Biografía escrita por su nieto el amigo del Puerto de la Cruz;
JAIME COELLO BRAVO y publicada por el Gobierno de Canaria: “…Ha
sido una de las principales figuras científicas, tanto en la faceta
investigadora como en la docente y divulgativa, que ha dado Canarias a lo largo
de su historia.
Ejerció el magisterio en San Sebastián de La Gomera (1935-1936)
hasta que lo sorprendió la Guerra Civil. Estuvo nueve años movilizado y tras
este periodo, con más de treinta años, marchó a Madrid a para estudiar Ciencias
Naturales en la Universidad Complutense. Se doctoró en Geología en dicha
universidad y obtuvo el Premio Extraordinario con su tesis, que versaba sobre
la geología de La Gomera.
Una vez terminada la licenciatura, trabajó para una compañía
peninsular dedicada a la realización de estudios y obras hidráulicas, y de allí
pasó a desarrollar su labor como técnico en una empresa estadounidense,
ejerciendo su labor en el Azerbaiyán iraní durante dos años. Regresó a las
Islas y después de una etapa en el Museo Canario de Las Palmas de Gran Canaria,
inició su fructífera relación con la Universidad de La Laguna, en calidad de
catedrático de Petrología -plaza que ganó en 1966–, donde fue el maestro de un
gran número de estudiantes de Magisterio, Biología, Farmacia y Geografía.
Su labor científica estuvo marcada por su amplia extensión y por
el carácter pionero, incluso polémico, de muchos de sus trabajos.
Como consecuencia de su amplia labor, Telesforo Bravo perteneció
a numerosas instituciones científicas en calidad de directivo, miembro de
número o Socio de Honor. Además, pudo ver reconocida socialmente su trayectoria
al recibir en 1898 el Premio Canarias de Investigación y en 2000 el César
Manrique de Medio Ambiente.
Telesforo Bravo Expósito, naturalista y geólogo, nació en el
Puerto de la Cruz, el 5 de enero de 1913 y fallecido en el mismo lugar el
7 de enero del 2002..
En sus
años de infancia y juventud entabló una relación muy cercana, casi íntima, con
la naturaleza. En el laboratorio natural de Martiánez, se convierte en un
estudioso del medio físico, de los animales que habitan los charcos intermareales
a los que somete a todo tipo de escrutinios. Es consciente por primera vez de
los diferentes microclimas de la isla. Observa las evoluciones de las aves y
escudriña en sus nidos. Se lleva los erizos terrestres a casa para estudiarlos
y sigue el ritmo de las floraciones de las plantas. Martiánez es una «escuela»
viva, en la que no cesa de aprender, y que pronto sabe combinar con otra de sus
grandes aficiones: la lectura, unida al gusto por la fotografía, una pasión que
le acompañó durante toda su vida.
Cursa parte del bachillerato en el Colegio de Segunda Enseñanza
Tomás de Iriarte, fundado en 1926 por un grupo de hombres con ideas liberales
liderado por el catedrático de Lengua y Literatura y escritor Agustín Espinosa,
que además de fundador, sería su primer director del centro. Impartirían clase
en el colegio su hermano Fernando y sus primos Luis y Juan, además del cura,
investigador y poeta Sebastián Padrón Acosta, María Teresa García Barrenechea y
Cándido Chaves, entre otros. Bravo termina el bachillerato en Ciencias en el
Instituto de Canarias de La Laguna y, con su hermano Buenaventura, comienza a
estudiar Magisterio en la Escuela Normal de La Laguna, estudios que termina en
1935. El diez de octubre de ese año es nombrado maestro provisional de la Escuela
Nacional de niños número dos de San Sebastián de La Gomera, como alumno en
prácticas. Cuatro meses después, y cinco meses antes del comienzo de la guerra
civil española, es nombrado maestro provisional de la Escuela Nacional de niños
de Molinitos, también en San Sebastián de la Gomera, por ser aún maestro del
plan profesional en prácticas. En mayo de 1936 es destinado a Tenerife, tomando
posesión como alumno-maestro del plan profesional en prácticas de la escuela de
nueva creación del «Grupo Duggi», y en septiembre es nombrado, igualmente con
carácter provisional, maestro de la Escuela Nacional de niños de sección
graduada de Tacoronte.
