Aniversario de su fallecimiento. Como siempre revisando los correos del día
aparece uno del amigo y compañero de docencia del IES La Orotava Manuel
González Pérez, Domingo González Hernández. El cual me pone los pelos en punta;
Paco Hernández acaba de fallecer (13 de noviembre del 2011), la verdad que para
mí es lamentable perder un amigo que nos criamos toda una vida juntos, en los
mismos círculos sociales del entorno de la plaza de Franchi Alfaro de La Villa
de La Orotava. Le respondí a mi amigo Dominguito González, que en la vida no
somos nadie, ni matizamos nada.
Francisco Hernández Álvarez se nos fue para siempre al infinito, Paco, no
sé dónde queda eso, no lo sé, quizá te reencontrarse con los amigos Chucho
Dorta y Domingo Domínguez bañándose en la eterna y recordada piscina de La
Orotava, que nosotros conocíamos por “El Estanque del Peluja”. Quizá sea un
lugar de un reencuentro surrealista con muchos de nuestros amigos.
Una vez me dijiste en el Suizo que el trío formado por Paco, Pico y Toño
García era esencial en la supuración,
quizá en la quimera.
Recuerda cuando estudiábamos el parvulito en el colegio de la Milagrosa con
Sor Dolores, hicimos la primera comunión junto en Santo Domingo de Guzmán, nos
fuimos juntos al colegio de San Isidro de los Salesianos, precisamente a la
clase conocida por “La Chica”, estudiamos juntos a hasta sexto de bachiller. Tú
hiciste los pinitos de la música en la rondalla del Colegio bajo las órdenes
del recordado salesiano don Manuel Roja y el músico don Paco Dorta Hernández,
después coincidimos en los bailes en la Agrupación Infantil de tu convecino don
Gustavo Dorta Hernández.
Te fuiste a estudiar Técnico de Turismo a Santa Cruz, yo realicé el curso
de Preu Universitario en el Instituto de Cabrera Pinto de la Laguna, estudié
comercio en las Escuelas Superiores de Santa Cruz de Tenerife, en el neoclásico
edificio que donó Imeldo Serís a la ciudad. Nos graduamos casi al mismo tiempo,
tu como Técnico en Turismo y yo como Profesor Mercantil. Ambos emprendimos la
profesión por separado, tú en el turismo, concretamente en el Hotel Girasol del
Puerto de la Cruz, conjuntamente con Segismundo Rodríguez y Carmelo Mesa, donde
estuviste toda tu vida y yo primero como jefe de la administración en la
Cooperativa Agrícola Bananera de Tenerife en la misma ciudad portuense y
posteriormente por oposición en la enseñanza de Formación Profesional en los
institutos de Minas de Rio Tinto Huelva y San Antonio de La Orotava.
En el año 1964, me llevaste a ensayar con la agrupación juvenil Teide,
actuamos con ella en varias ocasiones. En el deporte, jugamos juntos al fútbol
en el Infantil Plus Ultras, en el Oratorio Festivo, en la Cancha de la Plaza de
Franchi Alfaro. En el baloncesto en septiembre del año 1967 fundamos el Club
Baloncesto AA.AA. Salesianos actual CB. San Isidro donde jugamos juntos dos
temporadas en el juvenil.
Todo una vida yuxtapuestos, ahora me viene a mi memoria aquellos bailes que
organizamos en nuestra juventud muy de cachondeo en casa de Marisol Cabrera,
Nena Martín, Mari Luz Hernández, Felipe Hernández, Toño Martín, Alfonso Ramos,
Juanito Delgado, Carlos Saro Calamita, Francisco Valero, Pedro Hernández, en tu
casa de la calle de Juan Padrón, en la mía en la calle El Calvario, en la que
apareciste con luces de colores y un altavoz de alta eficacia que no funcionó
nunca.
