jueves, 24 de junio de 2021

UNA CARTA PARA MI MADRE MARA


 

Mi sobrina MARÍA DEL MAR GONZÁLEZ DE CHAVES Y LARA desde Sevilla me remite una carta dotada de hermosura, cariño  y ternura para su querida y recordada madre MARA LARA BUZAN (mi cuñada), que nos dejó el 23 de Junio del 2019: “…De mi madre podríamos decir mil cosas, pero lo que sí debemos destacar es que ha sido una persona luchadora, y así lo demostró hasta sus últimos días, una persona con una capacidad de trabajo infinita, pero sobre todo una persona extremadamente generosa con los demás.  Alegre, extrovertida, enérgica, valiente, decidida y dispuesta a dar un buen consejo a quien se lo pidiera, excelente anfitriona con sus amistades y familia, muy buena cocinera y en los últimos años una buena costurera. ¡Qué trajes de flamenca más bonitos les hizo a sus nietas, y como disfrutaba al verlas con ellos puestos!!!

Vivió su vida de forma intensa, disfrutó de su infancia en su querido pueblo Paradas, con sus padres, su hermano, sus primos, sus amigos, su Chacha Mercedes y su Chacha Pepa, aunque pronto se iría a Sevilla, para seguir estudiando como alumna interna en el Colegio de Las Salesianas de San Vicente, siendo devota de María Auxiliadora y queriendo que sus hijos también estudiaran en un colegio salesiano.

Estudió Enfermería, y sentía verdadera vocación por su profesión, por su segunda planta de Neurocirugía del Hospital Virgen del Rocío, y posteriormente en Neurofisiología, vocación por sus compañeros y sus compañeras pero sobre todo vocación por sus enfermos, con los que se volcaba día a día, siendo siempre su debilidad los más desvalidos.

Pero su auténtica pasión éramos nosotros, su familia y amigos. Sois muchos los que os habéis acercado estos días a nosotros, diciéndonos lo

Importante que había sido mi madre en vuestra vida, muchos los que nos habéis dicho que aquel favor tan grande que os hizo nunca lo vais a olvidar, y eso es algo que nos llena el alma en estos momentos.

Tenía un amor infinito a su familia, a su hermano y a su cuñada a los que adoraba, a sus sobrinas y a nosotros, un amor infinito a mi padre, su compañero de vida, a sus hijos y a sus hijos políticos con los que estaba encantada, y un amor infinito a sus nietos. A sus cuatro nietos y a la nieta que si Dios quiere nacerá a finales de año y que de llamará Mara, y aunque no llegó a enterarse si finalmente sería niña, sí sabía que de ser así llevaría su nombre, y eso la llenaba de felicidad.

Tres semanas antes de fallecer le terminó una manta preciosa a sus nietas, que como ellas me han dicho, nunca la vamos a lavar porque la ha tocado la abuela.

Un día antes de que nos dejara seguía haciéndoles corazones y estrellas para decorar la habitación de Marta, Blanca, Carla y Álvaro.

Dos semanas antes de que nos dejara nos estaba encargando un jamón para mí hermano y otro para mí.

Porque ese fue el motor de su vida, dar, dar y dar, así se sentía plenamente feliz.

El inmenso amor que sentía por mi padre, nació una tarde que lo vio desde su ventana con su jersey amarillo, como a ella le gustaba contarnos.

No tardaron mucho en casarse, a mi padre aún le faltaban varios años para acabar la Carrera, pero no querían esperar más. En este último mes de su vida de nuevo nos volvía a contar lo bonita que había sido su boda. Con que cariño sus amigas y compañeras de piso le habían decorado la casa, como habían pedido macetas a todas las vecinas para formarle un paseíllo, como su amiga, o mejor dicho, como ellas se llamaban, su hermana Amalia, fue la que la había llevado en coche hasta la Iglesia, y como lloraba mi abuelo de emoción por su niña aquel día.

Y partir de ahí, construyeron su vida y nuestra vida, en Alicante, Benamejí, Carrión de Los Céspedes y finalmente se establecieron en Sevilla y disfrutaron mucho también de Chiclana.

En sus últimos días tanto mi hermano como yo fuimos testigos de este inmenso amor.

Mi madre tenía a su lado al mejor cuidador que nos podamos imaginar. Totalmente riguroso con los tratamientos, con una paciencia infinita y tratándola con un cariño y una ternura que conmovía a cualquiera que los viera.

No sé cuantos te quiero nos pudo regalar, y con eso nos quedamos, con su inmenso Amor y sabiendo que cuidará de todos nosotros, de sus amigos y de su familia, como siempre hizo, porque esa era la razón de su vida…”

 

BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU

PROFESOR MERCANTIL


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