sábado, 3 de marzo de 2018

EL PRESBÍTERO LUIS RIZO GRIMALDI DE PONTE Y BENÍTEZ DE LUGO



Según nos cuenta el amigo JUAN ALEJANDRO LORENZO LIMA Doctor en Historia de Arte por la Universidad de Granada en su transcendental trabajo “EL CALVARIO. SIGLOS DE HISTORIA, ARTE Y RELIGIOSIDAD EN LA OROTAVA”, en las paginas; 41, 42, 43, 44, 45, y 46. En las que nos habla del presbítero de La Villa de La Orotava Luis Rizo Grimaldi y Benítez de Lugo y sus importantes fundaciones y donaciones para la Villa: “…La erección de una ermita autónoma en el «Santo Monte Calvario» responde a la voluntad del clérigo Luis Rizo, aunque se inscribe también en una política de patro­cinio que escapa a dichos presupuestos y tiene en el fun­damento pío su verdadera razón de ser. Los estudios dedi­cados al marco local del siglo XVII insisten en esa idea", pero, como sucede con otras familias que perpetuaron afanes nobiliarios con el paso del tiempo, en el caso con­creto de los Rizo Grimaldo y Ponte se advierte claramente un afán reivindicativo y propagandístico. Tras el pa­tronazgo artístico y religioso persiste la aspiración de re­flejar el estatus alcanzado por sus miembros, aun cuando tales medidas no obviaran el afecto que muchos contem­poráneos sintieron por la Orden de San Francisco y sus múltiples manifestaciones religiosas en la Villa. Para todo ello fue necesaria la puesta en valor de una estrategia fa­miliar que permitió la concentración de propiedades y su transmisión entre familiares o parientes acreditados, res­petando, eso sí, una manifiesta endogamia y la distribu­ción equitativa de bienes sin alterar derechos inherentes al mayorazgo, a los intereses del linaje y, en mayor medida, a una sucesión previsible del patrimonio acumu­lado".
Nacido en La Orotava en agosto de 1639, Luis Rizo fue uno de los ocho hijos que tuvo el matrimonio integra­do por el capitán Doménigo Rizo de Lugo e Isabel de Ponte Calderón". Al igual que sus hermanos, supo sacar rentabilidad a las propiedades heredadas, a otras que compró, ya un servicio cotidiano en los templos por medio de las capellanías e imposiciones que servía al mediar el siglo. Además, ocupó cargos en torno al convento de San Lorenzo -entre otros, el de síndico varias veces-, ya que sus padres y hermanos ostentaron diversos patronatos en él. Lo importante ahora es que tal actividad le permitió reunir un importante conjunto de bienes, por lo que a partir de la década de 1670 pudo invertir el caudal dispo­nible y los muchos fondos que generaba su dedicación co­tidiana al culto".
La primera y más notable de las iniciativas que impul­só fue la ermita de San Felipe Neri, erigida en 1665 junto a la casa y unas amplias viñas que existían «a espaldas del camino que conduce al Puerto de La Orotava». Esa fecha -y no 1675, como se ha leído a veces- figura en la ins­cripción del frontis pétreo, aunque Rizo no refirió la construcción en escritura notarial hasta el 23 de junio de 1676 e instituyó luego una capellanía de misas rezadas en ella". Las mismas cambiaron con el paso del tiempo, al igual que su dotación económica, los ornamentos asigna­dos para el servicio del altar y las imágenes que iban a re­cibir culto en el recinto. En 1686 el fundador expresó la voluntad de que el nicho principal de su único retablo lo ocupara una representación «de talla» de los Desposo­rios de la Virgen junto a la imagen existente de San Felipe Neri y dos más de San Luis rey de Francia y San Luis Obispo que debían adquirirse con ese fin, las últimas igualmente «de talla de tres cuartas». Esa pretensión varió luego porque antes de 1709 entronizaría allí una efigie vestidera de la Virgen de las Mercedes", a la que ofrendó alhajas de plata y dotó con cultos muy diversos. En esas fechas había procurado ya la construcción de una bóveda para su enterramiento, la entrega de algunos ornamentos y bienes suntuarios, el encargo de una gran lámpara de plata -no concluida en 1713-, y el pago de celebraciones religiosas que fueron variando en sucesivos codicilos". Al margen de ello, lo importante es que la ermita se convirtió desde un primer momento en referen­te para alentar nuevas prácticas devocionales entre los fieles de La Orotava. Así parecen indicarlo cultos tributa­dos entonces a San Felipe Neri a buen seguro centrados por la efigie que subsiste del santo, que suponemos de origen sevillano y debió existir al tiempo de la fundación en 1665-, aunque son de mayor interés los ejerci­cios que pudieron desarrollar en su honor «los hermanos de la Santa Escuela de Cristo [... ] para ornato del culto divi­no»". En efecto, las prácticas de dicho instituto populari­zaron en Canarias lo que ha dado en llamarse espirituali­dad barroca" y, en mayor medida, un concepto pragmáti­co de la fe que -según las constituciones de la Escuela de Madrid, publicadas en 1659- aspiraba «al aprovecha­miento espiritual [... ] En cumplimiento de la voluntad de Dios [ ... ], con enmienda de la vida, penitencia, y contrición
pecados, mortificación de los sentidos, pureza de la conciencia, oración, frecuencia de sacramentos, obras de caridad, y otros ejercicios santos que en ella se enseñan y platican»:".