Organizamos un grupo para participar en la Romería de San Isidro en las
fiestas mayores de la Villa con nuestra pandilla, y en muchas ocasiones nos
contrataban de la Romería de San Benito de la Laguna, en la que nos pagaban
siete mil pesetas, aparte del transporte en guagua, que invertíamos en una cena
baile en Casa de Onelia en la Villa Arriba y en Casa de Alejandro en Los Pinos,
en este último lugar a la salida apareciste acostado en el centro de la
carretera. Nena Martín gritaba, levántelo, levántelo que viene un coche, fuerte
susto nos diste.
Los veranos lo pasábamos en la playa de Martiánez, al ritmo de la melodía
de los Rayos Verdes que actuaban en las del recordado e inolvidable Cintra
Pirata del Puerto de la Cruz.
Paco todo una vida juntos, hasta que cada uno cogimos los destinos
hogareños, y cada cual siempre por sendas opuestas, que nos unían en vez
en cuando para recordar la vida de la juventud que fue preciosa y que siempre
fue mejor, quizá a partir de ahora sea mucho mejor, tampoco lo sé.
Cuando teníamos siete u ocho años. En el curso 1957 - 1958, estudiábamos
párvulo en el “Colegio La Milagrosa” de las hermanas de La Caridad de San
Vicente Paul de La Villa de La Orotava, curso tutelado por la hermana oriunda
de San Juan de la Rambla Sor Dolores. Éramos un grupo numeroso compuesto por
los entonces niños villeros: Antonio Pizarro Hernández (Tonchu), Juan de la Guardia
Romero, Alfonso Ramos, PACO HERNÁNDEZ Álvarez, Juan José del Rosario, Feliciano
González (La Perdoma), Cabrera Oramas, un servidor, José Juan (Babán) Hernández
Herreros, José María Hernández, Sebastián Arencibia, Pedro Martín Salamos,
Francis Luis Valencia y algunos más que me perdonen que no recuerdo sus
nombres.
En ese curso hicimos la primera comunión en Santo Domingo, y al curso
siguiente nos fuimos al colegio de San Isidro de los padres salesianos, buenos
recuerdos de esta etapa colegial amigo Paco, donde disfrutábamos de excursiones
a la Florida y de muchos cuadros artísticos que las hermanas preparaban en el
salón de acto del colegio.
El amigo desde la infancia en la calle El Calvario; ISIDORO SÁNCHEZ
GARCÍA remitió entonces (13/11/2013) estas notas: “...Conocí a Paco
hace muchos años, décadas incluso. Era hijo de Pedro Hernández, el dueño y
gerente del Polvorín y antes copropietario del bar Almeida. Ambos restaurantes
en el entorno familiar de la calle Calvario de La Orotava. Su abuelo don
Antonio Álvarez vivía cerca de la casa familiar. Cortaba el pelo y vendía
lotería. Le gustaba la música y por ello el tío Pepe salió un buen organista.
Paco formaba parte de una familia muy popular de la
Villa y después de su hermano Pedro, que también nos dejó, se convirtió en un
referente del grupo de amigos que le sirvió de marco vital. Su matrimonio con
Carmita le hizo feliz, así como su trabajo en el sector del turismo. Viajó a
Inglaterra con mi hermano Nani y la policía tuvo que buscarlos ya que se habían
perdido en la pérfida Albión. Se asoció con un colectivo de amigos para
participar en el desarrollo turístico del Puerto de la Cruz y se apuntó a la
operación del Edificio de Apartamento Girasol junto con Segismundo, Carmelo,
Rosendo y otros socios. Entonces pudo conocer buenos años del turismo portuense
e incluso llegó a coparticipar en un premio de las quinielas que le hizo
cambiar un poco la vida. Ya antes viajado con el equipo de jugadores veteranos
a la Europa comunitaria y viajamos a Austria donde conocimos a Pepe, el vienés,
quien presume de que "no pasa nada" También disfrutó de la música
cuando acompañaba al amigo Ricardo Tavío en su excursiones artísticas
portuenses.
