La Villa de la
Orotava formaba parte del menceyato de Bencomo, que tenía su habitación en unas
cuevas del Barranco del Pinito. La fundación de la Villa se remota a los
primeros tiempos de la colonización de Tenerife, y por la bondad de sus tierras
y la abundancia de agua, fue desde entonces un importante centro agrícola que
motivó el desarrollo de la ciudad. Debido a su emplazamiento, sus calles tienen
una pronunciada pendiente. Esta circunstancia le da al conjunto urbano un
aspecto sumamente pintoresco, Mientras por un lado se ven fachadas
superpuestas, por otro se divisa una larga teoría de tejados. Desde la parte
más alta llamada Villa de Arriba, se puede contemplar, de Norte a Sur, este
pintoresco desarrollo del caserío que acaba por apoyarse suavemente en el
desaparecido platanal. Encierra edificios de gran belleza arquitectónica, con
largas balconadas del mas puro estilo canario. Las viejas calles llevan como
río de silencio. Por algunas, en ocultas acequias, corre bulliciosa el agua. De
las altas tapias asoman enredaderas, árboles y rosales de los jardines que se
derraman. Las viejas casones tiene patios columnados, amplias escaleras de
madera labrada, jardines. Todo ello pregona un feliz pasado y un seguro
presente. Jardines son también las plazas de la pulcra Villa. La Hijuela del
Botánico, entre verjas, a espaldas del Ayuntamiento, conserva raras especies
botánicas. Para disfrutar de todo este espléndido espectáculo la Orotava tenía
dos grandes hoteles. El Hotel “El Suizo”, que estaba situada en la esquina de
la calle El Calvario y García Beltrán, su entrada principal se encontraba en El
Calvario, calle de referencias históricas, su calificativo, según Méndez Pérez,
le viene del añejo Calvario que los franciscanos construyeron en 1.669,
en ámbito de la Dehesa Comunal, cedidos por Data del Cabildo a la orden tercera
Franciscana. Antiguamente, era la esencial vía de entrada a la Villa,
puesto que en el Calvario terminaba el camino Real, que comunicaba La Orotava
con la Laguna y Santa Cruz. La vía comenzó a denominarse así, siendo Alcalde
Mayor el Licenciado Don Francisco Espinosa León.
Evidentemente
personalizamos un mensaje galante sobre el desaparecido Hotel “El Suizo”, de
grato recuerdo de muchísimas personas que frecuentaban sus reveladoras y
atractivas salas. Gracias a la colaboración de María Milagrosa Calzadilla
Hernández, que había recopilado los principales acontecimientos del Hotel, a
través de su tía Nieves Hernández García. Anales preparatorios para un trabajo
correspondiente del seminario de historia del Instituto de enseñanzas media
“Villalba y Hervás”. Trátese de un Hotel admirable, que se implantó en la
Villa de La Orotava, al principio del siglo actual, en el que se hospedaban;
corredores de comercios, profesionales, algún turista, y sobre todo militares -
oficiales destinados en el cuartel de San Agustín. Lo más insigne del Hotel
"El Suizo", sin lugar a duda, fue la constitución de la tertulia
"La Sacristía", formada por un grupo de amigos, clientes del
Hotel, que se reunían periódicamente en una de sus habitaciones, para pasar el
rato, tertulia que analizaba fragmentos de libros y periódicos, que, por
herencia unos y por compra otros, tenían en su poder, y así pasaban los tiempos
libres y de ocio, contando las aventuras del castellano “Don Quijote”, así como
novelas ejemplares, o cuentos y chistes recopilados de un material ilustre que
era el más corrientes de aquellos tiempos.
