Aniversario de su fallecimiento. Otra
vez y mirando mi estimado Blog personal y Altruista “Efemérides”, me he de proscribir
que me están leyendo la crónica que le dediqué a mi entrañable amigo don
Ignacio Torrents González. Trabajo que realicé en su homenaje, añadido la
de su gran amigo portuense Celestino González Herreros, que colgué con fecha
del miércoles día 7 de septiembre del año 2011 y que reproduzco a continuación
de esta deferencia que le codicio rendir a título póstumo.
Don Ignacio, una mujer conocida por todos
nosotros por Ana María Arbelo con la ayudas de tus hijos han tenido que estar
contigo en estos últimos años de sufrimiento y de apoyo a tu persona, ahora que
nos ha dejado para siempre, ellos seguirán a tu lado en tu ayuda como siempre.
Don Ignacio, la vida es feliz y bella,
pero también lo es cruel y a veces se nos convierte en nebulosas entrañables.
Más si procuras librar tu mente de preceptos, verás que esas opiniones también
descansan en una mera afirmación, puesto que puede ser y ha sido interpretado
ese desconocido e esotérico lugar que tu simplemente has elegido para
descansar, me entra en mi imaginación que es más sosegado, acertado y
filántropo, un territorio donde a mi parecer existe mucha esperanza.
Por ahí está el amigo don Jesús
Hernández cariñosamente conocido por “El Villero”, que en diversas ocasiones
retrasmitimos en directo por la televisión local el embarque de Nuestra Señora
del Carmen del Puerto de la Cruz, desde las terrazas de unos apartamentos, en
los alrededores del muelle pesquero portuense, donde estaba ubicada las
recordadas balconadas de la casa comercial inglesa Yeoward. En una de estas
retrasmisiones dijiste que te había licenciado en Ciencias de la Información
por la Universidad de La Laguna, vocación tardía de la que te gustó disfrutar
tras tu retirada laboral como Ingeniero Técnico Industrial – Perito Industrial
del Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife. Mientras la patrona de los
mares realizaba su travesía por el mar bravo del Puerto de la Cruz, hacíamos
llegar a tus paisanos a través de nuestras locuciones como eran las fiestas de
tu ciudad desde tiempos lejanos y no tan remotos.
Don Ignacio lo más probable que te
reencuentre con tus padres, familias, y con muchos amigos de tu ciudad natal,
entre ellos a Paco “El Rubio”, a mi cuñado Delfín Padrón y a Sigfredo Reyes con
su clásica moto, para ir a enamorar a la Villa.
Me alegro que coincida tu perentorio,
reconvertido en una metamorfosis de un descaso permanente, que se te merece,
después del tanto sobrellevar, con un día de viento y lluvia, fenómenos que la
naturaleza nos ofrece cuando menos lo esperamos, con la festividad de los seres
queridos que ya no están aquí.
Tu pérdida es solamente un hecho
aparente; es aparente sólo desde el aspecto en que tú lo ves. Deseo llevarte a
otro punto de vista. Tu desconsuelo es el resultado de un gran engaño; de la
ignorancia de las leyes de la naturaleza; permíteme ayudarte en el camino hacia
el conocimiento por medio de la explicación de unas pocas y sencillas verdades
las cuales podrás estudiar más ampliamente y a voluntad
Conocí a don Ignacio al final de la
década de los años cincuenta del siglo XX, cuando subía a La Orotava a enamorar
con Delfín Padrón (mi cuñado), Sigfredo Reyes y Paco “El Rubio”. Los tres
tenían sus amores en la Villa donde se casó menos Paco “El Rubio” que cambió
por una joven y guapa muchacha de Icod de Los Vinos de la Familia Fajardo a
donde había sido destinado como funcionario del Banco Hispano Americano.
Años después cuando estudiaba idioma
para exámenes libres del bachiller con don Félix Calzadilla, un servidor en la
recordada Academia Mercantil Atlántida en la Calle El Calvario de La Orotava,
don Ignacio Torrents formaba parte del plantel del profesorado para estudios
libres de comercio. Una vez que estaba escribiendo un documento en una máquina
de escribir UNDEWOOD, me llamó la atención por qué tenía que hacerlo mirando
para arriba no para las letras del teclado.
Fue funcionario durante muchísimos años
del Ayuntamiento de Santa Cruz en su condición de Perito Industrial
(Ingeniero Técnico Industrial), colaboró conmigo en un programa de la
televisión local de La Orotava, en muchas ocasiones retrasmitimos en directo la
embarcación de la Virgen del Carmen del Puerto de la Cruz desde unos
apartamentos anexos al Puerto Pesquero. Las retrasmisiones eran impresionante
casi siempre nos acompañaba don Jesús Hernández conocido cariñosamente
por “El Villero”, que se la sabía toda y hacía vibrar a todas las almas
portuenses.
