En España era costumbre, instalar hospitales cercas de las
iglesias y templos, en la Orotava el Hospital de la Santísima Trinidad se
instaló en el siglo XVI, concretamente en el año 1520, delante de la parroquia
Matriz de Nuestra Señora de la Concepción. En Agosto de 1530 se instauró en la
Orotava una epidemia de personas enfermas de calenturas y modorras de la que
morían muchas personas y cuyo mal era contagioso, por lo que se solicitó a los
médicos que curaran a los que fueren pobres, dándole las medicinas que
precisaran, encargándole a los frailes y clérigos de La Orotava, que rezaran
plegaria para la salud. Del Hospital y la Concepción, le separaba una calle,
que se llamó del Hospital. Posteriormente en el siglo XVIII, lo trasladaron al
lugar conocido por el “Llano de San Sebastián”, al lado derecho del camino
Real, en la entrada de la Villa. Y finalmente en el siglo XIX, se erigió en San
Francisco, porque existía una orden del Gobierno de la Nación, de destinar los
conventos suprimidos a establecimientos de la beneficencia. Es cuando la
Diputación Provincial destinó para casa hospitalaria al ex convento franciscano
de la Villa, firmándose el acuerdo en el año 1843.
En la Villa de la Orotava se fundó al final del siglo XIX la
sociedad "LA CARIDAD",
sociedad bienhechora y promotora de la administración y gestión del hospital y
del asilo. Su primera presidenta la Sra. Marquesa Viuda del Sauzal y su primera
secretaria fue la estimable Sra. Dª. Inocencia Sánchez de Cáceres. Casi
ignorados fueron los primeros actos fuera del recinto del mencionado asilo,
ignoradas fueron también las sublimes pruebas de heroísmo que a todas horas
ofrecían allí los encargados de mitigar las penas, también fueron desconocidas,
las que bajo el peso del sufrimiento constituyeron verdaderos dramas de los que
entonces no se ocupaban en el mundo del exterior, que a veces formaba contraste
notable con lo que se encerraba en los claustros del exconvento de San
Francisco. Allí se vio yacer en el lecho del dolor, convertido luego en fúnebre
descanso, a una preciosa joven angelical víctima del amor materno, que
defendiendo despreciables insultos al nombre inmaculado de su madre, recibiera
perversos atropellos. Y también se vio
allí junto a la joven, al Sacerdote, al Facultativo, a sus auxiliares, y
especialmente a la Hermana de la Caridad, aspirando las mortíferas fragancias
que de aquel destrozado pecho se exhalaran, llevándose en sus manos el alimento
y el remedio que había de sostener algunos días más su atribulado ser.
Pues bien, la Sociedad “La Caridad” a cuyos esfuerzos le debe
este albergues la dotación de las Hijas del francés San Vicente, el suministro
de estancias a los desgraciados que no han tenido la suerte ¡la triste suerte!
de poder ser admitidos por cuenta del presupuesto oficial, la provisión a los
que en pobre cuna lloran su desgraciado nacimiento, junto a las salas de los que
con doloridos ayes se despiden de una angustiosa vida en la que sin cesar han
suspirado, y por último el alimento y abrigo necesario a los que trabajaron más
para los demás, que para si mismo, mientras sus fuerzas se lo permitieron, y
sufrían el forzoso descanso que su inutilidad les ocasionaba.
La gestión de esta Sociedad en el año 1889 era evidente.
