Fraile Andrés de Abréu orotavense nacido en la casita lindante con la
portada plateresca del ex convento agustino de nuestra señora de Gracias de la
Villa de la Orotava.
Primer poeta del barroco, no busca la belleza en sí misma. Ni su norma es,
estrictamente, el arte por el arte. Sus metáforas, de lento proceso cerebral,
no son tampoco quieta pedrería de museo, sin savia y sin pulso. A lo largo de
su poema, y sustentando su lírico artificio, discurre la humana peripecia de un
santo de excepción, en un contexto histórico apasionante. Ebrio de metáforas y
turbado de santidades, el poeta se estremece ante un estilo de arte que le
alucina y un estilo de vida que irresistiblemente le atrae.
Nacido en La Orotava el 30 de noviembre de 1647, Fraile Andrés de
Abréu ingresa desde joven en el convento franciscano de San Lorenzo de su
villa natal. Desempeña cargos importantes como el de Lector de Prima de
Teología en el convento de San Miguel de las Victorias en La Laguna,
Provincial dos veces de la orden franciscana, Examinador Sinodal de la diócesis
de Canarias y Comisario del Santo Oficio. Muere en su convento de San Lorenzo
en 1725, a los 78 años de edad. Viera y Clavijo nos refiere que fue
en este convento de La Orotava donde Fraile Andrés de Abréu compuso,
con el marqués de Celada don Diego Benítez de Lugo y el jurisconsulto don
Martín BucayIle, «aquel triunvirato famoso de séquito y autoridad, de que
todavía hoy hay memoria». Y el marqués de Celada testimonia que Fraile Andrés
es «el religioso más sobresaliente que tenemos hoy para la cátedra y púlpito...
y el fraile más bien querido que hay en su Religión».
De su obra poética sólo se conserva un largo poema, dedicado a la vida de
San Francisco, con este título: Vida del Serafín en carne y vera
efigies de Cristo San Francisco de Asís. Se publicó en Madrid, en
1692, pero debió terminarse varios años antes, porque las distintas licencias y
aprobaciones para su publicación datan de 1688. La segunda edición, ricamente
orlada en todas sus páginas, se hizo en Toledo, a mitad del siglo XVIII. Su
aprobación y licencia son de 1744, 19 años después de su muerte. La edición de
Madrid va precedida de una amplia dedicatoria al Capitán General de las Islas
Canarias y de las respectivas licencias de la orden franciscana, del obispado
de Canarias y del Rey. Y a cada licencia se antepone un informe que le sirve de
base. El primero fue encargado a tres padres franciscanos, lectores de
Teología; el de la diócesis a un agustino, examinador sinodal, y el del
Consejo Real a un carmelita, predicador de su Majestad. Los tres informes son
sumamente laudatorios y contienen algunas apreciaciones de estilo. El prólogo,
con repetidos alardes de humildad, es del autor del poema.
BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL.
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