En el muro del FACEBOOK del amigo de la Villa de La Orotava JESÚS ROCÍO
RAMOS, aparece un magnífico y extraordinario trabajo suyo que comparto con su
permiso, adaptado por ÁNGELA PÉREZ ROCÍO, que se tituló “LA BODEGA DE MARCELINO Y SUS
FAMOSAS TORTILLAS”: “…Recuerdo de adolescente la
finca de los trazos. Estaba situada donde está hoy el colegio Ramón y Cajal.
Ignoro quienes eran sus dueños,
pero sí sé quién estaban de medianeros en aquel tiempo, eran: Siña María y sus
hijos Lola, Carmen, y Nicolas, y su nieto Jorge. No conocí a su marido, más
tarde, estuvieron D. Juan Baez y su esposa D. Concha conocido como Juan el de
los trazos. Al dejarla pusieron la célebre bodega el pozo a la entrada del
monturrio; dicha finca tenía una gañanía que daba para la calle del Castaño (hoy
Domingo Glez). En frente a la entrada a la calle Rosa de Ara formando esquina.
En aquel tiempo a la izquierda
con la albardería de Quintín, y a la derecha con la panadería de Miguel Nieto.
Más tarde compró esa gañania D. Marcelino Correa y su señora Doña Gregoria, que
vivían en la calle Calvo Sotelo (hoy Pescote) en medio de la casa de los
conocidos como D. Luis el del paso y D. Felipe el de Duquesa, donde tenían un
despacho de papas cuya casa se conserva hoy en día igual.
Al comprar esa gañanía la utilizó
encerrando en grandes barricas el vino de su cosecha y otros que compraba el
que vendía al mayor a otras bodegas. Más tarde la fabricaron y montaron con
gran éxito su negocio. Marcelino era un buen hombre agricultor no muy alto
siempre con su sombrero y su voz chillona, y de un buen trato; se hizo muy
famoso por sus vinos y
sus buenos armaderos entre
ellos, las tortillas de tres pisos, buenísimas que yo más tarde llegué a
comerlas con mis amigos; eran riquísimas, íbamos con frecuencia porque era un sitio
agradable, el vino y la comida era buena y no se pasaban en el precio.
Como nota curiosa tenía
plantada en el patio una parra y la fue subiendo a la azotea, haciendo un gran
parral, me invitó a que subiera a verlo y les puedo asegurar que jamás había
visto un parral tan precioso.
En verdad que me quede
asombrado, se podían contar por cientos los hermosos racimos de más de dos
kilos de uva blanca tipo forastera de Arafo. Se notaba el cuidado de Marcelino,
él estaba tan orgulloso con el parral y sus uvas que no dejaba que nadie lo
tocara.
Ignoro qué hacía con ellas,
solo sé que al notar mi admiración y sabiendo que en mi casa tenía patio cuando
ya estaban maduras apareció a mi casa con un racimo grande y con una vara de
dicho parral ya pegado. Recuerdo en una botella que él mismo plantó en mi patio
y lo trato el primer año y dio más de cien hermosos racimos.
Aún conservo el parral, pero
para sombra lo han atendido otros pero no han acertado. Me gustaría si la
familia tiene alguna foto y la pudiera mostrar, para demostrar que no exagero.
Fui amigo de su hijo Tomás D.E.P. y lo sigo siendo de Marcelino al que hace
tiempo que no nos vemos, al que le envió un saludo, y como siempre, sólo cuento
mis vivencias, está vez de unos buenos vecinos y grandes amigos.
La foto de la casa donde vivían
y tenían el negocio y como se puede apreciar sigue estando el parral y la otra
foto es del parral que él sembró en el patio de mi casa…”
BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL
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