El amigo y compañero de docencia en el IES La Orotava Manuel González Pérez; JUAN MONTESINO BARRERA, remitió
entonces (20/02/2014) estas notas que tituló; “UN PASEO POR SUS
JARDINES”: "...Cuando llegué a este Instituto, en parte
recién construido, me encontré en 1983 con unos espacios estupendos para
ajardinar. Existían, eso sí, a ambos lados del patio del kiosco, dos filas de
bonitos naranjeros que pese a haber disminuido en número y salud, sus naranjas
siguen alegrando el gusto de algún alumno/a, en el tiempo del recreo. En la
parte baja están todavía las dos palmeras, el drago, un ciruelo, dos parras y
el ciprés ya grande de la esquina, que logramos salvar de las obras.
En ambos lados de los talleres, sendos laureles de
indias crecían margullendo sus raíces en la tierra como monstruos imparables,
hasta que nos dejaron hace poco, "cansados" de estar encerrados en
estos espacios pequeños. En la parte alta sobrevive un viejo peral, generoso en
peras para los pájaros. Vine con algunas ideas fijas y prioritarias, como eran
utilizar una sala grande para un Aula-Taller de Ciencias Naturales y aprovechar
la topografía escalonada del Centro para desarrollar un Jardín
de Plantas Canarias, sin muchas pretensiones pero adecuado para el estudio de
nuestra flora y cerca de las aulas. Encaminado lo primero, hice un proyecto
para la Administración que nos dio una ayuda de sesenta mil pesetas, gastadas
en preparar algunos espacios para comenzar la siembra, con plantas del vivero
del ICONA de la Laguna, con las cedidas por mi amigo Eduardo Barquín y con las
que germinaron de semillas recolectadas en nuestras excursiones. Comenzamos la
faena con la ayuda del entusiasta y entrañable alumnado de Administrativo,
Sanitaria y Automoción del entonces Centro de Formación Profesional. Se
plantaron especies de la zona baja, de los llamados bosques termófilos, del
Monteverde y del Pinar, con un cierto orden en su distribución por los terrenos
dedicados a jardín. También sembré, casi como un experimento, algunos
tajinastes rojos del Teide que vivieron cuatro años y se marchitaron antes de
florecer, lejos del clima contrastado de la cumbre de Tenerife.
En la parte que linda con la carretera general, a la
derecha de la entrada, destacan hoy varios almácigos, algunas sabinas, dos
dragos, dos Pinos canarios, varios laureles, un madroño y otros del monte aún
pequeños, junto a tres hermosas tabaibas amargas y otras no arbóreas como
faros, gacias, verodes, bejeques, magarzas, margaritas majoreras, sin
olvidarnos de los nispereros, de frutos que gustan a grandes y chicos y otras
menos visibles como alguna mata de perejil para las tortillas. En los muros
hemos cortado siempre las zarzas y respetado a la capuchina o marañuela de
flores espolonadas de color calabaza, por su carácter medicinal y repelente de
insectos. En la mareta frente al bar campean dos sauces machos, junto a algún
árbol del Monteverde y dos matas de níspero. A la izquierda de la entrada,
sobre el Salón de Actos, dominan dos pinos canarios grandes y dos más pequeños,
plantados el mismo día del 84, que estuvieron unos años acoquinados por dos
acacias que mientras vivieron aquí, nos agasajaban con su abundante polen
alérgico. En este espacio, destinado a un pinar mixto, acompañan fayas, brezos,
laureles, viñátigos, sanguinos, dos madroños, una hija y otras especies del
monte plantadas más tarde, como adernos y mocanes. Junto al camino de bajada,
una salvia canaria y un cerrajón de monte sobresalen con un romero y una rara
gacia de Gran Canaria, a la sombra de un pino. Un par de palmeras se vienen
afianzando en el lugar, lo mismo que una sabina en el límite con la carretera y
sobre el patio un arbusto de oroval da cobijo a las larvas gigantes de la
esfinge de la calavera, una mariposa nocturna. En el área pegada al edificio de
la secretaría, se plantaron árboles de la Laurisilva o Monteverde que no
han tenido un buen desarrollo, debido sobre todo a problemas de suelo. Pueblan
este lugar varios laureles, un palo blanco, un follao, un viñatigo, un til y
una hija, sin olvidarnos del drago del vértice, con poco suelo que resiste el
embate continuo de algún alumno “inquieto” al que le molestan sus hojas. Varios
endemismos de porte pequeño se han sucedido entre los árboles como orijamas,
magarzas, coles de risco, faros, tajinastes ramificados, cruzadillas, malfuradas,
geranios de monte, tajoras..., y en los bordes han sobrevivido un durazno, un
heliotropo tropical oloroso, una madreselva, una adelfa y una verbena medicinal
de Sudamérica. En el escalón inferior, sobre el patio, junto al mayor
viñátigo ya medio decrépito, destacan dos palmeras plantadas a propósito
en esta repisa bien visible, como homenaje a una planta originaria de Canarias
que por su porte elegante y robusto, es cultivada en todo el mundo tropical.
