Fotografía referente a un Óleo - color de José Carlos Gracias, publicado en
el matutino EL Día (Santa Cruz de Tenerife).
Dice la autora francesa Danielle Jacquart, que no es médico sino
investigadora del CNRS (en 1984): La asimilación del amor a un estado
patológico que opera en ciertos casos la tradición médica antigua no ha cesado
de despertar el interés de los eruditos desde el comienzo del siglo XX. El
sujeto está sin embargo lejos de estar agotado tanto están extendidos e
imbricados los prolegómenos perceptibles en la representación de las relaciones
entre amor y locura en el Renacimiento y mis allá. Paradójicamente esta
cuestión ha sido ilustrada sobre todo por los historiadores de la literatura y
la filosofía y ha si do asombrosamente preterida por los historiadores de la
medicina. Parece en efecto escapar a la problemática médica: la pasión amorosa
en tanto que tal no está incluida en la ciencia de hoy y si su interpretación
médica encontró algún eco en la literatura no parece haber tenido gran porvenir
en el seno mismo del discurso médico. Es legítimo sin embargo preguntarse por
qué el tema del amor ha tenido tal éxito entre los médicos de la Edad
Media.
El profesor de Literatura Keith Whinnom, en su edición de la
Cárcel de Amor de San Pedro (1985) señala que de los tratados medievales
sobre el amor no hacen caso los historiadores de la medicina. Y la psiquiatra
judía americana Susan Baur (1996) ha señalado: Psiquiatras y neurólogos
ensalzan solo el «amor sano», para ellos la pasión es negativa. Los psiquiatras
se interesan en la dimensión social del amor y los científicos piensan que
pueden estudiar el amor científicamente. Hace un siglo que la ciencia reduce la
pasión a la atracción física al servicio de la reproducción. 'El amor emana del
cerebro, de un cuerpo físico y constituye pues un sujeto de discurso científico
lo mismo que los pepinos', argumentaba un reciente libro escrito por tres
psiquiatras. Los psiquiatras han aceptado la visión reductora del amor como
simple motor de la reproducción. Para ellos Eros no tiene sitio en el «amor
sano». Así el amor se evacua del discurso.
Frank Tallis (2004), novelista y psicólogo inglés, en su libro «Enfermo de
amor. El amor como enfermedad mental» señala: De la época de Galeno al s. XVII
los doctores consideran a la enfermedad del amor como un diagnóstico legítimo y
útil. La enfermedad del amor como diagnóstico se hizo menos popular entre los
doctores del s. XVIII y perdió actualidad completamente en el s. XIX.
En el s. XX ha desaparecido más o menos del vocabulario médico. El rechazo
de la enfermedad del amor como diagnóstico médico es casi enteramente debido al
declive y eventual rechazo de los principios hipocráticos. Cuando la medicina
se volvió fascinada por el sistema nervioso, los síntomas de la enfermedad del
amor fueron absorbidos en síndromes amplios, que se presumía brotaban de
vulnerabilidades constitucionales. En el s. XIX los doctores se hicieron cada
vez menos interesados en el amor y cada vez más interesados en el sexo. El amor
se ha hecho completamente irrelevante para el doctor moderno. Sin embargo
Tallis se contradice cuando trata de explicar al amor por la teoría darwinista
de la evolución. En otro artículo de 2005 el mismo Tallis afirma que la
enfermedad del amor fue usada por los médicos durante cerca de 2.000 años. No
fue hasta el colapso del modelo humoral en el s. XVIII que el diagnóstico
perdió el favor de los médicos. Y el psiquiatra francés Brenot (2003) opina que
el mal de amores está hoy en día desacreditado, no existe ya a los ojos de los
médicos.
El primer tratado de Neurología de la Historia, De cerebri morbis de
Jason Pratensis (1549), incluye un capítulo «De Amantibus». Sin embargo
conviene señalar también que si bien el amor desapareció de los tratados de
neurología y medicina a partir del s. XIX, el tema del amor si sigue
apareciendo en obras individuales, sobre todo de neurología y psiquiatría, pero
también incluso de oftalmología, durante los siglos XIX y XX. Modernamente solo
conozco el caso del médico alemán Hans Schadewalt, profesor de Historia
de la Medicina en Düsseldorf que ha escrito sobre la enfermedad del
amor (1985) y ha inspirado la Tesis Doctoral de su discípula Giedke
(1983) sobre el tema.
