miércoles, 1 de noviembre de 2017

DON IGNACIO TORRENTS GONZÁLEZ, EN EL RECUERDO



Aniversario de su fallecimiento. Otra vez y mirando mi estimado Blog personal y Altruista “Efemérides”, me he de proscribir que me están leyendo la crónica que le dediqué a mi entrañable amigo don Ignacio Torrents González.  Trabajo que realicé en su homenaje, añadido la de su gran amigo portuense Celestino González Herreros, que colgué con fecha del miércoles día 7 de septiembre del año 2011 y que reproduzco a continuación de esta deferencia que le codicio rendir a título póstumo.
Don Ignacio, una mujer conocida por todos nosotros por Ana María Arbelo con la ayudas de tus hijos han tenido que estar contigo en estos últimos años de sufrimiento y de apoyo a tu persona, ahora que nos ha dejado para siempre, ellos seguirán a tu lado en tu ayuda como siempre.
Don Ignacio, la vida es feliz y bella, pero también lo es cruel y a veces se nos convierte en nebulosas entrañables. Más si procuras librar tu mente de preceptos, verás que esas opiniones también descansan en una mera afirmación, puesto que puede ser y ha sido interpretado ese desconocido e esotérico lugar que tu simplemente has elegido para descansar, me entra en mi imaginación que es más sosegado, acertado y filántropo, un territorio donde a mi parecer existe mucha esperanza.
Por ahí está el amigo don Jesús Hernández cariñosamente conocido por “El Villero”, que en diversas ocasiones retrasmitimos en directo por la televisión local el embarque de Nuestra Señora del Carmen del Puerto de la Cruz, desde las terrazas de unos apartamentos, en los alrededores del muelle pesquero portuense, donde estaba ubicada las recordadas balconadas de la casa comercial inglesa Yeoward. En una de estas retrasmisiones dijiste que te había licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad de La Laguna, vocación tardía de la que te gustó disfrutar tras tu retirada laboral como Ingeniero Técnico Industrial – Perito Industrial del Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife.  Mientras la patrona de los mares realizaba su travesía por el mar bravo del Puerto de la Cruz, hacíamos llegar a tus paisanos a través de nuestras locuciones como eran las fiestas de tu ciudad desde tiempos lejanos y no tan remotos.
Don Ignacio lo más probable que te reencuentre con tus padres, familias, y con muchos amigos de tu ciudad natal, entre ellos a Paco “El Rubio”, a mi cuñado Delfín Padrón y a Sigfredo Reyes con su clásica moto, para ir a enamorar a la Villa.
Me alegro que coincida tu perentorio, reconvertido en una metamorfosis de un descaso permanente, que se te merece, después del tanto sobrellevar, con un día de viento y lluvia, fenómenos que la naturaleza nos ofrece cuando menos lo esperamos, con la festividad de los seres queridos que ya no están aquí.
Tu pérdida es solamente un hecho aparente; es aparente sólo desde el aspecto en que tú lo ves. Deseo llevarte a otro punto de vista. Tu desconsuelo es el resultado de un gran engaño; de la ignorancia de las leyes de la naturaleza; permíteme ayudarte en el camino hacia el conocimiento por medio de la explicación de unas pocas y sencillas verdades las cuales podrás estudiar más ampliamente y a voluntad
Conocí a don Ignacio al final de la década de los años cincuenta del siglo XX, cuando subía a La Orotava a enamorar con Delfín Padrón (mi cuñado), Sigfredo Reyes y Paco “El Rubio”. Los tres tenían sus amores en la Villa donde se casó menos Paco “El Rubio” que cambió por una joven y guapa muchacha de Icod de Los Vinos de la Familia Fajardo a donde había sido destinado como funcionario del Banco Hispano Americano.
Años después cuando estudiaba idioma para exámenes libres del bachiller con don Félix Calzadilla, un servidor en la recordada Academia Mercantil Atlántida en la Calle El Calvario de La Orotava, don Ignacio Torrents formaba parte del plantel del profesorado para estudios libres de comercio. Una vez que estaba escribiendo un documento en una máquina de escribir UNDEWOOD, me llamó la atención por qué tenía que hacerlo mirando para arriba no para las letras del teclado.