Después del alzamiento es movilizado, y hasta 1938 su misión es
enseñar a leer y escribir a reclutas en el cuartel de Hoya Fría, en Santa Cruz
de Tenerife. En agosto de 1938 es destinado al frente de Madrid, tomando parte
en el sitio de la capital de España y participando en las posiciones de primera
línea de Porcal-Pajares y Vaciamadrid, en el sector del Jarama, en la toma de
Vallecas y Barajas y en la entrada a la capital de España. Embarca para
Canarias el 13 de junio de 1939. Dos meses más tarde contrae matrimonio con la
que ya era su compañera inseparable, Elena Asunción Bethencourt Acosta. Un
hecho ocurrido en 1936 tuvo importante repercusión en su vocación científica.
Ese año, Bravo encontró en Martiánez un nido de cernícalos con cabezas de
lagartos, parecidas a otras que su padre, Buenaventura Bravo, había encontrado
años atrás en una antigua playa fósil en el Barranco de San Felipe Por
mediación del entonces catedrático de Geología de La Laguna, el doctor Maynar,
son enviadas a un profesor cántabro de la Universidad de Frankfurt Am Main, el
doctor Llarena, quien las remite a su vez al doctor Mertens, afamado herpetólogo
ruso que realizaba sus investigaciones en el Museo de Seckemberg. Llarena le
confía los restos a Mertens para que los estudie y se lo comunique a Bravo, que
espera ansioso contestación. La única que obtiene es la de Llarena pidiéndole
más restos. Años más tarde, el científico portuense descubre que Mertens, sin
haber pisado Tenerife, se apropia del descubrimiento, describiendo para la
Ciencia una nueva especie de lagarto gigante ya extinguido a la que denomina
Gallotia Goliat. Bravo se siente entonces traicionado en su buena fe y se
propone mejorar su formación, de tal manera que no tenga que recurrir a
intermediarios para confirmar sus descubrimientos.
Desde su regreso hasta 1946 Bravo ocupará plaza de maestro en
diferentes colegios de Tenerife, siendo de nuevo movilizado el 11 de julio de
1944 y destinado al Grupo de Automovilismo de Canarias, en el barrio lagunero
de La Cuesta. Finalmente obtiene la licencia el 21 de diciembre de 1945, tras
haber pasado casi cinco años en el ejército.
En 1946, una beca del Cabildo de Tenerife, el apoyo de su mujer
y la generosidad de otras personas le permiten cumplir su gran sueño:
trasladarse a Madrid para estudiar Ciencias Naturales. Se trata de una decisión
muy dura, que supone dejar en Canarias a su familia. El plan de 1944 de la
carrera de Ciencias Naturales, y por tanto el que inició Bravo en 1946, tenía
un extenso número de asignaturas, desde la Química Experimental hasta la
Zoología Aplicada.
Esta gran cantidad de asignaturas, lejos de ser considerada por
Bravo como una complicación, era para él una enorme ventaja, pues le aportó lo
que calificaba como «visión tridimensional de la naturaleza». Entre sus
profesores estuvieron los catedráticos de Petrografía y Estratigrafía, Maximino
San Miguel de la Cámara; de Fisiología Vegetal, Florencio Butinza (amigo del
inventor de la penicilina, Alexander Fleming, a quien dedicó una biografía); de
Paleontología y Geología Histórica, Bermudo Meléndez de Zoología, Juan Gómez
Menor, y de Geografía Física y Geología aplicada Francisco Hernández Pacheco,
todos ellos insignes especialistas. Con muchos de ellos establece una auténtica
relación de amistad plasmada en una abundante correspondencia. Probablemente la
más intensa y fructífera sería la que mantendría con Francisco Hernández-Pacheco
(1899-1976), hijo de Eduardo Hernández Pacheco, para muchos el iniciador de la
moderna Geología española. La relación con aquél es de intensa amistad, casi
familiar. Bravo se consideró siempre su discípulo. Animó a Bravo a escribir una
Geografía de Canarias e incluso redactará su prólogo. Los tomos I (Cuestiones
Generales) y II (Provincia de Las Palmas) serían publicados respectivamente en
1954 y 1964 por Ediciones, quedando pendiente el tomo III, correspondiente a la
provincia de Santa Cruz de Tenerife, que nuestro científico jamás escribió, ya
que por los dos primeros tomos no recibió cantidad alguna y desembolsó, en
cambio, una importante suma de dinero. Ello no ha impedido que esta obra se
haya convertido en un clásico de la literatura científica de Canarias y pieza
codiciada de los coleccionistas.
