MI amigo desde la infancia en la calle El Calvario de la Villa de La
Orotava; JUAN DEL CASTILLO Y LEÓN, remitió entonces (01/04/2015) estas notas
que tituló; “DON
EVARISTO, EL SALESIANO QUE DEJÓ HUELLA”.
Publicadas en el matutino tinerfeño
EL DÍA (Santa Cruz de Tenerife), 29 de marzo de 2015: “…Como
nos recordó el superior de los Salesianos, aquella noche, en el orotavense
templo de san Agustín, nuestro desaparecido era tan popular y querido que, en
el Valle, se yuxtaponían las dos palabras, se le llamaba donevaristo; al igual que mis paisanos dicen
donego o la Crusanta. Por
cierto, intervino en la misa un diácono de allí que con su coleta me recordaba
a Pablo Iglesias; sólo, físicamente, claro. En suma, que he sentido esta muerte
más que la un familiar. A los amigos los escoge uno, a la familia no. Quizá
fuera, junto al desaparecido don Antonio Márquez, poeta y humanista, el
salesiano con el que he tenido más cercanía. Evaristo fue mi profesor y
asistente, en 1º de bachillerato, corría 1952, el año de su primera estadía en
Canarias; director espiritual de mi madre, en su última enfermedad, en 1990; y
siempre un amigo de verdad, sin desencuentros entre nosotros ni mácula de
ninguna especie.
Evaristo Rodríguez Ferreiro nació en Rairiz
de Veiga (Orense), el 24 de marzo de 1934, en plena 2ª República. Típico
pueblito galaico, cercano a Cortegada de Baños, adonde acudo casi todos los
agostos acogido a la hospitalidad de mi
amigo el profesor José Luis Moralejo, en el pazo familiar. Era una comarca de
la que salieron muchos Hijos de don Bosco. Pronto noté que no ejercía de
gallego… Mis compañeros le recuerdan con 18 años, sin barba, lo que acentúaba
más su juventud; con una esforzada seriedad, como para imponer respeto. La
gente decía que tenía bastante parecido con un alumno, un tal Colacho, de la Cruz Santa también. Y
volvió a la Villa,
ya sacerdote, en 1960, en 1974 y en los primeros años de este siglo. También
pasó por el Colegio de La
Cuesta de Aguijón. Su madrina de Ordenación (Córdoba, 24 de
junio de 1960) fue la orotavense doña María Flores, una beata alta y bigotuda,
con ramalazo de hombruna. Volviendo al galleguiño, fue ecónomo de la Provincia Salesiana
de Córdoba. Y pregonero de las fiestas del Corpus, en 1998. En fin, el amigo
desaparecido gozaba de una mala salud de hierro. Estando en Córdoba, hace años,
se puso malísimo. Le curó el doctor Heliodoro Mogena – junto a nuestro paisano
Carlos Marina Fiol – la eminencia española en Digestivo, de entonces; trabajaba,
con don Carlos Jiménez Díaz, en la madrileña Clínica de la Concepción.
Vamos a poner algo de pimienta en estos
renglones tan cargados de lugares y fechas. Dije que el padre Evaristo – como
lo llamaba su Ilustrísima - no ejercía
de gallego. Por eso, fue grande mi sorpresa cuando, en la sentido homilía del
padre Granja, aseveró que cuando él, como superior, le preguntaba algo se
volvía gallego y contestaba con otra pregunta… En cualquier caso, no era un
gallego recalcitrante, a lo Pío Cabanillas. También contó el ameno orador
sagrado lo que le pasó al llegar a la
Isla y don Evaristo le llevó, en su coche desde Los Rodeos
hasta el Colegio. Conducía fatal, de manera casi temeraria y en cada
adelantamiento te jugabas la vida. En otras palabras, que al igual que yo, no
era ni un Fangio ni un Fittipaldi.
Tengo la inmensa satisfacción de haberlo
visitado en la sevillana Residencia don Ricardone el último verano. A pesar de
que lo encontré relajado, tuve el presentimiento de que se acercaba el día del
último viaje y estaba al partir la nave que nunca ha de tornar, para decirlo
con Antonio Machado. Pues falleció, de un derrame cerebral, en la capital de Andalucía el domingo pasado,
22 de marzo, faltando dos días para cumplir 81 años. El funeral se celebró al
día siguiente en la Basílica
de María Auxiliadora. Sus restos fueron trasladados a la Galicia natal por un
hermano y sobrinos allí presentes.
Lejos, a miles de kilómetros, a los dos
días, La Orotava
le despedía también y dignamente. El templo de san Agustín, de planta
basilical, como lo calificara Viera, estaba lleno hasta la bandera. Celebró la
misa el señor Obispo, don Bernardo Álvarez, flanqueado por los virtuosos
párrocos de La Concepción
y san Juan, don Óscar Guerra y don Pedro Jorge, respectivamente; y con otros
ocho curas del clero secular y regular. También pronunció una sentida plática
el Prelado de san Cristóbal de La Laguna. El
Ayuntamiento, por su parte, estuvo representado por el celoso alcabalero Dóniz
Dóniz y el brillante orador Narciso Pérez. Amenizó la función el coro de la Iglesia Matriz, dirigido por el
flamante licenciado en Historia del Arte, Joshua Rodríguez, “el pibe de la
sotana negra”, como lo llama, paternalmente, don Antonio Hernández, recordado
párroco, también presente. La coral puso broche de oro con el salesianísimo
“Rendidos a tus plantas…” Fueron
momentos de gran emoción y nostalgia para los innumerables antiguos alumnos, la
mayoría de pie, que estábamos esparcidos por aquellas amplias naves.
Entonces, en mi fantasía, me pareció ver a
don Evaristo, el salesiano que más huella ha dejado en el Valle de la Orotava, que desde el
Cielo - adonde había llegado desde la
mágica Sevilla; por cierto, en Ave para no tener que conducir y quedarse por el largo camino - sonreía socarronamente,
casi con maledicencia cardenalicia. ¡Esta vez sí que oficiaba de gallego en
plenitud!...”
BRUNO JUAN
ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR
MERCANTIL
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