Está claro que la ignorancia humana, a veces sin pensarlo dos veces termina
en absurdas facetas, tan equivocadas que por suerte logramos superar, pero
cuando se espera con la conciencia totalmente vacía, se cometen errores que a
los largo de la historia estamos lamentando. La villa de La Orotava, desde su
fundación, destaca por su pino casco urbanístico, bordeado de cinco conventos
de extraordinaria belleza y un colegio como el de la compañía de Jesús que
mucha gloria de docencia dio a los hijos ilustre hasta la desaparición por la
expulsión de los jesuitas el 24 de abril de 1767, a través del gobierno de su
majestad, el cual incautó los bienes que poseían. Todo un conjunto de arte de
cantería y carpintería, sobresaliendo su majestuoso templo de Nuestra Señora de
la Concepción alma espiritual de todos los conventos. Las llamas por hecatombe
se llevó el llamado por el sabio Viera el Escorial de Canaria, convento
franciscano de San Lorenzo y también la casa de la Compañía de Jesús. No
obstante el oscurantismo humana persuadió el convento de San José de
monjas clara y el de San Nicolás de monjas catalina y dominica, incluso la
barbarie se apoderó del convento de San Agustín cuando se instaló el ejercito
regular de la Villa, quedando solamente su fachada principal con los medallones
esculpido en mármol de San Agustín y Nuestra Señora de Gracia, su espléndida
iglesia y algunos de sus retablos primitivos. El añejo patio claustral y salas
capitulares donde se enseñaba, latín, gramática, teología y filosofía fabricada
con piedra y barro, fueron sustituidos por otras más frías y radical de
hormigón armado. Menos mal que la iglesia y la grandiosa portada siguen
en pies, tras la gentileza de los relevantes desvelos del erudito palmero
villero don Antonio Lugo Massieu, que supo reprochar popularmente la fiereza
que se iba a perpetrar en una de las madrigueras más placenteras del casco
histórico orotavense.
Miren lo que indicaba un insólito artículo publicado en La Gaceta de
Tenerife, ejemplar numero 1157, del 24 de junio de 1913, que me cede el amigo;
José Rodríguez Maza, extraído de la hemeroteca de la universidad de La Laguna.
Titulado: Iglesia de San Agustín de La Orotava. Debido a la iniciativa y
reiteradas gestiones de Excmo. Sr. Capitan General del distrito, que significó
al Excmo. E Ilmo. Sr. Obispo de la Diócesis y al Ayuntamiento la necesidad de
demoler la antigua Iglesia del ex – convento de San Agustín, porque con motivo
de las importantes obras de ampliación y reforma que se estaban ejecutando en
el cuartel del Regimiento de Infantería de La Orotava, instalado en dicho ex
convento, se había observado que el Templo de que se trata, contiguo al mismo,
se encontraba en estado ruinoso; la mencionada Corporación solicitó del Prelado
la cesión en propiedad al municipio, de la iglesia referida, a cambio de una
casa para vivienda del Párroco de la Concepción, entregando a éste el sobrante
del capital que produzca la enajenación de los materiales del edificio, para
invertirlo en mejoras de la expresada Parroquia Matriz.
La Nunciatura
Apostólica de España, ha facultado ya al Sr. Obispo para que verifique la
cesión, y ahora se procederá a llenar trámites legales necesarios para la
permuta. Nos consta que la demolición del Templo no se llevará a efecto hasta
que el ramo de Guerra no pueda construir la nueva fachada del cuartel, en el
lugar que ocupa la Iglesia.
El 19 de octubre de 1648, coincidiendo con la consecución del privilegio de
villazgo, los agustinos se establecieron en La Orotava. Pero no fue hasta 1672
que comenzaron las obras del monasterio, que duraron hasta 1694.
El proyecto de esta iglesia está inspirado en el esquema de la parroquia de
Santa Ana de Garachico.
La imagen titular de la fundación, fue donada en 1671. Esta figura de
Nuestra Señora de Gracia con su Niño Jesús preside desde la bendición del
templo su retablo mayor.
