Según nos cuenta el amigo JUAN
ALEJANDRO LORENZO LIMA Doctor en Historia de Arte por la Universidad de Granada
en su transcendental trabajo “EL CALVARIO. SIGLOS DE HISTORIA, ARTE Y
RELIGIOSIDAD EN LA OROTAVA”, en las paginas; 41, 42, 43, 44, 45, y 46. En las
que nos habla del presbítero de La Villa de La Orotava Luis Rizo Grimaldi y
Benítez de Lugo y sus importantes fundaciones y donaciones para la Villa: “…La erección de una
ermita autónoma en el «Santo Monte Calvario» responde a la voluntad del clérigo
Luis Rizo, aunque se inscribe también en una política de patrocinio que escapa
a dichos presupuestos y tiene en el fundamento pío su verdadera razón de ser.
Los estudios dedicados al marco local del siglo XVII insisten en esa idea", pero, como sucede con
otras familias que perpetuaron afanes nobiliarios con el paso del tiempo, en el
caso concreto de los Rizo Grimaldo y Ponte se advierte claramente un afán reivindicativo
y propagandístico. Tras el patronazgo artístico y religioso persiste la aspiración de reflejar
el estatus alcanzado por sus miembros, aun cuando tales medidas no obviaran el
afecto que muchos contemporáneos sintieron por la Orden de San Francisco y sus
múltiples manifestaciones religiosas en la Villa. Para todo ello fue necesaria
la puesta en valor de una estrategia familiar que permitió la concentración de
propiedades y su transmisión entre familiares o parientes acreditados, respetando,
eso sí, una manifiesta endogamia y la distribución equitativa de bienes sin
alterar derechos inherentes al mayorazgo, a los intereses del linaje y, en
mayor medida, a una sucesión previsible del patrimonio acumulado".
Nacido en La Orotava en agosto de 1639, Luis Rizo fue uno de los
ocho hijos que tuvo el matrimonio integrado por el capitán Doménigo Rizo de
Lugo e Isabel de Ponte Calderón". Al igual que sus hermanos, supo sacar rentabilidad
a las propiedades heredadas, a otras que compró, ya un servicio cotidiano
en los templos por medio de las capellanías e imposiciones que servía al mediar
el siglo. Además, ocupó cargos en torno al convento de San Lorenzo -entre
otros, el de síndico varias veces-, ya que sus padres y hermanos ostentaron
diversos patronatos en él. Lo importante ahora es que tal actividad le permitió
reunir un importante conjunto de bienes, por lo que a partir de la década de 1670 pudo
invertir el caudal disponible y los muchos fondos que generaba su dedicación
cotidiana al culto".
La primera y más notable de las iniciativas que impulsó fue la ermita de
San Felipe Neri, erigida en 1665 junto a la casa y unas amplias viñas que existían «a espaldas del camino que conduce al Puerto de La Orotava». Esa
fecha -y no 1675, como se ha leído a veces- figura en la inscripción del
frontis pétreo, aunque Rizo no refirió
la construcción en escritura notarial hasta el 23 de junio de 1676 e instituyó
luego una capellanía de misas rezadas en ella". Las mismas cambiaron con
el paso del tiempo, al igual que su dotación económica, los ornamentos asignados
para el servicio del altar y las imágenes que iban a recibir culto en el
recinto. En 1686 el fundador expresó la voluntad de que el nicho principal de
su único retablo lo ocupara una representación «de talla» de los Desposorios
de la Virgen junto a la imagen existente de San Felipe Neri y dos más de San
Luis rey de Francia y San Luis Obispo que debían adquirirse con ese fin, las
últimas igualmente «de talla de tres cuartas». Esa pretensión varió luego porque
antes de 1709 entronizaría allí una efigie vestidera de la Virgen de las
Mercedes", a la que ofrendó alhajas de plata y dotó con cultos muy
diversos. En esas fechas había procurado ya la construcción de una bóveda para
su enterramiento, la entrega de algunos ornamentos y bienes suntuarios, el
encargo de una gran lámpara de plata -no concluida en 1713-, y el pago de
celebraciones religiosas que fueron variando en sucesivos codicilos". Al margen de ello, lo
importante es que la ermita se convirtió desde un primer momento en referente
para alentar nuevas prácticas devocionales entre los fieles de La Orotava. Así
parecen indicarlo cultos tributados entonces a San Felipe Neri a buen seguro
centrados por la efigie que subsiste del santo, que suponemos de origen
sevillano y debió existir al tiempo de la fundación en 1665-, aunque son de mayor interés los ejercicios
que pudieron desarrollar en su honor «los hermanos de la Santa Escuela de
Cristo [... ] para ornato del culto divino»".
