viernes, 8 de junio de 2018

ANTONIO PLATERO “GUARDAMENTA” RECONOCIDO, EN EL C.D REALEJO, C.D PUERTO CRUZ Y C.D TENERIFE Y OTROS


Fotografía: Antonio Platero defendiendo la portería del CD. Tenerife, temporada 1961 - 1962.

Mi amigo de La Vera; Villa de La Orotava – Puerto de la Cruz: JOSÉ PERAZA HERNÁNDEZ remitió entonces (08/06/2018) estas notas y foto, que tituló; “ANTONIO PLATERO “GUARDAMENTA” RECONOCIDO, EN EL C.D REALEJO, C.D PUERTO CRUZ Y C.D TENERIFE Y OTROS”: “…Cuando se nos va, un amigo, vecino, un conocido, o un allegado, es raro que digamos, que era mala persona, e incluso, decimos, que era algo rarito. Siempre, he oído, decir que bueno era, una gran persona, todo son halagos.
Pues en el caso que me ocupo hoy, tengo que decir que los halagos son muy bien merecidos, hablo como amigo, vecinos, ya que es una persona muy atenta, en todo momento. Pero, hoy quiero halagarlo, como guardameta, como ex portero, fue una maravilla, aquí, el sí reconoció, los halagos como los millones de aplausos, en cada partido, desde que salía al terreno, y así hasta el final del encuentro.
Desde niño, me cuenta que era muy bueno jugando a la pelota, por lo que ha nacido desde la cuna, con él sueños.
En todos sus años defendiendo los colores allá donde ha estado, se ha escrito muchos ríos de tinta, sobre papel, sobre las máquinas de las prensas.
José Antonio Hernández González, más conocido como Antonio Platero. El platero ha sido conocido como platero en el campo como en la calle.
Hay que decir que lo que él fue, no le vino del cielo, él se ha entregado con cuerpo y alma, y hay que recodar, que ha tenido un buen maestro, como fue el amigo Sedomir, otro hombre, que se dejo media vida, para defender los colores realejero. Aún que hay que decir que antes de entrenador fue portero.
Donde quiera que nuestro amigo Antonio a estado ha sido una seguridad en fútbol, allí donde ha estado, como en el mismo Realejo, Puerto Cruz, como en el Club Deportivo Tenerife. Ha dejado historia en categoría nacional. Hace unos días, que salió un artículo por Juan Galarza, con fecha de 25 de mayo del presente año 2018. Que habla paso a pasa, su recorrido, por lo que, con el permiso, y con todos los respetos, añado esa interésate escritura que hace con referencia a nuestro amigo Antonio el “PLATERO”, donde doy paso a su historia, la que dice así:
Originario de Los Realejos, donde defendió los colores de su equipo representativo, Platero dio el salto al Tenerife en el curso del estreno en Primera División, en el mes de enero de 1962, cuando ya se había disputado más de media vuelta de la competición. Las exigencias del servicio militar apartaron a Ñito de la titularidad, de manera precipitada, tras once partidos jugados, y el club tuvo que buscar refuerzos por la vía de urgencia. La coyuntura de que el segundo portero, Cuco, pudiera sufrir una lesión, precipitó la tarea, eligiéndose a dos guardametas de la Isla: el canterano Cándido, del filial Tenerife Aficionado, y el mencionado Platero.
Tras iniciarse en el juvenil San Agustín, Platero había completado con el Realejos cuatro campañas en Primera regional, la última de ellas con Justo Gilberto, que meses antes accedió también al Tenerife, para orgullo de los aficionados norteños.
En coincidencia con su llegada al Heliodoro Rodríguez López, el corresponsal del semanario “Aire Libre” en la zona norte, Salvador Pérez, que firmaba con el seudónimo Paladín, definía sus cualidades: “Buena estampa física, cosa siempre necesaria, principalmente para los balones altos. Agilidad felina. Le hemos visto paradas escalofriantes por esta virtud. Reflejos rápidos y certeros. Todo unido a buena colocación y blocaje”.
A falta de cuatro jornadas para el cierre, el Tenerife estaba virtualmente descendido. Tocaba recibir al Racing santanderino, un rival directo, y solo valía el triunfo. Pero el marcador no se movió, para gloria del visitante, que canjeó el empate por un punto salvador. Encima, Cuco tuvo que retirarse antes del descanso, lesionado en un hombro. Aunque su relevo fue Cándido, Enrique Rabassa decidió que Platero disfrutase también de la dicha del estreno en Primera, en la fecha de despedida de la categoría, ante el Osasuna, en el estadio santacrucero.    
Se impuso el Tenerife (3-1) y el guardameta salió airoso del lance, “con un par de intervenciones de mérito, muy aplaudidas, y algunos golpes de fortuna”, según refieren las crónicas. Entrevistado después del partido, Platero confesaba que se había sentido tranquilo, ayudado por su propio temperamento. De hecho, el técnico catalán siguió contando con sus servicios en el torneo de Copa, donde debía enfrentarse al Real Oviedo, en octavos de final, tras apear al Atlético Baleares.
La ida se jugó en casa y no pudo salir mejor: ganó el Tenerife con claridad (3-0) y Platero apenas tuvo que intervenir. Nada que ver con lo sucedido en Asturias solo tres días más tarde, cuando el cuadro carbayón asedió materialmente el marco defendido por el realejero, que cuajó una buena actuación, pese a los dos goles encajados. Se abría así la puerta de los cuartos de final, ante el Sevilla, que había acabado sexto en la Liga.
Con cuatro bajas significativas (Valero, Ruiz Sosa, Achúcarro y Diéguez), el Sevilla vino con actitud reservona, fiando buena parte de su suerte a la vuelta en el Sánchez Pizjuán. El encuentro acabó en tablas (1-1) y Platero figuró entre los protagonistas mejor valorados. Pero Rabassa le devolvió la titularidad a Cuco, quizá por la experiencia que acumulaba, a sus 36 años, y temeroso de lo que apretaría el Sevilla en su feudo.
Un nuevo empate, esta vez sin goles, obligó a disputar un partido de desempate en territorio neutral. El escenario elegido fue el Metropolitano madrileño, donde el Sevilla (1-0) certificó el pase a semifinales. A la postre sería subcampeón, solo superado por el Real Madrid.
Tras las cuatro actuaciones referidas, Platero no volvió a alinearse con el Tenerife, en las dos temporadas siguientes. Concluida su etapa militar, Ñito se aferró a la titularidad e hizo suyo el marco blanquiazul, hasta su partida a Mestalla, en 1963. Entonces, paradojas de la vida, fue Platero quien tuvo que hacer la “mili”, permaneciendo un año en blanco. Al final de ese periodo, se desvinculó del Tenerife y regresó al Realejos, para fichar más adelante por el Puerto Cruz.
Bella crónica, que quedara en el recuerdo de todos los seguidos de nuestro amigo José Antonio Hernández González, que falleció el martes 22 de mayo, en esta Ciudad de La Laguna, a la edad de 77 años. Por este motivo, los jugadores blanquiazules portarán brazaletes negros en el partido que disputarán el domingo en Cádiz, guardándose además un minuto de silencio en su memoria. DEP…”

BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL

FIESTA DE LOS REMEDIOS ENCUENTRO ENTRE - TITULADOS Y NO TITULADOS


Fotografía: De pie de la izquierda a la derecha: Portero: Domingo León, Méneles, Miguel (el Practicante), Manolo, Mingolo, Juan Violan, José Antonio (Locutor), Eustaquio y Pérez. Agachado de izquierda a derecha: Paco, Agustín Febles, Pedro Soriano, Tino (Pachón), Pablo Montoro, Evadió y Daniel (El Bombona).

Mi amigo de La Vera; Villa de La Orotava – Puerto de la Cruz: JOSÉ PERAZA HERNÁNDEZ remitió entonces (08/06/2018) estas notas y foto, que tituló; “ANTONIO PLATERO “GUARDAMENTA” RECONOCIDO, EN EL C.D REALEJO, C.D PUERTO CRUZ Y C.D TENERIFE Y OTROS”: “…Corría el año 1968, donde estaba el programa de las fiestas de Nuestra Señora de Los Remedios, de Realejo Alto, entre los diversos eventos, estaba previsto un encuentro de fútbol, entre los equipos, Titulados y no Titulados, encuentro que se jugó en el mes de septiembre de 1968. En el estadio Los Príncipes, partido que fue comentado por José Antonio Mesas Yanes. Quien me cede la foto, y me dice los nombres por el orden, la que pondré a continuación.
Aquí, con estas líneas estamos comentando tiempo lejanos, que, al día de hoy, es historia, si en esa fecha no se hubiera sacado esa foto, no podías estar comentado esté momento, dejando fe, y recordando, a cada uno de estos jugados.
Nuestro amigo José Antonio Mesa Yanes, fue quien organizo este encuentro, y fue el comentarista del mismo.
A la fecha de hoy, tengo que decir que, si conocía a Daniel Luis Díaz Hernández, conocido como “El Bombona”, Quién no conocía a Luis, era muy buena persona, conocido en Los Realejo y fuera de él, ya que era taxista de éste mismo municipio. Sabía que era natural del barrio de La Vera, portuense. lo que no sabía que jugo en el C.D. Vera. en su tiempo. Por primera vez, lo veo con equipaje. Según me comentaron jugaba de defensa.
El encuentro fue jugado a las 5 de la tarde, donde hubo un resultado de TITULADOS ( 2 ) - NO TITULADOS ( 1 )…”

BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL

LA OROTAVA, POBRES Y RICOS


El amigo desde la infancia de la Villa de La Orotava; EVARISTO FUENTES MELIÁN “ESPECTADOR”, remitió entonces (08/06/2018) estas notas que tituló; " LA OROTAVA, POBRES Y RICOS": “…Recuerdo a Víctor Rodríguez --q.e.g.e. —sacerdote salesiano que, con  un muy crítico artículo en la prensa insular (‘Niños pobres en el Monte de La Orotava’, EL DÍA, 9 enero 1975, pag.3), tuvo los arrestos de decir verdades como puños (¿puños comunistas?), y colaboró en sacar de  la mendicidad  a aquellos niños de Los Altos, que por una propina ofrecían ramitos de flores ajadas al paso de los coches y guaguas (perdón, autocares) con turistas hacia  el  Teide.
Habitó entre nosotros, secularmente, un teatro utópico de operaciones, en el que el caciquismo más flagrante (unos pocos), actuaba sobre los criados/esclavos (una multitud). Pero al paso del tiempo, los caciques tradicionales, la aristocracia a veces falsa—sin sangre azul que llevarse al árbol genealógico--fue bajando sus humos al compás de un desarrollo popular palpable, evidente, que, valgan verdades, tuvo lugar en gran medida gracias al alza económica por el turismo de masas que nos empezó a llegar desde Europa.  
Si repasamos el desarrollo de la escolarización, Canarias, Andalucía y Extremadura (regiones más deprimidas) tuvieron en el llamado Libro Blanco (1971) de un ministro de Franco, Villar Palasí, un programa excepcional en calidad y cantidad--impensable hasta entonces en la Historia de España--de construcciones escolares. Entre 1972 y 1976 se fabricaron colegios públicos de EGB, en número de sesenta en la provincia de SCTF, con unos cuarenta mil nuevos puestos escolares. Más tarde, en 1980, otro programa similar sacó definitivamente del analfabetismo a los barrios y caseríos que aún carecían de escolarización propiamente dicha. El equipamiento en infraestructura (electricidad, agua a presión, sanidad, vivienda, escuela…) llegó también a los núcleos  marginales.
En La Lista,  el best sellers de Bosco González (pregonero de las Fiestas Mayores orotavenses de este año) basa su argumento en  una especie de asesinatos en serie, en los que muere hasta el apuntador. Sucesos  similares pasaron en toda España. Miguel Delibes lo dejó bien claro en su apabullante, escalofriante historia extremeña novelada, llevada al cine por Mario Camus: ‘Los Santos Inocentes’…”

BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL

martes, 5 de junio de 2018

SOBRE TODO, DE AQUÍ


El amigo de la Villa de La Orotava: BOSCO GONZÁLEZ remitió entonces (05/06/2018) a través del gabinete de prensa del Excelentísimo Ayuntamiento de la Villa de La Orotava, estas notas correspondientes al Pregón de LAS FIESTAS MAYORES DE LA VILLA DE LA OROTAVA 2018, que tituló; “SOBRE TODO, DE AQUÍ”: “…Hay dos recuerdos, grabados en mi memoria como si se tratara de experiencias trascendentales que, allá donde esté, me traen al presente el tiempo primero de mi vida; y son aromas ambos. Uno es el del brezo despiezado que junta las alfombras de flores convirtiéndolas en un solo tapiz y que, de niño, se metía en mis pequeñas sandalias cuando, el jueves de Corpus, hacía junto a mis padres y hermanos el recorrido vegetal, horas antes de la procesión del Santísimo. Yo decía a mi madre “mami, pincha”, porque mis pies aún no tenían la piel curtida y las ramitas convertían el paseo en un pequeño calvario. Pero, a pesar de la incomodidad, no dejaba de admirarme al ver aquellos dibujos y formas coloridas plasmadas en el suelo por las manos artistas de gente igual de corriente que yo. Luego venía la sorpresa, al finalizar la mañana o la tarde, ante la iglesia de la Concepción al contemplar lo que me decían se llamaba “andas del Santísimo” y, de repente, un halo de misterio y curiosidad me invadía sembrando la inquietud que en años posteriores despertó en mí el interés y, me atrevo a decir, la necesidad del Evangelio.
El otro aroma es el que brotaba de la lata de galletas de palmo y medio de altura en la que llegaba a casa el gofio de millo tostado que nos enviaba mi abuela Carmen. “Vengan a buscar el gofito”, decía Can al teléfono – que así la llamábamos todos los nietos – cuando a mitad de semana daba el aviso de que el polvo mágico que nutría nuestros desayunos y alguna merienda estaba listo. Mi padre nos explicaba que el secreto de aquel color oscuro y del aroma singular se hallaba en el esmero que ponía mi abuela en el proceso de elaboración. Ella misma escogía el millo de las piñas recolectadas en su huerta y en el pedazo de tierra que llamaban “El Cercado”, allá, en las medianías y, con el mimo que volcaba en todos sus actos, preparaba el grano para llevarlo a su molino de confianza donde exigía un punto de tueste específico. ¡Era el gofio de Doña Carmen!, que siempre echaré de menos.
Ambos aromas representan para mí –permítaseme expresarlo así– un punto de partida existencial que, de algún modo, inspiró mi vida. Los años, las idas y venidas, los procesos, las crisis, el estudio y las experiencias, me llevaron a preguntarme un día por qué había nacido en La Orotava y, por sorprendente que parezca, por qué continuaba viviendo en ella. Me di cuenta entonces de que algo debía de haber, alguna especie de embrujo o apego ancestral que en algún momento llegué incluso a considerar condena.
Lo observaba también en la historia familiar: muchos parientes emigraron a la gran América Latina en busca de mejores venturas y, aunque algunos quedaron allá, muchos volvieron. A medida que conocía las historias de los retornados empecé a preguntarme a qué volvía esa gente si tanta prosperidad les había dado el continente hermano. Por eso, en los primeros años de juventud, nació en mí la necesidad de saber qué tenía durante esas décadas pasadas este punto del mapa que hacía que tan pocas personas se movieran de aquí. Ya habían despertado en mí las letras. De hecho, escribí mi primera poesía con doce años y resulta que estaba dedicada a La Orotava. Recuerdo leerla a mi madre y a alguno de mis hermanos y sentir una enorme frustración al no recibir ningún tipo de eso que hoy se llama feedback que me animara, al menos, a seguir intentándolo. Fue años más tarde, con diecisiete, que, con la guía del salesiano Antonio Márquez Fernández, nacieron las imágenes poéticas, las palabras y la aspiración de hacer algo con ellas que fuera más allá de mí mismo. Así surgió mi primer poemario, cuyo título, por pudor, no voy a recordar aquí.
Hoy sé que ese fue el principio de un camino que me ha conducido a lo largo del tiempo por muchos y diversos paisajes creativos y que siempre ha estado irrigado por la sed de verdad y por la responsabilidad de brindar a los demás lo que a uno ha dado la vida.
Mientras me sumergía en el universo de las palabras crecía en mí el interés por conocer cuáles eran mis raíces y la necesidad de responder a esas dos preguntas: por qué nací en La Orotava y por qué seguía viviendo en ella. Así que decidí cambiar la perspectiva; es más, tomar cierta distancia para visualizar mejor el conjunto. Y, mientras buscaba dónde y cómo encajar en la sociedad de mi tiempo y de qué manera cumplir la expectativa impuesta de completar una formación universitaria, me perdí de la realidad - que se me hacía insoportable por muchas razones - y me refugié, cómo no, en las palabras. En ese tiempo, sin darme cuenta, fue ampliándose aquel anhelo juvenil de respuesta y comenzaron a brotar en mi memoria conversaciones, murmuraciones, leyendas y dichos que había escuchado a mi alrededor con la más absoluta inconsciencia desde los primeros años de mi existencia.
Todas esas voces componían una suerte de historia no escrita de la Villa de La Orotava que yo, además, también sin darme cuenta, venía alimentando yendo, casi cotidianamente, en busca de su pasado de las más diversas maneras: observando con minuciosidad los adoquines y cómo su desgaste evoca esplendor, decadencia y resurgimiento; asomándome a los patios lustrosos e imaginándome la vida colmada y distante que fue en su interior; respirando el incienso en las naves de los templos como un narcótico santificado que lleva a ver lo que no se ve; prestando el oído a los personajes señalados por la risa común, siempre en busca de lo que ninguno hemos sabido darles; contemplando atardeceres de verano desde lo alto de la Plaza de la Constitución, extasiado por la calidez de la luz única que alcanza ese punto a las siete de la tarde,… Un día comprendí que existía una Orotava que había sido, otra que era y otra más que nacía a cada instante con vocación de novedad.
