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El amigo del Puerto de la
Cruz; SALVADOR GARCÍA LLANOS remitió entonces (24/11/2022) estas notas que
tituló; “PABLO MILANÉS, IMPRESCINDIBLE”: “…Cuentan que las serenatas y la guarachas le acompañaron
casi desde que nació. A Pablo Milanés le decían trovador, cuando sus primeras
apariciones en las islas y en España. Y ahí le descubrimos, dándole vida y
música a la Nueva Trova Cubana que emergió durante los años sesenta, después de
la Revolución.
Junto
a Silvio Rodríguez enarboló algo más que una corriente o un movimiento. Porque
Pablo Milanés bebía de todas las fuentes para escribir e interpretar canciones
que hablaban de amor y desamor, de lucha y aspiraciones. Semejaban sus
composiciones rumbas ancestrales pero eran indudables las influencias de las
bases de la música occidental de los últimos tiempos.
Sensible,
evocador, certero, dotado de una voz peculiar, cautivadora, con la que elevaba
la trascendencia de sus poemas. O de sus canciones. El crítico cubano Pedro de
la Hoz ha subrayado su papel de “hombre puente entre todas las trovas, las
anteriores y las por venir”. Ese trovador nos regaló poesía de alcance social y
un cierto espíritu emancipador. La creatividad de Milanés, de Rodríguez y de
otros miembros de la Nueva Trova, fue determinante para simpatizar con las
ilusiones, con la creencia firme de que se podía luchar contra la injusticia y
la desigualdad.
Así,
fueron acumulándose las canciones que desgranaba en varios escenarios canarios.
Ahí le vimos actuar. Y en Madrid, donde la gente escuchaba muy respetuosamente
o tarareaba sus melodías mientras encendía mecheros y confería a la actuación
un aire inevitablemente mágico y emotivo. El debate, quién gusta más, Pablo o
Silvio, también brotó. Sin que hubiera resultados prácticos o tangibles. Uno y
otro, a su aire, encandilaron con sus respectivos estilos. Cada trovador sabe
que siempre habrá gente esperándole. Su música nunca será vana.
Por
eso, “cuántas veces te dije/ que antes de hacerlo/ había que pensarlo muy
bien/”, en la primera estrofa de “Para vivir”, se fue haciendo un canto de
rebeldía y vitalidad a la vez. “Eso que llaman amor para vivir. Para vivir”. Y
que entonábamos, junto con otros títulos memorables, en una juventud que se
alargaba y no queríamos que acabase. Eso sí, “de qué callada manera”, venía “el
breve espacio en que no está”. Hasta que llegó Yolanda “...no más que una
canción…”, que pretendía fuese “una declaración de amor”, y se detuvo “a llorar
por los ausentes”, después de pisar las calles nuevamente, en memoria del
derrocado Salvador Allende, porque quería “la patria liberada”.
Pablo,
sencillamente, se hizo imprescindible.
Eternamente,
su adverbio preferido…”
BRUNO JUAN ÁLVAREZ
ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL
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