En opinión de José Viera y Clavijo, éste era el mejor edificio de La
Orotava, por su grandiosidad y su hermosura. Sus claustros, muy alegres y
espaciosos, con aulas de filosofía y teología, cátedras regentadas por sujetos
de mérito y erudición, que hicieron de este colegio un centro de intelectualidad,
ya que desde siempre fue la orden de San Agustín, ilustrada e innovadora, la
primera en adaptarse a los sistemas de la Ilustración. En 1739 se reformaron y
modernizaron en este monasterio los métodos de enseñanza, así que contó con un
profesorado abierto a las nuevas tendencias pedagógicas. A partir de las leyes
desamortizadoras del siglo XIX, el edificio sirvió como cuartel de infantería,
el templo se adjuntó a la parroquia matriz de Nuestra Señora de La Concepción,
aunque en un tiempo sirvió de alojamiento de tropas. Recuperado plenamente para
el culto religioso fue creado parroquia por decreto de 21 de agosto de 1929,
como filial de La Concepción, por el obispo de la diócesis fraile Albino
González y Menéndez Reigada. Templo de planta basilical de tres naves, la
central ligeramente más elevada, con crucero saliente que da lugar a dos
colaterales y a una amplia capilla mayor. El sistema de aparejo en los muros es
a base de mampuesto, tradicional en la arquitectura canaria, con piedra y barro
enfoscado y enlucido, limitándose la labor de sillería a las esquinas;
soluciones de origen portugués. Por el costado que da a la calle del Calvario,
el largo paramento que cierra la nave del Evangelio muestra cuatro arcos de
medio punto, tres de ellos determinando otras tantas portadas ciegas y
solamente uno conservando la puerta de la época en que el terreno exterior
quedaba al mismo nivel que la planta de la iglesia. Los muros exteriores se
adornan con cenefas de esgrafiados, formados "mediante un sistema de círculos
secantes, constituyendo el caso más representativo de tal técnica ornamental en
el archipiélago".
Se concibe a triple portada. La principal destaca por su gran desarrollo,
que aumenta en doble cuerpo superpuesto. La planta baja, la portada y la superior,
con un amplio ventanal que da a la parte central del coro. En su construcción
intervinieron los maestros de obras Juan Lizcano, Diego de Miranda, Juan
González de Agalé y Lázaro de Miranda. La sustentación es a base de pilastras
planas, de frente cajeado, al igual que los altos pedestales, en que se apoyan
con motivos decorativos cuadrifoliados -los de abajo- y linteles en aspa -los
de arriba-. El arco de la portada es carpanel y el del ventanal, de medio
punto. Los capiteles, corintios en su origen, desarrollan una sola fila de
hojas, pero de palma; el friso se decora con cinco rosetas de minuciosa
estilización. Coronase con un frontón avolutado y partido, dejando paso a una
cruz que se apoya en un pedestal prismático, seguido de un segundo cuerpo bulboide.
Sobre los lomos laterales del frontón se yerguen sendos pedestales, que
sustentan bolas. Los batientes de la portada son de madera tallada con
cojinetes decorados de rosetas. "Esta fachada llama la atención por su
exótica belleza" y se incluye entre las más conseguidas del barroco
isleño. A un lado, y en ángulo recto, se alza el frontis de la que fue
portería del convento, dando paso al amplio patio porticado, verdadero
claustro. Éste tiene un esquema de tres cuerpos superpuestos, con tal aparejo de
sillares labrados en piedra molinera. El primero corresponde a la entrada, con
arco de medio punto. La segunda planta lleva una amplia ventana de tea, con
ricas labores, escoltada a ambos lados por dos relieves que representan,
respectivamente, a Nuestra Señora de Gracia y a San Agustín, coronadas sus
cajas por dos frontoncillos triangulares. Sobre la ventana, el emblema
agustino. El tercer cuerpo es el de campanas a manera de espadaña, de vanos
repetidos con sus arcos y, encima, como ático, un último arco de menor luz,
arbotantes de volutas en forma de aves y pedestales con bolas, rematándose todo
ello con la cruz correspondiente. Las líneas de esta portada son más severas
que las de la fachada principal de la iglesia. Dividido en tres grandes naves
segmentadas hasta el crucero con cuatro crujías con columnas de orden toscano
sobre altos pedestales y tres capillas en la nave de la Epístola. En aquél los
soportes se transforman en elegantes pilares cruciformes, quedando los
relativos al arco de triunfo reducidos a la mitad por empotramiento en los
muros. El sistema de cubiertas se ajusta a la forma mudejarista de par y
nudillo en las naves. En las tres crujías de la nave del crucero y en la
capilla mayor, los artesonados son ochavados, mientras que en las capillas
laterales la labor de lazo se limita al centro del techo, en el crucero se
extiende la totalidad de los faldones, quedando el fondo de la artesa decorado
con un altorrelieve estofado y policromado de Nuestra Señora de Gracia y, en el
de la capilla mayor, cinco perillones colgantes a manera de estalactitas.