Su padre don Ignacio Torrents junto a
Melecio Hernández a don Enrique González Matos, don Inocencio Sosa, don
Florencio Sosa y don Lucio Illada formaron el grupo de socialista más
importante del Puerto de la Cruz y del valle de La Orotava del principio de del
siglo XX, una foto de ellos se conserva en la sede del PSOE del Puerto de la
Cruz.
Te pido de todo corazón que sea feliz, y
que disfrute con los tuyos que como te he dicho andan por ese lugar mágico. Un
abrazo don Ignacio y hasta pronto….
El amigo del Puerto de la Cruz; CELESTINO
GONZÁLEZ HERREROS, remitió entonces (07/09/2011) estas notas, que tituló “LA CALIDAD HUMANA DE MI ENTRAÑABLE AMIGO IGNACIO TORRENTS GONZÁLEZ”: "...Qué gusto nos daría, qué placer, poder describir en toda su magnitud, el
sentimiento humano de la verdadera amistad, no rutinaria, la amistad que llena
de verdad todos los rincones imaginarios del alma y reboza en el corazón. Ese
sentimiento de amor, mezcla de gratitud o sano orgullo… ¡Ese es un gran amigo!
Decirlo es fácil, pero, ¡qué difícil es expresarlo, a veces, cuando
queremos demostrarlo! Por mucho empeño que pongamos en ello, siempre sentiremos
la triste sensación de no haber sabido expresarnos.
Y yo tengo uno de esos amigos, cuyo padre fue mucho antes amigo del mío.
Don Ignacio Torrents, padre e hijo, naturales del Puerto de la Cruz, el hijo
hoy vecino de la Villa de La Orotava. Amigos, como decía mi padre, amigos de
verdad.
Mi padre, Enrique González Matos, acabó perdiendo por completo la vista y
prácticamente se encerró en su casa, salvo algunas salidas esporádicas para no
perder del todo el anterior ritmo de su vida. Las más de las veces se sentían
solo y con su grabadora componía poemas que luego los mecanografiábamos…
Padre e hijo, los dos Ignacio Torrents, solían ir a visitarle, a veces
juntos, otras veces solos, y pasaban unas tardes deliciosas. También es posible
que se hayan encontrado junto a ellos, los otros buenos amigos: Enrique
Tamajón, Cándido Figueroa y su esposa, que luego acompañaba a mi añorada madre.
También Joaquín Espinosa Afonso y unos pocos más, pero muy pocos. Entonces la
velada se alargaba y se hablaba de todo, de nuestras gentes, del antiguo Puerto
de la Cruz y sus costumbre. Bueno, de todo mientras alcanzara el tiempo. Por
supuesto, no podía faltar la garrafita de buen vino, el millo frito con azúcar
por Lola y el güisqui, por si alguno lo prefería. Lo importante era que
estuvieran juntos en esa intimidad coloquial, como buenos amigos.
Los años transcurrieron y nos tocó vivir la añoranza de aquel hombre
ejemplar, el dilecto amigo de mi padre, amigo de siempre y el nuestro también,
don Ignacio Torrents (padre). Luego siguió visitando a mi padre e hijo,
Ignacito, como cariñosamente le decíamos. La casa, expresaba mi padre, se
llenaba cuando llegaba él. Tampoco sabría definir esa sensación extraña
que se siente cuando se comunican los sentimientos. Yo sé sentirlo, pero no
hallo las palabras adecuadas o precisas para expresarlo. Algunos dicen que es
como ver llegar a Dios cuando estamos impedidos, cuando nos sentimos solos,
cuando la nostalgia llama a aquellos seres que necesitamos y que de verdad les
queremos. Dios es luz que ilumina las tinieblas de la soledad, que aclara
el camino y nos recuerda que el sueño real de la vida eterna no es una vulgar
hipótesis, es una verdad tangible que percibimos a veces…"
El amigo desde la infancia de la Villa
de La Orotava; EVARISTO FUENTES MELIÁN, “ESPECTADOR”, remitió entonces
(01/11/2012) estas notas, que tituló; Ignacio Torrents: “…. Quiero escribir
unos párrafos sobre el fallecimiento, no por esperado menos sentido, del amigo
y compañero Ignacio Torrents, un ‘chico mayor’ que se ató los machos y se puso
de nuevo a estudiar, y sacó la Licenciatura en la Facultad de Ciencias de la
Información de la ULL.
