El amigo Javier Lima Estévez. Graduado en Historia por la
Universidad de la Laguna, remitió entonces (04/03/2018) estas notas que tituló;
“A VISIÓN HISTÓRICA DE LOS TOROS EN CANARIAS”.
Publicadas en La Opinión
d Tenerife, el sábado 3 de marzo de 2018: “…A finales del
siglo XIX, la prensa recogería una serie de impresiones relacionadas con la
afición de algunos canarios por la tauromaquia y la posibilidad de valorar su
desarrollo en nuestro territorio. En concreto, centraremos nuestra atención en
un artículo publicado en el periódico El Valle de Orotava, con fecha de 3 de
octubre de 1891, disponible para su consulta en el portal Jable de la ULPGC y
el amplio fondo hemerográfico de la ULL. El autor, iniciaría tal aportación,
iniciaría su colaboración lamentando el éxito del desarrollo de tal actividad
en la ciudad de La Laguna “ante un numeroso y entusiasmado público”. Esa acción
enlazaría con la consideración del periodista hacia un lugar con marcado
carácter cultural y una esencia de formación que poco o nada se relacionaba con
el ámbito del toro, protestando ante “la implantación del bárbaro espectáculo
de las corridas de toros en nuestro país, por creer que existen poderosas
razones para ello, razones que debe publicar la prensa que las estime ciertas”.
Para justificar su opinión incluye cuatro argumentos. En primer lugar, expone
que es imposible apostar por un espectáculo considerado como bárbaro, en el
cual reciben los animales un trato cruel sin ningún tipo de sentido, tras
recibir “una muerte lenta e inicua, producida por estocadas y pinchazos, y ser
arrastrado cuando se ha convertido en una masa inerte y sangrienta”. Por otra
parte, incluye otro argumento bajo el concepto de ser una práctica que llega a
corromper las costumbres, en tanto que el público que acude a observar las
corridas insulta y ofende, faltando incluso a la autoridad, junto a risas y un
ambiente de jolgorio que poco o nada se podía llegar a admitir, recordando el
artículo un estribillo que decía así: “no lo entiende V; se añade, que vaya a
la cárcel el presidente; se pide, que baje a matar el toro, y se grita que le pongan
banderillas”.
A ese argumento se
unía la tristeza y rabia del colaborador por recibir la noticia de que el
Gobernador Civil llegaría a ocupar en La Laguna un puesto de honor. Otro de los
argumentos reflexionaría respecto a la dignidad humana, exponiendo toda una
serie de argumentos relacionados con el sentimiento hacia los toreros y el acto
que realizan, añadiendo que “si el infeliz diestro no agrada a los
concurrentes, éstos le increpan a coro, lanzándole al rostro epítetos e
injurias”. Por otra parte, recuerda el papel de cómo se trata al torero con
silbidos o palmadas dependiendo de su papel durante la corrida. Por último,
señala que desde un punto de vista económico, las corridas de toros poco o nada
podrían aportar y que, ante todo, se debería evitar la pérdida de cualquier
tipo de recurso económico, pues “vendría a pasarle al país, lo que al individuo
a quien se privara de la sangre que le da vida, que al fin y a la postre
moriría sin fuerzas y completamente anémico”.
En definitiva,
diversos argumentos para ofrecer una misma imagen, realidad y sentimiento
respecto al ámbito de la tauromaquia y su desarrollo en Canarias a finales del
siglo XIX…”
BRUNO
JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR
MERCANTIL
No hay comentarios:
Publicar un comentario