sábado, 3 de marzo de 2018

EPÍLOGO DE LA SEMANA SANTA EN GARACHICO



Fotografía obtenida con mi cámara digital en el interior de la parroquia de Santa Ana de Garachico, Semana Santa del 2009.
Datos que me remitió desinteresadamente el amigo de Garachico CARLOS ACOSTA GARCÍA, de su libro sobre la semana Santa en la Villa y Puerto, producción que está totalmente agotada.
La cual fui a devolvérsela personalmente acompañado de mi señora Antonia María González de Chaves y Díaz a su domicilio en  Garachico, el viernes Santos del año 2009, lo que le estoy totalmente agradecido.

Con el original ya en prensa nos ha sido posible acceder a nuevos datos relacionados con las manifestaciones del culto externo de nues­tra Semana Santa. Por considerar que tales datos son una interesante aportación al esclarecimiento de determinadas situaciones, no resis­timos ahora la tentación de traerlos a la consideración del lector en este epílogo que se nos antoja más que necesario. Es posible, además, que a medida que pase el tiempo, nuevas aportaciones nos llamen la atención y, por ende, hagan nacer en nosotros el deseo de hacerla s llegar al lector medio, a quien va dirigida, de modo especial, esta publicación. Gustosamente accederemos a dar a conocer esos datos, si se produjeran, bien en publicaciones periódicas, bien en separata s o pequeñas entregas que pudieran unirse al núcleo original de este modesto trabajo o, en su defecto, a los que, a partir de ahora, lleguen al conocimiento del público o del lector curioso.
Los datos a que hacemos referencia los ofrecemos a continuación, extractados de la fuente original, que nos ha sido facilitada por el his­toriador orotavense Manuel Rodríguez Mesa, a quien hacemos patente nuestro agradecimiento. Un agradecimiento que va también dirigido al doctor Martínez de la Peña y a los investigadores Eduardo Espinosa de los Monteros, José Velásquez Méndez y Juan Manuel Castañeda Contreras, a quienes debo una colaboración entusiasta y sumamente eficaz, además de la mejor disposición para contar con muchos datos de trabajo propio y que, en un gesto de amplia liberalidad, me han sido ofrecidos.
Vamos con los datos: En 1641 figuraban en la Capilla de la Soledad, de la Parroquia de Santa Ana, las insignias del Sto. Cristo Crucificado y Ntra. Señora de la Soledad y Sant Joan Evangelista, que todos están en su altar y Capilla. Luego se mencionan también, en el Libro de la Cofradía del Cristo, (f.o 21 vto.) y por distintos motivos, las imágenes de Santa María Mag­dalena, Josef de Arimatea y Nicodemus.
Y surgen ya los interrogantes s y las dudas: El Cristo al que se refiere la anterior nota es el de la Misericordia, que aún permanece en su capilla. La Virgen de la Soledad podría ser la Dolorosa que se guarda en dependencias parroquiales y que no toma parte en las procesiones desde hace ya algunos años.
Es de suponer que los Santos Varones sean los actuales. Y nos ronda enseguida la memoria el nombre de Andújar. Y los de Francisco Alonso de la Raya y BIas García Ravelo por razones estrictamente cronoló­gicas, puesto que Andújar llegó a Garachico hacia 1637 y ya a finales del citado año trabajaba con él su discípulo predilecto, Francisco Alonso, tan fiel seguidor de las enseñanzas del maestro. Pero las razones de estilo, muy de tener en cuenta, van por otro camino. No se ve en estos rostros la mano de tales imagineros, a pesar de qué Miguel Tarquis asegura, como hemos leído en páginas anteriores, que a él le parecen estas espléndidas esculturas obras salidas de la gubia de artistas locales. En este sentido habrá que aclarar, por lo que tiene de significativo, que el doctor Martínez de la Peña, el investigador que ha estudiado más profundamente la obra de los citados imagineros, nunca se ha inclinado par tal paternidad.
Por lo que respecta a las imágenes de San Juan y la Magdalena, hemos de decir que desaparecieron sin dejar rastro. Nadie tiene re­cuerdo de ellas. Y no hay en las iglesias de Garachico -ni siquiera en estado de deterioro esculturas que nos hagan pensar en aquéllas.
Las actuales son obras modernas, de la década de los años 20, según se hizo constar en otro lugar de estas páginas.
Una fecha clave para conocer parte del trasiega de imágenes entre los diversos templos garachiquenses es la de la desamortización de Mendizábal. A partir de ahí, iglesias y particulares se disputan distintas propiedades. Así, en 1835, don Antonio de Ponte Prieto y Ximénez solicitó determinadas imágenes del Convento agustino por entender que al clausurarse éste, tales obras escultóricas deberían pasar a su poder por haber sido anteriormente propiedad de sus antepasados.
Las obras reclamadas son «dos campanas, las efigies del Señor San Julián, un Sto. Cristo, el Señor de la Humildad y Paciencia, de San Juan, de Ntra. Sra. de la Soledad y dos angelitos». Rodríguez Mesa asegura que el obispo aceptó la petición y autorizó la entrega corres­pondiente con fecha 16 de diciembre de 1835.
