Plaza del Charco; y hubo mujer que hasta lo mordió,
¡como si fuese una acción heroica!…” Nicolás, apodado “el carnicero”, continuó
capitaneando a una masa que cometió diversos actos en un núcleo que no había
experimentado tales alborotos en su historia.
Cuatro años después
apunta la celebración de la Piñata en la localidad, concretamente en la Plaza
Parroquial. Tal acontecimiento ocasionaría un importante alboroto que luego se
lograría mitigar.
En febrero de 1863,
describe como el Carnaval se inició de forma poco animada en el pueblo. Sin
embargo, conforme transcurrieron los días, el escenario fue diferente y el
mismo alcalde, consciente de la necesidad de modificar esa situación, salió con
una máscara a caballo, “guiando a unos 18 o 20 jinetes disfrazados ab libitum, corriendo por las
calles”. El día 22 del mismo mes volvería a repetir la escena, “disponiendo que
se tocasen tambores y se enmascarase la gente, cual si fuere otro domingo de
carnestolendas”. Álvarez Rixo, consideraría que cada cual es libre de
interpretar el modo en el que se debe invertir el dinero, pero que, en su
opinión, debe ser destinado para otras cosas más “útiles y duraderas”.
En el año 1866,
anota que el Carnaval se celebró bajo el contexto de un tiempo fresco,
destacando la presencia de dos bailes en el casino, costeados por parte de la
gente más acomodada, mientras que otro baile sería organizado en el ex convento
de monjas a cargo de los artesanos.
No duda en afirmar
como el año de 1869, en concreto el Lunes del Carnaval, un coche salió por las
calles portando un retrato del Diputado a Cortes, Feliciano Pérez Zamora. Como
curiosidad apunta que el miércoles de ceniza de ese año perdió por primera vez
la seriedad propia del día, “yendo algunos individuos de huelga en un carro a
enterrar la sardina, al uso de Madrid, precedidos de hachos de tea, dando
alaridos, sin que nadie les chistase. Uno de los de tal diversión era el mismo
sacristán de la parroquia y el organista, éste último también 1º. Regidor del
Nuevo Ayuntamiento republicano”. Tan solo un año después, Álvarez Rixo recoge
como el desarrollo del Carnaval se disfrutó en un contexto marcado por una gran
fiesta, de tal forma que “algunas gentes de la Ranilla celebraron y holgaron
con una segunda piñata”.
Son, en definitiva,
toda una serie de acontecimientos que nos sitúan ante el desarrollo del
Carnaval en la ciudad turística del Puerto de la Cruz a lo largo del siglo XIX
según las crónicas de José Agustín Álvarez Rixo…”
BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL
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