En efecto, las prácticas de dicho instituto popularizaron en Canarias
lo que ha dado en llamarse espiritualidad barroca"
y, en mayor medida, un concepto pragmático de la fe que -según las
constituciones de la Escuela de Madrid, publicadas en 1659- aspiraba «al
aprovechamiento espiritual [... ] En cumplimiento de la voluntad de Dios [ ...
], con enmienda de la vida, penitencia, y contrición
pecados, mortificación de los sentidos, pureza de la conciencia, oración,
frecuencia de sacramentos, obras de caridad, y otros ejercicios santos que en
ella se enseñan y platican»:".
Una década después, Luis Rizo propició el encargo de una imagen de la
Virgen de los Remedios con el fin de que presidiera «el nicho principal del
altar» que tuvo la nueva parroquia de San Juan". Su importación desde
Sevilla determinó que en julio de 1682 compareciera ante un escribano público
para dejar constancia de la dádiva", si bien años más tarde dotaría la celebración de los oficios de vísperas
y su procesión en el marco de la festividad que los vecinos organizaban en
torno a ella cada 15 de agosto". La familia Rizo Grimaldi respaldó a los
feligreses del Farrobo en su disputa para ganar autonomía frente a la única
parroquia de la Villa de Abajo, por lo que no parece casual esta primera donación o
el apoyo que otros parientes brindaron a las nuevas cofradías del templo y a
sus cultos desde 1681• Asimismo, en fecha previa a la construcción de la
ermita del Calvario que nos ocupa, el mismo Luis Rizo fundó una memoria a
perpetuidad en la parroquia de la Concepción. Las misas se oficiaban en torno
al día de la Navidad, llevando de su casa «el Niño Jesús con la cuna» para la
procesión que tenía lugar en la noche del 24 de diciembre". Por ese motivo,
si otorgamos credibilidad a un apunte tardío del siglo XIX, la
efigie del Niño que sigue usándose ese día y conserva el templo podría
identificarse con la referida por Rizo en 1686. Además, donó a la parroquia la
concha de plata que se empleaba en el rito bautismal, resultando una pieza de gran
modernidad por su uso, tipología y ornato". La inscripción existente al
borde recuerda que fue una dádiva de «EL LlSENClADO DON LUIS RISO GRYMALDO I
LUGO», producida en 1684.
Pero, sin duda,
la clave para comprender los anhelos del fundador de la ermita de La Piedad y
su vínculo con «el Santo Monte Calvario» de los hermanos terceros se fundamenta
en una relación constante, beneficiosa y útil de la familia Rizo con la Orden
de San Francisco. Sus padres detentaron el derecho de patronato sobre el convento
de San Lorenzo y ello explica que dos de sus hermanos, fray Esteban y fray
Diego Grimaldo, fueran importantes frailes franciscanos, llegando a
convertirse el último en padre provincial durante el periodo 1664-1667. Asimismo, dos de sus tres hermanas
profesaron como monjas clarisas en el monasterio de San José, donde la familia
tuvo enterramiento propio e Isabel de Ponte y Calderón recibió sepultura como
matriarca del linaje. El vínculo de Luis Rizo con la comunidad de San Lorenzo
-y por extensión, con la espiritualidad franciscana que emanaba de ella- se
inició en fecha temprana, por lo que durante su juventud conocería el auge
experimentado por la Orden Tercera y la actividad previa de fray Francisco Luis". A ello tampoco permaneció ajena
buena parte de sus hermanos y familiares políticos, de modo que en la segunda
mitad del siglo XVII se sucedieron importantes donaciones al recinto. Así, por
ejemplo, en octubre de 1670 su cuñada
Isabel de Molina dejó como limosna varios textiles para las Vírgenes de la
Caridad y de la Soledad>': y poco después otra de sus cuñadas, María de
Valcárcel y Lugo, obligó a que los herederos y descendientes costearan la
fiesta del Buen Pastor, «cuya hechura -declaraba en noviembre de 1681- tengo colocada en la capilla mayor del
convento »
Al ser patronos del recinto, los miembros de esta rama de la familia
poseían allí una bóveda de enterramiento propia y se beneficiaron de los
privilegios que eran inherentes a dicho rango. Sin ir más lejos, Pedro Grimaldo
de Ponte, marido de la citada María de Valcárcel, explicaba esa circunstancia
en el testamento que dictó en diciembre de 1683 argumentando que tal distinción
respondía a un derecho que le correspondió como hijo y heredero del capitán
Doménigo Grimaldo Rizo de Lugo, su padre. De ahí que en fecha previa -y con
mayor énfasis después de que el rey Carlos 11 aprobara la creación de su
mayorazgo en octubre de 1681- fomentara el culto de la Virgen de la Soledad por
medio de una efigie «de bulto y de rodillas», conservada en el domicilio
familiar junto a «otra imagen de bulto de nuestra madre y señora de la
Concepción» a la que puso por protectora del mayorazgo. Tal fue así que en sus