No tenemos noticia de que el Señor de la Humildad y Paciencia estuviese en poder de la familia de Ponte y sí bajo la vigilancia de los párrocos de Santa Ana, quienes la tuvieron al culto algunos años, en la propia parroquia, y otras veces en San Francisco, como ocurre ahora.
Tampoco sabemos a qué Santo Cristo se hace referencia en la petición formulada por don Antonio de Ponte. Por lo que respecta a Nuestra Señora de la Soledad y San Juan Evangelista, ¿serán el San Juan y la Dolorosa que hoy figuran en el oratorio privado? Una imagen de San Juan aparece allí todo el año y no sale procesionalmente, pero nadie podría afirmar que estamos refiriéndonos a una misma imagen. Por lo que respecta a la Dolorosa, obra principalísima de Rodríguez de la Oliva, siempre se ha dicho que perteneció a la parroquia. Así lo aseguraron, incluso, los beneficiados don Francisco Martínez y don José A. González Fonte, al referirse a esta imagen y a otras igual­mente pertenecientes a la Semana Santa «qué son y han sido siempre de la iglesia y en ella se guardan».
No olvidemos, sin embargo, que en el capítulo que dedicamos al Viernes de Dolores se dan dos versiones de la Dolorosa de los agustinos. Dos versiones que, posiblemente, se refieran a la misma imagen. Dé una parte se dice que la regaló don Melchor López Prieto. (Las fami­lias de Prieto y de Ponte tuvieron siempre vinculación familiar). Y en la otra versión se asegura que fue traída de Sevilla por don Manuel Yscrot. Esta última versión, de ser cierta, echaría por tierra la paternidad de Rodríguez de la Oliva como autor de la Dolorosa actual. Y ya se sabe que se le da como obra suya por todos los investigadores.
Carmen Fraga, por ejemplo, en su magnífico trabajo sobre José Rodríguez de la Oliva, sitúa esta Dolorosa en la Ermita de San Antonio de Padua, «adscrita a la hacienda de la familia Ponte, en el Drago». De allí pasaría al actual destino en el oratorio privado. Sólo la apari­ción de documentación escrita permitiría despejar tantas incógnitas. Mientras tales documentos llegan, bien está la Virgen en el oratorio, donde recibe el mejor trato.
La Semana Santa de Garachico cuenta hoy con una comisión entu­siasta que tiene a su cargo toda la organización del culto externo. Pero hubo un tiempo, no muy lejano, en que los párrocos se encon­traban totalmente desasistidos. Es, al menos, lo que hizo saber el presbítero don Lorenzo Gámez al Deán, don Juan Moreno, en 1829, en relación con las procesiones de tal año y por el descontento del sacerdote garachiquense con el vicario del lugar, don José Abad. En este año de 1829 salían a la calle 30 imágenes en Semana Santa, lo que suponía un enorme trabajo para quien, como el señor Gámez, se preo­cupaba tan positivamente de las procesiones y el culto. Un trabajo que resultaría, en verdad, agobiador si, como hace saber el presbítero. Nadie le prestaba ayuda. Estas son sus palabras: «Sabe el señor Vicario qe. Solo yo y único soy el q. sostengo en este Pueblo el culto de año a año y con especialidad en Semana Santa, q. a no ser yo no hubiera ya funciones pues desde la Constitución q. se cerraron los conventos me encargué por pura devoción de cuidar todas las Ymágenes y de hacer las funciones y pro consiguiente tengo q. estar quince días antes de la Semana Santa atareado en la Capilla de los terceros, previniendo treinta Ymágenes sin haber uno q. diga yo te alcanzo un alfiler».
¡Treinta imágenes! Aunque 13 de ellas formaran parte del paso de la Cena, ¿Cuáles eran las 17 restantes? Actualmente intervienen en los cortejos pro­cesionales de la Semana Mayor 35 imágenes, distribuidas en los 20 pasos de la Procesión Magna, que es el resumen de las que salen todos los días, salvo la del Resucitado que, por razones obvias, es posterior cronológicamente. En la actualidad hay varias nuevas. Pero está clara que en el período comprendido entre 1829 y el año actual (160 años) han desaparecida algunas de las que aderezaba y cuidaba don Lorenzo Gámez. Es el precia que ha de pagarse al paso implacable del tiempo. Finalizamos estos apuntes haciendo constar que en noviembre de 1835 la corporación municipal de Garachico se dirigió al Obispo para soli­citar que se continuaran celebrando  los Oficios correspondientes en el «extinguida convento de Ntra. Sra. de los Ángeles, del orden Será­fico», Teniendo en cuenta que «la mayor parte de las funciones de los pasos de- Semana Santa se celebraban allí».
Como respuesta a la petición, el Obispo contesta en términos favorables para que se celebraran en San Francisco, no sólo la Misa del Alba, sino la veneración de las efigies de los pasos de Semana Santa pudiéndolos sacar procesionalmente en sus respectivos días.
Son las variaciones de las templos garachiquenses, brillantes en determinadas etapas de la vida religiosa del lugar, y olvidados total­mente después.
Pera la Semana Santa continúa. Y no puede decirse que los párrocos de nuestros días puedan que­jarse de que trabajan incansablemente «sin haber quien diga yo te alcanzo un alfiler»…//…

BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL

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