Fue funcionario durante muchísimos años del Ayuntamiento de Santa Cruz  en su condición de Perito Industrial (Ingeniero Técnico Industrial), colaboró conmigo en un programa de la televisión local de La Orotava, en muchas ocasiones retrasmitimos en directo la embarcación de la Virgen del Carmen del Puerto de la Cruz desde unos apartamentos anexos al Puerto Pesquero. Las retrasmisiones eran impresionante casi siempre nos acompañaba  don Jesús Hernández conocido cariñosamente por “El Villero”, que se la sabía toda y hacía vibrar a todas las almas portuenses.
Su padre don Ignacio Torrents junto a Melecio Hernández a don Enrique González Matos, don Inocencio Sosa, don Florencio Sosa y don Lucio Illada formaron el grupo de socialista más importante del Puerto de la Cruz y del valle de La Orotava del principio de del siglo XX, una foto de ellos se conserva en la sede del PSOE del Puerto de la Cruz.
Te pido de todo corazón que sea feliz, y que disfrute con los tuyos que como te he dicho andan por ese lugar mágico. Un abrazo don Ignacio y hasta pronto….
El amigo del Puerto de la Cruz; CELESTINO GONZÁLEZ HERREROS, remitió entonces (07/09/2011) estas notas, que tituló “LA CALIDAD HUMANA DE MI ENTRAÑABLE AMIGO IGNACIO TORRENTS GONZÁLEZ”"...Qué gusto nos daría, qué placer, poder describir en toda su magnitud, el sentimiento humano de la verdadera amistad, no rutinaria, la amistad que llena de verdad todos los rincones imaginarios del alma y reboza en el corazón. Ese sentimiento de amor, mezcla de gratitud o sano orgullo… ¡Ese es un gran amigo!
Decirlo es fácil, pero, ¡qué difícil es expresarlo, a veces, cuando queremos demostrarlo! Por mucho empeño que pongamos en ello, siempre sentiremos la triste sensación de no haber sabido expresarnos.
Y yo tengo uno de esos amigos, cuyo padre fue mucho antes amigo del mío. Don Ignacio Torrents, padre e hijo, naturales del Puerto de la Cruz, el hijo hoy vecino de la Villa de La Orotava. Amigos, como decía mi padre, amigos de verdad.
Mi padre, Enrique González Matos, acabó perdiendo por completo la vista y prácticamente se encerró en su casa, salvo algunas salidas esporádicas para no perder del todo el anterior ritmo de su vida. Las más de las veces se sentían solo y con su grabadora componía poemas que luego los mecanografiábamos…
Padre e hijo, los dos Ignacio Torrents, solían ir a visitarle, a veces juntos, otras veces solos, y pasaban unas tardes deliciosas. También es posible que se hayan encontrado junto a ellos, los otros buenos amigos: Enrique Tamajón, Cándido Figueroa y su esposa, que luego acompañaba a mi añorada madre. También Joaquín Espinosa Afonso y unos pocos más, pero muy pocos. Entonces la velada se alargaba y se hablaba de todo, de nuestras gentes, del antiguo Puerto de la Cruz y sus costumbre. Bueno, de todo mientras alcanzara el tiempo. Por supuesto, no podía faltar la garrafita de buen vino, el millo frito con azúcar por Lola y el güisqui, por si alguno lo prefería. Lo importante era que estuvieran juntos en esa intimidad coloquial, como buenos amigos.
Los años transcurrieron y nos tocó vivir la añoranza de aquel hombre ejemplar, el dilecto amigo de mi padre, amigo de siempre y el nuestro también, don Ignacio Torrents (padre). Luego siguió visitando a mi padre e hijo, Ignacito, como cariñosamente le decíamos. La casa, expresaba mi padre, se llenaba cuando llegaba él. Tampoco sabría definir esa sensación extraña que se siente cuando se comunican los sentimientos. Yo sé sentirlo, pero no hallo las palabras adecuadas o precisas para expresarlo. Algunos dicen que es como ver llegar a Dios cuando estamos impedidos, cuando nos sentimos solos, cuando la nostalgia llama a aquellos seres que necesitamos y que de verdad les queremos. Dios es luz que ilumina las tinieblas de la soledad, que aclara el camino y nos recuerda que el sueño real de la vida eterna no es una vulgar hipótesis, es una verdad tangible que percibimos a veces…"
El amigo desde la infancia de la Villa de La Orotava; EVARISTO FUENTES MELIÁN, “ESPECTADOR”, remitió entonces (01/11/2012) estas notas, que tituló; Ignacio Torrents: “…. Quiero escribir unos párrafos sobre el fallecimiento, no por esperado menos sentido, del amigo y compañero Ignacio Torrents, un ‘chico mayor’ que se ató los machos y se puso de nuevo a estudiar, y sacó la Licenciatura en la Facultad de Ciencias de la Información de la ULL.
