En
el muro del facebook del amigo de la Villa de La Orotava JESÚS ROCÍO RAMOS aparece
un magnífico y extraordinario trabajo que comparto con su permiso, adaptado por
ÁNGELA PÉREZ ROCÍO, que se titula “QUÉ TIEMPO TAN FELIZ”: “…Hoy mi comentario es recordando cuando yo tenía quince años. Yo era un
zagalote, tenía el mismo cuerpo que el actual y por aquel tiempo todos los
chicos usábamos los pantalones cortos; solo los hombres los usaban los largos y
por aquella edad tenía las piernas belludas y al pasar por los mayores me
decían en plan de cachondeo: “eh ... amigo cuando te bajan las velas”, “ya no
tienes la cocina ahumada”, “yo ya a ti no te dejo ni con mi abuela”, y viendo
lo colorado que me ponía, me lo hacían adrede.
Mi amigo Domingo García
(Rivero) fue el primero que se puso los pantalones bajos (se bajó las velas)
como decían y yo ese día salí con él, pero con los pantalones cortos. La
costurera, mi tía Ángeles Sosa me lo había hecho, pero por vergüenza no me los
puse ese día. Mi madre que estaba detrás de la puerta me decía: “muchacho,
sale”, lo intentaba y me volvía hacia atrás, y salí con Domingo, pero con los
pantalones cortos. A las pocas semanas junto con otros amigos me los puse y por
fin salí y juro que me iba escondiendo de la vergüenza que tenía (que distinto
a hoy). Me salieron unos espinitos en la cara y me decían vacilando que era de
comer mucho chocolate coño, que risa.
En aquel tiempo creo que el
último que me había comido fue una jiquera que me dieron cuando hice la primera
comunión. En la Juventud Católica nos daban a todos juntos unos rosquetes Doña María
Flores. Era la bonita edad de las pretendientas (quién no la tuvo) si las
chicas se enteraban de que le gustabas parecía que se escondían y no las veías
por ningún lado. Yo le mandaba con alguna amiga algún papelito (eran los
móviles de antes) y esperaba ansioso la contesta y por el día de su onomástica
o cumpleaños le enviaba una tarjeta postal con un verso inventado diciéndole
cosas bonitas y dibujando un corazón, porque sabía que a ella le iba a gustar.
Lo mismo me pasaba a mí, que lo esperaba, entre las amigas también se mandaban
postales, pero no tan románticas. Yo creía que eso de enviar postales era de mi
tiempo, pero no, porque en mi baúl encontré algunas de los años: 1913, 1914,
1915, 1916, 1917, 1918, 1921, 1926,1927, 1935, 1949 y 1952, que adjunto en mi
comentario, ya pondré en otra ocasión más.
Recuerdo que a mi primera
pretendienta le regalé una cinta para el pelo de colores de plexiglás, que se usaban
por ese tiempo. La compré en casa de Doña Carolina Rivero, me costó dos
pesetas, me hubiese gustado haberle regalado un monedero también de plexiglás,
pero no tenía más dinero. Me ayudó a elegir la cinta Margarita, que en aquel
tiempo estaba de empleada allí. Yo no veía la hora de verla para ver si la
llevaba puesta.
Qué tiempo tan feliz, sin
embargo no me eligió a mí; a ella le gustaba otro, pero seguimos siendo buenos
amigos. En aquel tiempo en el antiguo Liceo los domingos se celebraba un matiné
baile en el patio. Lo organizaba con los altavoces Carmelo Reyes que se estaba
iniciando, y al piano Francisco Reimundo; los hermanos gemelos de los Casanova,
Otazo y otros y todas las chicas se daban cita allí en el baile, pero a
nosotros como no éramos socios no nos dejaban entrar y nos quedábamos por
fuera.
Estando yo en la puerta
apareció D. Miguel Felipe Hernández Casanova y me pregunto que porque no
entraba y le dije que no me dejaban y me dijo ven conmigo; me llevo a la
secretaria que estaba en el descanso de la escalera. Allí estaba el conserje,
que en aquel tiempo era maestro Ignacio (padre) y me dijo firma aquí, y yo
firme pensando que era un permiso para poder entrar y me quede en el baile, no
solo ese Domingo, sino unos cuantos más y notaba que ya no me ponían pegas para
entrar y yo pensé “un amigo, es un amigo” y cuál sería mi sorpresa: primero al
enterarme que era el tesorero de la sociedad y la segunda que me había hecho
socio sin yo saberlo, porque en aquel tiempo era muy difícil entrar de socio por
las dichosa bolas blancas y negras.
Cuando me vino el primer recibo
que mal lo pase, gracias a mi madre y fui muchos años socio y colaborador y por
tiempo de las derramas yo ya estaba al día y volvió otra derrama; les pregunte
por los que no habían pagado y comprobé que eran muchos, les dije que cuando
todos estuvieran al día seguía pagando yo y estando de presidente Pepito
Linares, por ese motivo me dio de baja. Ahí no terminó todo, lo más gracioso
que pasado mucho tiempo se presentaron dos directivos del Liceo al cuarto de
ensayo de los Chiringuitos a proponerle que si quería formar parte de la
directiva; yo les dije que desde cuando una persona ajena a la sociedad sin ser
socio podía ser de la directiva, quedándose asombrados al comentarles lo que
hacía años que me había pasado, les invite a un vaso de vino y lamentándolo
mucho se marcharon no sin antes decirme que no fui el único.
Bellos momentos vividos que hoy
recuerdo con nostalgia. Mi escrito lo enriquecen las canciones que se
escuchaban en mi juventud “siempre en mi corazón” y “qué tiempo tan feliz”. En
la foto adjunta aparecemos Domingo García Rivero y yo, Jesús Rocío Ramos…”
BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL
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