Fotografía referente al aluvión del año
1826 en el Puerto de la Cruz, en los que pertrechos y piezas
de artillería de la desaparecida batería de San Carlos (zona de Martiánez),
fueron trasladados a la de San Telmo, colocándose en la sacristía y ermita,
donde se depositaron por mucho tiempo.
El amigo de la Villa de La Orotava; JAVIER
LIMA ESTÉVEZ Graduado en Historia por la Universidad de la Laguna, remitió
entonces (7/11/2016) estas notas que tituló; “190 AÑOS DE UNA CATÁSTROFE EN
CANARIAS”: “…Las Islas Canarias han sufrido a lo largo
de su historia toda una serie de desastres naturales. Diversos testimonios han
llegado hasta la actualidad relatando los efectos de numerosos acontecimientos sobre
el relieve de nuestra geografía. Un ejemplo de ello sería la triple erupción
que vivió Tenerife entre 1704 y 1705 en las cumbres de Arafo, Güímar y Fasnia.
Plagas de langostas también han venido a sacudir a la población canaria, siendo
una de las más terribles la sufrida por la población en 1659, registrándose, en
1954, la última invasión de tales especies. Además, grandes lluvias se vendrían
a producir durante el siglo XVIII, destacando los años 1713, 1722, 1763, 1766,
1768, 1775 y 1779, años que intercalaron con periodos de notable sequía. Casi
por esas fechas, ocurrió la mayor catástrofe natural de la que se tenga
constancia en la historia de Canarias. Diversos artículos y crónicas se han
publicado sobre tal tema desde el siglo XIX, permaneciendo en la memoria un
acontecimiento que afectó mayoritariamente a la isla de Tenerife a través de
lluvias torrenciales y vientos huracanados durante la noche del 7 al 8 de
noviembre de 1826. Un fenómeno sobre el que dejaron testimonio Sabino Berthelot,
José Agustín Álvarez Rixo o el propio beneficiado de la iglesia de Santiago
Apóstol de Los Realejos, Antonio Santiago Barrios, testigo directo de aquel
acontecimiento. Además, se ha realizado un importante documental bajo el título
El aluvión de 1826, a cargo del
profesor y miembro de la Asociación Canaria de Meteorología, José Luis
Hernández, recordando y difundiendo la situación tan dramática de tal
circunstancia.
Núcleos como el Puerto de la
Cruz registraron 32 muertos y la destrucción de 31 casas, mientras que La
Orotava sufrió la pérdida de 104 personas, así como en torno a 200 casas
dañadas o destruidas. Por su parte, Los Realejos perdería a 39 personas y 50
casas, una cifra que se incrementó en el núcleo de La Guancha, lugar afectado
con gran fuerza por el aluvión, registrando la pérdida de 52 personas y cerca
de un centenar de casas destruidas o arruinadas. Icod registraría 5 personas
muertas y varias casas destruidas, mientras que el pueblo de San Juan de La
Rambla se contaría un total de 10 personas muertas y 14 casas destruidas. Un
aspecto sobre el que Miguel Ángel Pérez Padilla y Jerónimo David Álvarez García
han investigado minuciosamente con una serie de contribuciones analizando tal
acontecimiento a partir de diversas fuentes.
Igualmente, en Santa Cruz se
verían afectadas centenares de viviendas, así como innumerables pérdidas en diversos
puntos de la ciudad.
Se ha escrito que las lluvias
afectaron a la población con notable violencia como resultado del
aprovechamiento sin control de los montes, los cuales eran talados para la
obtención de la madera, leña y carbón. Un hecho que, con anterioridad a 1826,
había provocado algunas inundaciones sin llegar a tal situación.
Uno de los acontecimientos que
más se recuerda respecto al aluvión de 1826 sería la desaparición de la imagen
de la Virgen de Candelaria, acto que derivaría en la
adquisición por parte de los frailes dominicos de una nueva efigie para
presidir las funciones celebradas en su iglesia conventual de Candelaria.
En definitiva, 190 años después
del gran aluvión, seguimos recordando aquel fenómeno cuya estela afectó a
centenares de personas, provocando innumerables daños materiales y generando
una huella en el inconsciente popular que llega hasta nuestros días…”
BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL
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