martes, 7 de noviembre de 2017

LAS PÉRDIDAS HUMANAS Y MATERIALES DEL ALUVIÓN DE 1826 EN EL VALLE DE LA OROTAVA, SEGÚN LAS FUENTES PARROQUIALES (II)



Los amigos de la Villa de Los Realejos; JERÓNIMO DAVID ÁLVAREZ GARCÍA, y MIGUEL ÁNGEL PÉREZ PADILLA, remitieron entonces (19/09/2013) estas notas, que titularon; “LAS PÉRDIDAS HUMANAS Y MATERIALES DEL ALUVIÓN DE 1826 EN EL VALLE DE LA OROTAVA, SEGÚN LAS FUENTES PARROQUIALES (II)”.
Publicadas en el suplemento “LA PRENSA” del matutino “EL DÍA” el jueves 19 de septiembre del año 2013: “…Nuestra publicación anterior (1) registró los fallecidos de este suceso en el Valle de La Orotava y documentó lo acaecido aquellos días. Hoy concluimos las series de defunciones y pérdidas materiales en el resto de la isla, vertidas en las fuentes parroquiales. Tenerife fue asolada por el aluvión de noviembre de 1826. La suma de los mayúsculos vientos, lluvias y la intensa oscuridad marcaron el subconsciente colectivo. Esta idea queda reflejada en la nota que insertó un rotativo insular: “El sábado se cantó un Te Deumpor la cesación del terrible aluvión de 6 de noviembre de 1826 en Tenerife. Horas después de esta fiesta religiosa el aluvión se repitió con menor intensidad.
El jueves último, en la sección de Efemérides Canarias se insertó en EL PROGRESO la del terrible aluvión que el 6 de noviembre de 1826, devastó a la isla de Tenerife causando unos 500 muertos, numerosos naufragios, derrumbamientos de casas, Ermitas y puentes y otras cuantiosas pérdidas materiales. De entonces acá, el día 8 de noviembre de cada año, para festejar la cesación de aquel terrible aluvión, en la Catedral de La Laguna se celebra un Te Deum. Siguiendo la tradición el sábado último por la mañana en el citado templo, se cantó el correspondiente Te Deum, el 106. Horas después de esta fiesta religiosa, en la madrugada de ayer, la catedral lagunera era inundada por las aguas de otro aluvión desde luego menos intenso que el de 1826, (...) rara coincidencia esta que repite un fenómeno a los 100 años justos de producirse” (2).
La memoria popular se consolidó con la rotulación de una calle en La Guancha con el título del Aluvión y la marca en piedra que recuerda este acontecimiento en San Juan de la Rambla. El efecto climatológico fue agravado por la deforestación, que hizo correr el agua por barrancos y laderas erosionadas, debido a la tala indiscriminada (3). La pérdida de baterías militares, los navíos arrastrados de los muelles, el hundimiento del buque francés “La Belle Gabrielle” y la posterior suscripción general en Londres por los daños del desastre reflejan la magnitud de lo sucedido (4). El antropólogo y naturalista francés Sabino Berthelot nos ilustra con su crónica de primera línea cómo “tenía que regresar a Santa Cruz y el Doctor Saviñon me aconsejó que lo hiciera cuanto antes. Desde esta mañana, me dijo, mi barómetro me indica que algo extraordinario va a suceder. Despache pronto sus asuntos y váyase antes de que caiga el turbión o puede que algo peor”.
Nuestro protagonista apreció los devastadores efectos, relatando cómo dos navíos rompieron sus amarras y fueron lanzados a la orilla, mientras un tercero lo fue hacia las rocas falleciendo parte de su tripulación.
Mientras, el castillo de San Miguel era empujado al mar junto a toda su artillería. En esta ciudad, doña Tomasa Rian(6) tuvo que ser sepultada tras la finalización de las lluvias en el cementerio del Hospital Militar, por haberse llevado el aluvión el puente por donde se iba al cementerio de San Rafael(7).
Anécdotas aparte, en La Laguna el lago recobró sus antiguos límites y en Candelaria el castillo fue arrastrado al mar. No es necesario recordar la conocida historia de la pérdida de la primera imagen de Nuestra Señora de Candelaria (8). Por su parte, y tras la solicitud de ayuda, el obispo (9) aseguró haber ordenado oficiar las misas y rogativas pertinentes. Unas semanas después, en vista de lo sucedido, distribuyó doscientas fanegas de trigo entre los necesitados (10). Las proporciones de este temporal no sólo permanecieron en la memoria colectiva, también quedaron recogidas en la obra de autores como el cronista y alcalde José Agustín Álvarez Rixo, la viajera Florence Du Cane y el aventurero Daniel Jay Browne(11). A
estaspublicaciones se une el interesante relato de don Antonio Santiago Barrios(12), quien registró sus vivencias desde el Valle de La Orotava (13).
