viernes, 2 de marzo de 2018

DON TELESFORO BRAVO EXPÓSITO



Biografía escrita por su nieto el amigo del Puerto de la Cruz; JAIME COELLO BRAVO y publicada por el Gobierno de Canaria: “…Ha sido una de las principales figuras científicas, tanto en la faceta investigadora como en la docente y divulgativa, que ha dado Canarias a lo largo de su historia.
Ejerció el magisterio en San Sebastián de La Gomera (1935-1936) hasta que lo sorprendió la Guerra Civil. Estuvo nueve años movilizado y tras este periodo, con más de treinta años, marchó a Madrid a para estudiar Ciencias Naturales en la Universidad Complutense. Se doctoró en Geología en dicha universidad y obtuvo el Premio Extraordinario con su tesis, que versaba sobre la geología de La Gomera.
Una vez terminada la licenciatura, trabajó para una compañía peninsular dedicada a la realización de estudios y obras hidráulicas, y de allí pasó a desarrollar su labor como técnico en una empresa estadounidense, ejerciendo su labor en el Azerbaiyán iraní durante dos años. Regresó a las Islas y después de una etapa en el Museo Canario de Las Palmas de Gran Canaria, inició su fructífera relación con la Universidad de La Laguna, en calidad de catedrático de Petrología -plaza que ganó en 1966–, donde fue el maestro de un gran número de estudiantes de Magisterio, Biología, Farmacia y Geografía.
Su labor científica estuvo marcada por su amplia extensión y por el carácter pionero, incluso polémico, de muchos de sus trabajos.
Como consecuencia de su amplia labor, Telesforo Bravo perteneció a numerosas instituciones científicas en calidad de directivo, miembro de número o Socio de Honor. Además, pudo ver reconocida socialmente su trayectoria al recibir en 1898 el Premio Canarias de Investigación y en 2000 el César Manrique de Medio Ambiente.
Telesforo Bravo Expósito, naturalista y geólogo, nació en el Puerto de la Cruz, el 5 de enero de 1913  y fallecido en el mismo lugar el 7 de enero del 2002..
En sus años de infancia y juventud entabló una relación muy cercana, casi íntima, con la naturaleza. En el laboratorio natural de Martiánez, se convierte en un estudioso del medio físico, de los animales que habitan los charcos intermareales a los que somete a todo tipo de escrutinios. Es consciente por primera vez de los diferentes microclimas de la isla. Observa las evoluciones de las aves y escudriña en sus nidos. Se lleva los erizos terrestres a casa para estudiarlos y sigue el ritmo de las floraciones de las plantas. Martiánez es una «escuela» viva, en la que no cesa de aprender, y que pronto sabe combinar con otra de sus grandes aficiones: la lectura, unida al gusto por la fotografía, una pasión que le acompañó durante toda su vida.
Cursa parte del bachillerato en el Colegio de Segunda Enseñanza Tomás de Iriarte, fundado en 1926 por un grupo de hombres con ideas liberales liderado por el catedrático de Lengua y Literatura y escritor Agustín Espinosa, que además de fundador, sería su primer director del centro. Impartirían clase en el colegio su hermano Fernando y sus primos Luis y Juan, además del cura, investigador y poeta Sebastián Padrón Acosta, María Teresa García Barrenechea y Cándido Chaves, entre otros. Bravo termina el bachillerato en Ciencias en el Instituto de Canarias de La Laguna y, con su hermano Buenaventura, comienza a estudiar Magisterio en la Escuela Normal de La Laguna, estudios que termina en 1935. El diez de octubre de ese año es nombrado maestro provisional de la Escuela Nacional de niños número dos de San Sebastián de La Gomera, como alumno en prácticas. Cuatro meses después, y cinco meses antes del comienzo de la guerra civil española, es nombrado maestro provisional de la Escuela Nacional de niños de Molinitos, también en San Sebastián de la Gomera, por ser aún maestro del plan profesional en prácticas. En mayo de 1936 es destinado a Tenerife, tomando posesión como alumno-maestro del plan profesional en prácticas de la escuela de nueva creación del «Grupo Duggi», y en septiembre es nombrado, igualmente con carácter provisional, maestro de la Escuela Nacional de niños de sección graduada de Tacoronte.
