miércoles, 7 de febrero de 2024

PLATINO Y DIAMANTES DE LOS MÁS PRECIOSOS PARA LOS SALESIANOS. SETENTA Y CINCO AÑOS DESPUÉS.- (IV-I)

El amigo de la Villa de La Orotava ISIDRO FUENTES MELIÁN “MÉDICO” remitió entonces (07/02/2024) estas notas y fotografías que tituló “PLATINO Y DIAMANTES DE LOS MÁS PRECIOSOS PARA LOS SALESIANOS. SETENTA Y CINCO AÑOS DESPUÉS.- (IV-I)”: “…Los introductores y ,en consecuencia, los promotores del baloncesto en La Orotava fueron los hermanos Negrín, Don Diego y Don José, allá por los años “cuarenta” del siglo pasado. Coincidía la fecha, año más año menos,, con las gestiones que hacia el Patronato de San Isidro ( herencia de D. Nicandro González ) en busca de una congregación religiosa que se hiciera cargo de la enseñanza en el colegio que pretendía incluir Primaria, Ingreso y los siete años de Bachillerato. Como ya se sabe, quedó reducida a  dos cursos de Primaria (Clase Chica y Clase Media), Ingreso y Primero de Bachillerato. Y  el sábado dos de octubre de 1948   los Salesianos abrieron la puerta,  su “Puerta Principal”, aquella que no sé si aún permanece abierta las 24 horas del día, en su vocación por cooperar….

 Por esos años, Don Diego Negrín, arropado por los amantes de los deportes en La Orotava,  fue el  entrenador del primer equipo de baloncesto creado por aquí. Don Diego también hizo de  monitor, en su más amplio sentido, que incluía el conocimiento de sus jugadores, sus capacidades  físicas y mentales, sus destrezas y habilidades, sus inteligencias, sus condiciones personales anatómicas para tal o cual puesto en el equipo, para pergeñar técnicas y tácticas que también incluyen el conocimiento de los adversarios…..

Al mismo tiempo, pues partía de cero, con  reglamento en mano, debió instruir a su equipo sobre QUÉ era y CÓMO se jugaba aquel deporte, sus reglas , las faltas, los tiempos, el tiro a la canasta, los marcajes, los tiros libres, los pasos en carrera botando el  balón, el respeto a las áreas bajo los aros, los tiempos muertos, las ayudas contra el tablero y, así,  un largo etcétera de normas que ya serían tratadas o corregidas según fueran apareciendo en la práctica de aquel incipiente y novedoso deporte.

Aquellos eran “otros tiempos” y otros métodos. En la actualidad la enseñanza técnica del jugador se basa en la “imitación”, que es la forma más antigua (filogenética) de aprendizaje. Se trata de ver en video, película o directamente en la cancha durante un partido cómo lo hace el jugador destacado, el líder del niño o del joven aficionado, futuros “profesionales” del baloncesto. Se basa en que tenemos por diferentes rincones de nuestro cerebro, en mayor o menor cantidad,( eso es muy importante), unas células cuya función principal es copiar, imitar, lo que se ve. Se llaman “neuronas espejo”. Si ves al destacado encestador de triples una y otra vez, de forma empática lo imitas y terminas “contagiándote”, digámoslo así. Por empatía repites lo que ves y acabas copiándolo exactamente o, incluso, mejorándolo, y solo con la suspensión limpia (el salto) y el primer tramo recorrido por el balón al salir de tus manos ya sabes, en porcentaje elevado, si el tiro será certero o no. Lo curioso del asunto: un espectador cercano, perspicaz, rico en “neuronas espejo”, también pronosticará el éxito o el fracaso del tiro triple usando los mismos datos: ver la suspensión del jugador y el primer tramo del trayecto del balón. Ya desde mis tiempos jóvenes, algunos decían que, nada más salir el balón de sus manos, “sentían” si el tiro sería certero o no.

Si yo colocara un electrodo en una “célula espejo”( neurona) de tu cerebro y te pusiera ante alguien que ríe con alegría, tu neurona mostraría una actividad eléctrica; es decir, se pone en “movimiento” y tú, por lo menos, sonreirías. ¡¡ Eso es lo normal, pues  la risa se contagia ¿no? !!  El niño autista, en el reverso de la moneda, generalmente con dificultades para la comunicación y las relaciones sociales de diferentes tipos, ni siquiera sonreiría. Parece ser que el problema se origina en un déficit de “neuronas espejo” que causaría su  falta de empatía; su nulo interés por reconocer a “los otros”.  

