sábado, 1 de septiembre de 2018

ANÉCDOTAS EN LA OBRA DE RIXO


El amigo  de la Villa de La Orotava; JAVIER LIMA ESTÉVEZ Graduado en Historia por la Universidad de La Laguna y Presidente de la ACH (Asociación Cultural Humboldt de Canarias), remitió entonces (02/09/2018) estas notas que tituló; “ANÉCDOTAS EN LA OBRA DE RIXO”.
Publicadas en La Opinión de Tenerife el 1 de septiembre de 2018: “…De la obra inédita Floresta Provincial del polígrafo portuense José Agustín Álvarez Rixo (1796-1883), depositada por sus herederos en la ULL, extraemos algunos hechos del capítulo que lleva por título Genialidades. La primera anécdota tendría como protagonista a Antonio Sierra, quien fuera capellán real de la Catedral de Canaria. Era un ser con fama de tacaño y esa fama se convirtió en realidad el día en el que uno de los hijos de un medianero pretendía casarse. El joven, tras presentarse y entregar el oportuno obsequio común entre las personas de campo, señaló la necesidad de disponer de algún tipo de ayuda para costear los gastos asociados a ese acto. Hasta en cinco ocasiones el muchacho recibió el aviso de casarse –o no- dependiendo de la opinión que obtuviera de Antonio Sierra, sin ceder éste ni un momento en ayudar al joven que había acudido para obtener algún tipo de ayuda. Del mismo capellán también se recordaba cierta escena en la que, debido a ciertos problemas de salud, no se pudo desplazar hasta la Catedral de Santa Ana. Un amigo acudió hasta el lugar donde vivía y le comentó los detalles de una obra digna de ser admirada. Sin embargo, Sierra le preguntó si sería mejor o no que la Catedral de San Pedro, respondiendo el invitado que de ninguna manera pero que tampoco ello se podría esperar en el contexto de unas Islas. Sierra le respondió lo siguiente: “quien ha vivido sin haber visto la de San Pedro, en Roma, podrá vivir sin ver la de Santa Ana, en Canaria”. Tal sujeto también estaría implicado en otra acción en la que llegaría ser protagonista su propia hermana. Tras el fallecimiento de la misma acudieron ante él para solicitarle dinero con el fin de comprar un hábito para poder dar al cadáver sepultura en la iglesia. Preguntó y observo que si era costumbre vestirla con manto y saya cuando vivía no tendría porque cambiar esa situación. Esa fue la reflexión de Sierra y nadie, ni los frailes ni las monjas, pudieron hacerle cambiar de opinión, cumpliéndose la voluntad de Sierra siendo enterrada su hermana con manto y saya.
Curioso sería también el testimonio que Rixo recopila en atención al presbítero Antonio Tapia, vecino de La Laguna. En cierta ocasión, encontrándose en la barbería para ser afeitado, acudió hasta el lugar el alguacil del corregidor, con la finalidad de solicitar la ayuda del barbero para que acudiera hasta el Hospital “donde se había desriscado un hombre”. El barbero señaló a Antonio que se lavara y abandonara el local pues dudaba poder regresar antes del mediodía. El barbero tras acudir al Hospital se desplazó a su casa, almorzó, realizó una siesta y llegaría a considerar que el clérigo habría realizado lo mismo, sin embargo, al regresar a la barbería se encontró al presbítero en la misma posición en la que lo había dejado, no dudando en exclamar el mismo lo siguiente: “Maestro, aquí he estado esperando por usted”. También correspondería al mismo Tapia, Manuel Machado y otro individuo un curioso suceso durante cierta noche cuando jugaban a las cartas. Cuando se encontraban en el interior de una casa se oyó el grito de alguien exclamando la advertencia de fuego. Rápidamente se produjo un alboroto en el hogar accediendo hasta tal espacio gente de la calle para ver lo que sucedía. Tras entrar observaron que se encontraba Antonio muy tranquilo con las cartas en su mano y como nadie conocía que había sucedido el propio individuo explicó lo siguiente: “El Sr. Machado juega, que ganó con la malilla”.
Manuel Machado viajó en cierta ocasión desde La Laguna con su familia a una fiesta campestre. Pidió que cuando llegara se cocinara pavo pero cuando arribó al lugar y lo pidió la mujer le comentó que se había olvidado de ello. El hombre se empeñó en comer pavo y la mujer no tendría más remedio que ceder a sus deseos. 
Pequeñas anécdotas y sucesos que forman parte de la realidad del pasado canario y que serían objeto de atención y descripción por parte de José Agustín Álvarez Rixo…”

BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL

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