Soy muy amigo de Norberto Hernández Siverio desde los años colegiales en el
Colegio de San Isidro en los Salesianos de la Villa de la Orotava, le
conocíamos por el seudónimo “El Platero”, claro que pertenece a esa saga de
“Platero” de la Villa de Los Realejos.
Nacimos el mismo año, me llevaba un curso por haber repetido el segundo de
bachiller, pero éramos muy amigos, jugamos juntos al fútbol en el campo de
dimensiones irregulares del colegio, él siguió la líneas balompédicas de forma
oficial en el Infantil Peñón, con el que quedó campeón de la zona norte, que
equipo infantil de fútbol era el Peñón presidido entonces por el recordado don
Pedro conocido por el pirulín, donde destacaba en la delantera Gerardo Movilla
y por detrás mi otro compañero colegial Mario Torres.
La trascendencia de la carrera de Norberto es inmensa. En el orden
científico, docenas de estudios e investigaciones, numerosos conceptos
adquiridos de patología comparada, muchas doctrinas afincadas de modo
definitivo gracias a ellos, métodos de pensamiento originales aplicables a la
ciencia de la cirugía en general, gusto y afán por la técnica, impulso a
la ciencia médica, creación de la llamada Escuela de nuevas y modernas
tecnologías científicas.
Norberto nació en el Puerto de la Cruz en el año 1950. Licenciado
en Medicina y Cirugía en la Universidad de La Laguna en
1975, se incorporó como profesor ayudante de clases prácticas en el
departamento de Cirugía del Hospital Universitario de Canarias en 1976. Obtuvo
por concurso de oposición nacional la plaza de profesor titular de Cirugía en
1985 y de Catedrático de Cirugía en 1996, cargo que desempeña hasta la
actualidad. Norberto Hernández Siverio posee una amplia experiencia en el
campo de la cirugía, especializándose en diferentes ramas como son la cirugía
general y del aparato digestivo, cirugía pediátrica y trasplante de órganos.
Más tarde, se desplazó con su familia a Minnesotta, Estados Unidos, donde
trabajó en su Hospital Universitario. Allí además de ampliar conocimientos
quirúrgicos, conoció la organización departamental y hospitalaria americana.
Completa su formación en diferentes especialidades de cirugía durante largas
estancias en hospitales Europeos y Americanos, como el Hospital for sick
children, en Londres, en la especialidad de cirugía y urología infantil; el
St. Mark's H, en la misma ciudad, en el departamento de coló proctología; el
H.U. Copenhague, en cirugía gastrointestinal; el H.U. Cambridge; H.U.
Minneapolis; el H. Pittsburg, y el H. Chicago, en la especialidad de
trasplante de órganos.
En la actualidad es jefe clínico de Cirugía y jefe de equipo de Tx renal
en el HUC, unidad donde ha realizado cientos de Tx renales.
Puso en marcha por primera vez en las Islas diferentes técnicas
quirúrgicas. Entre ellas la extracción multiorgánica, el implante de prótesis
mamaria post mastectomia y la cirugía laparoscópica pediátrica referido a la
vesícula, el bazo y el riñón.
Su dedicación exclusiva a la cirugía le ha permitido la práctica de miles
de intervenciones quirúrgicas, que abarcan desde las más habituales a otras de
carácter más complicado. La cirugía experimental y la investigación han sido
otras de sus dedicaciones. Ha dirigido veinte tesis doctorales. También ha
colaborado en varios libros, ha publicado ciento veinte artículos científicos
en revistas internacionales y nacionales, y ha participado en ciento sesenta
comunicaciones a congresos. Convencido que la familia es fundamental, está
felizmente casado desde hace 31 años con María José Padrón y son padres de
Norberto, que es odontólogo, Jaime, podólogo, Sofía, también odontólogo, y
Alejandro, que se encuentra realizando los estudios de Medicina.
Decía don Santiago
Ramón y Cajal, Si un Dios lleno de bondad / en este mundo existiera, / reinaría
por doquiera, / tranquila, la libertad; / y aquí la desdicha impera.
Nada más lejos de la realidad, según se desprende del análisis la carrera
médica y científica del amigo Norberto, muestra de la enorme personalidad
humanística, de neta raíz intelectual portuense y ranillera.
BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL
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