No fue fácil encontrar el centro de mi vida, pero di con él. La Filosofía abrió mi mente; descubrí a través de ella capacidades que creía ajenas y, mientras desestructuraba mi mente liberándola de la carga de pasado que le había dado forma sin mi permiso, empecé a cantar y continué escribiendo.
Vinieron los reconocimientos en las letras y en la música y un día me sorprendí viéndome de vuelta de Murcia embriagado de orgullo por “traerme a La Orotava” un prestigioso premio nacional de canción, como si todos los villeros lo hubieran recibido conmigo. “Ni que debieras algo a la Villa”, pensé, pero no podía evitarlo. Eran los años, para mí, de la apertura, del descubrimiento que, aunque con retraso, me alcanzaba con una energía fresca y nunca imaginada.
A pesar de que el mundo se desplegaba ante mí a través de la cultura y el pensamiento, invitándome a mirar lejos del lugar en que nací y de mí mismo, aquellas dos preguntas continuaban apareciendo como entidades fantasmales con amenaza de anclaje eterno en el inmovilismo y la costumbre o, quizás, como luciérnagas alumbradoras de una noche necesaria que empujaría un amanecer distinto. Se me desencadenó la lucha por ese más allá de todo que me obligaba a la renuncia; digo más, al rechazo de cuanto había sido y conocido. El hambre de futuro me exigía despreciar el pasado y toda conducta particular y colectiva que me detuviera en la caducidad de los hábitos, porque eso puede dar de sí la tradición cuando el sentido original queda subordinado a la mera repetición del acto o el ritual.
El tiempo siguió pasando y, ante la necesidad de encontrar formas de sustento – porque no por licenciado come uno - intenté proyectos, abrí puertas y me curtí las manos lidiando con mil vicisitudes, luchando por lograr saltar la frontera del valle, correr hasta dejar atrás cuanto había llegado a ser y olvidarlo todo: la tierra, la casa, los rostros, los nombres, las fechas, las fiestas,… Todo. Hasta dejé de comer gofio, porque me evocaba la aspereza de mi infancia y, cuando el día de Corpus me veía en la necesidad de cruzar de un lado a otro la Villa, sorteando la marea de visitantes, y mis sandalias de adulto pisaban otro año más el oloroso brezo despiezado volviendo a pincharme la piel, revivía el infantil calvario de los primeros años y refunfuñaba con el deseo de que la jornada concluyera cuanto antes.
Un día, ya fuera de la Villa, sumido en proyectos que me tenían con un pie en Madrid y otro en mi apartamento del barrio de San Agustín del municipio de Los Realejos, escuché cantar al gran Facundo Cabral “No soy de aquí ni soy de allá”. Esas palabras debían ser mías y las reformulé en la sentencia “ni orotavense, ni canario, ni español, ni europeo; soy un ser humano y, como tal, de todas partes”.
Pero ocurre que la vida es sabia y provoca maravillas a través de los acontecimientos. El día de la romería de San Isidro del año dos mil siete, me encontraba bañándome en el sol de las Cañadas del Teide en el patio de uno de los privilegiados chalets que conforman el pequeño caserío de alta montaña ubicado en El Portillo y, como tengo la costumbre de imaginar posibilidades, observaba ese conjunto de construcciones preguntándome por qué no se había convertido a esas alturas en un enclave de uso público destinado al turismo, precisamente, de montaña que generara puestos de trabajo. Mientras lo hacía contemplaba la espectacularidad del entorno y, como me sigue ocurriendo, me dejaba atrapar por la sorpresa de esa cumbre viva que es el Parque Nacional del Teide. En un movimiento inconsciente mis ojos fueron a dar a la montaña del Cerrillar. Me dije, “ahí arriba está el llano de Maja. Mira que he pateado este suelo y, sin embargo, nunca he visto el famoso bucio del que tanto me hablaba mi padre y en cuyo fondo afirmaba haber visto restos humanos de cuando la guerra civil en sus años de montañero”.
Entonces sucedió algo asombroso: vinieron a mí, desde las profundidades de mi memoria, aquellas conversaciones, murmuraciones, leyendas e historias oídas de mis mayores, solo contadas en la intimidad de los hogares, que, sin embargo, eran las voces sueltas de una versión del pasado hasta ese momento condenada al olvido sempiterno. Fui en busca de papel y de algo para poder escribir. Solo encontré en el coche varios carteles anunciadores de una cena de baile de magos suspendida en el último momento y un lápiz mordido por mi perro Pancho. Doblé y corté los carteles hasta convertirlos en una improvisada y rudimentaria libreta de notas y, como si el silencio hubiera dejado paso a un grito reprimido que me invadía hasta someterme en una especie de trance, escribí sin parar. Horas después tenía ante mí la estructura y los personajes de mi novela La Lista. Supe que acababa de empezar un nuevo tiempo en mi vida. Meses más tarde me encontraba totalmente dedicado a la investigación y la escritura del texto, que nunca sentí mío, sino de todas las personas que, posteriormente, tras su lectura perderían el miedo y encontrarían, por fin, palabras para expresar tanto dolor contenido.
Desde aquel día de romería supe que La Lista volaría alto y así ha sido: pasó los complicados filtros de las editoriales sólidas del sector y hoy, tras dos ediciones y a las puertas de una tercera edición, se encuentra traducida al alemán y en proceso de edición en dicho país. Pero yo, más que su autor, me he considerado y me consideraré siempre un sencillo observador que recibió una historia, porque fue la historia por contar la que me eligió a mí. Así que, al tiempo que afirmaba “soy de todas partes” la vida ponía en mis manos la difícil tarea de dar voz a los seres humanos olvidados de mi pueblo que, como los “nadie” de Eduardo Galeano, quedaron atrapados en el olvido por causa del miedo. En los años posteriores a la publicación del texto conocí historias aún más cruentas de las descritas en el relato; incluso he llegado a ser interpelado por hijos e hijas de víctimas de aquella época que con gran emoción me han preguntado “tú cómo has sabido eso”. Estas experiencias me enseñaron que las obras, para ser tales, deben inspirar y que quienes las escribimos solo somos intermediarios, puentes que conectan realidades, ensambladores de retales de vidas y hechos ajenos, pero nada más.
