Fotografía propiedad de la familia Domínguez Luís, publicada en el libro
"DESDE AQUEL ÁRBOL QUE SE MUEVE" distinción póstumo a Domingo
Domínguez Luis.
En ella vemos a Elsa Domínguez García (hija) levantando el puño derecho,
tal como prematuramente le enseñó su padre.
El amigo de la infancia en la calle el Calvario de la Villa de La Orotava
ISIDORO SÁNCHEZ GARCÍA remitió entonces (24/09/2011) estas notas que
tituló "EL BESO DE ELSA": "... Arriba
en el escenario una abigarrada mesa de cuatro personajes escribió el epílogo
del libro. Primero fue Mari Luz Illada quien contó la idea del libro que
se le había ocurrido, en la finca refugio de Mamio, en homenaje materno filial
a su sobrino Domingo. Luego fue el amigo Nicolás González Lemus quien detalló
los pormenores de la edición después de recorrer de manera emotiva sus
relaciones de amistad, política y cultural, con Domingo. Cecilia Domínguez, su
hermana, nos hizo llorar cuando comenzó su intervención recordando a mi hermano
Francisco, también fallecido, y refirió de manera brillante las incidencias más
llamativas de sus relaciones fraternales y el porqué de tantas cosas de la vida
de Domingo, en particular la importancia de la escritura a la hora de tender
puentes sobre los abismos y a seguir a pesar de todo, como bien pude leer
posteriormente en el prólogo-justificación que escribiera a la hora de decidir
los escritos de su hermano que mejor reflejaran su carácter, su manera de vivir
y sentir. Cerró la presentación Toño Mesa, amigo del alma de Domingo, quien
narró detalladamente su mundo particular de relaciones culturales con el
que fuera responsable del área de Cultura y Deportes del Ayuntamiento de La
Orotava en la etapa 1979-1983. Y como es habitual nos recordó en un audiovisual
familiar la historia de Domingo Domínguez Luis, al igual que en una magnífica
exposición de fotografías.
Fue entonces cuando saludé a viejos amigos, entre
otros a Paco Tovar, Julián Ayala, Marcos Guimerá, Antonio Santos, Ana María
Llarena, Salvador García, los hermanos Fuentes y a Jesús Hernández Acosta.
Obviamente a Charo, la viuda de Domingo, y a Elsa, su hija. A esta última hacía
años que no la veía. Me dio un beso que no olvidaré. El cariño que me
transmitió es difícil de olvidar. Por ello me he puesto a escribir estas líneas
para decirle que aunque su padre no pudo conocer a sus hijos, o sea a los
nietos, allá donde esté se sentirá orgulloso de todos ellos, de todos
Vds..."
BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL
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