Complemento de las fuentes parroquiales son las fuentes militares. Adjuntamos un ejemplo de estos relatos, remitido desde el sur de la isla: “En cuanto al número de fallecidos las cifras no se podrán comparar con los miles de difuntos por la fiebre amarilla acaecida a comienzos del siglo XIX, o las de cólera de 1893 (14). Incluso en el sur se produjeron más desgracias en el aluvión de diciembre de 1879 que causó 11 muertes en el municipio de Guía de Isora” (15).
Al igual que ocurrió en el Valle de La Orotava, los registros parroquiales de difuntos son parte esencial para el estudio de este suceso, pues el temporal afectó desigualmente a la isla. En las parroquias históricas de San Marcos de Tegueste, San Bartolomé de Tejina, Santa Catalina de Tacoronte, San Salvador de La Matanza, Ntra. Sra.de la Encarnación de La Victoria, San Antonio de Padua de El Tanque, Ntra. Sra. de La Luz de Guía de Isora, Santa Úrsula de Adeje, San Antonio Abad de Arona, San Pedro de Vilaflor, San Miguel de San Miguel de Abona, San Antonio de Padua de Granadilla, San Juan Bautista de Arico, Santa Ana y San Pedro de Daute de Garachico, Ntra. Sra. de La Luz de Los Silos, Ntra. Sra. de los Remedios de Buenavista, San Fernando de Santiago del Teide y San Pedro del Sauzal (16), no se recoge asiento alguno que atribuya fallecidos al aluvión.
Desde San Juan de la Rambla, don Bartolomé Oramas de Saá y Meneses nos legó los siguientes registros: “En el lugar de San Juan de la Rambla (17) a ocho días del mes de Noviembre de mil ochocientos veinte y seis años, sucedió una ruina general en esta Ysla de agua en la parte que mira al norte sin saberse de la del sur. Y en esta jurisdicción se aumentaron mucho los barrancos por manera que estuvo todo este pueblo en peligro, se llevó siete casas y arruinó catorce. Se llevó el puente principal tomando mucho de los riscos que le circulaban y parte de la playa antigua quedó abierta lo cual [ilegible] vecinos a la Parroquia. Y en este dicho pueblo murieron (que se los llevó el barranco) diez personas. Un nietito [del Capitán Antonio Armas Marcelo] llamado Alejandro de edad de nueve años; Da Antoñita Bautista Miranda, viuda de Don Pablo Hernández de edad de setenta y cinco años; Antoñita Curubela, de edad de noventa y cinco años y una hija llamada Agustina Curubela, celibata, de edad de sesenta y cuatro años; Da Antoñita Lazo, viuda de D. Ángel Pérez, y tres nietitas que la más vieja podía tener seis años, hijas de Don Francisco Beltrán y Catalina Lazo; [su vivienda y las tres niñas fueron arrastradas al mar por la avenida, se notificaron como desaparecidas], también Da Ygnés Lazo, de estado honesta, hija de Don Jacinto Lazo, de edad de cuarenta y dos años, a todas estas no se les dio sepultura por no haberlas echado el mar ni han aparecido”. Prosigue la narración de lo acaecido en otros barrios pues, “en el Pago de Santa Catalina sujeto a esta Parroquia se llevó la Ermita con el título de esta Santa Mártir, sin escaparse nada ni aun haber quedado cimientos; se llevó diez casas y perecieron: Antonio Luis Rabelo y su mujer Agustina Albelo del Castillo, los que no han aparecido, dejando destrozado cuasi la mitad de aquel pago. Se advierte que esta Ermita se dice fue la cuarta Iglecia de esta Ysla, fue Parroquia de la jurisdicción de La Guancha por haberse trasladado el curato a ella y fue también Parroquia de este mismo lugar según consta en el libro primero de Bautismos de esta Parroquia”. El relato enumera otros daños materiales: “También se advierte que se llevó el Calvario de este lugar que estaba situado de paredes de piedra y barro y con un cuadro de Ntra. Sra. de los Dolores y otro de San Juan Evangelista, no habiendo dejado más que una cruz. Esto sucedió el día de la fecha antecedente, ocho de Noviembre y para que en todo tiempo conste lo firmo hoy diez y siete de Nobiembre de mil ochocientos veinte y seis años. Bartolomé Oramas y Meneses. Colector.”
