En el muro del FACEBOOK del amigo de la
Villa de La Orotava JESÚS ROCÍO RAMOS, aparece un magnífico y extraordinario
trabajo suyo que comparto con su permiso, adaptado por ÁNGELA PÉREZ ROCÍO, que
se titula “UN
SÁBADO INOLVIDABLE EN EL PUERTO DE LA CRUZ”, referente a sus tertulias con sus
amigos entre Guachinches y el Puerto de la Cruz:“…Los sábados por
la tarde y los domingos al mediodía en la plaza de la Alameda, nos reuníamos
varios grupos de amigos para salir de perras de vino. Los sábados para cenar y
los domingos para un prolongado aperitivo. ¡Qué difícil era ponernos de acuerdo
para saber a dónde ir! Esperábamos a que llegara la ambulancia, que es como
llamaban el coche que nos trasladaba, el de Ángel (...) y antes de salir la que
se armaba para tomar la decisión. Raúl decía: “vamos casa Fefe”; Vicente “a
casa Pillo”; Justo “a casa de Genaro”; Ángel, que era el que llevaba (el coche)
la ambulancia, Francisco y Joaquín decían “al Purito”; Pepe Baute “casa Paco”
“el Manco”; Evelio “al Salón”; Isidro “al chinchal” y Julito a “casa de Antonio
Gutiérrez (...)” y a mi ese sábado que fui con ellos, me gustaba “el Veleta”.
Terminábamos contra todo pronóstico en el Bar Palma, no me digan si el vino era
cantor. También había otros grupos formados por: Chano, el del molino, Adolfo Padrón,
Antonio Delgado, Placido Ravelo, Pedrollo, Isidro “el recortado”, Arnoldo, y Heriberto
y otro grupo formado por: Pepe Calzadilla, Pedro Castañeda, Juanito, Pedro “el
Grife”, y a veces Néstor, Justo y yo. El último grupo lo formábamos: Manuel,
Santiago Sálamo, Paco Quintero, Domingo Trujillo, los hermanos Fefe y Domingo,
Mame, Daniel, Vidal, Antonio, y Fillo. Ya por aquel entonces yo llevaba mi
coche, era una rubia Hilman y recuerdo aquel sábado que yo salí con los del
primer grupo. Después de cenar seguían tomándose la arrancadilla, y yo no
quería seguir bebiendo, porque tenía que traer el coche y decidí marcharme.
Ellos se quedaron, pero como cosa rara mi hermano Justo se vino conmigo. Al
llegar al calvario me dijo: “¿vamos a dar una vuelta al Puerto?” y fuimos
directos a la avenida de Colón. A pesar de haber tantos coches, a ambos lados
aparque fácil por fuera del Hotel Las Vegas. ¡Madre mía cómo estaba la avenida,
que ambiente! Había mucha gente paseando, sonaba la música por todos los lados,
te tropezabas con varios conocidos y amigos, algunos carpinteros, ya que por
aquel tiempo estaba de moda la popular Sala de fiestas “el Caballo Blanco”.
Entramos en la Sala de Fiestas Los Caprichos, estaba a tope. ¡Qué bien sonaba
la Orquesta Los Palme´rs con la voz inconfundible del gran cantante Falo!
Recuerdo que cantaba “la chica de Ipanema” en el mismo hotel en un extremo
estaba la cafetería “los Alisios”, la música de ambiente estaba a cargo del
gran pianista Leopoldo Ortiz. De allí fuimos al Oasis, aquello era una locura,
que fiesta. Al piano y a veces con el acordeón estaba el gran showman Foronda,
era todo un espectáculo, cantaba y acompañaba a los que querían cantar. De
casualidad conseguimos donde arrimarnos, nos tomamos un cuba libré y
disfrutamos del exquisito ambiente. Estaba tan a gusto que al final terminé
cantando. Al salir entramos en la sala de Fiestas, el Poncho al oír cantar al
Gran Caruso Canario Carmelo del Rosario. Al salir se percibía a lo lejos la
canción pegadiza de los brincos “Flamenco”. Seguimos caminando con dirección al
Columbo y cada vez la música se escuchaba más cerca. Yo creía que era un disco
de los Brincos, pero mi sorpresa fue al llegar al Columbo y al mirar desde
fuera pude comprobar que la canción era en riguroso directo muy bien imitada,
por el conjunto villero los Rayos Verdes. El portero era Mundo y nos invitó a
pasar, entramos y que bien lo pasamos; bailamos con dos puretas, nos tomamos la
última copita y tengo que decir que era un regalo para los oídos escuchar a los
Rayos Verdes que lo formaban los amigos: Carmelo, Julián, Jesús, y Rubén con un
variado repertorio. Salimos y fuimos donde había dejado el coche y a pesar de
la hora, el ambiente seguía siendo espectacular.
Con razón no solos los
portuenses sino todos terminamos elogiando aquellas maravillosas noches a las
que te invitaba volver. Ya todo quedó en el pasado, parece como si hubiese
subido la marea y las grandes olas hubieran acabado con toda la alegría y la
diversión, que la avenida tenía. Hoy lo recordamos con mucha pena y con la
esperanza de que algún día vuelva a ser lo grande que fue. De regreso a La
Orotava mi hermano me comentaba muy contento lo bien que lo habíamos pasado
diciendo que había sido un sábado inolvidable…”
BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL
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