Fotografía compartida con el FACEBOOP.
El amigo del Puerto de la Cruz; SALVADOR
GARCÍA LLANOS, remitió entonces (27/06/2024), estas notas que tituló; “CHACHISMO
ILUSTRADO”: “…Hubo un día en la NBA un tal Earvin Magic Johnson, considerado uno
de los mejores baloncestistas de la historia. Entre nosotros, en la ACB, jugó
varias temporadas un trotamundos genial, coleccionando títulos, otro Mago, al que apellidan
Rodríguez, y al que todos llamábamos Chacho, natural de Tenerife, tierra de la que se acordó
mientras decía sus palabras de gratitud y reconocimiento cuando el Real Madrid,
su club, le despedía ayer con todos los honores.
En aquellas confrontaciones de
la gran competición americana que nos ofrecían en la madrugada, robábamos horas
al sueño, para deleitarnos con la elasticidad de Johnson y con los comentarios
de un morenito genial llamado Andrés Montes, fallecido en octubre de 2009 y a
quien conocimos en la Cadena de Ondas Populares Españolas (COPE), en uno de los
mejores momentos del basket tinerfeño. Montes, cuando realizó el mismo cometido
profesional años después, introdujo un dicho memorable refiriéndose a una
canasta o a una genialidad del Chacho:
-La rica salsa canaria se llama
mojo picón.
Y entonaba sobre la marcha la
estrofa de la canción de Caco Senante.
Faltaría más. Aunque en la cancha no pidieran salsa. No estaban Montes ni Caco pero los videos reproducían
las jugadas de un profesional irrepetible y la emoción, inevitablemente, seguía
<in crescendo>. El baloncesto se hacía arte cuando, bajo su dirección, lo
orquestaba Chacho Rodríguez.
Desde que fue elegido en el número 27 del draft Phoenix Suns (el noveno español de la historia), su
rumbo era el de un ganador, el de un deportista/espectáculo, capaz de todo, de
alumbrar juego, de anotar en los momentos de máxima tensión y de inspirar
lances inverosímiles.
En Portland Trail Blazers,
Sacramento Kings, Knicks y Philadelphia 76ers robusteció las cualidades que ya
había atesorado en Estudiantes y su primera etapa en el Real Madrid. Se iba
forjando el trotamundos que también se exhibió en Rusia e Italia hasta que
desembocó en el club madridista para coleccionar títulos que enriquecían su
palmarés internacional, defendiendo el entorchado español, con el que fue,
entre otras cosas, campeón del mundo, plata y bronce en dos Juegos Olímpicos.
Veintisiete títulos, menuda carrera.
Tirador de élite, pasador,
constructor, reboteador, fabricante, distribuidor, asistente, visionario… Todo
eso era Chacho, del
que podía esperarse cualquier lance, cualquier amago, una genialidad, un
desmarque, un remolino, un pase de espaldas, otro entre las piernas de un
adversario… Por eso, los locutores de Real Madrid Televisión le apodaban ‘el
Mago’, una manera de exaltar el singular desempeño del jugador, casi siempre
ligado a la excelencia, sobre todo cuando pasaba el balón mirando para otro
lado, incluso al aro contrario. Sí, cierto, un genio de la lámpara
de la canasta. Lucía talento; no, lo siguiente.
Un genio que, con su estilo –no
era nada goloso, por cierto- fraguó el chachismo, la peculiar manera
de entender y practicar el basket. Por si no bastara la
identificación, por si fuera insuficiente cuando en las escuelas, en las pistas
y en las redacciones se hable de ello, a alguien se le ocurrió calificarlo:
ilustrado. Y entonces, se concluye que el chachismo ilustrado es una forma de
enseñar, de desenvolverse cuando de baloncesto se trate, de jugar con tendencia
a un aprovechamiento estético y didáctico.
Hasta en la despedida se
consagró:
-Gracias a Pablo Lasso y Chus
Mateo (sus entrenadores en el Madrid) por haberme dejado ser yo mismo.
Era la postrera gran canasta
del chachismo. Ilustrado, sin duda…”
BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL
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