Una década después, Luis Rizo propició el encargo de una imagen de la Virgen de los Remedios con el fin de que presidiera «el nicho principal del altar» que tuvo la nueva parroquia de San Juan". Su importación desde Sevilla de­terminó que en julio de 1682 compareciera ante un escri­bano público para dejar constancia de la dádiva", si bien años más tarde dotaría la celebración de los oficios de vís­peras y su procesión en el marco de la festividad que los vecinos organizaban en torno a ella cada 15 de agosto". La familia Rizo Grimaldi respaldó a los feligreses del Farro­bo en su disputa para ganar autonomía frente a la única parroquia de la Villa de Abajo, por lo que no parece casual esta primera donación o el apoyo que otros parien­tes brindaron a las nuevas cofradías del templo y a sus cultos desde 1681• Asimismo, en fecha previa a la cons­trucción de la ermita del Calvario que nos ocupa, el mismo Luis Rizo fundó una memoria a perpetuidad en la parroquia de la Concepción. Las misas se oficiaban en torno al día de la Navidad, llevando de su casa «el Niño Jesús con la cuna» para la procesión que tenía lugar en la noche del 24 de diciembre". Por ese motivo, si otorgamos credibilidad a un apunte tardío del siglo XIX, la efigie del Niño que sigue usándose ese día y conserva el templo podría identificarse con la referida por Rizo en 1686. Además, donó a la parroquia la concha de plata que se empleaba en el rito bautismal, resultando una pieza de gran modernidad por su uso, tipología y ornato". La ins­cripción existente al borde recuerda que fue una dádiva de «EL LlSENClADO DON LUIS RISO GRYMALDO I LUGO», producida en 1684.
Pero, sin duda, la clave para comprender los anhelos del fundador de la ermita de La Piedad y su vínculo con «el Santo Monte Calvario» de los hermanos terceros se fundamenta en una relación constante, beneficiosa y útil de la familia Rizo con la Orden de San Francisco. Sus padres detentaron el derecho de patronato sobre el con­vento de San Lorenzo y ello explica que dos de sus herma­nos, fray Esteban y fray Diego Grimaldo, fueran importan­tes frailes franciscanos, llegando a convertirse el último en padre provincial durante el periodo 1664-1667. Asi­mismo, dos de sus tres hermanas profesaron como monjas clarisas en el monasterio de San José, donde la fa­milia tuvo enterramiento propio e Isabel de Ponte y Cal­derón recibió sepultura como matriarca del linaje. El vín­culo de Luis Rizo con la comunidad de San Lorenzo -y por extensión, con la espiritualidad franciscana que emanaba de ella- se inició en fecha temprana, por lo que durante su juventud conocería el auge experimentado por la Orden Tercera y la actividad previa de fray Francisco Luis". A ello tampoco permaneció ajena buena parte de sus her­manos y familiares políticos, de modo que en la segunda mitad del siglo XVII se sucedieron importantes donacio­nes al recinto. Así, por ejemplo, en octubre de 1670 su cuñada Isabel de Molina dejó como limosna varios textiles para las Vírgenes de la Caridad y de la Soledad>': y poco después otra de sus cuñadas, María de Valcárcel y Lugo, obligó a que los herederos y descendientes costearan la fiesta del Buen Pastor, «cuya hechura -declaraba en no­viembre de 1681- tengo colocada en la capilla mayor del convento »
Al ser patronos del recinto, los miembros de esta rama de la familia poseían allí una bóveda de enterra­miento propia y se beneficiaron de los privilegios que eran inherentes a dicho rango. Sin ir más lejos, Pedro Gri­maldo de Ponte, marido de la citada María de Valcárcel, explicaba esa circunstancia en el testamento que dictó en diciembre de 1683 argumentando que tal distinción res­pondía a un derecho que le correspondió como hijo y he­redero del capitán Doménigo Grimaldo Rizo de Lugo, su padre. De ahí que en fecha previa -y con mayor énfasis después de que el rey Carlos 11 aprobara la creación de su mayorazgo en octubre de 1681- fomentara el culto de la Virgen de la Soledad por medio de una efigie «de bulto y de rodillas», conservada en el domicilio familiar junto a «otra imagen de bulto de nuestra madre y señora de la Concepción» a la que puso por protectora del mayorazgo. Tal fue así que en sus mandas describe pormenorizada­mente lo relativo a la organización y a los bienes -talla, dosel, trono, colgadura, frontales, candeleros, cera, flores, etc.- que cada año trasladaba al convento para ce­lebrar «la función y procesión del Retiro de Nuestra Señora de la Soledad», coincidiendo con los días principa­les de Semana Santa". Al margen de su descripción tan precisa, la cita de esta efigie desaparecida nos pone sobre la pista de un modelo o esquema representativo de la So­ledad que surgió en el Madrid de Felipe y tuvo una difu­sión notable en Tenerife. En esos momentos, el mismo Pedro Grimaldo, su hermano Domingo y otros parientes Intervenían en la construcción del convento agustino de la Villa, llegando, incluso, a firmar contratas y a dirigir puntualmente la obra",
