Un
titulo para recordar el día de Reyes de la Villa de La Orotava, en el año 1962.
Precisamente en una casona que aún se conserva en la calle Verde (Nicandro González
Borges) de la Villa.
Eran
tiempos de nuestra infancia, las navidades se centraban en la llegada de los
Reyes Magos de Oriente, y en nuestra imaginación, aquí en este y entonces verde
Valle de La Orotava, mirábamos para la punta de la cordillera dorsal de la isla
tinerfeña, a ver si veíamos la estrella que conducía a los magos y nos llenaban
de ilusiones.
María
Esperanza Abréu Rodríguez (Peyaya, le llamábamos, 9 añitos), terminada la
entonces vacaciones navideñas, se incorporaba a su colegio, al Colegio de Las
Hermanas de la Caridad de San Vicente Paul, Colegio La Milagrosa, uniforme azul
marino, del puro estilo de marinero, marinera.
En
tiempo o en horas del almuerzo, subir a la recordada terraza, y disfrutar de la
ilusión que los Reyes depositaron en ella: La muñeca y su carrito. Unos
juguetes que eran ilusionantes, que se basaban en la realidad de aquella época,
en la que las familias se llenaban de hijos.
El
hogar familiar quedó ahí y aún sigue ahí, tras la muerte prematura de mi
querido tío Enrique Abréu González, dos años después, un 15 de junio del 1964,
con 47 años de edad.
La
muñeca y su carrito, quedó depositada en un simple rincón orotavense, y ahora
mi prima María Esperanza Abréu Rodríguez, después de cinco décadas vive y
disfruta de su esposo Pepe y de sus hijos, en la capital de España “Madrid”.
Sirvan
estas recordadas palabras de un sincero homenaje a mi única prima que tengo y
tuve por parte de mi familia materna, la que quiero y seguiré queriendo a por
la vida.
Que no
se me olvide, aquella clásica cámara fotográfica que tenía mi tía Esperanza
Rodríguez Fernández, siempre buscando el recuerdo que se nos quedó en el
horizonte de la vida.
BRUNO
JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR
MERCANTIL
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