Por último, dejamos constancia de la partida del notario “Capitán Don Antonio Armas Perdomo. En el lugar de San Juan de La Rambla a diez y siete del mes de Noviembre de mil ochocientos veinte y seis años, habiendo fallecido el Capitán de Milicias (...) a resultas del aluvión que hubo el ocho de dicho mes, el cual pereció del barranco que igualmente le llevó su casa y al cabo de ocho días apareció arrojado del mar en el Puerto de Las Aguas, en cuyo Puerto se le dio sepultura para lo que pasó el Venerable Párroco Don Antonio de la Concepción Oramas de Saâ y Meneses por amenazar peste, siendo de edad de setenta años, natural de la Ysla de La Gomera y vez vino de este dicho lugar (...)”(18).
En La Guancha (19), el municipio proporcionalmente más devastado y con mayor pérdida demográfica, don Benito García Rodríguez deja constancia del: “Listado de los muertos desgraciados que llevó el aluvión acaecido en la noche del día siete de noviembre (...), con la explicación de la edad de cada uno poco más o menos y en las casas donde vivían y pagos, en la forma que sigue: Pago de La Asomada. Gregoria Felipe hija natural de Josefa Felipe Chillón de edad de veinte y dos años. Marcos Delgado, novio de la referida de edad de veinte y cinco años. Ana E. Díaz de los Reyes, mujer de Cristóbal Luis, de edad de cincuenta y dos años. Matías, hijo de edad de quince años. Antonia, hija, de edad de doce años. Josefa, hija, de edad de ocho años. Don Agustín González Núñez, Sargento Segundo, su edad cuarenta y dos años. María Domínguez su mujer, viuda que fue de Pedro González Siverio de edad de cuarenta y cinco años. María Marquesa hija de edad de siete meses. Antonia González Siverio enterrada de edad de diez y ocho años.
Cristóbal González Siverio enterrado de edad de quince años. José Clemente Siverio enterrado de edad de doce años. Juan González Siverio enterrado de edad de nueve años. Josefa Rodríguez de Acevedo viuda de José Domínguez Moreno, suegra, de edad de setenta y cinco años. María Francisca Moreno, viuda de José Dorta, su edad sesenta y cinco años poco más o menos. Mateo Domínguez de edad veinte y cinco años. Josefa González Núñez, su mujer de edad de treinta ocho años. Josefa Afonso, hija de José Afonso, difunto y de la dicha Josefa González Zamora de edad de veinte y seis años. Salvador, hijo de estos referidos de edad de veinte años. Gregorio Rodríguez, hijo de Matías Rodríguez y de Isa bel González Zamora, difunta, de edad de veinte y cuatro años. Cristóbal, hijo de los dichos de edad de diez y ocho años. Matías, hijo del referido Matías Rodríguez y de Isabel González Zamora. Domingo de Mesa de edad de treinta años. Catalina González su mujer de treinta y dos años. Pedro, hijo de edad de cinco años. Catalina de edad de tres años. Manuel Rodríguez del Álamo de edad de treinta y ocho años. María Francisca de Guzmán su mujer de edad de treinta y cinco años. Rosalía, hija de cuatro años. Domingo [de] dos años. Isabel de edad de un año. Agustina Luis mujer de Antonio Simón de edad de treinta y ocho años. Felipe, hijo de edad de dos años. Nicolasa Luis hija de José Luis, difunto y de Mª Rodríguez de Torres, de edad de veinte y siete años. María Francisca, viuda de Cristóbal Verde, de edad de ochenta años. Pago del Farrobo. Rosalía, hija de Vicente Rodríguez y Cecilia Luis, de edad de diez y ocho años. José, hijo de los dichos, de edad de diez y seis años. Antonio, hijo de los referidos de trece años. Fernando, ídem, de edad de diez años. Isabel Álvarez, viuda de Tomás Luis y suegra de los mencionados de edad de ochenta y dos años. Josefa Martín, mujer de Felipe Agustín Rodríguez de edad de cincuenta y dos años, [en blanco] sobrina de ocho años. Andrea Francisca mujer de Bernardo Francisco. Antonio de edad de cincuenta y dos años. José Pascual Martín, marido de Mª. Francisca Rolo, falleció estando de guardia en uno de los Castillos del Puerto de La Orotava, de edad de veinte y cinco años.
