Fotografía
que remitió entonces (28/8/15) la amiga de La Villa de La Orotava; MONTSE
QUINTERO, es el ejemplo vivo, del mayor atentando patrimonial que se cometió en
la Villa de La Orotava al mediado del siglo XX.
La
demolición del templo y convento de San Nicolás de las monjas dominicas y
catalinas. En donde sobresalía la espadaña de piedra molinera que vemos en la
foto, gemela total a la del convento agustino de Nuestra Señora de Gracia que
se conserva actualmente. Similar atentando patrimonial se produjo al final del
siglo XIX, con el convento de San José de monjas Claras (franciscanas), ubicado
donde hoy está la plaza del Ayuntamiento, edificio Consistorial y la Hijuela
del Jardín Botánico, en donde destacaba la portada del templo (actualmente en
la capilla del Campo Santo orotavense) y
el mirador, similar al de las claras de La Laguna, ubicado en la esquina de las
calles La Carrera y Tomás Pérez antigua de Home.
Siempre
me he preguntado, y he preguntado, no había otros solares, tanto al final del
siglo XIX y al mediado del siglo XX, donde fabricar la Casa Consistorial,
Correo y Telégrafo y centro de salud (seguridad social). Era necesario cargarse
sin el sentimiento histórico y patrimonial dos grandes inmuebles conventuales
de la villa, dos interesantes templos.
De los
tres restantes edificios conventuales, el que más y mejor se conserva es el
dominico de San Benito, puesto que el agustino de Nuestra Señora de Gracia
(modificado el claustro por el acuartelamiento) y el de San Francisco, por la
ampliación del Hospital de la Santísima Trinidad (a pesar del incendio que
sufrió en el año 1801, y lo dejo en una cuarta parte de lo que Viera llamó el
Escorial de Las Canarias). Lamentable, pero cierto, en el caso de esta
magnífica fotografía, es totalmente inaplicable, sobre todo lo que estos pobres
e inocentes obreros trajinan,
destruyendo en los años cincuenta del siglo XX, el templo del mencionado
convento..
El Convento de las monjas dominicas de San Nicolás, se fundó
según Viera y Clavijo, por los años de 1626. Siendo su instaurador Don
Nicolás de Cala, clérigo presbítero, deseoso de fundar en La Orotava un
monasterio de monjas dominicas, donde pudiesen profesar, solicitó pasasen
a la Villa norteña algunas religiosas de la Laguna, a quienes
daba vivienda en sus propias casas. Pero aconteció la desgracia de que apenas
se habían apeado las fundadoras, cuando el devoto presbítero murió de repente
y, no queriendo sus herederos continuar las piadosas ideas del difunto,
padecieron las religiosas notables incomodidades, pues sólo libraban su
subsistencia y los adelantamientos del edificio en las limosnas de los fieles,
de modo que éste no tuvo su complemento hasta que, habiéndose conferido el patronato,
en 1632, a Don Diego Benítez de Lugo, les fabricó la capilla mayor
con todo esmero. Desde entonces este célebre monasterio de San Nicolás obispo y
su digna comunidad lograron toda suerte de conveniencias, estando bajo la
dirección y obediencia de los religiosos dominicos. Pero llegó a los principios
del siglo XVIII una época memorable, en que mudaron de semblante las cosas.
Viera hablaba del tiempo en que, habiendo declinado las monjas de esta sujeción
a aquellos padres, se entregaron a la ordinaria del obispo, suceso famoso en
que sin duda mediarían grandes divisiones, grandes revueltas y recursos. Se
encontraba cerca del monasterio, con cuya iglesia comunicaba por una tribuna,
la casa de los marqueses de Celadas, sus patronos, edificio el más bello y suntuoso
de la Villa y se había espaciado en varias ocasiones el rumor popular
de que por allí se les había de quemar a las monjas el convento. Este
pronóstico, que unos despreciaba y otros temían, asegurando que por las noches
se solía observar en el cielo el fenómeno de no sé que llama sobre la casa del
marqués, se edificó en la referida del 31 de Agosto, entre doce y una,
incendiándose súbitamente, con increíble voracidad, y en cuatro horas, a tiempo
que todos dormían. Por más prisa que se dio el pueblo, nada perezoso en tales
casos, ya el fuego se había apoderado del monasterio, de donde apenas pudieron
escapar las religiosas, quemada alguna y casi todas chamuscadas. El vicario Don
Juan Delgado Temudo las recogió en una casa inmediata al colegio de los jesuitas,
en cuya iglesia colocó las especies sacramentales. Allí estuvieron algunos
meses, excepto unas cuantas de la antigua parcialidad de los frailes que, con
beneplácito del obispo y del provincial, pasaron a albergarse al monasterio del
Puerto de La Orotava, que es de la misma orden. Pero como las otras no
habían encontrado en la casa que habían ocupado ni la comodidad ni la seguridad
precisa, resolvieron echarse sobre el inmediato colegio de los jesuitas,
desalojarlos y apoderarse de él, hasta que se reedificarse su convento. Subió,
pues el monjío con los jesuitas y toda la nobleza a tomar posesión de la casa,
donde se acomodaron del mejor modo que pudieron, y permanecieron en ella más de
un año. El marqués de Celada, el obispo Don Lucas Conejero y varios caballeros
deudos de las monjas contribuyeron para la pronta reedificación del convento;
de modo que antes de un año de la quema pudieron volver a habitarle, bien que
se quedaron las otras en el del Puerto. Tardo algunos años en perfeccionarse el
edificio, especialmente la iglesia, que por último se dedicó con memorables
regocijos en 1737. Pero tuvo muy corta duración este segundo monasterio, pues
aquellas vírgenes religiosas, que parece que se dormían con las lámparas
encendidas, despertaron otra vez atónitas en medio de las llamas, la noche del
27 de julio de 1761, saliendo apresuradamente de entre ellas. Ardió todo el
convento, y después de haber andado errantes, se retiraron a las casas del
coronel Don Juan Bautista de Franchi. Era vicario Don Domingo Delgado, sobrino
del otro vicario de la quema anterior. Estuvieron allí alojadas, hasta que a
solicitud del coronel Don Juan de Franchi Grimaldi, su inmortal bienhechor, se
reedificó el tercer monasterio que tuvieron ya por fin, del cual tomaron posesión
el día 8 de Junio de 1769, habiendo vuelto de aquel retiro en procesión
solemne, a tiempo que su iglesia, ya reparada, servía interinamente de
parroquia, con motivo de estarse fabricando el nuevo templo de la
Concepción de la Orotava. Al final del siglo XIX, el monasterio
ocupaba una gran manzana, así nos indican los historiadores Alloza Moreno y
Rodríguez Mesa: En un plano levantado en los primeros años del siglo XIX, se
comprueba la superficie y los limites que llegó a tener después de sucesivas
ampliaciones el ex-convento de San Nicolás, alcanzando a cubrir una manzana de
considerables proporciones. Tras la exclaustración de órdenes religiosas en
1835 el monasterio pasa al Ayuntamiento de La Orotava, colocándose allí el
Teatro Power.
BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL
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