Ya alejado del mundanal ruido Paco se ve inmerso en la
senda de las enfermedades como todos los humanos y curiosamente cuando subía a
La Orotava para asistir a la Feria de la Ciencia mi primo Chicho me avisa de la
marcha de Paco a los cielos del Valle. En la plaza de la Constitución se
conoció la triste noticia. Habrá que mirar por un "cañón" telescópico
hacia las estrellas parar saludar de nuevo a Paco. Gracias por tu amistad
querido Paco...”.
El amigo de la infancia de La Villa de La Orotava; Ángel García González
remitió entonces (13/11/2013) estas notas: “...Mi amistad con
PACO viene heredada de una generación anterior. Nuestros padres fueron
compañeros de trabajo en la dilatada construcción de la casona de Don Andrés
Arroyo en la hacienda de Aguamansa, a cargo de la empresa de Don Diego Álvarez
Casanova. De las relaciones con sus compañeros de trabajo, entre los que se
encontraba el cantador Venancio Suárez, de sus escapadas a Arafo con sus bailes
y amoríos y de las comelonas que organizaba el propio Don Andrés, por entonces
Diputado a Cortes, habría mucho que contar. Pero hablamos de que la mistad
entre ellos, trascendió de padres a hijos, andando el tiempo.
Así en 1960, Don Pedro, que regentaba la tasca
"El Polvorín", dio muestras de su gran aprecio, sacándome de un tremendo
apuro. Estudiaba el curso preuniversitario en el Instituto de La Laguna y nos
visitó un grupo de "setimanistas" de Funchal (así se denominaba
nuestro curso equivalente en Portugal). A mí me tocó acompañarles una tarde
para que conocieran La Orotava. Hacía bastante fresco, y según se bajaron de la
guagua, con sus vistosas capas y boinas negras, unos veinte entre chicas y
chicos de 16 y 17 años, los subí por la calle de Los Tostones, para conocer la
Villa Arriba, y los bajé por la calle Los Molinos, para conocer la parte más
señorial de la Villa. Al atardecer les entró hambre y me preguntaron donde
tomar un bocata. Yo los llevé al "Polvorín" y le conté el caso a Don
Pedro. No te preocupes, mira a ver cuánto tienen que ya nos arreglamos. En una
boina reunimos todo lo que llevaban encima, separamos el billete de la guagua,
y entregamos el resto. A la mesa vino de todo: jarras de vino, dos bimbas de
gofio amasado, mojo de dos clases, poco pan ("el pan es lo que sube la
cuenta"), papas recién guisadas, un platito de pescado a la plancha
("el pescado es sólo para condutar") y plátanos de postre. Después
vinieron los cantos, en los que participó el mesonero de la
"fortalezza" y casi perdemos la última guagua.
A su vez, PACO, cuando se mudó a vivir a la Urbanización
Monturrio, visitaba a mi padre todas las mañanas de domingo, para mandarse el
aperitivo con vino de cosecha propia. El ritual siempre era el mismo. Mi padre
era el encargado de la comida dominical: dos platos y postre casero. Para
distraerse, ponía en un antiguo aparato automático, una colección de pasodobles
que guardaba como oro en paño.
Por la ventana de la cocina se oía la música y cuando
pasaba PACO le preguntaba que estaba preparando para hoy. ¿Y usted sabe hacer
eso? No, estaba esperando a alguien que me enseñase. Y entonces entraba PACO
para dentro y muy serio empezaba a ponerle faltas a la comida, a cual más
disparatada: a eso le falta azafrán, hay que echarle una lata de sardinas para
que le dé sabor, etc... Lo cierto, que entre coñas y veras, desaparecía la
garrafita de dos litros.
Yo conocí a PACO, muy en serio, cuando se presentó
para salir de princesa en la parodia "El partido cochino" en los
carnavales de 1.976: "Quiero el puesto, porque a mis 25 años aún soy
virgen, y entre tantos cochinos y cochineros, puede que surja algo".