María de Mesa, mujer de Domingo Pérez Roque, de edad de treinta y cuatro años. Antonia, hija de doce años. Francisca, hija de edad de nueve años. Los cuales son vecinos y naturales de este lugar que hallaron ilegible en la mañana de este día ocho de Noviembre del presente año y de verdad lo firmo”(20).
En Taganana (21) don Antonio José Álvarez recoge el siguiente testimonio del día 9, cuando se enterró a Francisco Meneses (22), al cual no se le administraron los Santos Sacramentos porque no se pudo pasar los barrancos por tanta agua.
Los libros sacramentales de la ciudad de La Laguna reflejan lo sucedido en estos términos: durante el sepelio del día 8, a “Domingo Alonso (23) de sesenta años poco más o menos (...) no se le hizo oficio de sepultura en esta parroquia a causa del gran temporal que desde las doce de la noche ha empezado y pasando de las veinte y cuatro horas de muerto se le pudo conducir con mucho trabajo al cementerio.” En el margen se enuncia el siguiente encabezado: “Cuerpos que se hallaron ahogados en el Aluvión”, donde prosigue la anotación de su colector: “En la ciudad de La Laguna de Tenerife, a nueve días del mes de noviembre de mil ochocientos veinte y seis años, se hicieron en la iglesia del Hospital de Ntra. Sra. de los Dolores, como propia de esta parroquia los funerales, cuerpo presente de los cadáveres que se ahogaron en la madrugada del día de ayer en la avenida y temporal que se experimentó, y los que se depositaron de orden judicial en dicho hospital a saber; Rita Izquierdo, natural de esta ciudad mujer de Juan Luján que lo era de Icod o la Guancha, quien también pereció en la misma noche y no ha aparecido el cadáver, el que se infiere fue a parar al mar. Su dicha mujer hallada en el barranco por debajo de la ermita de Ntra. Sra. de Gracia. Simón Acosta, natural y vecino de esta ciudad, junto a Las Mercedes, marido legítimo de María Guillen de Chasna, cuyo cadáver se halló entullado en el barranco de la Triciada como asimismo las tres niñas de las que se hablará. A la mujer de Simón se le dio sepultura en la ermita de las Mercedes por orden del Corregidor a causa de lo destrozado que se halló su cuerpo. Una niña como de siete u ocho años llamada María Guillen hermana de aquella otra de seis meses hermana de las dichas. Otra de un año poco más, llamada María Concepción, hija de José Álvarez Delgado y de Micaela Núñez Galupe naturales y vecinos de esta ciudad, la que estaba lactando la María Guillen. Todos los cuales cadáveres fueron sepultados en el Camposanto. Rafael Hernández, Colector” (24). Aportamos la terrible descripción de lo sucedido a la niña arriba citada (25): “(...) también pereció una niña que estaba criando la María Guillen (y sólo de esta apareció la cabeza que se enterró en el camposanto)”. Por último en “uno de los molinos detrás de Santo Domingo perecieron Tomás Reverón hijo de José Reverón y de María (...) y Francisco Amador hijo de Domingo Amador y de Josefa Pérez. Todos de esta ciudad y no aparecieron. Fdo. Rafael Valdés”.
Desde el sur de la isla nos consta que “en diez de noviembre de mil ochocientos veinte y seis, fue sepultado en esta iglesia parroquial del Sr. San Joaquim del lugar de Fasnia, José Fresneda de veinte y ocho años poco más o menos: Hijo legítimo de José Fresneda y Catalina Cuello y marido de Antonia González. Natural y vecino del pago de La Zarza. No recibió los Santos Sacramentos porque murió ahogado en naufragio.
No tiene hijos ni testó. Firmé, José Nicolás de Torres Perdomo” (26). A este se añade que “en ocho días del mes de noviembre de mil ochocientos veinte y seis años, fue sepultado en la iglesia parroquial del Sr. San Juan Degollado de este lugar de Arafo, Agustín Pérez Bencomo de edad de veinte y ocho años hijo legítimo de Juan Pérez Bencomo y Juana Rodríguez, todos naturales y vecinos de este lugar de Arafo. Era de estado soltero y no recibió los Sacramentos por haber perecido en el temporal de ayer, por habérselo llevado el barranco y encontrándose su cadáver el día de hoy en las costas de estas jurisdicción” (27).