Con La Lista asumí un compromiso personal con la palabra, pero la palabra viva, la que conmueve y transforma, la que traspasa barreras y trasciende todos los límites imaginados; la palabra que toca dentro y te recuerda que eres una pieza fundamental de la vida. Pero, además, con La Lista descubrí una Orotava oscura, cautiva en la inercia del tiempo, subyugada, martirizada por la terrible genética que dieron de sí siglos de vasallaje; descubrí una Orotava déspota, cruel, retrógrada y violenta; pero también un Orotava humana, sencilla, trabajadora, resistente, dispuesta para la lucha; una Orotava digna palpitando en el corazón del pueblo común que no renunció a la aspiración de hallar su sitio en la historia y que hoy es presente sólido y ejemplar. ¿Qué iba hacer ante la evidencia de sentirme orgulloso de mi pueblo? Comprometerme. De pronto aquellas preguntas: por qué nací en La Orotava y por qué seguía viviendo en La Orotava, parecían tener respuesta. Entonces, aunque mi casa no estuviera siempre dentro de los límites del municipio y a pesar de que seguía afirmando “yo soy de todas partes”, mi espíritu inició el retorno a la Villa de la que, en el fondo, ahora sé que nunca me fui.
Mucho ha sucedido desde entonces y, desde el compromiso – porque aquí estoy para lo que se ofrezca -, y convencido de que los lugares no son nada sin sus gentes, contemplo una Orotava distinta que, con los fantasmas del pasado triste exorcisados, me muestra incluso un semblante rebosante de humanidad que estoy, si me lo permiten, empeñado en poner en valor, porque lo merecemos y porque, como todo lo bueno, ya toca. Hay, por ello, una memoria aún más silenciada que pide rescate y reconocimiento, la de los verdaderos personajes ilustres que con sus manos, su esfuerzo y su honestidad sembraron, cada uno a su modo y desde su pequeña grandeza, la semilla que hoy es el árbol que somos: personas que desde la pobreza absoluta abandonaron durante siglos sus humildes hogares para servir en otros con mejor suerte, sufriendo penas, dolores y verdaderos dramas humanos mientras hacían posible con enorme y nunca reconocido esfuerzo el bienestar de generaciones de villeros y villeras que tuvieron la fortuna de no nacer en los extremos del municipio; miles de mujeres como mi madre, que entregaron su vida a unos hijos, a un marido, sometidas a las labores domésticas sin horarios ni remuneración, criando, alimentando, limpiando, trabajando sin descanso hasta la fatiga desde el silencio, la renuncia y la abnegación, víctimas del machismo que ahora parece asustar tanto y que pretendemos sacudirnos con prisa cambiando palabras, haciendo gestos y más de un aspaviento pero con la raíz aún bien hundida en la personalidad; personas como mis abuelas, Carmen y Arabia, que en sus sencillas ventas de comestibles llenaron estómagos vacíos, juntaron esfuerzo en los años de escasez para que al menos lo más necesario no faltara en las despensas y supieron ser ejemplos vivos de entrega y generosidad; como el salesiano Víctor Rodríguez Jiménez, construyendo valor para tantos seres humanos que hasta los albores de la democracia vivieron apartados e incluso despreciados en los Altos de la Villa; como Manuel Farrais, un genio brillante y de corazón noble que perdió la vida devorado por la inquina de quienes boicotearon su inmensa labor educativa; como quienes arriesgaron lo poco que tenían para levantar comercio y hacer que la economía comenzara por fin a ser plural: panaderos, reposteras, costureras, ferreteros,… Gente de bien que supo sumar y repartir; como el sacerdote Antonio Hernández, que después de construir en América edificios para el bien, regresó a la isla a continuar la agotadora tarea de hacerse cargo de los últimos y olvidados; como Doña Berta o Doña Mary, que se comprometieron con la ejemplaridad y el conocimiento en una época en que la mujer apenas podía asomar la cabeza,…
Todas estas personas, entre muchas otras, en su mayoría anónimas, conforman el elenco de los verdaderos personajes ilustres de la Villa de La Orotava y, como tales, merecen el recuerdo, el respeto y el reconocimiento popular e institucional, porque han sido y son gente de bien, gracias a la cual La Orotava de hoy es más de lo que nunca fue, por más que la historia nos hable de una época dorada donde paraban aquí las casas nobiliarias.
Hoy la Villa de la Orotava es una ciudad abierta al mundo que, en el espejo de la historia, puede mirarse a sí misma con serenidad y orgullo. El esfuerzo de tantas generaciones, la perseverancia de quienes supieron romper las cadenas del miedo y la generosidad de cuantos creyeron que las utopías nos mantienen en marcha y avanzando, han logrado desvestir la realidad de pompas y boatos, de herencias materiales y de preponderancia monumental, instándonos a redescubrirnos como pueblo, reconociendo, por fin, el verdadero patrimonio que debemos conservar, proteger y estimular: el talento. Amo a esta Orotava de talento manifiesto que todavía tiene por aprobar la asignatura del aplauso sincero, y eso es solo posible cuando el logro de uno lo hacemos nuestro porque somos de aquí. Construyamos, pues, el futuro con talento. Como todas las cosas buenas, ya toca.
Aquellos aromas primeros continúan hoy vigentes, tan vivos, tan genuinos y tan presentes como el primer día en que me alcanzaron. En este momento de mi propia historia en que, además, me veo bendecido por la presencia de un ser humano íntegro y sabio: mi esposa, que, como brillante estudiosa de la filosofía y el pensamiento budista, me recuerda hasta qué punto esa tradición milenaria centra la atención en la gratitud hacia los ancestros, siento la urgencia de dar las gracias a quienes fueron las gentes de la Villa, porque, igual que del canal lo que importa es el agua, ellas y ellos fueron el cimiento de lo que soy, de lo que somos. Por eso, ahora, cada vez que llega a mí el aroma a brezo o gofio, esté donde esté, me digo “huele a la Villa”.
¿Qué por qué nací en la Orotava y por qué vivo en la Orotava? Sencillamente, porque así debía ser. Quién me iba a decir a mí, después de tantas vivencias, que iba a encontrarme un día leyendo ante ustedes el pregón de las fiestas del Corpus Christi, San Isidro Labrador y Santa María de la Cabeza, que ya empiezan y espero que disfruten mucho. Pero aquí estoy, y estoy para lo que se ofrezca, porque sí, soy un ser un humano y, como tal, de todas partes, pero sobre todo de aquí.
Muchas gracias…”

BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL


lunes, 4 de junio de 2018

MEMORIAS DE LA PUTA MILI


“…Fotografías propiedad del amigo ZOILO LÓPEZ BONILLA,  referente al Campamento de Hoya Fría. C.I.R. 15. Año 1968…”

El amigo de la Cuesta -  Puerto de la Cruz, actualmente residente en el Bajo Ampurdán-Cataluña; ZOILO LÓPEZ BONILLA, remitió entonces (04/06/2018), a través de su blog ZOILOLOBO – RETRODEZCAN, estas notas y fotos que tituló; “MEMORIAS DE LA PUTA MILI”: “…Aunque el servicio militar ya no es de carácter obligatorio, muchos jóvenes de hoy día deben saber que en el pasado sí que lo fue. Y lo deben saber porque a ningún abuelo se le escapa el hecho de recordárselo a sus nietos a través de las numerosas batallitas” vividas entonces en el seno de las distintas compañías de los muchos campamentos y cuarteles repartidos a lo largo de la geografía peninsular e insular española.
En Hoya Fría, en Tenerife, se establecía entonces el llamado CIR 15 (Centro de Instrucciones de Reclutas nº 15) desde donde después de pasar tres meses de instrucción reglamentaria en sus instalaciones, y finalmente jurar bandera, los reclutas serían luego destinados a los distintos cuerpos del Ejército repartidos por toda la isla: Ingenieros, Intendencia, Automóviles en La Cuesta, Infantería 49 en Los Rodeos, Artillería 93 en Santa Cruz (en la actualidad en Los Rodeos), etcétera.
Las fotos que hoy muestro en esta crónica dan una idea bastante aproximada de las condiciones de vida en un campamento de tales características donde, por ejemplo, carecíamos de agua caliente, habida cuenta del clima más o menos benigno que se disfrutaba en la isla.
Sin embargo, las duchas se hallaban al aire libre y se dormía en módulos de literas de tres pisos apiladas contra las paredes de las dependencias del barracón y en ausencia de taquillas, empleábamos el interior del petate para guardar nuestros enseres más imprescindibles: jabón, cepillo de dientes, ropa interior, etcétera. Hasta gofio y chorizos llegábamos a almacenar en tan reducido espacio.
En una de las fotos (La nº 6, de arriba abajo y de izquierda a derecha) puede apreciarse cómo todavía, aún en el año 1968, se conservaba para los primeros días de instrucción el popular mosquetón, sustituido algo más tarde por el llamado fusil de asalto CETME.
Algunas caras conocidas para muchos aparecen también aquí como testimonio de haber cumplido con el compromiso del servicio militar obligatorio. Es el caso de  José Antonio Peláez, del Puerto de la Cruz (foto nº 3, siempre de izquierda a derecha y de arriba abajo) o la de Paco Sicilia, antiguo y excelente jugador de balónmano, junto a su inseparable compañero Jesús Carballo, quien con más de sesenta años cumplidos se convertiría en campeón de España de triatlón en su categoría de veteranos (5ª foto).
Por último, me gustaría citar la presencia de mi íntimo amigo Alejandro Matilla, de Madrid, quien hace muy poco se trasladó hasta Cataluña, exclusivamente para hacerme una entrañable visita después de cuarenta años sin vernos.
Durante su servicio militar en Hoya Fría fue cabo primero de la 10ª compañía, capitaneada entonces por el conocidísimo Carlos Ramos Aspiroz quien, casualmente, fija su residencia actual en La Orotava y que se retiró con el grado de coronel (fotos nº 9 y nº 11)…”

BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL

domingo, 3 de junio de 2018

LA ROMERA MAYOR DE LA ROMERÍA DE SAN ISIDRO DEL AÑO 2018


Yo me visto de mago con alegría / y entono mis cantares como plegarias, / Porque de San Isidro La Romería / La fiesta más bonita que hay en Canarias.

