Un amigo
entrañable AA AA salesianos de la Villa de La Orotava acotando en la vida
el mes embajador de la Primavera, mes majestuoso, esplendoroso, y fastuoso.
Mayo es para
mí, el mes añorado de vivencias festivas de infancia y adolescencia.
Siempre recuerdo las entrañables fiestas de las cruces, fiestas que olían
a pólvora de los inolvidables cohetes prominente de Los Realejos. Mes de
fragancia a esencias de flores que embellecen las capillas portadora de las
cruces. Mayo en la Villa de La Orotava tiene como colofón las fiestas de María
Auxiliadora, unas fiestas establecida en la Noble y Leal Villa norteña,
por los sucesores de Don Bosco, rememorando a una sublime imagen de María
Auxiliadora, representación pasmosa, hermosa, y castiza. Traída de Olot
por Don Claudio Sánchez Martín, aquel salesiano de remembranza en nuestra
Villa. Una noble madre querida por muchas villeras y villeros, que la
veneran como una diosa de la belleza celestial. Evidentemente hablo de un
mes mágico, precisamente cuando recibo el anuncio evocador de las fiestas de
los salesianos, presagio de una misiva de mis afectos compañeros AA.AA.
Salesianos de La Orotava, en la que me invitan a intervenir en esa entrañable
festividad de nuestra querida madre evocadora del salesianísmo. Sin embargo en
esta organización, tengo a un amigo ENTRAÑABLE acreedor de la insignia de oro
de la asociación de la Orotava. Un amigo que conocí hace muchísimos años
en este pueblo noble, leal, y villero. Un deportista modélico, ex-jugador
de baloncesto, fútbol como fidedigno portero y de Tenis de Mesa su deporte
predilecto. Aquí fue ídolo, que maravilla verle jugar en las terrazas de la
Acción Católica Masculina, en el Liceo de Taoro, y en el colegio de Los
Salesianos. La rapidez y el toque con la pequeña pelota blanca, dúctil, y
compacta era terrible. Paco como cariñosamente le llamamos, era todo un
héroe en el legendario deporte renombrado por el Ping-Pong. De la vida
salesiana orotavense, me viene a mi retentiva el panegírico de aquel muchacho
catalán, residente con sus padres en el recordado hotel Victoria de La Villa,
un chaval llamado Jesús Baixas Peropadre, el primer alumno interno, que un
día cayó rodando por aquella escalera que embellecía el maravilloso patio de
estilo romano. Una encomienda del colegio de mi niñez, que me produjo un susto
monstruoso, años después el amigo Baixas se convertía en un portero de fútbol
de aquel inolvidable infantil "Plus Ultra". Estos emblemas me
impulsan a hablar de aquel crédulo colegio de San Isidro, para ello pongo
en convencimiento a Paco Mesa, un hombre merecedor del oro salesiano,
porque lo ha llevado en su propio discernimiento, un hombre creyente, amante
del salesianísmo, siempre ha tenido fe en la obra de Don Bosco, un
Italiano de Turín, promotor de la formación profesional de los jóvenes
indefenso por la sedición de la angustiosa industrialización, un prototipo
reivindicativo para la sufrida juventud de hoy azotada por el paro, la miseria
y la injusticia. La admiración de Paco Mesa por "María Auxiliadora",
-su segunda madre-, es rimbombante.
Conozco su
trayectoria como padre, esposo, AA.AA. y sobre todo por su creencia en el
verdadero cristianismo. A Paco siempre le veo corriendo, a
colaborar, a pedir colaboración, sea para las fiestas, o para ayudar a
alguien, sobre todo a sus apreciados salesianos, colaborando con
cualquier grupo. Uno de ellos que me ha llamado la impregnación ha sido
"Pro-Bosco", otorgado a hogar de acogida de deficientes. Mis
servicios eran solicitados por este amigo, siempre me pedía cooperación,
haciendo gala de su talante caballeroso, erudito y benévolo. Fue un
gran estudiante, siempre destacaba en todas las asignaturas, era
matricula de honor. Un accidente mortal de su progenitor terminó con su
disertación, pues tuvo que incorporarse al mundo laboral, aún muy joven
y así poder sacar adelante a su familia. Sus estudios le sirvieron
para conseguir un trabajo digno, primero en una agencia de seguros,
y después como funcionario del Banco Exterior de España, empezando
de botones, ascendiendo por méritos propios hasta llegar a ser un gran
ejecutivo. Amigo Paco el homenaje que te ofrecieron, nuestros
colegas salesianos, - perdóname que allí no estuviera presente, no recuerdo las
causas que me ausentaron -, sirva de aguijonamiento para recordar
tu proceder y gozar los meses de Mayo evidentemente salesianos que te
quedan en tu vida, -que sean muchos-, porque tu ayudantía a pesar de esta
veneración ofrecida por los que han reconocido tu proceder, seguirá siendo
incuestionable. Soy de los que opino, que los salesianos villeros
sin Paco Mesa, difícil podrán continuar lo acontecido hasta
la fecha, la verdad que le necesitaran para siempre, por su verídica
aseveración cristiana y salesiana.
BRUNO JUAN
ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR
MERCANTIL
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