miércoles, 1 de noviembre de 2017

DE AYER Y DE HOY DEL KENNEDY QUE YACE EN EL CEMENTERIO DEL PUERTO DE LA CRUZ



El amigo del Puerto de la Cruz; MELECIO HERNÁNDEZ PÉREZ, remitió entonces (01/11/2014) estas notas que tituló; “DE AYER Y DE HOY DEL KENNEDY QUE YACE EN EL CEMENTERIO DEL PUERTO DE LA CRUZ”: “…A escasos metros de la puerta de entrada presidida por el símbolo de la Cruz y a sólo ocho tumbas por la izquierda del paseo central del cementerio católico de esta ciudad, existe un sepulcro de sencilla y vieja losa con la siguiente inscripción: “Edward F. Kennedy. Falleció el 30 de noviembre de 1902”  Y a la cabecera otra lápida breve y vertical donde reza: “Federico Hahn-Echenagucia. Nació 13-8-1860. Murió 28-12-1889. Su recuerdo vivirá eternamente en nuestros corazones”.
¿Quién fue este Kennedy que aparece enterrado en el cementerio del Puerto de la Cruz? ¿Acaso guarda alguna relación con aquel otro Kennedy llegado a Boston desde Irlanda en 1840 y sus descendientes, uno de los cuales, John Fitzgerald Kennedy, ocupó la Casa Blanca como 35º presidente de E.U.A.?
Aunque no he podido profundizar hasta aclarar estos hipotéticos interrogantes ( aparte de la también rama británica Kennedy asentada por estos lares),  lo cierto es que éstas y otras conjeturas se barajaron a raíz del crimen que conmovió a todo el mundo el 22 de noviembre de 1963 en Dallas (Texas), en inusitada polémica a punta de pluma protagonizada por los intelectuales Luís Castañeda Concepción (1905-1973) y  Antonio Ruiz Álvarez (1919-1973) acerca del origen y la identidad del Kennedy sepultado a la orilla del mar del valle de La Orotava. Las páginas del desaparecido vespertino “La Tarde” fue el campo de batalla de las opuestas versiones aireadas con galanura y sátira en defensa de la teoría de cada uno de ellos, siendo precisa la intervención del director del rotativo Víctor Zurita y Soler para poner paz y punto final a la pública controversia.
De muy poco sirvió la discusión como argumento revelador de la auténtica personalidad de aquel Kennedy. Sin embargo, despertó la curiosidad de la gente que se acercó incluso desde varios puntos de la isla tinerfeña a contemplar “in situ” el sepulcro que llevaba el apellido del presidente norteamericano abatido en su recorrido a lo largo de Main Sreet. De todo aquello se creó una conciencia solidaria: desde entonces, manos generosas y anónimas comenzaron a depositar flores…y tal vez elevaran alguna que otra oración. En el Día de Finados una cruz floral era el más vivo símbolo de la ya tradicional ofrenda. En el momento de esta publicación ese acto piadoso no sucede. 
Desde aquel fatídico día de Dallas han trascurrido 45 años. En 1991 consulté  unos documentos que me aportaron la información necesaria para conocer mejor al personaje objeto de este artículo.
Edward Frederic Kennedy, oriundo de Alemania, llegó procedente de la capital y puerto de Hamburgo, de donde era vecino, en la década de los ochenta del siglo XIX,  para establecerse en el Puerto de la Cruz donde se dedicó al comercio. Al menos se sabe que en los años 87 y 88 de dicho siglo desarrollaba actividades mercantiles y operaba con la Península. También que por escritura otorgada ante Agustín Delgado y García, notario del Ilustre Colegio de Las Palmas de esta provincia de Canarias y del Distrito de La Orotava con residencia en el Puerto de la Cruz, constituyó sociedad Regular Colectiva, bajo la razón social “Kennedy y Reverón” con Antonio Reverón Oramas.