Después del alzamiento es movilizado, y hasta 1938 su misión es enseñar a leer y escribir a reclutas en el cuartel de Hoya Fría, en Santa Cruz de Tenerife. En agosto de 1938 es destinado al frente de Madrid, tomando parte en el sitio de la capital de España y participando en las posiciones de primera línea de Porcal-Pajares y Vaciamadrid, en el sector del Jarama, en la toma de Vallecas y Barajas y en la entrada a la capital de España. Embarca para Canarias el 13 de junio de 1939. Dos meses más tarde contrae matrimonio con la que ya era su compañera inseparable, Elena Asunción Bethencourt Acosta. Un hecho ocurrido en 1936 tuvo importante repercusión en su vocación científica. Ese año, Bravo encontró en Martiánez un nido de cernícalos con cabezas de lagartos, parecidas a otras que su padre, Buenaventura Bravo, había encontrado años atrás en una antigua playa fósil en el Barranco de San Felipe Por mediación del entonces catedrático de Geología de La Laguna, el doctor Maynar, son enviadas a un profesor cántabro de la Universidad de Frankfurt Am Main, el doctor Llarena, quien las remite a su vez al doctor Mertens, afamado herpetólogo ruso que realizaba sus investigaciones en el Museo de Seckemberg. Llarena le confía los restos a Mertens para que los estudie y se lo comunique a Bravo, que espera ansioso contestación. La única que obtiene es la de Llarena pidiéndole más restos. Años más tarde, el científico portuense descubre que Mertens, sin haber pisado Tenerife, se apropia del descubrimiento, describiendo para la Ciencia una nueva especie de lagarto gigante ya extinguido a la que denomina Gallotia Goliat. Bravo se siente entonces traicionado en su buena fe y se propone mejorar su formación, de tal manera que no tenga que recurrir a intermediarios para confirmar sus descubrimientos.
Desde su regreso hasta 1946 Bravo ocupará plaza de maestro en diferentes colegios de Tenerife, siendo de nuevo movilizado el 11 de julio de 1944 y destinado al Grupo de Automovilismo de Canarias, en el barrio lagunero de La Cuesta. Finalmente obtiene la licencia el 21 de diciembre de 1945, tras haber pasado casi cinco años en el ejército.
En 1946, una beca del Cabildo de Tenerife, el apoyo de su mujer y la generosidad de otras personas le permiten cumplir su gran sueño: trasladarse a Madrid para estudiar Ciencias Naturales. Se trata de una decisión muy dura, que supone dejar en Canarias a su familia. El plan de 1944 de la carrera de Ciencias Naturales, y por tanto el que inició Bravo en 1946, tenía un extenso número de asignaturas, desde la Química Experimental hasta la Zoología Aplicada.
Esta gran cantidad de asignaturas, lejos de ser considerada por Bravo como una complicación, era para él una enorme ventaja, pues le aportó lo que calificaba como «visión tridimensional de la naturaleza». Entre sus profesores estuvieron los catedráticos de Petrografía y Estratigrafía, Maximino San Miguel de la Cámara; de Fisiología Vegetal, Florencio Butinza (amigo del inventor de la penicilina, Alexander Fleming, a quien dedicó una biografía); de Paleontología y Geología Histórica, Bermudo Meléndez de Zoología, Juan Gómez Menor, y de Geografía Física y Geología aplicada Francisco Hernández Pacheco, todos ellos insignes especialistas. Con muchos de ellos establece una auténtica relación de amistad plasmada en una abundante correspondencia. Probablemente la más intensa y fructífera sería la que mantendría con Francisco Hernández-Pacheco (1899-1976), hijo de Eduardo Hernández Pacheco, para muchos el iniciador de la moderna Geología española. La relación con aquél es de intensa amistad, casi familiar. Bravo se consideró siempre su discípulo. Animó a Bravo a escribir una Geografía de Canarias e incluso redactará su prólogo. Los tomos I (Cuestiones Generales) y II (Provincia de Las Palmas) serían publicados respectivamente en 1954 y 1964 por Ediciones, quedando pendiente el tomo III, correspondiente a la provincia de Santa Cruz de Tenerife, que nuestro científico jamás escribió, ya que por los dos primeros tomos no recibió cantidad alguna y desembolsó, en cambio, una importante suma de dinero. Ello no ha impedido que esta obra se haya convertido en un clásico de la literatura científica de Canarias y pieza codiciada de los coleccionistas.
