El amigo desde la infancia en la Villa de La Orotava; FRANCISCO SALAMANCA
DE LA PEÑA, remitió entonces (16/11/2006) estas notas que tituló; “CARTA A MI
HERMANO JOSE MIGUEL DE SALAMANCA”.
Publicadas en el periódico EL
DÍA, el jueves 16 de noviembre de 2006: “…Mi querido hermano.
El sábado cuatro de noviembre 2006 nos dejaste para siempre. Una profunda pena
nos embarga a todos. Por mi profesión y dada la gravedad de tu enfermedad sabía
de antemano la irreversibilidad de tu proceso. Pese a todo intercedí mucho por
ti pero los designios de Dios son inexorables.
En
tu funeral, un amigo común, se acercó y me abrazo fuertemente al tiempo que me
decía, que su pésame era doble, porque yo no solo había perdido a un hermano
sino también a un hijo.
Y
qué razón tenía. Nuestro padre murió siendo tú un niño. Por entonces solo
tenías quince años. ¡Que edad mas difícil y mas para ti, rebosante de inquietudes,
aventurero, lleno de vida, con proyectos que te salían a borbotones y también
hay que decirlo, tus travesuras!. Porque cada día nos proporcionabas una de
ellas. ¿Recuerdas cuando te interesaste por la espeleología, descolgándote en un acantilado del Sauzal donde, por
cierto, hicistes un interesante descubrimiento, pero te mantuve toda una noche
dentro de la cueva? ¿Recuerdas tu regreso de Inglaterra con una barba enorme,
el pelo a media espalda, una guitarra al
hombro… y desde el mismo aeropuerto te llevé directamente a una barbería, sin
apenas saludarte?. ¿Recuerdas cuando te estrellaste
con una pequeña Vespino conseguida en una subasta, presentándote en casa con
las gafas rotas y el traje hecho jirones diciéndome al verme: hermano: ¿no te da
pena?. Y anécdotas como estas, muchas, Semi, pero siempre sin protestar aceptabas todas mis
recriminaciones. Cuando te puse en manos del barbero ni rechistaste. Cuando la
moto, al día siguiente la cambiaste por una guitarra eléctrica. Porque siempre
me aceptaste y yo sé que me querías mucho e igualmente yo a ti. Más tarde comprendiste
que tanto Pili como yo, mucho más viejos que tú, nos comprometimos encargarnos de tu
comportamiento. Si Semi, sin quererlo nos convertiste en tus padres. Mi
carácter enérgico de aquel entonces, que tú también mostraste a lo largo de tu
vida, y bien sabes de quien heredamos,
lo derramé en ti con el único fin de encauzarte, corregirte, y convertirte en
una persona sensata preparada para la vida. Si alguna vez te llegué a herir no
es necesario que te pida perdón porque por tu nobleza y cariño no me lo vas a
permitir.
Pero
con los años tu vida cambió. Tu ingenio, tu imaginación y tus ansias de
emprendedor te llevaron a empresas de gran altura. Tú admirable sensibilidad te
hizo amar la parte más bella de la vida: la naturaleza, que lograste plasmar y
difundir a través de unos magníficos vídeos, películas y publicaciones. Y no
digamos la pasión que siempre mostraste por tu querida Orotava que tanto estudiaste
sobre su historia y tanto comentaste en charlas y programas radiofónicos. Ese amor por nuestra Villa lo plasmabas con
flores en las bellas alfombras que durante muchos años le dedicaste al Corpus
Christi en la misma puerta de la Parroquia de Nuestra Sra. de la Concepción al
tiempo que murmurabas que cada vez que ponías un pétalo tratabas al Señor de Tu.
Admirable
tu bonito y último libro dedicado a los Calados Canarios, escrito en plena
enfermedad y que como siempre hacías con tus trabajos el primer ejemplar me lo
traías personalmente a casa con dedicatorias muy emotivas.
Admirable
también Semi, fue tu valentía ante una enfermedad que conocías perfectamente, interpretándola como el episodio más normal de tu vida. Jamás
oímos de ti una sola palabra de desaliento ni congoja.
Tus
restos fueron siguiendo tus deseos incinerados y tus cenizas esparcidas en la
mar, en esas aguas de Los Gigantes en las que tanto disfrutaste con tu “Crysea”.
Hiciste tu última singladura a bordo de nuestro viejo barco “Caribe” con el que
te iniciaste en la afición a la náutica. Te acompañamos tu mujer, tus hijos
Josemi y Maricarmen, Alicia y Cristina, tus sobrinos Mavi y Sergio, Paco, Jorge
y yo. Jamás el “Caribe” llevó a bordo una carga tan triste. El rugido de su
motor me parecía que también lloraba con nosotros. La mar estaba completamente
llana. All llegar a la zona por ti elegida esparcimos tus cenizas que rodeamos
con muchas flores, entre ellas, las amarillas, que tanto te gustaron.
Sorprendentemente hicieron su aparición los delfines, aquellos delfines que
tanto fotografiaste y amaste que seguro vinieron a rendirte su tributo de
despedida y al mismo tiempo a ofrecerte la seguridad de su compañía para
conducirte a la Eternidad. Semi, descansa en paz. Tu hermano, Pancho…”
BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL
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