Intentaré ser breve. Cuento dos
anécdotas:
1.- En los carnavales (perdón: Fiestas
de Invierno) de los primeros años sesenta, estaba yo en mis primeros
escarceos portuenses, bailando en la sala del Olympia, que era similar en
aglomeración al llamado ‘Parque Restregativo’ de la Capital o
al Teatro Atlante de La Orotava que tenía un piso inclinado que, con un
solo un gato o dos, se ponía horizontal cuando había baile, para que las
parejas no resbalaran en demasía…
Pues allí estaba yo, en el Olympia,
cuando me veo a Ignacio a las cuatro de la mañana (o una hora menos en
Canarias) y sin yo preguntarle se acerca y me dice textualmente:
“Salí por la tarde, a las seis, y le
dije a mi mujer que iba a comprar cigarros, y hasta ahora… ¡todavía me estará esperando!”
2.- La otra anécdota, Ignacio la contaba
como un chiste, pero sucedió de verdad: En los primeros años sesenta, en los
sillones de mimbre en los que se sentaban los socios (solamente hombres,
¡cuidado con eso!), en la acera de la fachada del Liceo antiguo, cuando todavía
no había Puente Carrera-Calvario, las chicas y mujeres de buen ver tenían
obligadamente que atravesar la plaza de La Alameda, ante la atenta mirada
y los ojos avizores de los señores socios. Y en cierta ocasión, un señor
de la aristocracia, venido a más o a menos, le dice a su contertulio, un
sencillo agricultor de los que de joven había ‘jalado por la guataca’:
“Fulanito, viene mi señora esposa de
allá; así que me voy para que no me vea contigo…”
Eso paso de verdad, repito, e Ignacio
cuando se enteró de que su chiste era cierto casi se parte de la risa.
Yo estuve yendo y viendo a Santa Cruz
unos treinta años; Ignacio me superó, estuvo más de cuarenta. Por los
compañeros de la Capital me fui enterando de que Ignacio estaba considerado
un caballero, un amigo entrañable de un grupo de técnicos municipales
chicharreros que se reunían con frecuencia a comer y a reírse con anécdotas de
este tipo.
Ignacio se quedaba muchas veces
por las tardes en Santa Cruz le salían muchos trabajos particulares. Pero
siempre venía a dormir a su domicilio en las afueras de la Villa, junto a una
cerrada curva del Ramal, bajando al Puerto, por la carretera que en los veranos
nos conducía a los chicos de La Orotava a la playa portuense de Martiánez.
Sentido pésame a su esposa, hijas e
hijos, a quienes tanto aprecio…”
El amigo del Puerto de la Cruz; SALVADOR
GARCÍA LLANOS, remitió entonces (01/11/2012) estas notas que tituló “EL HOMBRE
QUE SIEMPRE QUISO SABER MÁS”: “…Su aparente estado de seriedad
permanente apenas disfrazaba el talante desprendido y generoso que acreditaba
su personalidad. No digamos el humor, la sorna con que adornaba muchas
conversaciones y vivencias. Observador, servicial, atento, humanista… procuraba
que nada a su alrededor le fuera ajeno.
Así era Ignacio Torrents González, un
portuense afincado en la Villa de La Orotava, donde casó, funcionario del
Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife, fallecido hace pocas fechas y a quien
debemos estas líneas. Pese a esos factores de distancia, Ignacio jamás perdió
su condición de portuense. La lucía donde podía, donde le dejaban, donde con
orgullo la proclamaba sobre todo a la hora de recordar situaciones y
personajes.
Sin presumir de ella, tenía buena
memoria. En ella almacenaba claves de humor local, como heredero de aquel
estilo que caracterizó la convivencia durante décadas de un pueblo, con “un mal
Círculo de Iriarte, donde cuatro ranilleros hablan de ciencias y arte”. En la
posguerra y hasta bien entrados los años cincuenta, en el Puerto de la Cruz de
las lenguas, viperinas y de las otras, cuando los celos y las rivalidades
personales se libraban a base de versos anónimos que circulaban
clandestinamente y cuando el uso de mensajes e indirectas para criticar
sustanciaba agudas interpretaciones, Torrents debió añadir a sus asignaturas
del peritaje industrial y de la profesión que ejercería el espíritu y el
imaginario de un pueblo que abría paso a la modernidad resistiéndose a perder
su costumbrismo y sus señas de identidad.
