miércoles, 12 de marzo de 2025

EL RECORDADO FIELATO

El amigo JAVIER ESTÉVEZ LIMA, Graduado en Historia por la Universidad de la Laguna remitió entonces (16/03/2020) esta fotografía, referente a los Fielatos de antaño, que estaban ubicados en las entradas a los pueblos y ciudades, para el  cobro de arbitrios municipales por las entradas de mercancías.

Colocados en los anexos de las carreteras de entradas a las ciudades por donde llegaban las mercancías foráneas desde la capital tinerfeña, en casetas construidas de madera y pintadas de verde.

Conocí el de la plaza de la Paz en el Calvario de la Villa de la Orotava, ubicado al lado del chorro y la cruz que perteneció a la destruida y primitiva ermita El Calvario para realizar la carretera del Pinito que enlazaba La Villa de La Orotava con Vilaflor a través de Las Cañadas.

Posteriormente se ubico en el lugar que conocemos por Las Cuevas. Recuerdo ver trabajar en ella a Juan Ramos padre de mi amigo y compañero del bachillerato en el Colegio de San Isidro; Juan Ramos Amaro y a Clemente Álvarez que después fue agente municipal, más tarde portero del hotel Florida donde se jubiló, pero antes tuvo un comercio en la calle Nicandro González Borges - Verde.

Muchos empresarios de la villa, entraban las mercancías en las madrugadas para escapar de los arbitrios. Para ello poseían salones en la Cuesta de la Villa como depósitos.

Conocí  el de Barranco de Larena. Y el del Barranco La Raya que separa los municipios de la Villa de La Orotava con la Villa de Los Realejos, entonces Realejo Alto.

Muchas fueron sus anecdotarios. Que me cuentan los amigos: Una muy simpática, la protagonizaron  un grupo de orotavenses, que fueron a echarse  unas perras de vino a Santa Úrsula y de vuelta venían con el automóvil lleno fuera de la norma de circulación. Para escapar de los agentes del Fielato, uno de ellos se puso en la cara una cabeza de un cochino, a pasar por el fielato, los agentes dijeron mira este que lleva la cara de un cerdo.

Don Federico Ríos párroco entonces de Icod el Alto y natural del Puerto de la Cruz. Un día se desplazó a la capital tinerfeña. En el trayecto le acompañaban varias féminas con cestas llenas de pollos y huevos para vender en la capital. A pasar por el fielato de la entrada a Santa Cruz de Tenerife, las señoras apuradas por que no tenían dinero para pagar. Alarmadas le pidieron clemencia celestial a don Federico su párroco. Don Federico acostumbrado a sus simpáticas características de humor que utilizaba en los celebres sermones de las fiestas populares, se lo pensó y le dijo a las señoras que le pusiera las mencionadas mercancías bajo su sotana. Cuando llegó el inspector, le preguntó a don Federico si tenía algo que declarar, irónicamente le contesta que debajo de la sotana, llevaba  unos huevos y unas pollitas. El inspector sin pensárselo y después del golpe sarcástico le da orden al conductor del vehículo que siguiera.

Así pues las recordadas casetas del Fielato, que prestaron servicios de ingresos a los municipios por entradas de mercancías, realizaron una labor de mucho valor y muchísimas anécdotas, que casi siempre quedaban en la nada.

 

BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU

PROFESOR MERCANTIL