Intentaré ser breve. Cuento dos anécdotas:
1.- En los carnavales (perdón: Fiestas de Invierno) de los primeros años sesenta, estaba yo en mis primeros  escarceos portuenses, bailando en la sala del Olympia, que era similar en aglomeración al llamado ‘Parque Restregativo’ de la Capital  o al  Teatro Atlante de La Orotava que tenía un piso inclinado que, con un solo un gato o dos, se ponía horizontal cuando había baile, para que las parejas no resbalaran en demasía…
Pues allí estaba yo, en el Olympia, cuando me veo a Ignacio a las cuatro de la mañana (o una hora menos en Canarias) y sin yo preguntarle se acerca y me dice textualmente:
“Salí por la tarde, a las seis, y le dije a mi mujer que iba a comprar cigarros, y hasta ahora… ¡todavía me estará esperando!”
2.- La otra anécdota, Ignacio la contaba como un chiste, pero sucedió de verdad: En los primeros años sesenta, en los sillones de mimbre en los que se sentaban los socios (solamente hombres, ¡cuidado con eso!), en la acera de la fachada del Liceo antiguo, cuando todavía no había Puente Carrera-Calvario, las chicas y mujeres de buen ver tenían obligadamente que atravesar la plaza de La Alameda, ante la atenta mirada y  los ojos avizores de los señores socios. Y en cierta ocasión, un señor de la aristocracia, venido a más o a menos, le dice a su contertulio, un sencillo agricultor de los que de joven había ‘jalado por la  guataca’:
“Fulanito, viene mi señora esposa de allá; así que me voy para que no me vea contigo…”
Eso paso de verdad, repito, e Ignacio cuando se enteró de que su chiste era cierto casi se parte de la risa.
Yo estuve yendo y viendo a Santa Cruz unos treinta años; Ignacio me superó, estuvo más de cuarenta. Por los compañeros de la Capital me fui enterando de que Ignacio estaba considerado  un caballero, un amigo entrañable de un grupo de técnicos municipales chicharreros que se reunían con frecuencia a comer y a reírse con anécdotas de este tipo.
Ignacio se quedaba muchas veces  por las tardes en Santa Cruz le salían muchos trabajos particulares. Pero siempre venía a dormir a su domicilio en las afueras de la Villa, junto a una cerrada curva del Ramal, bajando al Puerto, por la carretera que en los veranos nos conducía a los chicos de La Orotava a la playa portuense de Martiánez.
Sentido pésame a su esposa, hijas e hijos, a quienes tanto aprecio…”
El amigo del Puerto de la Cruz; SALVADOR GARCÍA LLANOS, remitió entonces (01/11/2012) estas notas que tituló “EL HOMBRE QUE SIEMPRE QUISO SABER MÁS”: “…Su aparente estado de seriedad permanente apenas disfrazaba el talante desprendido y generoso que acreditaba su personalidad. No digamos el humor, la sorna con que adornaba muchas conversaciones y vivencias. Observador, servicial, atento, humanista… procuraba que nada a su alrededor le fuera ajeno.
Así era Ignacio Torrents González, un portuense afincado en la Villa de La Orotava, donde casó, funcionario del Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife, fallecido hace pocas fechas y a quien debemos estas líneas. Pese a esos factores de distancia, Ignacio jamás perdió su condición de portuense. La lucía donde podía, donde le dejaban, donde con orgullo la proclamaba sobre todo a la hora de recordar situaciones y personajes.
Sin presumir de ella, tenía buena memoria. En ella almacenaba claves de humor local, como heredero de aquel estilo que caracterizó la convivencia durante décadas de un pueblo, con “un mal Círculo de Iriarte, donde cuatro ranilleros hablan de ciencias y arte”. En la posguerra y hasta bien entrados los años cincuenta, en el Puerto de la Cruz de las lenguas, viperinas y de las otras, cuando los celos y las rivalidades personales se libraban a base de versos anónimos que circulaban clandestinamente y cuando el uso de mensajes e indirectas para criticar sustanciaba agudas interpretaciones, Torrents debió añadir a sus asignaturas del peritaje industrial y de la profesión que ejercería el espíritu y el imaginario de un pueblo que abría paso a la modernidad resistiéndose a perder su costumbrismo y sus señas de identidad.