Don Antonio Rodríguez desde Güimar, municipio sureño fuertemente castigado, inscribe en el volumen correspondiente la identidad de José Domingo Izquierdo, hallado muerto el día 10 en la Dehesa de Agache a causa del temporal; tres días después se da parte de Juan Pestano de Medina en dicho zona, además de Juan Delgado y Domingo Rodríguez, cuyos cadáveres fueron rescatados en el barranco de Herques. Al día siguiente se notifica la desaparición de Juana y Antonia Jorge Castellano.
No se encontraron sus cadáveres, pero se ofician sus pertinentes exequias (28). El presbítero don José de Elías y Hernández confirma desde Candelaria cómo “hoy, a causa del aluvión en que corrió extremadamente el barranco mucho rompiendo el Fuerte del Encajonado, derribó parte de la iglesia del convento y varias casas de la arena con el castillo del pueblo en el que vivían un Cabo de Artillería con su mujer y familia, que perecieron todos sin aparecer en estas playas ninguno de sus cadáveres; y eran todos ocho personas y sus nombres: Cabo Pablo Benítez, María Antonia su mujer, Ángela, Vicente, Antonio, Catalina, Sebastián y Alejandra, estos tres últimos párvulos. El cabo de artillería y su familia en total ocho personas desaparecidas” (29).
Finalmente, en Icod de los Vinos, el día 11 se anota la inscripción: “Manuel y Francisca (párvulos) junto a tres hermanos más se los llevó el barranco y no han aparecido”.
A los dos días se comunica el deceso de María de Mesa, que había quedado atrapada en su casa por la riada (30).
Nos reafirmamos en las conclusiones de nuestro anterior trabajo, en las que se otorga al trauma psicológico más persistencia que al material. La cifra de víctimas puede ser fluctuante, pues queda abierta a posteriores fallecimientos de heridos, por el descenso del nivel y la esperanza de vida, la falta de medidas higiénicas y el aumento de las enfermedades. Lamentablemente, los registros parroquiales no atribuyen al aluvión la causa de defunción de los asientos posteriores. Esto nos impide aportar una cantidad cerrada. Al igual que en la mayoría de recuentos e investigaciones publicados con anterioridad, nuestro balance arroja una cifra rayana a los tres centenares de fallecidos en la isla de Tenerife.
Deseamos agradecer la ayuda dispensada tanto de personas como instituciones para el buen término de este trabajo.
Nuestro agradecimiento a las personas e instituciones que han brindado su ayuda para la feliz conclusión de este trabajo, especialmente al personal del Archivo Histórico Diocesano de Tenerife y del Archivo Histórico Provincial de Tenerife.
Foto 1. Foto de Miguel Ángel Pérez Padilla, de la placa que recuerda la tragedia del año 1826 en la plaza de San Juan de La Rambla.
Foto 2. Valle de Güimar,  FEDAC
Foto 3. Nuestra Señora de Candelaria en la Parroquia de Santa Úrsula de Adeje, versión de la desaparecida en el aluvión de 1826, atribuida a Sebastián Fernández Méndez. S XVIII. CARLOS RODRÍGUEZ MORALES.
BIBLIOGRAFÍA:
(1)Pérez Padilla, Miguel Ángel y Álvarez García, Jerónimo David, en “Las pérdidas humanas y materiales del Aluvión de 1826 en el Valle de la Orotava, según las fuentes parroquiales” La Prensa, EL DIA, 11.04.2013
(2)El Progreso, 10.11.1930
(3)Brito, Oswaldo, El Tránsito a la Contemporaneidad, p 15.v.Buch, Leopold, Descripción Física de la Islas Canarias.
(4)Murray, Elisabeth, Recuerdos de Tenerife, pp 165-166
(5)Probablemente no fue anotada en los libros parroquiales por ser súbditos de naciones no católicas. Habría que esperar hasta 1870 con la creación de los Registros Civiles, para disponer de relaciones totales de fallecidos.
(6)Se sobreentiende que esta persona no falleció a causa del Aluvión.
(7)Para más información del Aluvión en esta ciudad véase, Cola Benítez, Luis, Sed. La odisea del agua en Santa Cruz de Tenerife, pp. 55-68.
(8)Remitimos a Lorenzo Lima, Juan Alejandro en “Una escultura para los nuevos tiempos. Fernando Estévez y la Virgen de Candelaria, pp 119-135” en Vestida de Sol. Le agradecemos junto a Carlos Rodríguez Morales las puntualizaciones sobre la desaparición de la antigua imagen.
