Fotografía
correspondiente al año 1930, del Puerto de la Cruz (primera ciudad turística de
Canarias), calles; Zamora y Santo
Domingo. Todo un recital de tejas, y sobre todo de balcones canarios.
La
mayoría desaparecidos a raíz del famoso Boom Turístico de los sesenta del siglo
XX
El
amigo de la Villa de La Orotava; JAVIER LIMA ESTÉVEZ. Graduado en Historia por
la Universidad de la Laguna, remitió entonces (06/03/2016) estas notas que
tituló; “EL TURISMO TINERFEÑO EN 1930”.
Publicadas
en "La Opinión de Tenerife"
el sábado día 5 de Marzo del 2016: “…Desde finales del siglo XIX,
el turismo representa un sector fundamental en la economía canaria, tras los
efectos derivados de la crisis de monocultivos como la cochinilla. Muchos
viajeros, atraídos por las condiciones climatológicas de las islas y la realización
de diferentes estudios en ámbitos como la ciencia y la naturaleza, habían
difundido el nombre de Canarias a través de diferentes países. Se unen, pues,
toda una serie de elementos en los que la necesidad de buscar una alternativa
económica, la mejora de los servicios de transporte, las condiciones sociales,
políticas y económicas, junto a otros factores, derivaron en el inicio de las
actividades de un sector cuya estela predomina hasta nuestros días. En
Tenerife, existen toda una serie de zonas turísticas, destacando por su
trayectoria y evolución histórica la ciudad del Puerto de la Cruz, junto a
otros municipios del sur de la isla.
En ese sentido, con la finalidad de conocer
algunos aspectos del turismo antes del “boom turístico” de mediados del siglo
XX, destacamos un artículo publicado en La Gaceta de Tenerife el 18 de
noviembre de 1930 bajo el título “Estado actual del turismo en Tenerife”,
digitalizado en el portal Jable de la ULPGC. Su autor, L. Miguel Hernández, realiza
un interesante análisis de la situación turística tinerfeña a inicios de los
años treinta. De esa forma, inicia el artículo ofreciendo algunos aspectos
sobre la situación que se desarrollaba en torno al turismo en diversos rincones
de la geografía mundial. De su análisis y comparación extrae como conclusión
las carencias que la isla tinerfeña presentaba. En primer lugar, critica la inexistencia
de un lugar adecuado para el descanso de los turistas, exponiendo que tras el
cierre del hotel Taoro como consecuencia de un incendio el año anterior, se
retrocedió un gran paso en los adelantos turísticos experimentados hasta el
momento, asegurando que se trataba de un establecimiento conocido
“universalmente, y era uno de los más señoriales y artísticos”. Por otra parte, continúa reflejando la
situación turística tinerfeña de aquellos años, planteando la necesidad de
establecer diferentes opciones de ocio y restauración para el turista que se
aproximaba hasta la isla, justificando su propuesta ante la evidencia de que no
solamente de encantos naturales puede vivir un lugar, pues “si llega el turista
un día festivo, o en las horas vespertinas, halla a los comercios cerrados, y
en completa desatención, sin que tengan en cuenta los comerciantes las
economías que la apertura de sus establecimientos pudiera reportarles”. Ante la
necesidad de buscar nuevas soluciones, L. Miguel Hernández propone tomar el
ejemplo de núcleos como Arona, Icod de los Vinos, Granadilla de Abona, Los
Silos, Arafo y algunos pueblos de la isla de La Palma, planteando la necesidad
de fomentar, al igual que en esas localidades, las fiestas de tipismo, pues
podrían representar “nuevas atracciones para el turista, que nunca ha visto
estas típicas costumbres, nuestras originales danzas, ni han oído nuestras
folías, isas y malagueñas”.
Las fiestas de Mayo y los Carnavales, a
juicio del autor, podrían actuar como excelentes focos de promoción turística
de la isla, aunque lamenta profundamente el estado y desarrollo de tales
celebraciones durante los últimos años, denunciando públicamente la calidad tan
baja de los adornos que se empleaban para decorar las calles tinerfeñas,
manifestando que si se continúa con “los adornos ridículos, lo mejor sería que
no se hiciese nada. Que, o se hagan fiestas decorosos, o que no se hagan”. Sin
lugar a dudas, para el articulista, los encantos de la isla podrían marcar una
gran diferencia respecto a otros lugares con características similares pero con
mejor dedicación al turista.
En definitiva, el turismo representa un
sector que ha ido evolucionando a través de diversas infraestructuras y
servicios desde finales del siglo XIX en el ámbito canario, al compás de
determinadas transformaciones económicas, políticas y sociales, generando unos
beneficios que le consolidan como motor de nuestra economía…”
BRUNO
JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR
MERCANTIL
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