Fotografía
de izquierda a derecha: Alberto, Gerardo Movilla, Orlando, Salvador García
Llanos, Castañeda y Dorta. En la reunión de Punta Brava del Puerto de la Cruz.
El
amigo del Puerto de la Cruz; SALVADOR GARCÍA LLANOS, remitió entonces (06/02/2024),
estas notas y fotografía que tituló; “SEMILLAS
DE ENTONCES, VALORES ETERNOS”: “…Los antecedentes –mejor dicho: el antecedente, el único
que se ha producido- fueron tan favorables, dejaron tan buen sabor, que los
asistentes parecían ansiosos de repetirlos o experimentarlos. “Nada es para
siempre, excepto la amistad”, dijo en una escena Kevin Costner en el drama
pasional Revenge
(Revancha), película de 1990 dirigida por Tony Scott.
La afirmación es de
aplicación si se tiene en cuenta la vivencia de ex jugadores de distintas
épocas del Club Deportivo Puerto Cruz que se dieron cita al mediodía de ayer en
el sector más turístico de Punta Brava, no solo para evocar sino acreditar que,
a principios de los años setenta del pasado siglo, el acceso de los juveniles
al primer equipo se hizo con una naturalidad pasmosa, fortaleciendo, acaso sin
saberlo, una amistad y un relación fraternal que habrían de perdurar.
De aquello tuvieron
buena parte de culpa el presidente de entonces, Alberto Hernández Illada; el
entrenador, Fernando Cova Barroso; y dirigentes como Gregorio Álvarez, Pepe
Galindo, Alejandro Marrero y Juan Pedro Plasencia. Muchos de los juveniles de
entonces darían un salto solvente no en vano se habían codeado con los mejores
equipos y jugadores de la época. Fue un momento decisivo de la pequeña gran
historia del club porque hubo que elegir entre la cantera o seguir trabajando
con fichajes e incorporaciones de otras latitudes.
La cantera, por
fortuna, seguía dando sus frutos, algunos de ellos muy jugosos, más que
aprovechables. El tránsito apenas se notaba. Los resultados compañaban. Y el blanco
del uniforme portuense seguía estando impoluto desde ese punto de vista.
La sucesión se hizo con naturalidad. Daba gusto acudir hasta las
sesiones de entrenamiento en El Peñón, donde apenas se percibía la diferencia
de edad. Lo que importaba era discernir quién o quiénes eran los próximos
jugadores que se incorporarían al cuadro representativo de los portuenses.
Aquellos recuerdos
se amontonaban en el imaginario de muchos portuenses que, en aquellos años,
ignoraban aún que se avecinaba una auténtica debacle en el fútbol regional
motivada por hechos de distinta índole y que ha culminado en nuestros
con una crisis que se ha llevado por delante a la mismísima
rivalidad, factor estimulante que servía para mantener la llama encendida.
Los veteranos de entonces
lucieron generosidad y propiciaron una cohabitación escrita con mayúsculas. Que
ha durado hasta nuestros días, como se puso de manifiesto al mediodía del
pasado sábado, no importan las canas y las calvicies ni los mayores o menores
vínculos que los protagonistas sigan teniendo con el fútbol y con el
club portuense. Ya todos prácticamente han cumplido su ciclo y su aportación
será recordada con gratitud. Lo que trasciende en el paso del tiempo es que el
compañerismo y la armonía, la confianza y la sana relación perduran, aptas para
seguir brindando por lo mejor del mercantilizado fútbol, por tantos valores que
se contrastan, principalmente, en momentos como los vividos.
Aquel gol, aquella
parada, aquel desplazamiento, aquella expulsión… lances que marcaron una época,
la de principios de los años setenta, tan granada y tan positiva, vivida con
tanta pasión y con tanta positividad que las semillas entonces han
germinado como en muy pocas otras ocasiones.
La historia, la
pequeña gran historia del fútbol portuense, las recogerá…”
BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL
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