El amigo del Puerto de la Cruz; AGUSTÍN
ARMAS HERNÁNDEZ, remitió entonces (12/05/2018) estas notas y foto que tituló: “PAZ Y AMOR FRENTE AL COMETA HALLEY”: “El
astrónomo británico Edmund Halley fue el primero en calcular la órbita de un
cometa y descubrir la periodicidad de estos cuerpos celestes. En concreto,
Halley afirmó que un cometa observado en de 1531 por Apiano y Fracastoro era el
mismo que fue descrito en 1607 por Kepler y Longomontanus, y también el que él
mismo había observado personalmente en su aparición de 1682. "Con toda
confianza puedo predecir que retornará en 1758", pronosticó. Aquel cometa
fue bautizado "Halley" en su honor y, según ha revelado un reciente
estudio publicado en la revista Journal of Cosmology, todo apunta a que el
primer avistamiento de la historia se produjo en Grecia en el año 466 a.C.,
entre principios de junio y finales de agosto. El siguiente avistamiento fue
registrado por astrónomos chinos en el 240 a.C. Desde entonces, el cometa ha
reaparecido 29 veces.
La duración media del año del cometa
Halley -entendiendo por año del cometa el tiempo que tarda en dar una vuelta
alrededor del Sol- es de 75-76 años terrestres. La última vez que el cometa nos
visitó fue en 1986, cuando la sonda espacial europea Giotto se acercó para
echar una ojeada a su núcleo helado. Y no pasará de nuevo cerca de la Tierra
hasta el año 2062.”
La organización de las Naciones Unidas,
desde su sede neoyorquina, decretó que aquel año de gracia 1986
fuera el «año de la paz», «año de gracia» fue, como todos los otros en los
cuales podemos conseguir la salvación eterna. Pero ¿fue de veras
«año de paz?», ¿infundió acaso en mi inconsciente el fenómeno Halley?, pues,
según los antiguos, los cornetas son aves de mal agüero», y nada
vale que lo nieguen los científicos y escépticos. Por otra parte, ¿qué habrá
decretado la curia celeste, compuesta por ángeles y santas, más poderosa sin
duda qué la ONU? ¡Paz y amor!, sí, dos palabras muy sencillas de pronunciar,
pero cuán difíciles de realizar. Comencemos por La paz y pospongamos
un momento lo más sublime y especulativo: el amor.
Se nos dice en el génesis (un libro
histórico por más que muchos lo nieguen), que Dios creó al hombre a su imagen y
semejanza. Por tanto, si nosotros, los humanos, aunque mortales, fuimos hechos
según el molde divino, y él es puro amor y remanso de paz, ¿qué ha sucedido
entonces, pues tan lejos estamos de esa paz tan deseada?
Primeramente Lucifer, con los suyos,
perturbó el orden celeste y tentando a nuestros primeros padres Adán y Eva (que
sí existieron) introdujo la guerra y rebelión en nuestro planeta. Desde
entonces: ¿cuándo ha habido paz completa en la tierra?, ya en aquella época llamada
edad de oro por los poetas, Caín consumó su homicidio, y los hombres se
dividieron en «hijos de Dios» e hijos de los hombres.
Dejó el señor palar 4.000 años
para que su hijo unigénito se encarnase, tomando cuerpo mortal. Entonces, desde
el paraíso, se proclama de nuevo la paz en Belén por boca de los ángeles: «paz
en la tierra a los hombres de buena voluntad». Pasan casi 2.000 años de la era
cristiana y seguimos aún anhelando que se cumpla por fin ese mensaje de paz. Al
tocar antes en una puerta, se deseaba la paz. En la liturgia de la misa, los
fieles se dan y desean la paz; gobernantes, políticos, grandes y pequeños,
todos hablan de paz, ¿por qué, pues, no la conseguimos?
Quienes han tenido y tienen oídos
dóciles, siempre han sentido esa paz interior que Jesús comunicó a sus
apóstoles: «mi paz os dejo, mi paz os doy ¡no como la da el mundo, sino como la
doy yo!» (JN XIV, 27).
En cuanto a la paz externa y universal,
la Virgen de Fátima (en 1917) prometió: «por fin mi corazón inmaculado
triunfará y el mundo tendrá una época de paz». Todos saben que
teníamos aquí a una persona, quien no se cansaba de
anunciar estas y otras profecías. (Hoy por desgracia ya no está entre
nosotros). Pasemos ya a la más elevada y metafísica idea del amor.
Sin cesar se habla sobre el amor a los padres, a los hijos, esposas, novias,
amigos, prójimos, etc., cosa notable en estos tiempos de incredulidad,
pasotismo e indiferencia religiosa. Se habla más de amor que en cualquier otro
tiempo de la historia humana; no obstante, se ama menos que nunca.
¿No es cierto que la mayoría de los
esposos no se aman con verdadero amor? ¿Cómo lo habrá entonces entre los demás
miembros de la familia?, y menos todavía entre los demás humanos.
No, amigos, el amor de que tanto se habla
es sólo amor carnal, pasional; no el amor espiritual o caridad. El divino
salvador exhortaba continuamente, sabiendo que somos débiles y pecadores, a
cumplir los mandamientos y hacer penitencia. Casi solamente, en la última cena
habló sobre el "amor, y eso con sus apóstoles, con los elegidos de Dios.
Amaos los unos a los otros, como yo os he amado» (JN XV, 12) nótese que
recalca: «como yo os he amado». O sea, que si no participamos de su
amor, del amor divino, no podemos amarnos con amor verdadero.
Muy lejos está este amor del amor pasional y corrupto. ¡Qué lleguen,
pues, a nosotros esa paz y ese amor que sólo Dios puede
Comunicar, y ningún organismo ni autoridad humana!
¡A todos pues, paz y amor!...”
BRUNO
JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR
MERCANTIL
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