Consultada la reina (rol de Juan Jesús Delgado) y con la aquiescencia del
carnicerito presidente (rol de Tono Arencibia) fue admitido a regañadientes,
por el posible mal uso de las armas de fuego, estando como estábamos en
fiestas, pero la falta de personal que teníamos por las bajas ocasionadas el
año anterior con "La Guillotina" y la recomendación expresa de
Gabriel de que una novilla de vez en cuando mejoraba el triste destino del
cochino, dieron el sí. Y se acertó de lleno. Porque mira que nos reíamos cuando
se escarranchaba para lucir su lencería ó cuando metía sus
"morcillas" en el guión establecido.
En 1980 me pegó un susto del carajo. Había dejado mi
coche abierto por fuera del Bar Suizo y cuando voy a entrar para ir a almorzar,
tocan mis pies con un bulto. Era un paquete bien amarrado, de unos 40
centímetros y una nota "Frágil: objeto de artillería". Alarmado entré
al bar y lo comenté con algunos conocidos, que al ver mi nerviosismo, me
recomendaron que llamara de allí mismo a la Policía Municipal.
Vinieron dos guardias, desembalaron cuidadosamente el
numeroso envoltorio y vieron una botella de whisky. Sospecharon aún más y
preguntaron a comisaría por un perito. Al rato aparece Juan José, el padre de
Pedro Eustaquio, que le pide a los guardias que separen a todos los curiosos
que se habían ido acercando. Después de observarla detenidamente, incluso con
otra botella de la misma marca que le facilitó el bar, procede a abrirla y
prueba un trago. Asunto finiquitado: se trata de una broma, broma pesada por
los atentados que se daban por esa fecha en la Península. Cuando me voy con el
coche y paso por delante del Colegio Salesiano, me sale PACO todo alborotado
preguntándome que había pasado en el Suizo, porque habían llamado al Colegio
para que desalojaran los niños por peligro de bomba. A pesar del hambre que ya
tenía, no me lo comí...
Pasaron siete años y cuando se inauguró en la
Urbanización San Miguel una cancha de futbol siete, invitamos al equipo del
Monturrio a la inauguración, en el que venía jugando PACO. Después del partido
estuvimos en un guachinche un poco más arriba hasta las tantas. Fuimos los dos
últimos en salir y me ofrecí a acompañarlo hasta su casa porque era peligroso
cruzar el canal sobre el barranquillo de La Cancela. Cuando llegamos a su casa
me invitó por el gesto, y abrió un Faustino de reserva que lo terminamos del
todo. Como me vio algo perjudicado, se ofreció a llevarme a mi casa, por el
peligro de cruzar el barranco. En mi casa me acordé de una botella de whisky
que ya debía estar ferrugienta de los años que tenía. Le dije a PACO que estaba
ya abierta pero que sólo le faltaba el trago que se había gastado en el
peritaje de una supuesta bomba. Entonces me confesó la autoría y empezamos a
beber para brindar por dos razones: él porque yo le había perdonado y yo por
haber resultado ileso. Cuando se terminó la botella, se repitió la historia: yo
tenía que acompañarlo. Pero en lo que tardamos en subir la cuesta hasta el
canal, se hizo de día y entonces PACO me dijo muy serio: ahora sí que veo
porque las veces anteriores pasé con los ojos cerrados. Así que cada uno para
su casa, coño, que ya son horas. Mira a ver cuando hay otro partido. Y me dejó
preocupado...
Ahora PACO ha cruzado el puente definitivo hacia el
otro lado. Lo he sentido mucho, porque se ha ido muy joven. Todavía faltaba
mucho que reírse con él. Pero lo ha hecho adrede, para tener tiempo para
prepararnos una de las suyas para el reencuentro...”
BRUNO JUAN
ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR
MERCANTIL
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