lunes, 26 de septiembre de 2022

MARA

Folletos publicitarios que nos daban en los cines de La Orotava, anunciando próxima exhibición en las salas villeras, corresponde a una cinta rodada en Tenerife en el año 1958, custodiada en la Filmoteca Canaria, dirigida por Miguel Herrero.

No fue una gran película, pero me enfatizó la impresionante perfección como mujer de la actriz italiana Scilla Gabel (entonces un servidor era un niño con solo 7 años de edad), que lucía los conjuntos que se vendían en los primeros bazares hindúes de Santa Cruz. Y los entonces extraordinarios paisajes en color de la isla de Tenerife a finales de los años cincuenta.

Llama la atención el vehículo que se utilizó en la película un  “Metropolitan” descapotable matrícula  TF 11.195.  Modelos que presencié en muchas ocasiones en los suministros y lavados de coches que mi padre Juan Álvarez Díaz regentaba en la calle El Calvario, en lo bajo donde en la actualidad tengo mi vivienda habitual.

La película es una historia de amor y de rivalidad amorosa que tenía, además, como protagonistas;  Scilla Gabel, Mercedes Vecino, Jaime Avellán, Javier Loyola, Jorge Rigaud, Elisa Montés, Lina Canalejas, Sun de Sander, Lita Franquis y su conjunto de Danzas Típicas Canarias. Pero son los paisajes tienerfeños; los callaos de Las Teresitas, la recepción del gran Hotel  “Mencey”, el mirador de Vistabella, y sobre todo Las Cañadas del Teide donde se produce la escena de rivalidad amorosa final, un poco surrealista. Sin olvidar al Puerto de la Cruz, que en los Llanos de Martiánez,  entonces empezaba a sustituir el verdor de las plataneras y de los tarajales marinos por el célebre hormigón (el falso progreso, auspiciado por el famoso Boom Turístico).

 

BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU

PROFESOR MERCANTIL

 

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