Ignacio, con el tiempo, se haría
periodista, mejor dicho, licenciado en Ciencias de la Información. Su afán por
ampliar conocimientos era evidente. Hizo bueno desde luego lo del saber no
ocupa lugar. Del peritaje industrial dio el salto, organizado metódicamente
como le gustaban las cosas, al mundo de las letras y las ciencias sociales. Y
es que tenía vena de escritor. Le apasionaban los medios de comunicación y la
lectura. No quedaba acto social, conferencia, exposición o sepelio al que
asistiera en el que no comentara una publicación reciente. Y no fue de los que
se ancló o refugió en el pasado, precisamente. Lo demostró en varias ocasiones,
cuando apareció en las versiones televisivas de la Tertulia Villera que
coordinaba Bruno Álvarez. O cuando leyó el pregón de una Semana Santa portuense
en el que expuso no sólo creencias sino convicciones de su filosofía de la vida
y del mundo.
Ignacio Torrents González, probo y
respetado funcionario municipal, vivió con entusiasmo el retorno y la
consolidación de la democracia. Buen conversador y atento a lo que decían
terceros, siempre preguntaba por antecedentes familiares de alguien que le
presentaban o no conocía lo suficiente. Su vida, a caballo entre La Orotava, el
Puerto y Santa Cruz, fue modelo de inquietud social y rectitud familiar.
Un hombre que siempre quiso saber más.
Así será recordado…”
El amigo desde la infancia de la Villa
de La Orotava; JESÚS HERNÁNDEZ ACOSTA, remitió entonces (01/11/2012) estas notas que tituló “IGNACIO TORRENTS GONZÁLEZ, UN ILUSTRADO DE DOS SIGLOS”: “…. 1932 / 2012. Esos son los 80 años de su existencia,
dedicada a su familia, al estudio riguroso del Bachillerato de entonces, a su
brillante carrera Ingeniero Técnico Industrial, como a su trabajo en la
Empresa "Eufemiano Fuentes Díaz", y posteriormente como funcionario
del Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife, dónde se jubiló. Inquieto
intelectual logró reunir una biblioteca muy interesante, de lo que
naturalmente se jactaba. Compartí con él una amistad de 65 años, junto
a Miguel Machado, Julio Álvarez, Paco Roda y, posteriormente Manuel
Rodríguez Mesa, Luis González Acebal, Domingo Hernández y Hernández y tantos
otros que haría interminable la cita.
Aficionado a los idiomas hablaba inglés, francés, alemán, portugués,
italiano y últimamente afanado con el ruso y el chino. De su vocación musical
soy afortunado testigo, interpretando con sus hijos y amigos veladas
inolvidables.
Realizó las prácticas de Alférez de la Milicia Universitaria en Calatayud,
y contaba anécdotas sin fin.
Sobra decir de su amor al Puerto de la Cruz, lugar de su nacimiento, donde
quiso ser sepultado junto a sus padres D. Ignacio y Dª Emilia. Nos dijimos
siempre que éramos republicanos de origen. Y era verdad.
Vinimos al mundo bajo el régimen que España se había dado. ¡Qué oportunidad
perdida! Hasta Ortega y Gasset, Marañón, Pérez de Ayala, Gil Robles, Lerroux, y
muchísimos más temieron por sus vidas. A Ortega
le salvó D. Julián Besteiro, caballero indomable, político austero, que no abandonó a los suyos y para el que Fiscal del Consejo de Guerra, Felipe Acedo Colunga solicitó pena de muerte. Al final, la cárcel de Carmona.
le salvó D. Julián Besteiro, caballero indomable, político austero, que no abandonó a los suyos y para el que Fiscal del Consejo de Guerra, Felipe Acedo Colunga solicitó pena de muerte. Al final, la cárcel de Carmona.
Pero Ignacio no descansaba. Fiel a sus inquietudes, comenzó y terminó
Ciencias de la Información, colaborando en la prensa, radio y televisión,
donde tuvimos interesantes tertulias. Su gran pasión siempre, Agustín de
Betancourt y Molina, personalidad que estudió a fondo. Tuvimos discusión
amigable sobre su nacimiento, pues yo mantenía su raíz orotavense y él quería
etiquetarlo como "ranillero". Sabemos que se marchó muy joven de aquí
realizando su obra en la Península, Francia, Inglaterra y Rusia. Es
gloria nuestra y sabio universal.
Ignacio, has pasado a formar parte de la historia portuense y tu nombre
está junto a los Iriarte, Betancourt y Molina, Viera y Clavijo (en parte) Luis
Rodríguez Figueroa ilustre abogado, escritor y poeta y admirable, Andrés de
Arroyo, Isidoro Luz, Juan Reyes Bartlet, Paco Afonso Carrillo. Y concluyo por
tu vocación musical que te enaltece, con la copla de Don Juan Reyes: La
tinerfeña nació / En el Puerto de la Cruz, / No se llama malagueña /
Porque me la cantas tú / En la tierra tinerfeña. …”
BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL
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