El amigo del Puerto de la
Cruz; SALVADOR GARCÍA LLANOS. Remitió entonces (25/05/2019) estas notas
que tituló; “IMPACTOS EN EL PAISAJE URBANO”: “…El paisaje urbano del Puerto de la Cruz
presenta algunos impactos negativos. Por momentos, hasta pudiera parecer el
verso del poeta cubano Silvio Rodríguez: “La ciudad se derrumba...”. Pero sería
injusto generalizar: hay zonas y núcleos donde prevalece una conservación más
que aceptable y donde el esfuerzo de propietarios o promotores debe ser
ponderado. Ocurre que ese estado de cosas, ruinas o deterioro visibles, se
prolonga tanto en el tiempo que afea el tránsito cotidiano. Es cuando surge la
visión resignada que poco o nada sabe de las causas de tanto abandono pero que
duele y que no deja siquiera soñar con que algún día, cuando las voluntades se
fundan con capacidad de gestión, habrá otra cara. Y el patrimonio y la
personalidad urbanística y los atractivos para residir o pasear ganarán
enteros.
Años y años, en efecto, paseando por el
corazón turístico de Martiánez para toparse con el antiguo hotel del mismo
nombre y el edificio Iders, en su momento reflejo del desarrollismo, dos
pruebas claras de la desidia y de la impotencia. Es fácil deducir las
consecuencias.
El centro tiene también sus puntos
negros. Los contrastes cuando finalicen las obras de remodelación de algunas
vías o se afronten actuaciones futuras serán evidentes. La Casa Sol y la Casa
Iriarte son dos ejemplos, entre las calles Zamora y San Juan, a los que se
podría añadir la Casa Ventoso, sede del antiguo colegio de los padres
agustinos. En la calle Blanco, inmuebles y solares abandonados, en uno de los
cuales residió el alcalde ilustrado, José Agustín Álvarez Rixo. El cierre
prolongado, durante décadas, de la antigua sede de Hernández Hermanos, cruce
con Doctor Ingram y antesala de la plaza del Charco, ha generado una evidente
imagen de abandono.
A medida que pasan los días, aumenta el
desgaste de la antigua estación de guaguas que alberga una generosa plaza
pública. La incertidumbre de su destino es predominante. ¿Qué hacer ahí, cuál
es la finalidad más provechosa? En las cercanías, por cierto, en la calle
Peñón, una vía de penetración, se siguen apreciando en una antigua casa las
huellas de un accidente de tráfico.
En la periferia hay otros casos. De la
rehabilitación de la Casa Amarilla, con sus valores históricos y culturales,
nunca más se supo. Y de la Casa el Robado, tras el incendio que la devastó,
tampoco. La restauración definitiva de la Casa Tolosa se ha demorado
sensiblemente, tras los intentos de la Administración de recuperarla y darle
algún destino. En el límite del término municipal con Los Realejos, zona de La
Vera hay también edificaciones visiblemente deterioradas. En Las Cabezas, de
intensa circulación rodada, hay una franja o hilera de casas ruinosas. El suelo
resultante bien debería dar lugar a alguna planificación que sirviera de
soporte a una actuación ejemplarizante: estamos en un punto esencial de acceso
o salida de la ciudad. En el sector Las Dehesas, igualmente, hay pruebas de un
paisaje urbanístico dañado y abandonado. Y ya puestos, en Punta Brava, alguien
debería alumbrar alguna idea sobre el antiguo centro asistencial Santa Rita,
junto a la iglesia del mismo nombre. A saber en qué condiciones está la
titularidad de ese inmueble. Fue cerrado a raiz de un incendio. El templo sigue
abierto al público.
En fin, este breve recorrido -seguro que
hay otros impactos, especialmente en casas y chalets de propiedad privada- se
palpa que la ciudad, sin derrumbarse, necesita de iniciativas e impulsos para
poner punto final a prolongadas imágenes reales de abandono. En un destino
turístico, no deberían existir…”
BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL
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