Belín López Pérez, entusiasmada con mis textos
sobre la historia y la anécdota en el tiempo. Referentes a la Villa de La
Orotava, las lleva tan adentro que le llega a su alma.
Por
ello ha querido recordar su colegio, el colegio de su infancia y juventud. El
colegio que le ofreció el provecho como persona y sobre todo como mujer y
madre.
El
Colegio de La Milagrosa de las Hermanas de La Caridad, enclavado en el antiguo
camino de Los Cuartos, que una moja llamada Sor Soledad Cobián, donó al pueblo
de La Villa de La Orotava Orotava.
Sor Soledad Cobián de Roffinac nació en Pontevedra el 20 de octubre de
1880, ocupando el vigésimo lugar entre sus hermanos. De ilustre familia, uno de
sus hermanos, Eduardo, destacó en la vida política y llegó a ocupar la cartera
de Marina y Hacienda de 1903 a 1905.
Sor Soledad Cobián de Roffinac solicitó de sus superiores permiso para iniciar los
trámites de edificación de un Colegio de nueva planta en La Villa de La
Orotava. Gracias a sus esfuerzos y tesón pudo colocarse la primera piedra del
mismo el 15 de junio de 1930.
Los azares de la II República española y de la Guerra Civil, así como
el enorme aumento del presupuesto destinado para la construcción del edificio
fueron las causas de que Sor Soledad Cobián de Roffinac no pudiera ver terminadas totalmente las obras,
pues falleció en esta Villa el 25 de julio de 1939, siendo directora del
Centro.
Aparte de su entusiasmo, Sor Soledad Cobián de Roffinac donó parte de su fortuna
personal para la construcción del Colegio.
Hubo quienes consideraron que la ubicación de este edificio, fuera del
casco urbano, llegaría a ser un fracaso. Pero Sor Soledad Cobián de Roffinac, con visión de futuro
dijo; "Aquí llegará a estar el centro de La Orotava…”
Fue precisamente Sor Francisca Bobet de origen catalán, la que ostentó
el cargo de superiora de la comunidad al final de los cincuenta del siglo XX,
con su capacidad intelectual y pedagógica, la que adelantó el Colegio orotavense
en lo material como en la capacidad de docencia, con la dotación de profesores
titulados de muy alto nivel.
Corría el curso escolar
1957 – 1958, un servidor estudiaba primaria (párvulo) en el Colegio La
Milagrosa de las hermanas de la Caridad de San Vicente Paul de la Villa de La
Orotava. Era entonces un colegio simplemente y exclusivamente femenino, pero se
admitía el parvulario y la primaria mixto, separados en el aula en dos filas a la izquierda para niñas y dos
a la derecha para niños. En ese recordado colegio estudié el párvulo con Sor
Catalina de origen cubano y la primaria con la oriunda de San Juan de la Rambla
Sor Dolores Borges, así hasta la primera comunión que realizamos en el templo
de Santo Domingo de Guzmán de la Villa de La Orotava para luego incorporarnos
al colegio de frente San Isidro en el aula denominada “La Chica” con el recién
llegado sacerdote octogenario don Esteban del Corral Gajate, era director don
José Rodríguez González que había sustituido a son Pacifico Medina Sevillano.
La sorpresa me la llevé
un día en el recreo en el patio central del colegio de San Isidro, cuando
hablando todos los compañeros de la promoción, Juanito de la Guardia Romero nos
indicó que lo habían ascendido a la clase denominada “Media”, con el recordado
maestro civil don Santiago García, por qué los salesianos decían que estaba más
avanzado que el resto de la promoción.
Con el tiempo abandoné
la clase “Chica”, no sé el motivo, no me sale de la mente, quizá miedo de niño,
no lo sé, en muchas ocasiones salía corriendo detrás de mi pobre padre asustado
y con depresiones infantiles, por lo que mi progenitor optó por cambiarme de
centro y me colocó en el Colegio de San Fernando en la calle de San Francisco
de La Orotava anexo al Camposanto que regentaba el fallecido profesor
orotavense de gratos recuerdos; don Fernando Álvarez Arbelo.
Las efemérides con Sor
Catalina eran muy embrujadas, se trataba de una monja vetusta encargada de
tocar la campana que estaba en la terraza del patio interior del colegio de
entrada y salida de clases. La manoseaba de una forma tan apesadumbra que unas
veces nos ponía tristes y otras un poco alegres.