Bravo termina la carrera especializándose en Geología e
Hidrología. Durante los años siguientes hace los cursos de doctorado, que
finaliza en 1953. Su labor y sus resultados académicos le granjean el respeto y
la admiración de compañeros y profesores. Circunstancias de política
universitaria le impiden seguir desarrollando su carrera en Madrid y en 1954
acepta una oferta de El Museo Canario de Las Palmas de Gran Canaria para ocupar
el cargo de asesor científico. Allí realiza importantes campañas arqueológicas
junto a su buen amigo José Naranjo Suárez y comienza una colaboración con el
geólogo finlandés Hans Haussen, una colaboración que entrañaría para Bravo una
nueva decepción ya que el finlandés nunca reconocería la importante
contribución del investigador portuense ni la mencionaría en sus obras.
La labor de Bravo en Hidrogeología e Hidrología constituye,
entre sus numerosos ámbitos de investigación, la dimensión que adquiere más
importancia e incluso trascendencia internacional. Inicia su andadura en este
campo en la Península Ibérica en 1956. Es contratado por los Arquitectos e
Ingenieros del Ejército de los Estados Unidos para realizar investigaciones
hidrogeológicas en los terrenos de las Bases Americanas en España y sus
aledaños. El General Franco acaba de cambiar el sentido de su política
internacional y para intentar romper el aislamiento que sufre el país, permite
que se instalen en suelo español numerosas bases militares de Estados Unidos cuyos
gobernantes quieren establecerse en España por su gran importancia estratégica.
El primer trabajo lo realiza en un lugar conocido como «Los Ojos de San Jorge»,
cerca de la Base Área de los Llanos en Albacete. Posteriormente realizaría
numerosos estudios hidrogeológicos a lo largo y ancho de la geografía
peninsular, en las cercanías de los acuartelamientos estadounidenses. De estos
trabajos casi siempre se beneficiaban las poblaciones colindantes.
En 1957 se ofrece a Bravo, que tiene ya una gran reputación
entre los técnicos estadounidenses, un trabajo más arriesgado pero muy
atractivo profesionalmente. Ammann & Whitney, prestigiosa empresa de
arquitectura e ingeniería de Estados Unidos fundada en 1946, le ofrece un
contrato para trabajar como geólogo en el Proyecto de Carreteras de Irán que le
ha sido encomendado por el Cuerpo de Ingeniero del Ejercito estadounidense.
Sin embargo, las duras condiciones laborales y la lejanía de la
familia hacen la situación insostenible. En un certificado figura que Bravo
trabajó en Irán desde el 14 de julio de 1957 hasta el 9 de diciembre de 1959, y
que entre los principales objetivos asignados al geólogo canario estaban la
investigación hidrogeológica y la obtención de fuentes de agua para treinta
bases creadas por el Cuerpo de Ingenieros del Ejército de Estados Unidos a lo
largo y ancho de Irán; la empresa se declara especialmente satisfecha del
constante éxito de sus investigaciones hidrológicas ya que Bravo pudo asegurar
permanentes fuentes de suministro de agua para todas las bases, algunas
localizadas en desiertos y otras zonas áridas. Además le fue confiada la
investigación geológica para la construcción de más de 600 km de carreteras y
para 250 km adicionales en trabajo de reconocimiento preliminar.
Bravo lee en 1963, a la edad de cincuenta años, su tesis
doctoral, «Estudio Geológico y Petrográfico de la isla de La Gomera», en la
Facultad de Ciencias de la Universidad de Madrid, convirtiéndose en Doctor en
Geología y obteniendo el Premio Extraordinario. Desde su regreso a España ha
compaginado la preparación de la tesis con la docencia en la Universidad de la
Laguna. Durante 23 años, transmite en las aulas laguneras, con gran pasión,
entusiasmo y grandes dosis de socarronería y buen humor, sus conocimientos a
muchísimas generaciones de canarios que estudian Farmacia, Biología, Geografía,
Matemáticas, Medicina, Magisterio, Geografía e Historia y Filosofía y Letras,
entre otras carreras. A ningún alumno deja indiferente. Acompañado en sus
primeros años de sus inseparables pipas a las que cambia su aromático tabaco
holandés durante la clase, desvela los secretos de la naturaleza del
Archipiélago canario a sus estudiantes. En una época en que abundaban en los
planes de estudio contenidos que nada tenían que ver con la realidad de este
territorio insular, Bravo en su condición de gran conocedor de él abre una
ventana a sus alumnos por la que les muestra cómo es en realidad ese
territorio. El científico portuense era muy crítico con la masificación de la
enseñanza universitaria y creía a pies juntillas que a la enseñanza superior
sólo deberían acceder los estudiantes que tuvieran una verdadera vocación. El
científico portuense obtiene la cátedra de Geología de la Universidad de La
Laguna en 1966, con cincuenta y tres años, convirtiéndose en Catedrático de
Petrología y Geoquímica. Esta cátedra de la Universidad de la Laguna fue creada
en 1960 al mismo tiempo que la que sería ocupada por Fúster en la Universidad
de Madrid. Bravo siempre mantuvo que él no tenía aspiraciones de convertirse en
catedrático sino que le «empujaron» a hacerlo desde diferentes ámbitos
académicos y que de esta forma le cortaron las alas porque recibía ofertas
internacionales para seguir trabajando en aguas subterráneas. Lo mismo sucede
con los cargos de Director de Departamento de Petrología y Geoquímica, que
ocupa de 1967 a 1983, y de Decano y Vicedecano de la Facultad de Ciencias.
