domingo, 28 de abril de 2019

PUENTE CARRERA-CALVARIO EN LA OROTAVA



El amigo de la Villa de La Orotava desde la infancia; EVARISTO FUENTES MELIÁN “ESPECTADOR”, remitió entonces (29/04/2019) estas notas que tituló; “PUENTE CARRERA-CALVARIO EN LA OROTAVA”: “…Quizá no fuera necesario construir el Puente entre las calles Carrera y Calvario de La Orotava (años 1960-65 aproximadamente), demoliendo para su ejecución el edificio de la Juventud Católica  y la casa vivienda y carpintería anexa. Desde los años cincuenta, siglo XX, empezó a bullir la idea de construir este Puente. Pero no hacía falta. Se hubiera solucionado el problema (si es que lo había) agilizando la circulación de vehículos en la zona urbana circundante con aparcamientos, como los que más tarde se habilitaron.
En los años cincuenta, en localidades como La Orotava donde “nos conocemos todos”, solamente tenían coche privado algún terrateniente de la aristocracia, el notario, unos pocos empresarios de grandes almacenes  y algún profesional liberal. Conocí a un médico en concreto, que terminó su carrera en 1950 y se compró su primer coche cinco años después. Además de las guaguas encarnadas, también había una parada de taxis para la gente pudiente (en el vulgo: ‘gente rica’)  y otra de coches piratas que salían hacia Santa Cruz según se iban llenando.
Se procedió entonces a la construcción del Puente Carrera-Calvario, que resultó ser un mazacote de hormigón sin gracia ninguna, que deja amurallado cual muro de las lamentaciones el costado sur del olvidado callejón de Los Rosales, situado en cota inferior. Luego, paulatinamente, el Puente se fue mejorando con edificaciones en el costado sur, y se embelleció con una bonita baranda con artísticos macetones por el lado norte, desde donde se divisa una bella panorámica rematada por nuestro inmenso océano Atlántico; es la misma panorámica, por cierto, que se veía junto a los bancos de cemento para el sosiego de la clase proletaria, existentes en dicha plaza desde antes de hacer el Puente.
Epílogo.- Después de tantos años, volver a cuestionar la idoneidad de este Puente quizá parezca extemporáneo y anacrónico; pero estas líneas, queridos lectores, son sólo un bosquejo crítico. En principio, ese Puente fue un adefesio en medio de un barranco.
Como diría un mago: “Sin necesidad ninguna”…”

BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL

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