En las dos largas y estrechas terrazas sobre el patio
se desarrolla un matorral de flora endémica, donde han quedado las más
adaptadas y hoy se mantienen sin apenas manejo por nuestra parte. En el primer
escalón se plantó una colección de bejeques, la mayoría de Tenerife, que se han
ido extendiendo por huecos en las paredes de piedra y en los claros de estas
terrazas. El número de especies, que llegó a ser de unas veinte, se ha
reducido en parte por las obras de una empresa insensata que arrancó y pisó en
un verano parte de estas reliquias; pero como decía el aparejador de la
Administración: “de esos veroles hay muchos en los tejados”; ¡en los “tejados”
de estos individuos es donde hay bien poco! Aún así, las especies
Crasuláceas restantes están a gusto en estos paredones. En el segundo escalón,
luce exuberante un matorral de palos de sangre, cabezones, tabaibas - dulces,
amargas y la de Masca -, magarzas que se extienden entre los naranjos, una
retama blanca, un oro de risco de los cuatro que planté, un cardón que se
recuperó después de pasar su juventud en una maceta, algunas siemprevivas,
varios verodes, tajinastes blancos que cambian de sitio germinando de las
semillas del que muere después de florecer, una rejalgadera de floración casi
continua y maravilla en un jardín, y en una esquina siempre he
mantenido dos o tres especies de gacias, con sus numerosas flores amarillas.
Helechos de monte crecen en las partes umbrías y las davalias enredan sus
rizomas tortuosos por las paredes, igual que en los paredones de las huertas
cercanas, de donde se trajeron. Todos los años, los bicácaros nos sorprenden
brotando de la tierra donde guarecen sus batatas, con sus ramas delicadas a ras
del suelo o trepando por los arbustos, mostrándonos, desde Febrero, sus
preciosas flores rojas y acampanadas, símbolo del Bosque de nieblas y en cierta
medida de nuestra flora. Sobre el polideportivo despiertan ahora las tabaibas,
almácigos, margaritas y otras, después de quitar el Ficus que rompía los baños.
En los parterres junto a la escalera entre los edificios, florecen en primavera
los picos de paloma más amenazados de la flora de Tenerife, con pocos
ejemplares en estado silvestre; de ahí la importancia de su cultivo en jardines
y plazas, como primer paso hacia lo más adecuado: extenderlos en su medio
natural. En las jardineras situadas frente a la casa del conserje, el bueno de
Fernando Cifuentes se ha preocupado por aumentar el número de especies,
tanto ornamentales como medicinales. También ha instalado en los últimos años
un riego por goteo en casi todos los jardines, facilitando que en la temporada
seca no se nos pierdan ciertas especies delicadas y desde que vive aquí, es una
apreciable ayuda en estos menesteres. Como se ve, otras plantas no endémicas,
aunque por ello no menos interesantes, conviven aquí, como rosas, hortensias,
flores de pascua, buganvillas,... y caña santa y otras medicinales, por aquello
de la Fitoterapia. En suma, todas ellas cumplen al menos una función ornamental
y educativa que se deduce en este “paseo” por el jardín, escrito para que
compañeros y alumnos sepan lo que tenemos al lado de donde tomamos el jugo y el
bocadillo, en el descanso matutino. Sirva también para reclamar una ayuda
administrativa en la contratación de un jardinero, necesario sobre todo para
controlar las llamadas malas hierbas. De todos modos, la vista reconfortante
que los jardines nos regala cada mañana, y los cantos de los capirotes,
canarios, mosquiteros, mirlos, herrerillos y otras especies de nuestra
avifauna, que revolotean por ramas y flores, es suficiente pago de cualquier desvelo..."
BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL
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