Bravo termina la carrera especializándose en Geología e Hidrología. Durante los años siguientes hace los cursos de doctorado, que finaliza en 1953. Su labor y sus resultados académicos le granjean el respeto y la admiración de compañeros y profesores. Circunstancias de política universitaria le impiden seguir desarrollando su carrera en Madrid y en 1954 acepta una oferta de El Museo Canario de Las Palmas de Gran Canaria para ocupar el cargo de asesor científico. Allí realiza importantes campañas arqueológicas junto a su buen amigo José Naranjo Suárez y comienza una colaboración con el geólogo finlandés Hans Haussen, una colaboración que entrañaría para Bravo una nueva decepción ya que el finlandés nunca reconocería la importante contribución del investigador portuense ni la mencionaría en sus obras.
La labor de Bravo en Hidrogeología e Hidrología constituye, entre sus numerosos ámbitos de investigación, la dimensión que adquiere más importancia e incluso trascendencia internacional. Inicia su andadura en este campo en la Península Ibérica en 1956. Es contratado por los Arquitectos e Ingenieros del Ejército de los Estados Unidos para realizar investigaciones hidrogeológicas en los terrenos de las Bases Americanas en España y sus aledaños. El General Franco acaba de cambiar el sentido de su política internacional y para intentar romper el aislamiento que sufre el país, permite que se instalen en suelo español numerosas bases militares de Estados Unidos cuyos gobernantes quieren establecerse en España por su gran importancia estratégica. El primer trabajo lo realiza en un lugar conocido como «Los Ojos de San Jorge», cerca de la Base Área de los Llanos en Albacete. Posteriormente realizaría numerosos estudios hidrogeológicos a lo largo y ancho de la geografía peninsular, en las cercanías de los acuartelamientos estadounidenses. De estos trabajos casi siempre se beneficiaban las poblaciones colindantes.
En 1957 se ofrece a Bravo, que tiene ya una gran reputación entre los técnicos estadounidenses, un trabajo más arriesgado pero muy atractivo profesionalmente. Ammann & Whitney, prestigiosa empresa de arquitectura e ingeniería de Estados Unidos fundada en 1946, le ofrece un contrato para trabajar como geólogo en el Proyecto de Carreteras de Irán que le ha sido encomendado por el Cuerpo de Ingeniero del Ejercito estadounidense.
Sin embargo, las duras condiciones laborales y la lejanía de la familia hacen la situación insostenible. En un certificado figura que Bravo trabajó en Irán desde el 14 de julio de 1957 hasta el 9 de diciembre de 1959, y que entre los principales objetivos asignados al geólogo canario estaban la investigación hidrogeológica y la obtención de fuentes de agua para treinta bases creadas por el Cuerpo de Ingenieros del Ejército de Estados Unidos a lo largo y ancho de Irán; la empresa se declara especialmente satisfecha del constante éxito de sus investigaciones hidrológicas ya que Bravo pudo asegurar permanentes fuentes de suministro de agua para todas las bases, algunas localizadas en desiertos y otras zonas áridas. Además le fue confiada la investigación geológica para la construcción de más de 600 km de carreteras y para 250 km adicionales en trabajo de reconocimiento preliminar.
Bravo lee en 1963, a la edad de cincuenta años, su tesis doctoral, «Estudio Geológico y Petrográfico de la isla de La Gomera», en la Facultad de Ciencias de la Universidad de Madrid, convirtiéndose en Doctor en Geología y obteniendo el Premio Extraordinario. Desde su regreso a España ha compaginado la preparación de la tesis con la docencia en la Universidad de la Laguna. Durante 23 años, transmite en las aulas laguneras, con gran pasión, entusiasmo y grandes dosis de socarronería y buen humor, sus conocimientos a muchísimas generaciones de canarios que estudian Farmacia, Biología, Geografía, Matemáticas, Medicina, Magisterio, Geografía e Historia y Filosofía y Letras, entre otras carreras. A ningún alumno deja indiferente. Acompañado en sus primeros años de sus inseparables pipas a las que cambia su aromático tabaco holandés durante la clase, desvela los secretos de la naturaleza del Archipiélago canario a sus estudiantes. En una época en que abundaban en los planes de estudio contenidos que nada tenían que ver con la realidad de este territorio insular, Bravo en su condición de gran conocedor de él abre una ventana a sus alumnos por la que les muestra cómo es en realidad ese territorio. El científico portuense era muy crítico con la masificación de la enseñanza universitaria y creía a pies juntillas que a la enseñanza superior sólo deberían acceder los estudiantes que tuvieran una verdadera vocación. El científico portuense obtiene la cátedra de Geología de la Universidad de La Laguna en 1966, con cincuenta y tres años, convirtiéndose en Catedrático de Petrología y Geoquímica. Esta cátedra de la Universidad de la Laguna fue creada en 1960 al mismo tiempo que la que sería ocupada por Fúster en la Universidad de Madrid. Bravo siempre mantuvo que él no tenía aspiraciones de convertirse en catedrático sino que le «empujaron» a hacerlo desde diferentes ámbitos académicos y que de esta forma le cortaron las alas porque recibía ofertas internacionales para seguir trabajando en aguas subterráneas. Lo mismo sucede con los cargos de Director de Departamento de Petrología y Geoquímica, que ocupa de 1967 a 1983, y de Decano y Vicedecano de la Facultad de Ciencias.
