domingo, 5 de noviembre de 2017

EL CHICHARRERO HOTEL BRITÁNICO



Fotografía en tarjeta postal color sepia del Hotel Británico o Battenberg de Santa Cruz de Tenerife, del principio del siglo XX. Fondo de fotografías históricas de Canarias  FEDAC.

Uno de los hoteles con más bella arquitectura que tuvo Santa Cruz, proyectado por Mariano Estanga, fue el Británico, que también se llamó Hotel Battenberg, en honor de la reina Victoria Eugenia, esposa del monarca Alfonso XIII: “…Fue una propiedad de una empresa belga - española y, como se leía en la propaganda de la época, "estaba situado espléndidamente sobre la Ciudad y en el mejor y más sano lugar, en el Paseo de los Coches (actual Rambla), esquina a la calle Jesús y María, frente a la estatua. Cuando dejó de ser establecimiento hotelero pasó a ser sede de una clínica, propiedad de los doctores Costa y Gabarda, conocida en la Capital como Clínica Costa. El edificio se conservó hasta 1970, año en el que fue derruido.
El inicio del movimiento turístico en las islas estuvo determinado por factores como la mejora en los transportes y medios de comunicación, la inauguración del servicio telegráfico en diciembre de 1883, o la crisis de 1873, que impulsaría la expansión imperialista británica a partir de 1895. Al aumento del movimiento migratorio, y a la creciente moda del viaje, se sumaría la propaganda que la propia colonia británica residente en Canarias hacía entre sus compatriotas, fomentando así el turismo en las islas. Así, Mr. Alfred L. Jones consiguió que las navieras rebajasen sus tarifas y facilitasen billetes de ida y vuelta desde Liverpool a precios módicos de 15 a 25 libras, en un intento por acaparar un mayor número de visitantes en Gran Canaria. Con estas facilidades se produjo un verdadero contingente de turistas que a partir de 1887 empezaría a adquirir cierta significación económica. El aumento en la afluencia de viajeros estuvo ligado también a las progresivas mejoras en alojamiento, (Riedel, 1972:498), con hoteles como el Orotava Grand Hotel, Camacho's Hotel, el Taoro Grand Hotel, o el Quisisana en Tenerife, y el Quiney Hotel, Bellavista Hotel, el Santa Catalina Hotel o el Metropole, en Gran Canaria, al tiempo que en Las Palmas se constituía la zona residencial de los ingleses en lo que se llamó Ciudad Jardín (Garden City). El aumento de visitantes y residentes británicos se vio favorecido además por una importante literatura médica que resaltaba los beneficiosos efectos del clima de Gran Canaria, (Douglas, 1887:14; Melland, 1897), y de La Orotava, (Hart, 1887:38) para la cura de enfermedades pulmonares, estomacales y cutáneas, gracias a la acción del aire y las aguas minerales isleñas. Al impacto divulgativo de las obras de estos y otros doctores, hay que añadir la propaganda ejercida por los numerosos artículos publicados en la prensa británica (The Daily Graphic, Pall Mall Gazette, Daily Mail, The Times, etc.) alabando el clima de las islas. La detallada información que ofrecían las guías turísticas que empezaban a publicarse también contribuyó al auge turístico-sanitario. La Guide for the Use of Invalids and Tourists de Brown fue una de las primeras en salir a la luz, en 1889, manteniéndose en ediciones sucesivas, revisadas y sin interrupción, hasta 1932, con un término medio de dos mil ejemplares o más cada una. Las guías informaban de las condiciones climáticas, de la infraestructura sanitaria, y ofrecían análisis de la composición química de las aguas, estadísticas de la cantidad de lluvia y las temperaturas registradas a lo largo del año en Gran Canaria y Tenerife, datos que se comparaban luego a los de otras localidades turísticas. No faltó la polémica, fomentada por los propios médicos británicos, sobre cuál era la localidad isleña que contaba con mejor clima, Las Palmas o La Orotava, sucediéndose los debates y los informes científicos sobre el tema ante la British Medical Association en Londres. Todo esto hizo que las Canarias fueran conocidas internacionalmente por proporcionar todas las ventajas de una estación sanitaria de primer orden, por un precio que para el bolsillo británico resultaba poco menos que nominal. De hecho, muchos de los que se llamaban turistas no eran sino enfermos que venían a descansar e intentar reponerse de sus afecciones. Estos constituyeron siempre un porcentaje considerable del turismo isleño, que en ocasiones llegó a nutrirse exclusivamente de este tipo de visitantes (Martín Hernández, 1988:140). Los contingentes de turistas y convalecientes hacían de Gran Canaria o de Tenerife su lugar de residencia por temporadas más o menos largas - de 15 días a 10 meses, o más. Sus crecientes demandas provocaron la apertura de numerosos establecimientos en todos los ramos: tiendas de ropa, sombrererías, bares, restaurantes, estudios fotográficos, almacenes con productos ingleses, e incluso se fundaron bancos, que hasta 1885 eran desconocidos en las islas (Riedel, 1972:505). Se puede decir por ello que el inicio del movimiento turístico, paralelo al despegue portuario, intensificó sobremanera la actividad comercial…”

BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL

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