Es en Canarias donde Bravo realizará las más amplias y duraderas
investigaciones hidrogeológicas. Durante muchos años recorrerá en solitario, y
más tarde en compañía de su colaborador científico Juan Coello, prácticamente
la totalidad de las perforaciones para la explotación de las aguas subterráneas
en Tenerife y numerosas perforaciones en las demás islas del archipiélago (en total
unas 600). Para Bravo esta es una de las más duras y penosas investigaciones
que realizó, pues tuvo que enfrentarse a suelos movedizos en gran escala, con
altas temperaturas de hasta 42 ºC y con emanaciones de gases que el científico
portuense citó por primera vez, ya que hasta entonces no se reconocían
oficialmente. Tuvo que vérselas además con la ausencia de oxígeno que era
absorbido por las aguas alumbradas en galerías profundas y con emanaciones de
gases explosivos como el metano en Teno y Arico. La investigación geológica
paralela a esta actividad dio lugar a la recopilación de varios miles de
muestras de rocas depositadas en el Departamento de Edafología y Geología de la
Universidad de La Laguna. Los resultados de estas investigaciones se encuentran
convenientemente archivados y se han visto reflejados tan sólo de forma parcial
en varias publicaciones. También será requerido el dictamen de Bravo sobre
proyectos de presas en Gran canaria como la de Soria y la de Sorrueda en el
cauce del Barranco de Tirajana y sobre otras en La Gomera.
La autoridad de Bravo en materia de aguas subterráneas es tal
que se puede afirmar que en Canarias, en un determinado periodo, no se abrió
una galería ni se perforó un pozo sin el parecer técnico del investigador
portuense. Su dictamen fue muy demandado en la gran polémica suscitada con
ocasión de la Ley 10/1987, de 5 de mayo, de Aguas de Canarias derogada por la
Ley 12/1990, de 26 de julio, llegando a intervenir en una comisión sobre la
legislación de aguas estatal, en el Congreso de los Diputados. Su
participación, por otra parte, en el Seminario de Derecho Administrativo sobre
aguas de Canarias organizado por la Facultad de Derecho de la Universidad de la
Laguna es muy recordada y valorada. Bravo realizó también importantes
investigaciones hidrogeológicas en el norte de Chile en colaboración con la
Universidad del mismo nombre, en 1974, y en Isla Margarita (Venezuela) en
octubre de 1975 y febrero de 1978.
Una de las teorías geológicas más importantes de Telesforo
Bravo, y que constituyó una auténtica novedad en la literatura geológica
mundial, es la de los deslizamientos gravitacionales. Los procesos por los que
se han originado las grandes depresiones de Tenerife (Caldera de Las Cañadas y
los Valles de La Orotava, y Güímar) han sido materias por las que se han
interesado los científicos y que han dado lugar a un largo e intenso debate. La
aportación de Bravo para solucionar esta controversia fue crucial: en los años
cincuenta y sesenta del siglo XX aportó observaciones fundamentales extraídas
de la observación de las galerías del norte de Tenerife. Sus datos permitieron
la formulación de una teoría nunca antes formulada a esa escala.