Es en Canarias donde Bravo realizará las más amplias y duraderas investigaciones hidrogeológicas. Durante muchos años recorrerá en solitario, y más tarde en compañía de su colaborador científico Juan Coello, prácticamente la totalidad de las perforaciones para la explotación de las aguas subterráneas en Tenerife y numerosas perforaciones en las demás islas del archipiélago (en total unas 600). Para Bravo esta es una de las más duras y penosas investigaciones que realizó, pues tuvo que enfrentarse a suelos movedizos en gran escala, con altas temperaturas de hasta 42 ºC y con emanaciones de gases que el científico portuense citó por primera vez, ya que hasta entonces no se reconocían oficialmente. Tuvo que vérselas además con la ausencia de oxígeno que era absorbido por las aguas alumbradas en galerías profundas y con emanaciones de gases explosivos como el metano en Teno y Arico. La investigación geológica paralela a esta actividad dio lugar a la recopilación de varios miles de muestras de rocas depositadas en el Departamento de Edafología y Geología de la Universidad de La Laguna. Los resultados de estas investigaciones se encuentran convenientemente archivados y se han visto reflejados tan sólo de forma parcial en varias publicaciones. También será requerido el dictamen de Bravo sobre proyectos de presas en Gran canaria como la de Soria y la de Sorrueda en el cauce del Barranco de Tirajana y sobre otras en La Gomera.
La autoridad de Bravo en materia de aguas subterráneas es tal que se puede afirmar que en Canarias, en un determinado periodo, no se abrió una galería ni se perforó un pozo sin el parecer técnico del investigador portuense. Su dictamen fue muy demandado en la gran polémica suscitada con ocasión de la Ley 10/1987, de 5 de mayo, de Aguas de Canarias derogada por la Ley 12/1990, de 26 de julio, llegando a intervenir en una comisión sobre la legislación de aguas estatal, en el Congreso de los Diputados. Su participación, por otra parte, en el Seminario de Derecho Administrativo sobre aguas de Canarias organizado por la Facultad de Derecho de la Universidad de la Laguna es muy recordada y valorada. Bravo realizó también importantes investigaciones hidrogeológicas en el norte de Chile en colaboración con la Universidad del mismo nombre, en 1974, y en Isla Margarita (Venezuela) en octubre de 1975 y febrero de 1978.
Una de las teorías geológicas más importantes de Telesforo Bravo, y que constituyó una auténtica novedad en la literatura geológica mundial, es la de los deslizamientos gravitacionales. Los procesos por los que se han originado las grandes depresiones de Tenerife (Caldera de Las Cañadas y los Valles de La Orotava, y Güímar) han sido materias por las que se han interesado los científicos y que han dado lugar a un largo e intenso debate. La aportación de Bravo para solucionar esta controversia fue crucial: en los años cincuenta y sesenta del siglo XX aportó observaciones fundamentales extraídas de la observación de las galerías del norte de Tenerife. Sus datos permitieron la formulación de una teoría nunca antes formulada a esa escala.