Habían acogidos por su propia cuenta
a los enfermos; María Trujillo González,
Manuel Gómez, Francisca Hernández Abreu, María González Fagundo, Federico García
Martín, María Díaz Morales, Adelina Torres, María Padrón, Tomasa Hernández,
Antonia Carrillo, Jacinto Martín, Julia N., Loreto González, Eleodora
Izquierdo, Elisa Rodríguez Benitez, Eusebio Farrais y Damiana Daute, todos del
Valle de La Orotava, además de veinte y un niños expósitos, de los que siete
ingresaron durante el año 1.889. Para atender a todos estos argumentos
caritativos, la mencionada sociedad acordó una serie de tesis que enumeramos a
continuación: a) Ordenar mensualmente el libramiento de los gastos ocasionados
por enfermos, asilados y expósitos. b) Aceptar con marcadas pruebas de gratitud
y satisfacción el donativo hecho por varios señores de nacionalidad extranjera,
por mediación de la distinguida Sra. Dª. Elena Smith, en cantidad de cincuenta
pesetas, invertidas en alimentación del niño del Puerto de la Cruz, Manuel
Gómez, que ingresó por fractura de una pierna,
los de diez u doscientas cincuenta pesetas, respectivamente, por Don Gregorio Suarez Y Mr. Kenard, por
conducto de la Sra. Marquesa viuda del Sauzal, invertido el segundo en la
atención del joven enfermo Federico García y Martín, vecino de Vilaflor y en
gastos de los inválidos que pasaron a la enfermería. El de cincuenta pesetas
por Mis Bignol y mediación de la Srta. Dª. Beatriz Cólogan. El de veinte y
cinco pesetas que hizo la misma Sra. por conducto de la expresada presidenta
Marquesa viuda del Sauzal, con destino a ropas para los asilados. El de sesenta
pesetas que también la mencionada Mis Bignol digna por todos los conceptos del
reconocimiento de esta Sociedad, efectuó por mediación de la referida Srta. Dª.
Beatriz Cólogan, para la pintura de que tanto carecían las maderas del interior
del hospital. y por ultimo, el de cien pesetas que hicieron la Sra. Dª. Julia
Beanes y otras distinguidas personas de nacionalidad inglesa, por conducto de
D. Antonio María Casañas, para atender a necesidades de los enfermos.
La sociedad “La Caridad”, nombró en la primera reunión que
efectuó después de su constitución, las comisiones auxiliares de la misma
Directiva, de las que resultaron ser: Presidente las Sras. Dª. Dolores Salazar
de Fonte, de la de visitas al hospital; Dª. Herminia Ascanio de Méndez, del
asilo; Dª. Costanza de Ponte Vda. de Monteverde, de la de Expósitos; Dª.
Quirina Fuentes de Casañas, de la gestión en favor del expresado hospital; Dª.
Beatriz Cólogan, de la relativa al aumento del numero de socios; Dª. Ciriaca
González Vda. de Fuentes, la de suscripciones en metálicos, frutos y efectos;
Dª. Nicolasa García de Ascanio, de la de funciones de teatro; y Dª. Catalina
Reyes y Ramos. Consta el acta de tres de Junio del citado año, que no fue
posible atender a la indicación de la Superiora de la Hermanas de la Caridad,
el ofrecimiento de la Srta. Dª. Catalina Monteverde y del Castillo, respecto a
contribuir con alguna limosna la construcción de la escalera que sube al coro
de la Capilla, cuya negativa dada por la Junta se fundó en ser contrario a los
estatutos, por lo que dichos fondos deberían destinarse a otros objetos
relacionado con el alivio directo de la humanidad desvalida.
En la Sección del 5 de Agosto de 1889, dio cuenta la Sra.
Presidenta de haber dado los pasos conducentes a uno de los principales objetos
que esta sociedad se propuso, la extinción
de la mendicidad pública en esta localidad y en la del Puerto de la
Cruz, ofreciéndole el asilo a todos los que le deseen y tengan cabida en los
locales destinados al efecto y la limosna en alimento y vestido en un solo
sitio, que puede ser el hospital; evitando así que recorran, como vienen
haciéndolo diariamente, las calles de ambas poblaciones en grandes grupos, cuyo
aspecto desdice de la cultura de las mismas y compromete quizás la suerte de
los pueblos por la fatal idea que los extranjeros formaran de sus costumbres.