Hasta la constatación de la teoría de Bravo, la hipótesis del
hundimiento era la aceptada por casi todos los estamentos científicos para
explicar la formación de las grandes depresiones de Tenerife. La formulación la
realiza el investigador portuense en un artículo de 1962 que podemos calificar
de embrionario, «El Circo de Las Cañadas y sus Dependencias», donde aporta
datos inéditos sobre las formaciones volcánicas presentes en los subsuelos del
norte de Tenerife, obtenidos a partir del estudio geológico sistemático de las
galerías situadas en él. Bravo explica la formación de las tres grandes depresiones
por el deslizamiento gravitacional de grandes masas del flanco norte de
Tenerife, que se movieron lateralmente hacia el mar sobre la superficie
plástica e inclinada del mortalón o fanglomerado. Para explicar cómo se formó
ese material Bravo acude a un origen volcánico explosivo. Pero estas ideas no
fueron aceptadas por la comunidad científica y el investigador portuense tuvo
que luchar casi en solitario, durante casi treinta años, contra la
incomprensión e incluso las burlas de muchos de sus colegas. Durante las
últimas dos décadas del siglo XX, sin embargo, suceden tres hechos que permiten
confirmar su teoría: la erupción del volcán Saint Helens, en el estado de
Washington, noroeste de los Estados Unidos, que provoca un deslizamiento que es
seguido en vivo y en directo; la formulación en 1989, por parte de los geólogos
José Manuel Navarro y Juan Coello, a partir del análisis de los datos obtenidos
en el estudio continuado de las galerías, de la moderna teoría de los
deslizamientos, y, finalmente, los datos oceanográficos de los geólogos
británicos Watts y Masson que en 1995 aportan evidencias que confirman
definitivamente la existencia de varios grandes deslizamientos en el flanco
norte de Tenerife.
Tras el revés que supuso el olvido de Mertens, Bravo continuó
investigando y descubre los restos de otros lagartos de talla superior, como
uno al que denomina G. máxima, que alcanzaría una longitud de entre 120 y 125
cm. A pesar de que hoy en día la comunidad científica considera que G. máxima
de Bravo y G. goliath de Mertens son dos formas de diferente tamaño de la misma
especie, prevaleciendo la G. goliath, el nombre de Bravo volvería a asociarse a
los grande lagartos cuando el investigador alemán Raimond Hutterer denomina al
G. goliath de La Gomera G. goliath bravoana en reconocimiento a las grandes
aportaciones de nuestro científico a las investigaciones geológicas y
paleontológicas de las Islas Canarias. En cualquier caso, en la actualidad y en
gran parte gracias a las aportaciones de Bravo, se sabe que los lagartos
gigantes que habitaron en el pasado las Canarias occidentales estaban
ampliamente distribuidos por ellas y en especial por las zonas bajas y
medianías. En 1935, Bravo y su hermano habían capturado dos ejemplares no
adultos de una especie de lagarto en el Roque de Anaga de fuera. Los lagartos
fueron descritos en 1985 por el profesor de zoología de la Universidad de La
Laguna Aurelio Martín como una especie nueva del G. galotti, siendo denominada
G. galotti insulaganae.
Con respecto a las tortugas terrestres gigantes se sabe, gracias
a Bravo, que antes de la primera cita del hallazgo en Adeje de fósiles de
tortuga, hecha por Oscar Burchard en 1925, algunas personas anónimas habían
recogido huesos fósiles de algunos vertebrados que acabaron en el Museo de
Ciencias Naturales. Tras el descubrimiento de Burchard, Bravo va a estar
implicado directa o indirectamente en los diferentes y escasos hallazgos de los
nuevos restos de esta especie en el Callao de Fañabé, otro ejemplar encontrado
en Adeje y la mención de restos hallados en Güímar.
La rata gigante de Tenerife es otra especie fósil cuyo hallazgo
se debe a Bravo. Entre los restos que encuentra el investigador portuense y que
acaban en poder de Mertens se hallan algunos del roedor que no llega a estudiar
nunca por diversas vicisitudes. La nueva especie es descrita en 1964 por M.
Crusafont-Pairo y F. Peter y denominada Canaryomis bravoi en honor a su
descubridor.