El estudio de estas células abre las puertas a un futuro de esperanza para la Neurociencia en general, frente a desesperanza, pena y condena…..,  que sufren los niños, y sus familiares en primer grado, con ciertas enfermedades como puede ser el TA (trastorno autista).  

La cancha  de baloncesto (el “campo-tenis del Recodo”, decíamos nosotros) estaba en La Torrita junto al Recodo. Se entraba por una sencilla puerta junto a la vivienda—como está actualmente (enero de 2024)-- de los padres de  José Saturio y Milagros  Gonzalez Marrero  seguida de una escalera del ancho de la puerta que descendia unas 25 o 30 metras hasta acceder a un rectángulo perfectamente llano con sus lados menores al norte y al sur. Al naciente de ese rectángulo estaba la cancha de baloncesto con pavimento bien refinado y sus tableros sostenidos por armazón  de madera con sus aros y sus redes.  Al poniente, la otra mitad del solar, de idénticas dimensiones,  que debió quedar en un proyecto para campo de tenis, con tierra bien presionada, con hierbajos por algunos rincones, en espera de que se decidiera su utilización. Lo dicho: para nosotros el “campo-tenis del Recodo”.

Foto Nº 1.- De los archivos de “EFEMÉRIDES” de Bruno Juan.

En la foto, Don Diego Negrín -- flema inglesa— con sus jugadores Alfonso Machado, ¿¿ Zalabarría?? , Juan Acosta, Deogracias Sálamo, Carlos Acosta y Chuchín Quintero, en la segunda mitad de la década de los mil novecientos cuarenta, cuando también, adelantándose a los tiempos, se contaba con un equipo de jóvenes mujeres.

Nadie sabe, ni se recuerda, cómo la semilla germinativa de Don Diego prendió en el “Patio Central” del colegio salesiano. Debió ser por el ambiente acogedor que  se sentía mucho más allá de los límites físicos del edificio del colegio y ya la plaza de Franchi Alfaro, especialmente y muy pronto, por su creciente actividad y viveza, parecía más que un aledaño, una parte importante de “ La Obra” salesiana.

Y así fue como el Patio Central, una mañana cualquiera, de un día cualquiera del curso 1953-54, apareció adornado con unos tableros marrones con sus aros y sus inolvidables redes de baloncesto. Los tableros no tenían las dimensiones reglamentarias, porque nadie las conocía, pero los aros  con sus redes  exhalaban un efluvio misterioso que atraía y te invitaba a participar  en el juego.

Los aros con su tono gris-claro, de aspecto metálico resistente, mostraban su firmeza, su fortaleza. Y las redes, que son el ALMA del baloncesto, eran mallas de cordones trenzados con nudos  vistosos que daban solidez y consistencia en justo equilibrio con su elasticidad y su blandura. Eran como un receptáculo acogedor y confortable donde el balón, tras el tiro  en suspensión con enceste limpio, pleno, o ayudado por el tablero, quedaba suspendido unos segundos—eternos segundos en las fotos de captura de las retinas-- en esa suave y resistente malla justo el tiempo que duraba el clamor de la afición celebrando el tanto, para luego devolver el balón  a la cancha, casi en una caricia, para que el juego continuara.

No habían entonces gigantones de más de 2 metros que con sus “mates” añaden violencia, ira y cierto grado de antideportividad,  con  agravio a la red, la misma red que, paradójicamente, deben defender en el segundo tiempo.

(Fig. 2) Un aro sin red emite frialdad , poco apego y resta ganas de jugar…..

Las redes son el alma del baloncesto. Son sagradas y hay que respetarlas y hasta mimarlas. Son insustituibles pues un encuentro de baloncesto sin redes  perdería  las esencias, el enceste su magia, el juego su calor y la afición su pasión. Unos aros sin redes  emiten cierta frialdad y poco apego y merma tus ganas de jugar y.........de encestar.

(Continua)…”

 

BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU

PROFESOR MERCANTIL


 

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