MIRIAM JACINTO, Romera Mayor de Las Fiestas Mayores de La Villa de La Orotava 2018.
Elegida el sábado 02 de Junio del 2018, en la Sociedad Liceo de Taoro.
Su elección se produjo una vez más en el escenario típicamente decorado (fachada de la Hijuela del Jardín Botánico de la Villa) del salón de actos de la Sociedad de Liceo Taoro de la Villa de La Orotava.

BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL

UNA ENTREVISTA AL ALCALDE


El amigo de la Villa de La Orotava; JAVIER LIMA ESTÉVEZ. Graduado en Historia por la Universidad de la Laguna, remitió entonces (02/06/2018) estas notas que tituló “UNA ENTREVISTA AL ALCALDE”: “…El ejemplar de la revista Hespérides correspondiente al 29 de agosto de 1926, disponible para su consulta en Jable y el fondo hemerográfico de la ULL, publicaría una interesante entrevista del periodista Rafa al por entonces alcalde de la Villa de La Orotava, Cándido Pérez y Estrada. De su análisis podemos extraer numerosas cuestiones que permiten advertir las inquietudes, el trabajo y otros aspectos que afectaban a la Villa durante los años veinte del pasado siglo.
Inicia el alcalde su intervención respondiendo a diversas cuestiones relacionadas con características generales de la Villa. En primer lugar, analizaría algunos aspectos sobre la población, que por entonces llegaría a los 13.000 habitantes. Del clima enunciaría los beneficios del mismo, con una temperatura media anual de entre 17 y 18º. De los jardines del lugar destaca la Hijuela del Jardín Botánico, así como el espacio que perteneció a los Marqueses de la Quinta Roja. Enunciaría también la belleza y situación de las plazas públicas. En cuanto a las edificaciones representativas del municipio, el alcalde destaca la Casa Consistorial, lugar en el que se ubicaría el Juzgado de Primera Instancia, así como la Escuela Nacional graduada de niños del barrio de la Concepción; la Escuela Municipal nocturna de Dibujo, la Central del teléfono urbano y otras dependencias municipales. El Colegio de primera y segunda enseñanza, regentada por Hermanos de la Doctrina Cristiana, representaría un edificio de notable interés gracias a la labor de Nicandro González Borges. No dejaría de mencionar la importancia de los edificios religiosos a lo largo del término municipal, siendo representativos la iglesia de San Juan, San Agustín, Santo Domingo y la Concepción. De todos ellos destacaría esta última en atención a las características de su construcción y ante la consideración que tendría dentro del panorama nacional.
En cuanto a las construcciones destinadas a la población, la Villa ya tendría durante tal década oficina de Correos y Telégrafos, destacando que en la de telégrafos prestaría servicio un jefe, un oficial y personal subalterno, mientras que en la de Correos, se trataría de una oficina de cierta importancia con un oficial de cuerpo y subalternos. También en cuanto a su papel como cabeza de jurisdicción el lugar contaría con Juzgado de Primera Instancia y cárcel.
También posee dos estaciones telefónicas: la interurbana y urbana, así como la Compañía Telefónica Nacional. Sus sociedades son Centro Instructivo Obrero, el Casino de Orotava y el Liceo de Taoro.
De la Villa también destacaría un pequeño teatro, propiedad del municipio, anticipando la idea de construir uno conforme a planos del arquitecto Marrero Regalado.
Otro de los adelantos de la Villa sería el inicio de la construcción de un hogar para ancianos e inválidos en el trabajo, cuya obra sería costeada por la Sociedad “La Caridad” y otras personas mediante donativos en metálico al efecto.
Para la mejora moral y material de los pueblos se desarrollaría la creación de la Mancomunidad del Valle de Orotava, con sede en tal municipio a través de la “Cámara Agrícola Oficial de La Orotava”.
No dudaría en nombrar el Hospital, así como el Colegio para chicas regentado por las Hermanas de la Caridad, dirigido por Sor Leonor Monteverde.
En cuanto a otras edificaciones menciona el panteón o mausoleo erigido por la Marquesa de la Quinta Roja en memoria de su único hijo y los motivos que llevaron a la construcción de tal espacio.
El alcalde dejaría también algunos consejos o recomendaciones sobre rutas a desarrollar para conocer más y mejor La Orotava, tal y como llegaría a suceder respecto a sus impresiones sobre Aguamansa, el núcleo de Las Cañadas, entre otros espacios representativos.
En el apartado festivo no omite la fiesta de las flores que se celebra anualmente el día de la Octava del Corpus y las características únicas de las alfombras como tapiz natural que marcan el pueblo durante tal día.
Proyectos a trabajar también serían tema de asunto por parte del alcalde, que finaliza su intervención con múltiples ideas para mejorar la Villa y la calidad de vida de sus habitantes…”

BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL