!!A todos los
Profesores Mercantiles, sus estimados alumnos!
Esperando la
lluvia, en el incongruente invierno de 1995, aparece otra reseña triste,
entristecida porque nos comunican la despedida perentoria de un hombre
bienhechor, un maestro de maestros, un contable de contables, un profesor que
asentaba cátedra en la aptitud de la notación de manera ceñida en su
ilustración....
Evidentemente,
Don Arístides era el gran contable tinerfeño, el gran profesor del respetuoso
mausoleo colonial de la plaza santacrucera de Los Patos, un hombre que admiré
primero como alumno suyo, y más tarde como compañero de profesión, claro que a
él le debemos lo que somos, lo que sabemos y donde estamos. Precisamente a la
antigua y reverenciada Escuela de Comercio, fui a culminar mis estudios
humanísticos y científicos, después de deambular el bachillerato en los
salesianos de la Orotava. Allí llegué con el propósito de prepararme para
ser un copista en la predicción de las empresas y su economía simplemente
mercantilista, para el análisis de la ciencia indiscutiblemente esclarecedora,
que un ermitaño de origen Italiano llamado Luca Paciolo inventó por partida
doble. Allí conocí por primera vez a Don Arístides Ferrer García, que ante su
asombro me preguntó de dónde procedía, respondiéndole, que era de la
Villa, pero no de su Villa arafera, sino de la otra Villa Noble Leal situada al
otro lado de la cordillera dorsal, a donde los araferos iban a estudiar música,
caminando por esas maravillosas veredas de las cumbres prodigiosas. Don Arístides
me contesta de inmediato, - que donde estaba la guitarra de San Isidro-, porque
de La Orotava apreciaba la romería de Isidro, santo y patrón de los
madrileños, y concretamente en la Villa norteña disfrutó su juventud,
en muchísimas ocasiones disgustando el buen vino y las papas bonitas arrugadas
de la circunscripción.
Allí en el
anexo de la plaza de Los Patos, aprendí a contabilizar por partida doble bajo
el atisbo de Don Arístides, que con sus carismáticos enfados, -orígenes
de muchísimas anécdotas, que interpretaba solemnemente-. Nos hacía pensar en
las cosas buenas, y bien hechas, nos explicabas con punzón jovial, haciéndonos
presente en esos maravillosos parajes de donde emerge la economía en el mundo.
Sin embargo su pedagogía no era tan especificativa, pero si fructuosa, porque
su silueta de instruir era merecedora de nuestro aprendizaje, adiestrándonos en
las maravillosas experiencias mercantilistas que en breve íbamos a
deslumbrar.
Adiós Don
Arístides, con nosotros se queda tu ilustre señora , -una dama que conocemos
con el patronímico de Doña África-, que esto no sea un adiós triste como he
dicho en principio, sino que sea nostálgico, así lo afirma nuestro colega
Salgado “Soy Aristidof de Arafuria”, no veremos juntos con tus amigos; Tierno Galván
y Juan Rodríguez Doreste, dos grandes alcaldes de dos ciudades españolas, pero
ante quiero, que esté presente entre nosotros, Santa Cruz y Arafo merecen
rotular una calle con tu nombre. Arafo la que deslinda con las sedes de las dos
bandas de músicas, tus bandas, tu música, y Santa Cruz, la de la
Escuela de Comercio o tu última morada en nuestro colegio Oficial de
Titulares Mercantiles y Empresariales. Ahí está nuestra profesión, la de Vd. y
la de los futuros profesores que ahora son titulares en Ciencias de la
Empresa, porque con tu mirada, con tu percusora mirada, siempre poníamos las
cuentas claras.
BRUNO JUAN
ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR
MERCANTIL
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