Son muy relevantes también los hallazgos arqueológicos que hace
Telesforo Bravo en prácticamente todas las Islas Canarias. Desde muy joven le
atrae el mundo prehispánico, cuyos vestigios encuentra con frecuencia. Una de
las tareas que emprende con más entusiasmo es la búsqueda de restos
arqueológicos, que llevará a cabo durante toda su vida. En Lanzarote descubre y
reconstruye una enigmática estructura llamada «Quesera de Bravo» y cuya
funcionalidad es desconocida. Nuestro investigador señala también el
emplazamiento de túmulos de enterramiento en el lugar conocido como «La
Batería» y en la Finca de don Justo, en las Peñas del Chache. En La Palma
descubrirá unos grabados muy importantes en el Roque de Teneguía. Durante los
dos años que trabaja como asesor científico de El Museo Canario realiza varias
campañas en Gran Canaria, que son muy fructíferas y que darán lugar al hallazgo
de elementos de gran valor como un arado aborigen, varias estatuillas,
numerosos restos humanos y gran cantidad de cerámica. Sobre su método
científico escribe el mismo Bravo: «Es interesante recorrer un paisaje dos o tres
veces espaciadas por un pequeño lapsus de tiempo, que no sea tan grande que
olvidemos la impresión anterior. Las rutas han de ser completamente originales,
impuestas no por lo que digan los guías, ni los naturales del país. Los guías
tratan de llevar al investigador por los sitios más fáciles, evitando rutas
peligrosas o molestas para él. La investigación de una zona tiene que romper
con todos los guías, con todas las rutas trilladas. El seguir a un guía es
contraproducente y en el paisaje hay que buscar por nosotros mismos, aceptando
la fatiga o toda molestia que suponga el traslado a sitios de peligro. De esta
manera se han encontrado últimamente estructuras y plantas e insectos nuevos
para la ciencia».
La inquietud científica de Bravo le lleva a participar en
multitud de proyectos e iniciativas. En enero de 1962 pasa a ocupar la
dirección del Museo de Ciencias Naturales. De 1969 a 1973 y de 1981 a 1985
realiza una importante labor como Director del Instituto de Estudios Canarios.
Desde 1966 se convierte en miembro del Instituto de Estudios Hispánicos de
Canarias y en 1980 es elegido Vicepresidente de Relaciones Científicas de esa
Institución, cargo que ocuparía hasta su fallecimiento.
En los primeros años de la década de los sesenta comienza una de
las actividades más duraderas que Bravo realizará a lo largo de su carrera y
que llevaba a cabo con mayor satisfacción hasta el momento mismo de su muerte:
la docencia en el Curso de Español para Extranjeros que organizan el Instituto
de Estudios Hispánicos de Canarias y la Universidad de La Laguna.
Durante cuarenta años Bravo acompañará a sus alumnos extranjeros
a excursiones por diferentes lugares del archipiélago y disertará sobre su
visión de Canarias acompañado de su extensa colección de diapositivas. Su
intención es presentar las Islas como son, lejos de tópicos y estereotipos.
Años después de su muerte todavía comentan sus lecciones alumnos italianos,
alemanes, franceses, británicos, holandeses, finlandeses, noruegos o suecos que
disfrutaron de su magisterio y que guardan de Bravo un recuerdo imborrable.
Durante toda su vida no deja de viajar frecuentemente por todo
el archipiélago y fuera de él. Cinco viajes hacen a las Islas Salvajes, de las
cuales elabora, en colaboración con Juan Coello, la cartografía geológica. En
los últimos años de su vida viaja a Cabo Verde y Azores, como profesor, con la
Sociedad Viera y Clavijo para la Enseñanza de las Ciencias. Su papel, por otra
parte, en la erupción del Teneguía en 1971 resultó crucial, y su voz se hizo oír
para calmar los ánimos en la madrugada del 9 de mayo de 1989 con ocasión de un
seísmo que se sintió en Tenerife. A lo largo de su vida recibió numerosos
premios y distinciones, siendo los más relevantes el premio Canarias de
Investigación en 1989, el nombramiento de Hijo Predilecto de Tenerife en 2001,
el premio César Manrique en 2001, el Teide de Oro de Radio Club en el año 2000
y la Medalla de Oro del Puerto de la Cruz a título póstumo en 2003.
Telesforo Bravo falleció en su casa de Puerto de La Cruz el 7 de
enero de 2002, dos días después de haber cumplido los 89 años, un día de
Harmatán o calima, cuando iba a coger un libro de su bien surtida biblioteca. A
Bravo se le puede considerar el mejor conocedor del territorio canario en toda
su historia, pues a lo largo de su vida lo recorrió en multitud de ocasiones,
no sólo el suelo, sino también el subsuelo. El ejemplo de Bravo continúa hoy
vivo entre nosotros. Su vocación y capacidad de sacrificio, su ética y honradez
inquebrantable, su amor al aire libre y al trabajo de campo, sus dotes como
docente, en fin, siguen vigentes y han creado escuela en varias generaciones de
científicos que reconocen la vigencia de sus enseñanzas…”
BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL
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