Fotografía en tarjeta postal color sepia del Hotel Británico o Battenberg
de Santa Cruz de Tenerife, del principio del siglo XX. Fondo de fotografías históricas
de Canarias FEDAC.
Uno de los hoteles con más bella arquitectura que tuvo Santa Cruz,
proyectado por Mariano Estanga, fue el Británico, que también se llamó Hotel
Battenberg, en honor de la reina Victoria Eugenia, esposa del monarca Alfonso
XIII: “…Fue una propiedad de
una empresa belga - española y, como se leía en la propaganda de la época,
"estaba situado espléndidamente sobre la Ciudad y en el mejor y más sano
lugar, en el Paseo de los Coches (actual Rambla), esquina a la calle Jesús
y María, frente a la estatua. Cuando dejó de ser establecimiento hotelero pasó
a ser sede de una clínica, propiedad de los doctores Costa y Gabarda, conocida
en la Capital como Clínica Costa. El edificio se conservó hasta 1970, año en el
que fue derruido.
El inicio del
movimiento turístico en las islas estuvo determinado por factores como la
mejora en los transportes y medios de comunicación, la inauguración del
servicio telegráfico en diciembre de 1883, o la crisis de 1873, que impulsaría
la expansión imperialista británica a partir de 1895. Al aumento del movimiento
migratorio, y a la creciente moda del viaje, se sumaría la propaganda que la
propia colonia británica residente en Canarias hacía entre sus compatriotas,
fomentando así el turismo en las islas. Así, Mr. Alfred L. Jones consiguió que
las navieras rebajasen sus tarifas y facilitasen billetes de ida y vuelta desde
Liverpool a precios módicos de 15 a 25 libras, en un intento por acaparar un
mayor número de visitantes en Gran Canaria. Con estas facilidades se produjo un
verdadero contingente de turistas que a partir de 1887 empezaría a adquirir
cierta significación económica. El aumento en la afluencia de viajeros estuvo
ligado también a las progresivas mejoras en alojamiento, (Riedel, 1972:498),
con hoteles como el Orotava Grand Hotel, Camacho's Hotel, el Taoro Grand Hotel,
o el Quisisana en Tenerife, y el Quiney Hotel, Bellavista Hotel, el Santa
Catalina Hotel o el Metropole, en Gran Canaria, al tiempo que en Las Palmas se
constituía la zona residencial de los ingleses en lo que se llamó Ciudad Jardín
(Garden City). El aumento de
visitantes y residentes británicos se vio favorecido además por una importante
literatura médica que resaltaba los beneficiosos efectos del clima de Gran
Canaria, (Douglas, 1887:14; Melland, 1897), y de La Orotava, (Hart, 1887:38)
para la cura de enfermedades pulmonares, estomacales y cutáneas, gracias a la
acción del aire y las aguas minerales isleñas. Al impacto divulgativo de las
obras de estos y otros doctores, hay que añadir la propaganda ejercida por los
numerosos artículos publicados en la prensa británica (The Daily Graphic, Pall Mall Gazette, Daily Mail, The Times,
etc.) alabando el clima de las islas. La detallada información que ofrecían las
guías turísticas que empezaban a publicarse también contribuyó al auge
turístico-sanitario. La Guide for
the Use of Invalids and Tourists de Brown fue una de las primeras
en salir a la luz, en 1889, manteniéndose en ediciones sucesivas, revisadas y
sin interrupción, hasta 1932, con un término medio de dos mil ejemplares o más
cada una. Las guías informaban de las condiciones climáticas, de la
infraestructura sanitaria, y ofrecían análisis de la composición química de las
aguas, estadísticas de la cantidad de lluvia y las temperaturas registradas a
lo largo del año en Gran Canaria y Tenerife, datos que se comparaban luego a
los de otras localidades turísticas. No faltó la polémica, fomentada por los
propios médicos británicos, sobre cuál era la localidad isleña que contaba con
mejor clima, Las Palmas o La Orotava, sucediéndose los debates y los informes
científicos sobre el tema ante la British
Medical Association en Londres. Todo esto hizo que las Canarias
fueran conocidas internacionalmente por proporcionar todas las ventajas de una
estación sanitaria de primer orden, por un precio que para el bolsillo
británico resultaba poco menos que nominal. De hecho, muchos de los que se
llamaban turistas no eran sino enfermos que venían a descansar e intentar
reponerse de sus afecciones. Estos constituyeron siempre un porcentaje
considerable del turismo isleño, que en ocasiones llegó a nutrirse
exclusivamente de este tipo de visitantes (Martín Hernández, 1988:140). Los
contingentes de turistas y convalecientes hacían de Gran Canaria o de Tenerife
su lugar de residencia por temporadas más o menos largas - de 15 días a 10
meses, o más. Sus crecientes demandas provocaron la apertura de numerosos
establecimientos en todos los ramos: tiendas de ropa, sombrererías, bares,
restaurantes, estudios fotográficos, almacenes con productos ingleses, e
incluso se fundaron bancos, que hasta 1885 eran desconocidos en las islas
(Riedel, 1972:505). Se puede decir por ello que el inicio del movimiento
turístico, paralelo al despegue portuario, intensificó sobremanera la actividad
comercial…”
BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL
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