martes, 18 de enero de 2022

UN BELLO RECUERDO

Fotografía de mi colección particular tomada de mi cámara, referente a la casa de Jesús Rocío Ramos.

 

En el muro del FACEBOOK del amigo de la Villa de La Orotava JESÚS ROCÍO RAMOS, aparece un magnífico y extraordinario trabajo suyo que comparto con su permiso, adaptado por ÁNGELA PÉREZ ROCÍO, que se titula “UN BELLO RECUERDO”, referente a su casa: “…Le doy las gracias a Dios por seguir viviendo en la casa donde nací, en la (calle del castaño) hoy Dtor. Domingo González en la villa de arriba de La Orotava. Por esa calle era y es una de las vías para bajar a la villa de abajo directo. Yo de niño y de adolecente la subía y bajaba andando con mucha frecuencia; no había más remedio. No estaba el servicio Urbano (las llamadas Carduchas), ni las facilidades que hay hoy. Recuerdo que ya de joven un lunes por la mañana bajé con dirección al banco Hispano a pagar una letra de cambio, como las llamábamos en aquel tiempo. Baje por el tramo conocido por los molinos, seguí por San Francisco y enlacé con la calle la carrera y al pasar por la Librería Miranda entré a comprar el periódico deportivo El aire Libre, y el periódico local el Canarias. Me atendió con una amabilidad exquisita Doña Juanita Miranda. Recuerdo que ese día me encontré en dicha Librería a Juan Villar, y a José el Rubio, que salían con el periódico El Aire Libre diciéndome que había llegado retrasado; luego seguí y al entrar a la plaza vi que se acercaba un joven portando en cada mano una caja de madera, no le di importancia y entre en el banco. Al salir estaban las cajas en el estanco de Anita y ella haciendo honor a lo buena comerciante que era, abriendo las cajas y sacando de una de las gavetas unos dulces variados. Me dijo: “Rocío, comete uno, son de la dulcería la esquina redonda del Puerto de la Cruz”. En verdad tenían una pinta…, y dada la insistencia de Anita cogí un mantecado con doble relleno de moka, y cabello de ángel y me lo fui a comer en uno de los sillones de mimbre que en aquel tiempo estaban por fuera de la antigua Sociedad del Liceo; en verdad quieres estaba riquísimo, que conste que no me invitó (lo pagué). Recuerdo que Anita me decía de forma irónica “si te lo regalo seguro que te va hacer daño” y estando en el sillón traté de leer los periódicos que llevaba, pero me fue imposible, porque llegaba a mis oídos unas bonitas melodías interpretadas al piano que no me dejaban leer. Guarde los periódicos y me quedé escuchando hasta que terminó. Sentí la curiosidad de saber quién era el que tocaba el piano, y me acerque y le pregunté al conserje, que en aquel tiempo era maestro Ignacio (padre) y me dijo que era Don Felipe Casanova, que todos los días venía a la misma hora a tocar y al momento lo vi salir. Tengo que confesar que casi todos los días buscaba una excusa para venir a escucharlo, era una música muy pegadiza y muy alegre que yo no conocía. Mi sorpresa fue que cuando fui con mi novia y mis cuñados Lurdes y Vicente al cine Olimpia al Puerto de la Cruz a ver la película el último Cuplé y al oír cantar a Sara Montiel me sonaban las canciones y dije “estas melodías las conozco”, pero no sabía las letras, y pensé que donde las había oído y me vino a la memoria que eran las que le oía tocar Don Felipe Casanova y pasado unos días volví por el Liceo a la hora que él acostumbraba ir a tocar. Esperé a que saliera y le pregunté cuáles eran los títulos de las canciones que él tocaba y amablemente me comentó que eran Cuplé. Me dijo algunos títulos y otros que yo rescate que eran los siguientes: Nena, Fumando Espero, las chicas del 17, Mala Entraña, Tápame tápame, Oh Balance, Doña Mariquitas, La Madelon, La Cruz de Guerra, Las Tardes del Ritz y otros diciéndome que los aprendió al oírselas a la gran cupletista Raquel Meller. Más tarde, estando yo en la orquesta Copacabana, tocábamos algunas de las canciones citadas, adaptadas por nuestro director musical Pepe Mesa, las cuales las copio según me dijo del archivo de la Banda municipal y que hacía muchos años que estaban editadas. Qué grande es la música. Así me pasó y hoy me apetecía contarlo. Ignoro si el joven de la dulcería vive, porque lamentablemente todos los demás, ya no están con nosotros…”

 

BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU

PROFESOR MERCANTIL

 

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