Si partimos de dichos antecedentes o vínculos piadosos, se entiende mejor la cercanía de Luis Rizo hacia el templo de San Lorenzo. El testamento que firmó en 1686 y los codicilos posteriores contienen infinidad de referen­cias sobre sus donaciones y servicios a la comunidad fran­ciscana, aunque, paradójicamente, en esos documentos no se aportan muchas noticias acerca del vínculo piadoso que él y sus familiares directos tuvieron con el Calvario desde época previa. Así, por ejemplo, en 1686 estipuló ya la entrega de 2.000 reales para dotar la enfermería de los frailes y la donación de ornamentos de damasco blanco junto a una colgadura de tafetán listado que podía usarse en las fiestas principales del convento. En los codicilos posteriores modificó el elevado número de misas, mani­fiestos del Santísimo y procesiones claustrales que impuso en su iglesia, coincidiendo con las fiestas de San Francisco, la Santísima Trinidad, San Buenaventura y la Virgen de la Caridad. En torno a la última promovió otras iniciativas de patrocinio, ya que en un primer momento dotó la fiesta de su octava con vísperas y una procesión de dicha imagen por el claustro. Décadas después, en 1713, ordenaba la entrega de pipas de vino para la compra de «una alhaja que adorne a la Virgen» o la cesión a su cofra­día del dinero que le adeudaban varios particulares. En cualquier caso, el interés y la devoción hacia esa efigie mariana se hizo extensible a otros familiares cuando avanzaba el siglo, porque, por ejemplo, en 1684 su her­mana Catalina Rizo había donado un juego de seis cande­leros o blandones de plata para que «sirvan a la imagen [de la Caridad] y en todas las solemnidades principales del convento»:" Obviando estas atenciones hacia un baluarte de la de­voción franciscana en la Villa, Luis Rizo tampoco perma­neció al margen de la actividad piadosa del ya citado fray Andrés de Abreu. Como hombre de profundas convicciones y apegado a un concepto empírico de la fe, sus predi­caciones en la Villa alentaron el desarrollo de los Vía Crucis y otros ejercicios píos que había puesto de moda fray Juan de Jesús• Ello podría explicar la determinación que sintió de construir una ermita en el Calvario antes de 1695, pero algo más tarde, en un codicilo de 1718, expre­saba el deseo que tuvo de empeñar diversos bienes y la casa donde vivía desde 1678 -situada por debajo del convento franciscano, en el mismo espacio que ocupa una construcción que exhibe el escudo con sus armas labradas en mármol blanco “para fundar el frustrado cole­gio de San Buenaventura. En la planificación de esa em­presa había trabajado desde época previa junto a Abreu y los ya difuntos fray Gregorio de San Diego Bencomo y fray Pedro de Abreu, con quienes compartió todo tipo de vi­vencias en torno al ideario común de Trento. Sin embargo, el proyecto no fue a más y terminaría limitándose a las funciones que algunos frailes -y en especial Rizo, a través de diversas donaciones- organizaban a dicho santo en el convento. No en vano, ya en 1686 estableció que su sobri­no Bartolomé de Ponte cuidara de «la imagen de talla del glorioso doctor San Buenaventura con todo el vestuario y las andas doradas» que poseía, acaso la misma que reci­bió culto en la iglesia de San Lorenzo y se conserva en la parroquia de San Juan Bautista desde 1835.
Dicha efigie podría corresponder con otra importación sevillana auspi­ciada por él durante las décadas de 1670 y 1680, ya que años más tarde se ofreció a costear la cera necesaria para que el Santísimo fuera expuesto durante el día de su fies­ta. No obstante, la predilección que Luis y otros parientes sintieron hacia este santo era una herencia familiar, porque, entre otras noticias, sabemos que en 1656 su madre Isabel de Ponte impuso la celebración de una misa cantada con vísperas cada 15 de julio"…”

BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL

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