mandas describe pormenorizadamente lo relativo a la organización y a los
bienes -talla, dosel, trono, colgadura, frontales, candeleros, cera, flores,
etc.- que cada año trasladaba al convento para celebrar «la función y
procesión del Retiro de Nuestra Señora de la Soledad», coincidiendo con los
días principales de Semana Santa". Al margen de su descripción tan precisa,
la cita de esta efigie desaparecida nos pone sobre la pista de un modelo o
esquema representativo de la Soledad que surgió en el Madrid de Felipe y tuvo
una difusión notable en Tenerife. En esos momentos, el mismo Pedro Grimaldo,
su hermano Domingo y otros parientes Intervenían en la construcción del
convento agustino de la Villa, llegando, incluso, a firmar contratas y a
dirigir puntualmente la obra",
Si partimos de dichos antecedentes o vínculos piadosos, se entiende mejor
la cercanía de Luis Rizo hacia el templo de San Lorenzo. El testamento que
firmó en 1686 y los codicilos posteriores contienen infinidad de referencias
sobre sus donaciones y servicios a la comunidad franciscana, aunque,
paradójicamente, en esos documentos no se aportan muchas noticias acerca del
vínculo piadoso que él y sus familiares directos tuvieron con el Calvario desde
época previa. Así, por ejemplo, en 1686 estipuló ya la entrega de 2.000 reales
para dotar la enfermería de los frailes y la donación de ornamentos de damasco
blanco junto a una colgadura de tafetán listado que podía usarse en las fiestas
principales del convento. En los codicilos posteriores modificó el elevado
número de misas, manifiestos del Santísimo y procesiones claustrales que
impuso en su iglesia, coincidiendo con las fiestas de San Francisco, la
Santísima Trinidad, San Buenaventura y la Virgen de la Caridad. En torno a la
última promovió otras iniciativas de patrocinio, ya que en un primer momento
dotó la fiesta de su octava con vísperas y una procesión de dicha imagen por el
claustro. Décadas después, en 1713, ordenaba la entrega de pipas de vino para
la compra de «una alhaja que adorne a la Virgen» o la cesión a su cofradía del
dinero que le adeudaban varios particulares. En cualquier caso, el interés y la
devoción hacia esa efigie mariana se hizo extensible a otros familiares cuando
avanzaba el siglo, porque, por ejemplo, en 1684 su hermana Catalina Rizo había
donado un juego de seis candeleros o blandones de plata para que «sirvan a la
imagen [de la Caridad] y en todas las solemnidades principales del convento»:" Obviando estas atenciones hacia un baluarte de la devoción franciscana
en la Villa, Luis Rizo tampoco permaneció al margen de la actividad piadosa
del ya citado fray Andrés de Abreu. Como hombre de profundas convicciones y apegado a un concepto empírico de la fe, sus
predicaciones en la Villa alentaron el desarrollo de los Vía Crucis y otros
ejercicios píos que había puesto de moda fray Juan de Jesús• Ello podría
explicar la determinación que sintió de construir una ermita en el Calvario
antes de 1695, pero algo más tarde, en un codicilo de 1718, expresaba el deseo
que tuvo de empeñar diversos bienes y la casa donde vivía desde 1678 -situada
por debajo del convento franciscano, en el mismo espacio que ocupa una
construcción que exhibe el escudo con sus armas labradas en mármol blanco “para
fundar el frustrado colegio de San Buenaventura. En la planificación de esa empresa
había trabajado desde época previa junto a Abreu y los ya difuntos fray
Gregorio de San Diego Bencomo y fray Pedro de Abreu, con quienes compartió todo
tipo de vivencias en torno al ideario común de Trento. Sin embargo, el
proyecto no fue a más y terminaría limitándose a las funciones que algunos
frailes -y en especial Rizo, a través de diversas donaciones- organizaban a
dicho santo en el convento. No en vano, ya en 1686 estableció que su sobrino
Bartolomé de Ponte cuidara de «la imagen de talla del glorioso doctor San
Buenaventura con todo el vestuario y las andas doradas» que poseía, acaso la
misma que recibió culto en la iglesia de San Lorenzo y se conserva en la
parroquia de San Juan Bautista desde 1835.
Dicha efigie podría corresponder con otra importación sevillana auspiciada
por él durante las décadas de 1670 y 1680, ya que años más tarde se ofreció a
costear la cera necesaria para que el Santísimo fuera expuesto durante el día
de su fiesta. No obstante, la predilección que Luis y otros
parientes sintieron hacia este santo era una herencia familiar, porque, entre
otras noticias, sabemos que en 1656 su madre Isabel de Ponte impuso la
celebración de una misa cantada con vísperas cada 15 de julio"…”
BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL
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