Por desgracia no se pudo obtener buen resultado, pues en vez de disminuir tan
triste espectáculo, fue creciendo a medida que aumentaba el número de casas que
formaban esas agrupaciones de mendigos frente a sus puertas, en lugar de
secundar el proyecto de esta asociación y ponerse de acuerdo con la Sra.
Presidenta, cuyo interés en este asunto merecía los mayores elogios, para
contribuir a las comidas que se dieron en el hospital con el mejor éxito y por
vía de ensayo a cargo de las Hermanas de la Caridad. Sin embargo se esperaba
que las Autoridades locales remediara por su parte el mal, adoptando las
medidas que aconsejaban la prudencia para que solo imploraran la caridad
pública los verdaderos pobres impedidos de trabajar, lo cual reducía
considerablemente el número de los que figuraban indebidamente como tales.
La visita al Hospital pasó con frecuencia a la cabecera de los
enfermos a enterarse de las necesidades y circunstancias especiales de cada
uno, y poder proponerle a la Sociedad su remedio, cumpliendo además con una de
las más hermosa obras de misericordia que la religión católica aconsejaba y por supuesto aconseja, la de
llevar el consuelo con visitas, al que sufre con la pérdida del bien físico más
apreciado, que es sin duda alguna la salud.
El aumento del socio debió empeñarse en conseguir su objeto, por
más que durante los primeros años solo habían ingresado la Srta. Luisa Franchy
Alfaro y Díaz, por mediación de la expresada Sra. Marquesa viuda del Sauzal y
la niña María Zárate y Llarena, cuyos apreciables padres procuraron que a su
entrada en la vida, comience a disfrutar de las gracias que se dispensa a los
que se filian bajo la bandera de la caridad.
La sociedad “La Caridad”, deseaba que se tuviera en cuenta las
suscripciones a metálico, frutos y efectos. Pero debido a la indiferencia con
que generalmente se miraban estos pedidos en el pueblo y en los campos. La
Comisión envió al campo personas a su
nombre en tiempo de recolección de cosechas, que infundaron en los agricultores
las simpatías que les faltaba hacia este asilo donde se albergó la desgracia.
Las cuentas fijadas al público en su primer ejercicio económico,
y que acompañó a la memoria anual, fue de muchísimos éxitos, resultando una
existencia en el arqueo de caja a final de Febrero del año 1889, de tres mil
doscientos cuarenta pesetas setenta y tres céntimos. Notándose el buen orden
con que la Srta. Tesorera Dª. Catalina Monteverde y del Castillo, llevó la
contabilidad y se empeñó en aumentar los fondos, cuya cuantía pudo subir
considerablemente con aplicación a mayor acogida de inválidos del trabajo y
otras atenciones urgentes, si la ordenación de pagos de la Excma. Diputación
Provincial siguiese el sistema de librar a los hospitales en justa proporción
al déficit de sus presupuestos, según comenzó a hacerlo en tiempo atrás, en que
se descubrieron provechosos pasos dados desde aquí, como la falta de liquidez
con que se vino atendiendo a este establecimiento, falta que se sospecharon
continuamente, si bien confiando en que fuera remediada por la formalidad y
rectitud del Sr. Diputado provincial que desempeñaba dicho cargo. Asimismo se
constó la importante gestión de las beneméritas socias representantes Sras. Dª.
Angustina Nieve de Arroyo, del Puerto de la Cruz; Dª. Candelaria Zárate de
González, del Realejo Alto; Dª. Felisa García Brito, del Realejo Bajo; Dª.
Catalina de León y Molina, de Garachico; Dª. Carmen González de Martínez, de
Los Silos; Dª. Guadalupe del Hoyo y Nieves, de Buenavista; Dª. Eloísa Jordán de
González, de Guía, y Dª. Juana Frías, viuda de Afonso, de San Miguel; quienes
sostuvieron las cuotas en sus respectivos pueblos, contribuyendo de este modo
al fomento de esta asociación que se honró al contar en su seno a tan nobles y
caritativas correligionarias.
BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL
No hay comentarios:
Publicar un comentario