Fotografía referente al emblemático edificio portuense de
principios del siglo XVIII. Sus primeros propietarios fueron el capitán Juan de
Arbelo y su esposa.
Blog “LO QUE LAS PIEDRAS CUENTAN”.
El amigo del Puerto de la Cruz; SALVADOR
GARCÍA LLANOS. Remitió entonces (20/10/2018) estas notas, que tituló; “LARGO
LETARGO DEL TORREÓN”: “…El paso diario por sus exteriores, a
pie o en guagua, termina deprimiendo. Es la clásica estampa del abandono, de la
desidia con algo tan serio como un exponente del patrimonio que no se cuida ni
se la presta atención. Meses y meses así, años sin una iniciativa rigurosa y
viable que haga honor a la importancia histórica del monumento. Tan solo unos
metros más abajo, en dirección hacia el mar, se ejecuta una remodelación de
vías urbanas en busca de espacios renovados, treinta y cinco años después del
último tratamiento recibido, cuando se consolidaba la adaptación peatonal de
vías.
Y a pie o en guagua, se palpa -no sin
tristeza- el deterioro del torreón Ventoso, emplazado en el recinto de la casa
del mismo apellido, sede del antiguo colegio de los padres agustinos, pero
también, con anterioridad, del consulado de la Ciudad-Estado de Bremen, de una
casa cuartel y otra consistorial. Su construcción data del siglo XVIII. La
familia Ventoso alquila el inmueble a los White y ya en 1751 fue edificado el
torreón, en principio para avistar a los buques que operaban en el pequeño
refugio portuense. Hacia 1836 la casa amplía sus actividades y se convierte en
centro de negocios, trámites y gestiones con ciudades y territorios importantes
como La Habana, Gibraltar, Baltimore, Filadelfia, New Orleans y New York.
Historiadores y estudiosos convienen en
que el torreón, durante muchos años, es la construcción civil más alta de la
isla. Al realizar las catas alrededor de la edificación, apareció un aljibe.
Una sencilla balconada precede a la techumbre que remata el torreón.
De su recuperación se viene hablando
desde hace muchísimos años. En 1986, por ejemplo, el pleno del Ayuntamiento
acordó solicitar la incoación del expediente para la declaración de monumento
histórico-artístico. El acuerdo, aunque pudiera parecer aislado, sirve de base
para otros posteriores y para avanzar en la tramitación de actuaciones
encaminadas a su restauración. Sería un primer eslabón. En mayo de 1992, el
deterioro de la edificación era tan evidente que hasta el propio alcalde, Félix
Real González, admitía en el periódico El
Día que una joya arquitectónica estaba en peligro. Por fin, el último
día del año 1994, un 31 de diciembre, se sabe que tanto el torreón Ventoso como
la ermita de San Telmo, serán restaurados tras la aprobación de los proyectos
correspondientes que fueron redactados por la Unidad de Patrimonio Histórico
del Cabildo Insular.
En enero de 1996, siendo alcalde Marcos
Brito Gutiérrez, Cabildo, Ayuntamiento y Obispado alcanzan un acuerdo para la
restauración y mejora del inmueble, proyecto dotado con 31,6 millones de
pesetas y cuyas obras fueron adjudicadas a la empresa Hermanos García Núñez
para ejecutarlas en un plazo de doce meses. Ya en el año 2000, el gobierno
local hace público su interés en adquirir la antigua Casa Ventoso. Y el primer
día de agosto de ese año el torreón reabrió sus puertas después de que el
Cabildo cediera gratuitamente el uso del inmueble al Cabildo. La reapertura, a
la espera del destino que definitivamente le fuera asignado, conllevó las
visitas del público en determinadas franjas horarias y fueron atendidas por la
historiadora del arte, Mónica Pérez Fernández quien explicaba las
características de sus accesos y estancias interiores así como los usos que
históricamente había tenido.
Pero la iniciativa, por las razones que
sea, no tuvo continuidad. El torreón cerró nuevamente sus puertas. En un patio
lateral, hasta hace unos meses, operaban las unidades móviles de Protección
Civil pero el inmueble dejó de ser útil. Una lástima, porque sus valores son
indiscutibles. Habrá que aguardar a la materialización de las previsiones del
Consorcio de Rehabilitación Urbanística del Puerto de la Cruz que ya tiene
ultimada la adquisición de toda la propiedad tras una sentencia judicial que
determina, si no estamos equivocados, que el Obispado y la familia Machado se
la reparten al cincuenta por ciento. El área de Cultura del Cabildo Insular
tramita el correspondiente expediente, ahora mismo en el departamento de
Hacienda, pendiente de aclaración de inscripción de herencia en el Registro de
la Propiedad. Las esperanzas hay que situarlas en la consignación de partida
presupuestaria para encargar la redacción del proyecto específico.
Pero la escasa sensibilidad de los
portuenses con su historia y con su patrimonio ha contribuido a la estampa de
abandono anteriormente referida. Ni
siquiera se ha visto aliviada con un acuerdo plenario en este mismo
mandato de creación de una comisión mixta que, supuestamente, se habría de
encargar de la planificación de las actuaciones orientadas a la recuperación y
mejora de esos valores. La labor sería ingente, no es cuestión de parches o
lavados de imagen; pero para eso hace falta voluntad política y capacidad de
gestión.
El letargo del torreón, francamente, ya
dura demasiado…”
BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL
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