Ignacio, con el tiempo, se haría periodista, mejor dicho, licenciado en Ciencias de la Información. Su afán por ampliar conocimientos era evidente. Hizo bueno desde luego lo del saber no ocupa lugar. Del peritaje industrial dio el salto, organizado metódicamente como le gustaban las cosas, al mundo de las letras y las ciencias sociales. Y es que tenía vena de escritor. Le apasionaban los medios de comunicación y la lectura. No quedaba acto social, conferencia, exposición o sepelio al que asistiera en el que no comentara una publicación reciente. Y no fue de los que se ancló o refugió en el pasado, precisamente. Lo demostró en varias ocasiones, cuando apareció en las versiones televisivas de la Tertulia Villera que coordinaba Bruno Álvarez. O cuando leyó el pregón de una Semana Santa portuense en el que expuso no sólo creencias sino convicciones de su filosofía de la vida y del mundo.
Ignacio Torrents González, probo y respetado funcionario municipal, vivió con entusiasmo el retorno y la consolidación de la democracia. Buen conversador y atento a lo que decían terceros, siempre preguntaba por antecedentes familiares de alguien que le presentaban o no conocía lo suficiente. Su vida, a caballo entre La Orotava, el Puerto y Santa Cruz, fue modelo de inquietud social y rectitud familiar.
Un hombre que siempre quiso saber más. Así será recordado…”
El amigo desde la infancia de la Villa de La Orotava; JESÚS HERNÁNDEZ ACOSTA, remitió entonces (01/11/2012)  estas notas que tituló “IGNACIO TORRENTS GONZÁLEZ, UN ILUSTRADO DE DOS SIGLOS”: “…. 1932 / 2012. Esos son los 80 años de su existencia, dedicada a su familia, al estudio riguroso del Bachillerato de entonces, a su brillante carrera Ingeniero Técnico Industrial, como a su trabajo en la  Empresa "Eufemiano Fuentes Díaz", y posteriormente como funcionario del Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife, dónde se jubiló. Inquieto intelectual logró reunir una biblioteca muy interesante, de lo que  naturalmente se jactaba. Compartí con él una amistad de 65 años, junto a  Miguel Machado, Julio Álvarez, Paco Roda y, posteriormente Manuel Rodríguez Mesa, Luis González Acebal, Domingo Hernández y Hernández y tantos otros que haría interminable la cita.
Aficionado a los idiomas hablaba inglés, francés, alemán, portugués, italiano y últimamente afanado con el ruso y el chino. De su vocación musical soy afortunado testigo, interpretando con sus hijos y amigos veladas inolvidables.
Realizó las prácticas de Alférez de la Milicia Universitaria en Calatayud, y contaba anécdotas sin fin.
Sobra decir de su amor al Puerto de la Cruz, lugar de su nacimiento, donde quiso ser sepultado junto a sus padres D. Ignacio y Dª Emilia. Nos dijimos siempre que éramos republicanos de origen. Y era verdad.
Vinimos al mundo bajo el régimen que España se había dado. ¡Qué oportunidad perdida! Hasta Ortega y Gasset, Marañón, Pérez de Ayala, Gil Robles, Lerroux, y muchísimos más temieron por sus vidas. A Ortega
le salvó D. Julián Besteiro, caballero indomable, político austero, que no abandonó a los suyos y para el que Fiscal del Consejo de Guerra, Felipe Acedo Colunga solicitó pena de muerte. Al final, la cárcel de Carmona.
Pero Ignacio no descansaba. Fiel a sus inquietudes, comenzó y terminó Ciencias de la Información,  colaborando en la prensa, radio y televisión, donde tuvimos interesantes tertulias. Su gran pasión siempre, Agustín de Betancourt y Molina, personalidad que estudió a fondo. Tuvimos discusión amigable sobre su nacimiento, pues yo mantenía su raíz orotavense y él quería etiquetarlo como "ranillero". Sabemos que se marchó muy joven de aquí realizando su obra en la Península, Francia, Inglaterra y Rusia.  Es gloria nuestra y sabio universal.
Ignacio, has pasado a formar parte de la historia portuense y tu nombre está junto a los Iriarte, Betancourt y Molina, Viera y Clavijo (en parte) Luis Rodríguez Figueroa ilustre abogado, escritor y poeta y admirable, Andrés de Arroyo, Isidoro Luz, Juan Reyes Bartlet, Paco Afonso Carrillo. Y concluyo por tu vocación musical que te enaltece, con la copla de Don Juan Reyes: La tinerfeña nació / En el Puerto de la Cruz,  / No se llama malagueña / Porque me la cantas tú / En la tierra tinerfeña. …”

BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL

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