Decía nuestro querido profesor; Alfonso
Trujillo Rodríguez, en su libro de investigación “SAN FRANCISCO DE LA OROTAVA”:
“…En cuanto al lugar donde se
encuentra, se halla adosado a la casa que lleva el número 21 de la calle de San Francisco, en un pequeño patio
que da: al huerto
trasero. Según crédito de los actuales usufructuarios del inmueble, esta
capillita se formó con elementos que estuvieron soterrados en la huerta
inmediata. Antes se había colocado en un pasillo externo y colateral de la
casa; hoy, adosado a ella, junto a la puerta de entrada. Tratase, según puede
observarse, de un altorrelieve -la cabeza, libro y manos casi de bulto redondo-,
esculpido en piedra, rematando el bloque una enorme concha, flanqueada en su
comienzo por dos volutas. Dicha concha hace las veces de aureola del santo.
Este ofrece las siguientes medidas: 107 centímetros de alto (de pies a
coronilla); contando la concha, 125 centímetros.
Este San Lorenzo
ofrece, en su rostro, una expresión ingenua, de candor o de inocencia o de
humildad. El borde de la tonsura está perfectamente señalado. El óvalo del
rostro queda inclinado hacia la derecha. Su cuerpo se nos muestra ligeramente
cargado de hombros. El libro “abierto” que sostiene con su mano izquierda
apoyándolo en el hombro correspondiente, nos habla de su rango eclesiástico de
santo diácono, al igual que la dalmática que le cubre revistiéndole; destaca en
ésta el arto alzacuello de motivos ornamentales geométricos, del cual pende el
cordón que lo cierra, rematado en su extremo inferior con una voluminosa borla.
La dalmática también ofrece motivos geométricos en su tercio inferior. Para las
llamas del incendio-, a poyándose sobre ellas a modo de cayado. Estas que nos
ofrece están construidas de cemento, ya que las originales, junto con numerosos
exvotos que poseía el santo -ofrenda de la devoción popular-, fueron
destruidas en los sucesos de 1931. No hay un documento que nos informe sobre esta obra.
Únicamente nos queda planteamos la pregunta de si formó parte del palacio de
los Benítez de Lugo o del convento de los frailes. Lo primero, por haberse
encontrado con el resto de los elementos que deducíamos pertenecer a dicha
mansión, y lo segundo, porque ciertamente parece más propia del monasterio que de una casa señorial. Tal vez
fuese adorno exterior de la fachada o quizá se hallase en los jardines que no
faltarían en el convento…”
BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL
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