(9)A la sazón D. Luis Folgueras Sión (1824-1848), en su pontificado se efectuó la Desamortización y la Exclaustración.
(10)Berthelot, Sabino, Primera Estancia en Tenerife 1820-1830, pp 187-194.
(11)Álvarez Rixo, J. Agustín, Anales del Puerto de la Cruz de La Orotava (1701-1872), pp 291-296 y Noticias Biográficas de algunos isleños canarios, pp 85-95, Du Cane, Florence, Las Islas Canarias, p, 40,Browne, D.J. Cartas desde las Islas Canarias, pp 98-99 y 103.
(12)Párroco de Santiago del Realejo Alto (1822-1849).Para ampliar la biografía y regencia de los diversos párrocos y colectores remitimos a Boletín Oficial del Obispado de Tenerife.
(13)Para la versión íntegra remitimos a Álvarez, Leopoldo en www.tiempo.com/ram/151/el-aluviondel-ano-de-1826-resenado-por-el-beneficiado de la iglesia del realejo alto isla de Tenerife don Antonio Santiago barrios y Hernández García, Jesús Manuel en “162 Aniversario del Aluvión en el Valle de la Orotava”, La Prensa ELDIA, 20.11.1988.
(14)Para ampliar el capítulo de las catástrofes naturales en Canarias, véase La Herida y la Venda. Archivo Histórico Provincial de Tenerife y Hdez. Glez. Manuel. Enfermedad y muerte en Canarias en el S. XVIII, T, l.
(15)Brito, Marcos, Partes dados por los Gobernadores Militares y Comandantes de Armas de los estragos que hizo en esta provincia el temporal padecido en los días 7 y 8 de noviembre de este año de 1826.
(16)Libro 2º de Entierros San Marcos, Tegueste. Libro 3º de Defunciones San Bartolomé de Tejina. Libro 10º de Difuntos Santa Catalina de Tacoronte. Libro 2º de Difuntos El Salvador de La Matanza. Libro 3º de Difuntos Ntra. Sra. Encarnación de La Victoria. Libro 8º de Difuntos Parroquia Santa Ana de Garachico. Libro 2º de Difuntos Parroquia San Pedro de Daute de Garachico. Libro 2º de Difuntos Parroquia Ntra Sra La Luz de Los Silos. Libro 4º de Difuntos de Ntra. Sra. Remedios Buenavista. Libro 3º y 4º de Difuntos de San Fernando de Santiago del Teide y Libro 4º de Difuntos de San Pedro del Sauzal, respectivamente.
El volumen correspondiente a la Parroquia de San Andrés de Santa Cruz de Tenerife, nos ha resultado ilegible. Los libros sacramentales consultados para este estudio están depositados en el Archivo Histórico Diocesano de Tenerife, en adelante A.H.D.T
(17)Para más información de lo acaecido en este municipio remitimos a Oramas Luis, José Antonio en Cinco siglos en la Historia de San Juan de la Rambla, pp 77-80 , 169-170 y 346-348.
(18)Libro 3º de Entierros, folios 151 vto, 152 y 152 vto. Paroquia de San Juan. San Juan de la Rambla. A.H.D.T
(19)Para ampliar este capítulo consúltese a Espinosa de los Monteros y González González en Historia de la Fuente de la Guancha, pp 184, 249, 489-502 y 555.
(20)Libro 2º de Entierros Parroquia del Nombre de Jesús. La Guancha A.H.D.T
(21)Libro 3º de Entierros Ntra. Sra. Nieves de Taganana. A.H.D.T
(22)Véase nota 7.
(23)Ibídem
(24)Libro 13º de Difuntos Ntra. Sra. Concepción La Laguna. A.H.D.T
(25)Libro 11º de Entierros. Iglesia Sagrario del Espíritu Santo de la Santa Iglesia Catedral de La Laguna. A.H.D.T
(26)Libro 2º de Difuntos. Parroquia San Joaquim de Fasnia. A.H.D.T
(27)Libro 1º de Difuntos. Parroquia de San Juan Degollado de Arafo A.H.D.T
(28)Libro 5º de Entierros de San Pedro de Guimar. A.H.D.T
(29)Libro 2º de Entierros de Santa Ana. Candelaria. A.H.D.T
(30)Libro 9º de Entierros de San Marcos de Icod. A.H.D.T…”

BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL

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