Con sor Dolores,
hacíamos veladas de niños, excursiones caminando hasta el popular Barrio
orotavense de la Florida (caminos de tierras y piedras con la merienda en la
cestilla), también visitábamos el Jardín Botánico, en esto sor Dolores se
adelantó a la ilustración, al siglo de la luces. Campeonato de fútbol en una
cancha de césped en el jardín del colegio, escribíamos la célebre caligrafía de
aquellos recordados cuadernos de dos rayas etc. Con esta impresionante mujer
tengo una anécdota; estaba compartiendo pupitre con el amigo y convecino
Fernando Zárate Salazar, él estaba sentado frente a mí, se me ocurrió empujarlo
con las dos piernas, tal fue mi fuerza que lo lancé contra la pizarra de la
pared. A primera vista me pilla sor Dolores y me deja arrestado como castigo.
Pero mi querido y recordado padre Juan Álvarez Díaz, acostumbraba a buscarme
todo los días al colegio, casi siempre me llevaba un regalito para regresar a
casa contento. Y siempre me esperaba en el muro del jardín por fuera del
colegio. Al ver que no bajaba, se encontró con mi prima hermana Centa Álvarez
Acosta que salía del colegio, le preguntó que donde estaba metido, que llevaba
tiempo en mi aguardo. Mi prima subió inmediatamente al aula de Sor Dolores, y
me ve que estaba arrestado, entra y le dice a Sor Dolores que su tío Juan está
esperando abajo por mi primo Bruno. Sor Dolores le contestó vete y dígale a su
tío que el niño está arrestado a mi orden. Tanto fue la sorpresa que a los
cincos minutos Sor Dolores me dice Brunito váyase que tu papá te espera en el
muro de a fuera. Salí como un cohete, pero enseguida pensé que Sor Dolores
respetó las providencias de mi progenitor.
Belín López Pérez, nació en La Laguna, pero desde los doce años que destinaron
laboralmente a su padre al Puerto de la
Cruz, vivió en la ciudad turística, concretamente en el famoso barrio portuense
El Durazno. También residenció durante un año en La Villa de La Orotava, en la
Avenida Emilio Luque Moreno.
Pertenece a la
promoción de las siguientes compañeras orotavenses; Laura González, Flora
Hernández, África Yánez, Coral, Lourdes Mesa, Pili Perdomo, Esperanza Quintero,
Macarrón, Conchita Estévez, y tantas, y tantas otras.
Actualmente está
jubilada del magisterio. Además es madre de dos niñas fantásticas.
Durante años fue
coordinadora del proyecto “El Teatro
Novelero”, con incursiones en el mundo de la poesía, recibiendo dos premios;
(el de la revista Oroval y el de la isla
de La Palma). Con dos libros publicados, uno de teatro infantil “Los Libros se
han vuelto locos” y otro una novela
costumbrista “Hilvanes de
Hermigua”.
Relata su vida colegial en el Colegio de La
Milagrosa, desde el comienzo siendo una niña hasta el curso 1971/72, ya una
adolecente, que comienza el último curso de bachillerato y su último año de
estancia en El Colegio, en una ciudad
pequeña y cotidiana.
Curso
en el que se dio por finalizada la antigua ley de Educación y se empezó a
aplicar la nueva ley, más conocida como de Villar Palasí, quedando
encuadrada entre dos sistemas
educativos.
La
situación en España presentaba entonces rasgos específicos porque a diferencia
de países como Francia, Alemania, Italia o Estados Unidos, que vivían
escenarios políticos democráticos, en nuestro país todavía dominaba la
dictadura instaurada tras el golpe militar y la guerra civil que derrocó al
gobierno de La República.
La
dictadura franquista quiso imponer un modelo de sociedad ante los porcentajes
de analfabetos del 17,1% de la población en la que la mayoría eran mujeres,
este porcentaje se redujo notablemente en un 5,7% en 1968, gracias a campañas
masivas de alfabetización. De cada 100 alumnos en el año 1967 accedían a la universidad
entre el 3% y el 5%.
El
Libro Blanco de la Educación, 1969, sirvió de base para la elaboración de la
Ley General de Educación de 1970.
Belín López Pérez nos
cuenta todas sus esencias vividas relacionadas con entornos: político, social,
económico y familiar de las alumnas. Aspectos religiosos. Papel de la mujer.
Las monjas. Los profesores, las alumnas. Etc.
Culminando
una síntesis por donde pasaron toda su generación de chicas de familias con
posibles y de la contagiosa clase media que se extendía por el país a una
velocidad trepidante.
BRUNO
JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR
MERCANTIL
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