Parece ser que vivió en solitario y que la llegada de su tío, Federico Hahn Echenagucia, hermano de su madre, al cual alojó en su casa, circunstancialmente, ya que se debió a razones de salud, pese a su juventud, pues sólo contaba con 28 años de edad cuando murió en 1889. El fallecimiento de este familiar movió a Edward F. Kennedy a adquirir en propiedad el terreno para construir una sepultura, lo que hizo el 10 de mayo de 1890, mediante desembolso al ayuntamiento constitucional de 80 pesetas, cuya carta de pago bajo número 58 aparece suscrita por los siguientes: Depositario, Diego de Arroyo y Soto; alcalde, Luís González de Chaves y Fernández; secretario, Esteban Rodríguez, y regidor interventor, Martín Hidalgo. Fueron sus padres Conald Kennedy y Armanda María Emilia Hahn, que era viuda en 1901 y sobrevivió a su hijo Edward. A la hora del fallecimiento de éste, ocurrido en 1902 en el Puerto de la Cruz, el resto de la familia estaba compuesto por los siguientes: Hermanos, Edgar, comerciante residente en Londres; Malcolm Robert, Clara Elena, casada con Friedrich Loidwing Ernts Loewnthal, comerciante; y Armanda María Kenney, sin profesión y soltera.
Al tener conocimiento su madre y hermanos del fallecimiento de Edward F. Kenney, se trasladó ex profeso al Puerto de la Cruz desde Hamburgo con su hermano Malcolm Robert, provisto de poder “amplio, cumplido y bastante” concebido por la masa hereditaria y expedido el 27 y 29 de diciembre de 1902 en la “ciudad libre y anseática de Hamburgo” ante el escribano público, Dr. en Jurisprudencia Hans Rudolf Ratjen y los testigos Theodor Osckre y Wilhelm Langohorste, debidamente legalizado por el Consulado General de España “en el Imperio de Alemania” el 30 de diciembre de 1902 y por el subsecretario del Ministerio de Estado, en Madrid, Marqués de Medina, el 7 de febrero de 1903, así como rubricado por el notario Agustín Delgado y García el  21 de febrero del mismo año. 
Malcolm, que también era comerciante, se ocupó de los intereses de su finado hermano, liquidación de bienes y disolución de la sociedad “Kennedy y Reverón”. Este acto tuvo lugar el 21 de febrero de 1903 ante los testigos Santiago Reyes y  Melchor Luz Lima. Se procedió a la revisión y comprobación de libros, documentos y papeles de la compañía en cuestión, resultando por todo concepto de liquidación la cantidad de 22.822.69 pesetas que fue entregada por A. Reverón a Malcolm Robert “en buenas monedas de plata del cuño español y billetes del Banco de España usuales y corrientes”. No obstante, la empresa siguió girando bajo la misma razón social, para lo cual quedó autorizado el socio portuense “hasta que queden saldadas todas las cuentas pendientes con distintas casas”. Con igual fecha se cursó circular a todas las casas conocidas y personas con quienes se había efectuado negociaciones para que tuvieran conocimiento de la transformación de la firma comercial.
El 7 de febrero de 1903,  J. Ahlers y A. Reverón hicieron entrega a M.R. Kennedy de cuatro billetes del Banco de Inglaterra de cinco libras esterlinas cada uno, procedente de un certificado recibido en correos en diciembre anterior. También de 3.766.50 pesetas que dichos señores encontraron en la habitación del fallecido, en cuya cantidad están incluidas seis libras esterlinas calculadas a la par.
Esto es cuanto he podido investigar acerca del hamburgués sepultado a escasos metros de la entrada y a sólo ocho tumbas por el paseo central del cementerio católico “San Carlos”, que, bien atraído por la benignidad del clima y los paisajes naturales o por afán de lucro, se estableció en el Puerto de la Cruz. Y es que no todos regresan a sus países: unos echan raíces y crean hogar y familia; otros se quedan, simple y llanamente, porque nunca se sabe dónde y cuándo se rompe el hilo de la vida; por eso los muertos no tienen patria: son siempre de esa necrópolis que es la Tierra…”

BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL

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