La
"Sacristía" tenía de antesala el café Suizo, situado en la fachada de
la calle El Calvario, en su planta baja a la izquierda del poniente. En el hall
se encontraban orotavenses ilustres integrantes de “La Sacristía”, como el propietario
de la fábrica de gaseosa y hielo "El Drago" Don Camilo Padrón
Bethencourt, los renombrados comerciantes de esta plaza; Don Casiano García
Feo, y Don Antonio Hernández Díaz, diversos taxistas como; Don Miguel Toste
Carrillo, Don Justo Hernández, Don Agrícola Domínguez y otros tantos. Una
tertulia evocadora, que hacía su presencia diariamente en el Hotel para
discurrir sobre algún argumento o para conversar amigablemente. Sin embargo la
Sacristía del Suizo, era una tertulia casi literaria, habitada por individuos
de talentos desemejante, adicionaban reuniones en la casa de la finca de Don
Tomas Reyes en el Sauzal. Una tertulia ataviada de personalidades de antaño de
la Villa de La Orotava, totalizada por; Don Casiano Díaz García(Pagaré), Don
Casiano García Feo, Don Bernardo Hernández León, Don Antonio Monteverde, Don
Juan González Martín "el del Sindicato"(Secretario de la F.A.S.T),
Don Antonio Sosa Hernández el organista oficial de Nuestra Señora de La
Concepción, Don Nazario García Pérez el patrón del Hotel, Don Ángel Díaz
García, Don Emilio Luque, Don Pepe Lugo Massieu, Don Octavio Álvarez, Don
Agustín Hernández “El Abogado”, Don Tomás Reyes, Don Juan Padrón, Don José
García Medero, Don Antonio Hernández Díaz "de las Tapias", Don Miguel
Yánez, Don Miguel García(Maipol), Don Ángel Díaz, Don Manuel Cruz, y Don
Manuel Yánez. Por la simple enumeración de los tertulianos se puede comprender
que predominaba entre ellos la corriente del clasicismo y romanticismo de lo
más puramente orotavense y tinerfeño, excepto en la cuestión de las costumbres
de Canaria. El hotel "El Suizo", fue arrendado y administrado por Don
Nazario García Pérez, de 1.919 a 1.945. Estaba compuesto por dos plantas; la
primera tenía su entrada por la calle Calvario, en ella se encontraban diez
habitaciones, el café, un baño, un servicio, comedor, cocina, la famosa
"Sacristía", despensa y oficinas. La segunda planta, con dos entrada
por la calle García Beltrán una de servicio, contenía siete habitaciones,
carbonera, cuadra y patio. El hotel estaba compuesto del siguiente y recordado
personal; Don Isaac Cabrera Domínguez-Bethencourt, empleado fijo en la
administración, hombre erudito, escritor y poeta, firmaba con el seudónimo del
"Profesor Muyabil". Imelda Hernández de los Remedios, también fija,
encargada de la indumentaria y del servicio del comedor, disponía de
ayudante, su sueldo en los últimos años, sin seguro, era de sesenta pesetas al
mes. Nazario García Pérez, auxiliar de cocina y administrador-patrón. Juan
Padrón, camarero no fijo. Manuel Barreto, frega-piso, empleado fijo. Gaudelia,
mujer de limpieza, disponía de dos ayudantes. El hotel disponía además de una
lavandera una panadera, que eran fijos, esta última ganaba tres pesetas
diarias. Entre los trabajadores más eventuales destacaron la costurera y
planchadora ayudantes de Dolores García (hija del patrón).
Otro lugar
pintoresco desaparecido entre las tinieblas de nuestra Villa, el Gran Hotel
Victoria, que ocupaba el lugar actualmente residente de la tercera edad
orotavense, antigua sede de la Sociedad Cultural del Liceo Taoro. Al principio
del siglo XX el embellecimiento del país en general, las distracciones y
campos de deportes para todos los gustos, las buenas carreteras, los
transportes rápidos y cómodos, todo esto, sin hoteles confortables y adecuados,
fueron para el desarrollo turístico una esencia nula. Y así la preocupación de
los pueblos a los cuales interesaba el turismo, giraron alrededor de la
cuestión hotelera por considerarla como su base primordial. La Orotava, como
hemos dicho, que por su importancia y la belleza de siempre ha sido visitada
por todos los turistas que arriban a Tenerife. Por tal motivo La Villa contaba
al principio del siglo actual, con otro gran hotel excelente para estos fines:
el HOTEL VICTORIA, establecimiento que sufrió en la década de los años treinta,
grandes y útiles reformas, se fundó en el año 1.912 por Don Eulogio Méndez
Machado, posteriormente fue dirigido por su heredero Don Tomás Méndez, quien
procuró hacer de esta industria una de las mejores de la isla. Estaba emplazado
en el lugar más estratégico de la población, poseía los más bellos jardines de
Tenerife, jardines que pertenecieron a los marqueses de la Quinta Roja, y
que Don Tomás cuidaba con esmero, pues eran unos de los principales atractivos
del “Hotel Victoria”, donde los huéspedes pasaban en grata quietud la mayor
parte del tiempo que permanecían en La Orotava. El trato exquisito, que
prodigaban los viajeros del Hotel, y de los inmejorable de todos sus servicios
nos hemos de decir sino que estaba a tono con su importancia y que ello
fue la causa principal de su prestigio.
BRUNO JUAN
ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR
MERCANTIL
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