Hasta la constatación de la teoría de Bravo, la hipótesis del hundimiento era la aceptada por casi todos los estamentos científicos para explicar la formación de las grandes depresiones de Tenerife. La formulación la realiza el investigador portuense en un artículo de 1962 que podemos calificar de embrionario, «El Circo de Las Cañadas y sus Dependencias», donde aporta datos inéditos sobre las formaciones volcánicas presentes en los subsuelos del norte de Tenerife, obtenidos a partir del estudio geológico sistemático de las galerías situadas en él. Bravo explica la formación de las tres grandes depresiones por el deslizamiento gravitacional de grandes masas del flanco norte de Tenerife, que se movieron lateralmente hacia el mar sobre la superficie plástica e inclinada del mortalón o fanglomerado. Para explicar cómo se formó ese material Bravo acude a un origen volcánico explosivo. Pero estas ideas no fueron aceptadas por la comunidad científica y el investigador portuense tuvo que luchar casi en solitario, durante casi treinta años, contra la incomprensión e incluso las burlas de muchos de sus colegas. Durante las últimas dos décadas del siglo XX, sin embargo, suceden tres hechos que permiten confirmar su teoría: la erupción del volcán Saint Helens, en el estado de Washington, noroeste de los Estados Unidos, que provoca un deslizamiento que es seguido en vivo y en directo; la formulación en 1989, por parte de los geólogos José Manuel Navarro y Juan Coello, a partir del análisis de los datos obtenidos en el estudio continuado de las galerías, de la moderna teoría de los deslizamientos, y, finalmente, los datos oceanográficos de los geólogos británicos Watts y Masson que en 1995 aportan evidencias que confirman definitivamente la existencia de varios grandes deslizamientos en el flanco norte de Tenerife.
Tras el revés que supuso el olvido de Mertens, Bravo continuó investigando y descubre los restos de otros lagartos de talla superior, como uno al que denomina G. máxima, que alcanzaría una longitud de entre 120 y 125 cm. A pesar de que hoy en día la comunidad científica considera que G. máxima de Bravo y G. goliath de Mertens son dos formas de diferente tamaño de la misma especie, prevaleciendo la G. goliath, el nombre de Bravo volvería a asociarse a los grande lagartos cuando el investigador alemán Raimond Hutterer denomina al G. goliath de La Gomera G. goliath bravoana en reconocimiento a las grandes aportaciones de nuestro científico a las investigaciones geológicas y paleontológicas de las Islas Canarias. En cualquier caso, en la actualidad y en gran parte gracias a las aportaciones de Bravo, se sabe que los lagartos gigantes que habitaron en el pasado las Canarias occidentales estaban ampliamente distribuidos por ellas y en especial por las zonas bajas y medianías. En 1935, Bravo y su hermano habían capturado dos ejemplares no adultos de una especie de lagarto en el Roque de Anaga de fuera. Los lagartos fueron descritos en 1985 por el profesor de zoología de la Universidad de La Laguna Aurelio Martín como una especie nueva del G. galotti, siendo denominada G. galotti insulaganae.
Con respecto a las tortugas terrestres gigantes se sabe, gracias a Bravo, que antes de la primera cita del hallazgo en Adeje de fósiles de tortuga, hecha por Oscar Burchard en 1925, algunas personas anónimas habían recogido huesos fósiles de algunos vertebrados que acabaron en el Museo de Ciencias Naturales. Tras el descubrimiento de Burchard, Bravo va a estar implicado directa o indirectamente en los diferentes y escasos hallazgos de los nuevos restos de esta especie en el Callao de Fañabé, otro ejemplar encontrado en Adeje y la mención de restos hallados en Güímar.
La rata gigante de Tenerife es otra especie fósil cuyo hallazgo se debe a Bravo. Entre los restos que encuentra el investigador portuense y que acaban en poder de Mertens se hallan algunos del roedor que no llega a estudiar nunca por diversas vicisitudes. La nueva especie es descrita en 1964 por M. Crusafont-Pairo y F. Peter y denominada Canaryomis bravoi en honor a su descubridor.
