El amigo del Puerto de
la Cruz; AGUSTÍN ARMAS HERNÁNDEZ, remitió entonces (08/12/2018) estas notas y
fotos que tituló: “LA LLEGADA DE LA CONGREGACIÓN DEL CORAZÓN
DE MARÍA AL PUERTO DE LA CRUZ Y EL POEMA A ESTA CIUDAD DEL PADRE DE LA
VEGA”:
“…Fundar una nueva congregación de misioneros, bullía en la mente de
varios religiosos catalanes. Y, así fue que, en el año 1849, vio por primera
vez la luz esa tan ansiada organización religiosa.
Se
fundó en la ciudad catalana de Vich. Y, llevaría por nombre: “Hijos
del Sagrado Corazón de María”. El alma de esta fundación religiosa fue el Padre
Antonio María Claret, y, con Espíritu de Dios y tesón de sus componentes, se
extendería por varios pueblos y ciudades del mundo.
La
idea era esa precisamente, propagarse, para de esa forma llevar la
palabra de Cristo a todas las almas, rescatarlas del pecado y de la
muerte, ofreciéndoselas a Dios, que es verdad y vida.
En
la segunda década del siglo XX, esos misioneros del Corazón de
María, se establecieron en el, aquel entonces, recoleto y pintoresco
pueblito llamado Puerto de la Cruz. (Antes Puerto de Orotava). Concretamente,
el 5 de Mayo de 1918. Siendo su primer superior, el R. P. Antolin
S. Fernández Martínez de Azagra (uno de los oradores más elocuentes
que han pasado por Canarias, versado en temas sagrados).
Con
el padre Martínez se incorporaron a esta misión portuense, un pequeño grupo de
entusiastas religiosos ansiosos de enseñar y propagar el bien y lo bueno a
todos los niños y mayores del Puerto de la Cruz; creyentes, o no.
Mas
tarde se agregaron, a los ya existentes, otros nuevos hermanos misioneros que
aumentaron las posibilidades misioneras y, también, la de los alumnos que
recibían clases en ese centro religioso.
Recordemos
algunos nombres de estos hermanos religiosos del Sagrado Corazón de María que
pasaron por el Puerto de la Cruz haciendo el bien, senbrando la semilla del
saber y, mostrándonos, el único camino que conduce a la
verdadera vida, la Eterna y, que, según mi amigo Melecio Hernández Pérez
(escritor e historiador), "aunque hayan transcurrido muchos años, aún
viven en la memoria colectiva de nuestro pueblo".
Veámoslo:
Esteban Belascoaín, Ignacio Muro, Ceferino, Eugenio, Cipriano Sanmatín.
Anbtonio Ibáñez, Fidel Dartilán, De la Vega y otros. Pero, es al R. P.
Octaciano de la Vega, (uno de los escritores y poeta del grupo de monjes que
vinieron al Puerto de la Cruz), al que quiero traer a este, mi
humilde, escrito por ser el autor de uno de los poemas más banitos, (junto a
otro que escribió D. Luis Gálvez Monrreal), que se han dedicado a la hoy
Ciudad Turistica de Canarias, y, de seguro, excepto las personas
mayores, no lo han leido ni oido los más jóvenes, ni si quera en
los colegios.
Recordémoslo
y deleitémonos leyéndolo en su to talidad:
“AL PURTO DE LA CRUZ”
El
Valle duerme entre brumas,
la
niebla en los montes flota,
y,
como blanca gaviota,
el
aire seca sus plumas.
De
entre las bravas espumas
del
mar, radiante la luz,
surge
el Puerto de la Cruz,
ostentando
el atavío
de
su blanco caserío,
como
un cortijo andaluz.
Pueblo
de emociones hondas,
se
adelanta mar adentro,
como
saliendo al encuentro
de
las encrespadas hondas.
Arrullado
por las frondas
y
las brisas, se estremece,
y
desde lejos parece
una
góndola de flores
que
entre luces y colores
sobre
la espuma se mece.
El
Valle de La Orotava
se
dilata ante su vista,
como
el sueño de un artista
desde
Izaña a Punta Brava.
El
Teide, de hirviente lava,
se
dibuja en el confín,
y
la rosa y el jazmín,
que
bordan su platanera,
hacen
en la primavera
de
todo el Puerto un jardín.
Jardín
que, para invernar,
cierra
su escaso horizonte
entre
la nieve del monte
y
entre la espuma del mar.
Las
nubes, al resbalar
sobre
su atmósfera rosa,
son
cual guedejas de gasa
que
en sus nocturnas salidas,
dejan
la Luna prendida
por
los montes donde pasa.
Y
aunque la bruma sombría,
como
pesada techumbre,
se
extiende desde la cumbre
hasta
la costa bravía,
y
en la fosca lejanía
no
luzca su tornasol
ni
el iris ni el arrebol
logre
disipar las nieblas
a
través de las tinieblas...
en
el Puerto siempre hay sol.
Siempre
hay sol, y por la calma
de
su atmósfera radiante,
es
un bálsamo sedante
para
el cuerpo y para el alma.
Toda
enfermedad se calma
en
este clima ideal...
que
Dios, por gracia especial,
dejó
en el Puerto escondido,
casi
un rincón del perdido,
Paraíso
Terrenal.
Autor:
R. P. Octaciona de la Vega:
Posdata: Apuntes
tomados de un artículo de Melecio Hernándes Pérez, publicado en
las páginas 37/49 de la Revista Ciencias y Humanidades del I.E.H.C. Nº
2/Julio-Diciembre.2000 …”
BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL
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