En el suelo, ante la capilla mayor, una losa sepulcral balasonada, labrada
en Londres a principios del siglo XIX, señala el lugar del enterramiento del
Segundo de Franchi Lugo Llarena y Calderón, II marqués de La Candia, fallecido
en 1813. El coro, muy amplio, se halla situado a los pies del templo, siguiendo
en su trazado una línea quebrada. Se destacan en su ornamentación motivos de
influencia lusitana.
El retablo fue construido en el primer cuarto del setecientos. De dos
cuerpos, se destina el principal a hornacina y el superior a pequeños lienzos
de marco elíptico. La capilleta central es de gran desarrollo, cubriéndose con
bóveda de medio cañón nervada, es la única parte del retablo que se doró. Los
motivos ornamentales son de técnica muy aristada, como trabajados a formón.
Está consagrada a la titular Nuestra Señora de Gracia, cuya imagen lo preside,
del insigne escultor Manuel Pereira. En los nichos adyacentes se encuentran las
figuras de San Agustín y Santa Mónica, esta última de Fernando Estévez.
El altar que ocupa la colateral, cabecera de la nave, fue construido entre
1677 y 1679. Este retablo es uno de los más bellos ejemplares de nuestro arte
barroco. Desarrolla su trazo a doble cuerpo con ático; el primero de
hornacinas, el segundo y el último de lienzos. Las columnas del cuerpo bajo son
del tipo entorchado, mientras que en las del segundo los pilares ostentan, con
igual subdivisión, estrías ondulantes. La ornamentación es muy buena.
En la capilleta central se encuentra una imagen de Nuestra Señora de
Gracia. En los laterales vemos una figura de San Fernando, de Blas García
Ravelo, en talla completa, de fines del XVII, y un San Pablo, también acorde
con los modos de ese imaginero. Las pinturas del siglo XVII, de excelente
factura, asignables a los pinceles de Jorge Iscrot, garachiquense que se
avecindó en La Orotava; es destacable el óleo del Cristo de La Laguna que ocupa
el nicho superior. Este retablo es de principios del XIX, de severa traza
neoclásica; en su capilleta único recibe culto una Dolorosa, imagen de
candelero del siglo XVII. Antiguamente se veneraba aquí el Cristo del Perdón,
cuya efigie figura en el ático.
El primero de la nave del Evangelio está
trazado a base de pilares abalaustrados, decorado todo él con delicados motivos
chinescos, pájaros y flores, según los gustos de mediados del siglo XVIII, muy
posiblemente pintado y dorado por Carlos Acosta; en él se expone a la
veneración de los fieles el Señor de la Humildad y Paciencia, escultura de
Francisco Alonso de la Raya.
El retablo a los pies de la nave del Evangelio, también de estilo rococó.
Tiene en la hornacina central una bella imagen de Nuestra Señora del Carmen,
réplica de la conservada en la basílica del Monte Carmelo, del escultor
barcelonés Felipe Berdaguer, ejecutada en 1920, y en los colaterales las de San
Roque -de buena talla, siglo XVII, procedente de la ermita de dicha
advocación-, y Santa Cecilia.
En la pared de la nave de la Epístola, se abren tres capillas, en la
primera de ellas está un altar de gusto neoclásico ahora ocupado por el Señor
del Perdón, cincelado por el sevillano Gabriel de la Mata, quizá el mejor
escultor del siglo XVII en Canarias. Esta talla, perfecta en sus detalles
anatómicos y llena de realismo barroco, tiene actitud genuflexa, apoyando una
de las rodillas en el globo terráqueo. Perteneció al monasterio de San Nicolás,
al que había sido donada el 13 de enero de 1697. En esa misma nave y en una
segunda capilla interior, se veneraba en lo antiguo al Señor de la cañita,
ahora se da culto a Santa Rita, imagen moderna; a los pies del templo, la
tercera capilla interior, contiene en su fondo una hornacina en la que se
venera una imagen de Nuestra Señora de Montserrat y en ella está la escalera
que conduce al amplísimo coro.
BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL
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