Son muy relevantes también los hallazgos arqueológicos que hace Telesforo Bravo en prácticamente todas las Islas Canarias. Desde muy joven le atrae el mundo prehispánico, cuyos vestigios encuentra con frecuencia. Una de las tareas que emprende con más entusiasmo es la búsqueda de restos arqueológicos, que llevará a cabo durante toda su vida. En Lanzarote descubre y reconstruye una enigmática estructura llamada «Quesera de Bravo» y cuya funcionalidad es desconocida. Nuestro investigador señala también el emplazamiento de túmulos de enterramiento en el lugar conocido como «La Batería» y en la Finca de don Justo, en las Peñas del Chache. En La Palma descubrirá unos grabados muy importantes en el Roque de Teneguía. Durante los dos años que trabaja como asesor científico de El Museo Canario realiza varias campañas en Gran Canaria, que son muy fructíferas y que darán lugar al hallazgo de elementos de gran valor como un arado aborigen, varias estatuillas, numerosos restos humanos y gran cantidad de cerámica. Sobre su método científico escribe el mismo Bravo: «Es interesante recorrer un paisaje dos o tres veces espaciadas por un pequeño lapsus de tiempo, que no sea tan grande que olvidemos la impresión anterior. Las rutas han de ser completamente originales, impuestas no por lo que digan los guías, ni los naturales del país. Los guías tratan de llevar al investigador por los sitios más fáciles, evitando rutas peligrosas o molestas para él. La investigación de una zona tiene que romper con todos los guías, con todas las rutas trilladas. El seguir a un guía es contraproducente y en el paisaje hay que buscar por nosotros mismos, aceptando la fatiga o toda molestia que suponga el traslado a sitios de peligro. De esta manera se han encontrado últimamente estructuras y plantas e insectos nuevos para la ciencia».
La inquietud científica de Bravo le lleva a participar en multitud de proyectos e iniciativas. En enero de 1962 pasa a ocupar la dirección del Museo de Ciencias Naturales. De 1969 a 1973 y de 1981 a 1985 realiza una importante labor como Director del Instituto de Estudios Canarios. Desde 1966 se convierte en miembro del Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias y en 1980 es elegido Vicepresidente de Relaciones Científicas de esa Institución, cargo que ocuparía hasta su fallecimiento.
En los primeros años de la década de los sesenta comienza una de las actividades más duraderas que Bravo realizará a lo largo de su carrera y que llevaba a cabo con mayor satisfacción hasta el momento mismo de su muerte: la docencia en el Curso de Español para Extranjeros que organizan el Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias y la Universidad de La Laguna.  
Durante cuarenta años Bravo acompañará a sus alumnos extranjeros a excursiones por diferentes lugares del archipiélago y disertará sobre su visión de Canarias acompañado de su extensa colección de diapositivas. Su intención es presentar las Islas como son, lejos de tópicos y estereotipos. Años después de su muerte todavía comentan sus lecciones alumnos italianos, alemanes, franceses, británicos, holandeses, finlandeses, noruegos o suecos que disfrutaron de su magisterio y que guardan de Bravo un recuerdo imborrable.
Durante toda su vida no deja de viajar frecuentemente por todo el archipiélago y fuera de él. Cinco viajes hacen a las Islas Salvajes, de las cuales elabora, en colaboración con Juan Coello, la cartografía geológica. En los últimos años de su vida viaja a Cabo Verde y Azores, como profesor, con la Sociedad Viera y Clavijo para la Enseñanza de las Ciencias. Su papel, por otra parte, en la erupción del Teneguía en 1971 resultó crucial, y su voz se hizo oír para calmar los ánimos en la madrugada del 9 de mayo de 1989 con ocasión de un seísmo que se sintió en Tenerife. A lo largo de su vida recibió numerosos premios y distinciones, siendo los más relevantes el premio Canarias de Investigación en 1989, el nombramiento de Hijo Predilecto de Tenerife en 2001, el premio César Manrique en 2001, el Teide de Oro de Radio Club en el año 2000 y la Medalla de Oro del Puerto de la Cruz a título póstumo en 2003.
Telesforo Bravo falleció en su casa de Puerto de La Cruz el 7 de enero de 2002, dos días después de haber cumplido los 89 años, un día de Harmatán o calima, cuando iba a coger un libro de su bien surtida biblioteca. A Bravo se le puede considerar el mejor conocedor del territorio canario en toda su historia, pues a lo largo de su vida lo recorrió en multitud de ocasiones, no sólo el suelo, sino también el subsuelo. El ejemplo de Bravo continúa hoy vivo entre nosotros. Su vocación y capacidad de sacrificio, su ética y honradez inquebrantable, su amor al aire libre y al trabajo de campo, sus dotes como docente, en fin, siguen vigentes y han creado escuela en varias generaciones de científicos que reconocen la vigencia de sus enseñanzas…”

BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL

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